4 de julio de 2022

Visita virtual: CENOTAFIO DE FELIPE EL ATREVIDO, el dolor humano como creación de Claus Sluter (1/2)




CENOTAFIO DE FELIPE EL ATREVIDO, II DUQUE DE BORGOÑA


Jean de Marville (Marville, ? - Dijon, 1389)
Claus Sluter (Haarlem, Países Bajos, 1340 – Dijon, Francia, 1406)
Claus de Werve (Haarlem, h. 1380 – Dijon, 1439)

1381-1410

Mármoles de diferentes colores y alabastro

Museo de Bellas Artes, Dijon

Escultura gótica. Escuela borgoñona

 


Antoine Le Moiturier (Atrib.). Sepulcro de Philippe Pot, 1477-1483
Museo del Louvre, París

     En 1383 Felipe el Atrevido, II duque de Borgoña, fundó la Cartuja de la Santa Trinidad de Champmol, en las cercanías de la ciudad de Dijon, que sería la capital del Ducado de Borgoña en el siglo XV. Su intención era establecer en aquel monasterio, que fue construido por el arquitecto francés Drouet de Dammartin, un lugar de enterramiento para los duques de la dinastía Valois, fundación que sería enriquecida con numerosas obras de arte, la mayoría de ellas piezas destacadas del arte gótico internacional imperante en ese momento. Entre ellas se encuentra el sepulcro del propio duque, en el que los escultores Jean de Marville y, sobre todo, el holandés Claus Sluter, lograrían con su creatividad una inesperada innovación en la iconografía funeraria de su tiempo, cuando esta conocía una enorme expansión por todos los países europeos.

La repercusión de esta obra funeraria sería enorme, anticipándose en más de cien años a la que entre 1477 y 1483 fue realizada, seguramente por Antoine Le Moiturier, para el enterramiento de Philippe Pot, gran senescal de Borgoña, en la capilla de San Juan Bautista de la abadía del Císter. Obra que igualmente marcaría un hito en la escultura funeraria del siglo XV y que, tras ser incautada durante la Revolución Francesa, pasó por diversos propietarios hasta ser adquirida en 1889 por el Museo del Louvre, en cuyas salas permanece expuesta. 

     La cartuja de Champmol estuvo en activo hasta 1791, año en que fue disuelta a consecuencia de la Revolución Francesa. Por entonces, buena parte de su patrimonio artístico fue recogido en el Palacio de los duques de Borgoña en Dijon, un enorme edificio comenzado en el siglo XV en el centro de la ciudad, donde una de sus alas fue reconvertida en 1787 en Museo de Bellas Artes, hoy uno de los museos más prestigiosos de Francia, recientemente remodelado, por la valiosa colección de obras de todas las épocas. Entre las obras más notables del museo se encuentran los cenotafios del duque de Borgoña Felipe el Atrevido (1342-1404) y el de su hijo y sucesor Juan sin Miedo (1371-1419) con su esposa Margarita de Baviera, instalados en la majestuosa Gran Sala del palacio. Ahora vamos a referirnos al primero, dejando el segundo para un próximo artículo. 

La Corte de Borgoña era un microcosmos privilegiado en el que residía el duque, su familia y su séquito, formando un pequeño estado dentro del estado principal de Francia. Los duques de Borgoña tenían una doble residencia, una en el Ducado de Borgoña, territorio ancestral de la dinastía, y otra en París, donde desempeñaron un importante papel en la turbulenta vida política de la época.

     Felipe II, duque de Borgoña, era el cuarto hijo del rey de Francia Juan II el Bueno y su esposa Bona de Luxemburgo, recibiendo el sobrenombre de “El Atrevido” por el arrojo que demostró cuando, con sólo quince años, participó en la batalla de Poitiers. Hombre de profundas convicciones religiosas, fundó la cartuja de Champmol con la finalidad de establecer el panteón ducal en la iglesia del complejo, próximo a la ciudad de Dijon, donde levantó su palacio. En el documento fundacional hace constar: “Para la salvación de las almas no hay nada mejor que las oraciones de los píos monjes, quienes por amor a Dios eligen libremente la pobreza y huyen de todas las nimiedades y alegrías del mundo [...]”. Fue su deseo ser allí enterrado, encargando en 1381, veintitrés años antes de su muerte, un suntuoso sepulcro acorde con el boato de la corte. 

