Anónimo. Taller de Erill
Segunda mitad del siglo XII
Madera de chopo y nogal con restos de policromía al temple
Conjunto de cinco figuras: Museo Episcopal, Vich (Barcelona)
Virgen y San Juan: Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona
Procedente de la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall, Valle de Bohí, Lérida
Escultura románica
Estado del conjunto en 1907 Iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall |
Desde entonces el ingente patrimonio de la zona quedó sumido en el abandono y el olvido, hasta que en 1907 fue dado a conocer gracias a una misión científica, organizada por el Institut d'Estudis Catalans, que pretendía estudiar las tierras que limitaban el Pirineo catalán con el aragonés. Entre los expedicionarios se encontraban relevantes personalidades, como mosén Josep Gudiol i Ricart, arquitecto, historiador y conservador del Museo Episcopal de Vich, y Josep Puig i Cadafalch, político, arquitecto, historiador del arte y arqueólogo. Los resultados de la expedición fueron determinantes para la investigación, documentación, valoración y estudio del arte románico catalán, después del inventario realizado de iglesias, pinturas murales y tallas escultóricas diseminadas por solitarios e incomunicados parajes pirenaicos, trabajo que incluía fotografías, bocetos y notas.
El contextoDescendimiento de Erill la Vall, Museo Episcopal de Vich
La iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall, que fue levantada en el primer tercio del siglo XII en estilo románico lombardo, algo común en buena parte del románico catalán, dispone de una sola nave, muy alargada, con una cabecera triconque de estilo oriental, esto es, con tres absidiolos semicirculares organizados en forma de trébol. Originariamente se cubría con una rudimentaria bóveda de cañón, de la que se conservan los arranques meridionales y restos de cinco arcos torales. Tras la ruina de esta fue sustituida por una techumbre de madera con vigas a dos aguas. La esbelta torre campanario es de principios del XIII, con un hermético cuerpo bajo y cinco pisos de estilizados ventanales separados por impostas de arquillos ciegos lombardos y esquinillas. En su fase final, se añadió en el lado norte un pórtico con arcos de medio punto que se apean sobre columnas.
El expresivo grupo del Descendimiento
Entre los descubrimientos de la citada expedición, aparte de una serie de frescos arruinados se encuentra el conjunto de esculturas en madera que configuran el grupo del Descendimiento de Erill la Vall, que permanecía desmontado y abandonado en un trastero de la iglesia de Santa Eulalia, tal y como lo recogen las fotografías de Adolfo March y el cuaderno de notas de mosén Gudiol.
El grupo escultórico, dado a conocer en 1907, que está integrado por siete figuras casi de tamaño natural —dimensiones excepcionales en su tiempo— talladas en madera de chopo y nogal, representa no sólo el auge de la imaginería románica catalana en el siglo XII, sino que se constituye uno de los conjuntos más importantes de la escultura románica europea de este siglo. En esa época era costumbre colocar estos singulares conjuntos, que vienen a certificar la muerte de Cristo para destacar el valor de su resurrección como soporte de la doctrina de la Iglesia, sobre una viga que cruzaba el ábside principal por encima del altar. De esta iconografía, extendida en este ámbito territorial, se conservan otros importantes ejemplos en el monasterio gerundense de Sant Joan de les Abadesses, fundado por Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós) hacia el año 885, y en el Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona dos grupos, uno procedente de la iglesia de Santa María de Taüll y otro de la iglesia de la Natividad de Durro, ambas igualmente en el Valle de Bohí.
La expresividad dramática de la gesticulación en su día era realzada por el acabado polícromo de las figuras, pues todas ellas estuvieron en su día policromadas al temple, según se desprende de los exiguos restos conservados, sobre todo en la imagen de San Juan.
Estilísticamente, las figuras presentan el habitual y sobrio esquematismo estructural del románico, con formas ajustadas a valores geométricos y mostrando una desproporción jerarquizada, siendo precisamente la fantasía de lo imperfecto y la ausencia de elementos superfluos lo que realza su expresividad y profundidad. No obstante, las figuras de Erill ofrecen una rica serie de matices que proporcionan una sensibilidad pocas veces alcanzada en el arte occidental, con un movimiento y agudeza poco común para su tiempo.
Otro tanto ocurre con la figura de San Juan, la única que conserva íntegros los pies, vestido con una túnica larga con plegados esquemáticos en la parte inferior y un manto que le cubre el hombro izquierdo y se recoge sobre el brazo produciendo sobre el cuerpo plegados simétricos. Su posición es rígida de pies a cintura, pero el torso presenta una ligera curvatura, contribuyendo al movimiento el hecho de sujetar el Evangelio bajo el brazo y el realizar una gesticulación de dolor —característica en los calvarios medievales— apoyando la mejilla sobre su mano derecha.
Las figuras de José de Arimatea y Nicodemo ofrecen un tratamiento idéntico, tan sólo diferenciado por la posición de los brazos y pequeños matices en las túnicas cortas. Ambos tienen idénticas fisionomías y las piernas muy separadas para mantener el equilibrio, aunque faltan los pies sobre peanas que se sujetaban a la viga. José de Arimatea está ocupado en retener el cuerpo, para lo que cruza el brazo izquierdo por la espalda de Jesús y con el derecho sujeta la pierna. La túnica está ceñida a la cintura mediante un cinturón detalladamente anudado. Por su parte, Nicodemo, más erguido, se afana en desclavar el brazo izquierdo mientras sujeta unas tenazas que han desaparecido, en ambos casos con brazos articulados para adaptarse al drama litúrgico.
El hieratismo del que adolecen las figuras individualmente, se torna en un movimiento lleno de agudeza, sentimiento y sensibilidad cuando componen el grupo narrativo, mostrando, a primera vista, de que se trata de modelos articulados en los que el lenguaje de las manos adquiere un papel esencial como componente dramático. Por todos estos valores, la serie de figuras del valle de Bohí determinan una auténtica escuela, muy diferente a otras experiencias localizadas en Castilla, Aragón e incluso en la misma Cataluña, constituyendo un tipo de imaginería que pervivió sin alterar su esencia desde el segundo cuarto del siglo XII hasta las primeras décadas de 1200 y cuya influencia no pudo extenderse por desarrollarse en una zona excesivamente aislada.
Este grupo escultórico, realizado en plena efervescencia del arte románico, constituye uno de los capítulos más singulares de este arte en Cataluña y como modelo pirenaico se convierte en el antecedente de la enorme difusión que esta iconografía tuvo poco tiempo después en algunas regiones italianas, sobre todos en las centrales, como Toscana, Lacio y Umbría, donde se han llegado a inventariar hasta 33 grupos de "deposizione", 24 conservados en su lugar de origen y 9 recogidos en museos y colecciones privadas, que recogen la evolución formal del románico al gótico1.
La Virgen y San Juan, Descendimiento de Erill la Vall
Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Notas
1 TRAVIESO ALONSO, José Miguel: Simulacrum. En torno al Descendimiento de Gregorio Fernández. Domus Pucelae, Valladolid, 2011, pp. 27-65.
Detalle de la Virgen y San Juan, MNAC |
Réplica del Descendimiento en la iglesia de Santa Eulalia de Erill la Vall |
Iglesia de Santa Eulalia en Erill la Vall, Valle de Bohí (Foto surfingtheplanet.com) |
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