Para ello solicitó el proyecto a Jean de Marville, un escultor originario de la región del Mosa, donde se sitúa Marville, que tras trabajar en Lille y Ruan, en 1372 entró al servicio de Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, que le nombró escultor — ymagier— de cámara y le encomendó las obras de la cartuja de Champmol, donde trabajaría hasta su muerte en 1389. En 1381, el mismo año en que recibió el encargo del monumento funerario, contrataba como obrero de la cartuja a Claus Sluter, que fue su asistente y que desde 1389 le sucedería al frente del taller de escultores, revelándose como un maestro genial en la portada de la iglesia de la cartuja y en el Pozo de Moisés, una fuente creada para el claustro de la misma. 

     El monumental sepulcro de Felipe el Atrevido en realidad es un cenotafio (monumento funerario vacío) que fue colocado en el centro del coro de la iglesia cartujana, siendo enterrados sus restos en el subsuelo bajo el coro, es una de las obras funerarias más importantes de Europa de finales de la Edad Media.

Jean de Marville diseñó un original proyecto con la figura yacente del duque en la parte superior y una novedosa cama sepulcral recorrida en los cuatro frentes por una serie de arcadas ojivales, sobre una alta plataforma marmórea, que a modo de las galerías de un claustro suponen una innovación respecto a las habituales escenas y motivos heráldicos en relieve que aparecen en los frentes funerarios, que en este caso se presentan tridimensionales e impactantes por su novedosa iconografía, con cinco parejas de arcos en los frentes largos y tres en los cortos, entre las que se intercalan dobles arquerías achaflanadas igualmente rematadas por pequeñas galerías caladas que recuerdan los trabajos de filigrana.   

     A la muerte de Jean de Marville en 1389, tomó el relevo Claus Sluter, que continuó con la elaboración de los soportales iniciados por aquel en 1381, labrados con exquisita finura, trabajando también en las grandes losas de mármol negro, una a ras de suelo como plataforma escalonada sobre la que se apoya el conjunto y otra en la parte superior sobre la que reposa la efigie yacente. No obstante, su mayor creación fue la serie de figuras dolientes en alabastro y en bulto redondo que forman una procesión bajo las arcadas. Aunque estas procesiones de figuras afligidas fueron comunes desde el siglo XIII, en este cenotafio presentan una nueva sensibilidad al aparecer liberadas de la arquitectura y labradas con detalles minuciosos que definen una caracterización individualizada para cada figura, trabajados de forma independiente con un fuerte naturalismo y una gran variedad de gestos y posturas, formando parte del ceremonial cuarenta y una figuras que representan diferentes tipos de personas, unas religiosas —un obispo, clérigos y monaguillos junto a los monjes cartujos— y otras laicas —dos militares y numerosos familiares—, todas ellas participando de un luto colectivo y reflejando diferentes estados de duelo. Algunas de estas figuras dolientes o “llorantes” presentan discretos elementos dorados o coloreados que fueron aplicados por Jean Malouel, pintor oficial de la corte ducal. 

     Estas figuras dolientes fueron todo un hallazgo plástico en la escultura borgoñona, siendo los componentes más originales del monumento funerario, admirables por su expresividad, elegancia de formas, finura técnica de ejecución y fuerte naturalismo, consiguiendo dotar al monumento, a pesar de su discreto tamaño, de una gran monumentalidad. Con ellas Claus Sluter, convertido en escultor cortesano, consiguió insuflar nueva vida a la escultura gótica de su tiempo, siendo emblemáticas las figuras que entablan una emotiva conversación entre ellas, se consuelan mutuamente o rezan compungidas, teniendo una gran repercusión formal aquellas que representan monjes cartujos con las cabezas cubiertas por la capucha del hábito y la caída de paños pesados con pliegues muy suaves que dejan adivinar la gestualidad corporal, unos modelos que tiempo después serían imitados por otros escultores. 


     Claus Sluter murió en 1406, dos años después de haber fallecido Felipe el Atrevido, cuando la obra no estaba terminada. Faltaban por elaborar un buen número de las figuras dolientes del cortejo, así como concluir la mayor parte de la efigie yacente de Felipe el Atrevido, los ángeles que le acompañan y el simbólico león que aparece a sus pies. Estos elementos fueron continuados a partir de aquel año por su sobrino, el escultor Claus de Werve, por orden de Juan sin Miedo, hijo de Felipe el Atrevido, hasta finalizar la obra en 1410, ajustando su trabajo durante cuatro años a las directrices y estilo de su tío Claus Sluter, aunque en las figuras de los dolientes se aprecia una calidad inferior. 

Sobre la cama sepulcral y sobre una plataforma moldurada aparece la efigie policromada de Felipe el Atrevido con un tamaño superior al natural, en posición yacente sobre una alfombra azul con flecos dorados y con las manos en actitud orante levantadas a la altura del pecho. Su cabeza reposa sobre un voluminoso cojín decorado con una orla, recorrida por rombos y flores, y cuatro borlones dorados en los ángulos, acusando en sus formas el peso de la cabeza. Su indumentaria no sigue el esquema medieval de estar representada como si el personaje estuviera de pie, aunque se coloque yacente, sino que sigue la ley de la gravedad natural, con un amplio sayal blanco, con puños y flecos dorados en los ribetes, que se desparrama sobre la alfombra, una esclavina azul decorada con tres niveles de flecos dorados y un manto azul de caída natural con el interior forrado de piel de armiño, relacionada tradicionalmente con la realeza. 

     El tratamiento del rostro presenta las características de un retrato por la nariz aguileña y el mentón que también aparecen en sus retratos pictóricos, con la peculiaridad de tener los ojos abiertos como sinónimo de su triunfo sobre la muerte. Una larga melena cae por los lados y sobre su frente luce una corona dorada que simula ser metálica y ornamentada con rosetas de esmaltes engastados y cabujones circulares. Es posible que su policromía también fuera realizada por el ya citado pintor de la corte Jean Malouel, patentizando el gusto de la corte borgoñona por las mejores telas y los colores brillantes, predominando los tintes de carmín, obtenidos de la cochinilla, y los azules obtenidos de la planta glastum, tan característicos en las indumentarias reales. 

     Acompañan a la imagen yacente tres elementos más. El primero es un largo cetro con remates metálicos en los extremos —coronado con un bulbo de flor de lis— que se apoya sobre el cuerpo, de los hombros a los pies. Otro elemento es el león recostado junto a los pies, con la melena dorada, que simbolizando la realeza y el valor fue incorporado por Claus de Werve, al que también se deben las dos gráciles figuras infantiles de ángeles con cabellos dorados y mejillas sonrosadas que arrodillados, vestidos con túnicas blancas decoradas con estrellas salteadas y con alas doradas desplegadas de gran vistosidad, coronan al duque proclamando su acogida celestial. 

En toda la obra prima el virtuosismo técnico de sus artífices y los altos valores plásticos conseguidos, destacando la bella y contrastada bicromía de los soportes de mármol negro y la galería en alabastro blanco en que se cobija el cortejo de dolientes, cuya belleza y calidad deslumbró a los artistas contemporáneos, llegando a convertirse en un referente y modelo para la escultura funeraria de su tiempo.

     Estos mismos motivos salvaron al conjunto de ser destruido durante los procesos revolucionarios en Francia a finales del siglo XVIII, pues tras la venta de la cartuja como bien nacional en 1791, el cenotafio fue conservado por su importancia histórica y reensamblado en la catedral de San Benigno de Dijon. Aunque el conjunto fue víctima en 1793 de actos de vandalismo que produjeron que algunos elementos desaparecieran y fueran recuperados por aficionados, en 1819 el arquitecto Claude Saint-Père tuvo la iniciativa de reconstruir los sepulcros, comenzando a reagrupar los fragmentos conservados en los depósitos y a buscar los que habían pasado a manos privadas, un trabajo que culminó con su magnífica recomposición en la gran sala de Guardias del palacio de los duques de Borgoña en Dijon, realizándose su presentación en público en 1827 en el mismo lugar que ocupa actualmente en aquellas dependencias convertidas en Museo de Bellas Artes de Dijon. 

     Terminaremos recordando que siguiendo este modelo funerario ideado por Jean de Marville y poblado con figuras que expresan en variadas formas actitudes verdaderas y humanas, debidas al talento de Claus Sluter y Claus de Werve, estimuló a Felipe el Bueno, III duque de Borgoña, para encargar en 1443 al escultor aragonés Juan de la Huerta, activo en el Ducado de Borgoña, otro cenotafio idéntico dedicado a sus padres Juan I de Borgoña (apodado Juan sin Miedo) y Margarita de Baviera. En este nuevo proyecto Juan de la Huerta, tras sufrir una serie de inconvenientes en la realización de las figuras yacentes, abandonó Dijon en 1456 dejando realizada la galería, un buen número de figuras dolientes y los ángeles que sujetan el casco, siendo el escultor aviñonés Antoine le Moiturier a quien Felipe el Bueno confió la continuación de la obra en 1461, que realizaría las dos efigies de los yacentes, los remates de las arquerías y completadas las figuras de dolientes entre 1466 y 1469. El conjunto fue instalado en 1470 junto al cenotafio de Felipe el Atrevido en medio del coro de la iglesia de la cartuja de Champmol, compartiendo en la actualidad la misma sala en el Museo de Bellas Artes de Dijon, aunque esa será una obra estudiada en otra ocasión. 


Informe: J. M. Travieso.

 



































Anónimo. Retrato de Felipe el Atrevido, s XVI
Palacio de Versalles












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