POZO DE
MOISÉS
Claus Sluter
(Haarlem, h. 1340-Dijon, h. 1406)
1395-1403
Mármol policromado
Cartuja de
Champmol, Dijon
Escultura
gótica. Escuela borgoñona
En las postrimerías del siglo XIV aparece trabajando
en Dijon un escultor cuya obra está considerada como la cumbre alcanzada por la
escultura gótica europea. Con él culminaba el proceso de búsqueda del mayor
naturalismo emprendido por la escultura figurativa de su tiempo, encuadrada en
el gótico internacional, anticipándose con su obra a los logros de los
escultores renacentistas del Quattrocento
italiano en cuanto a la escala monumental y el naturalismo propio de la época
clásica, ejerciendo una influencia decisiva en el desarrollo de la escultura
europea del siglo XV.
Se trata del escultor Claus Sluter, nacido alrededor
de 1340 en la villa de Haarlem (Países Bajos) y formado en el ámbito de
Bruselas hasta conseguir el título de maestro. El mecenazgo artístico
emprendido por Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, hizo que en 1385 se
trasladara hasta la corte asentada en Dijon, donde estuvo trabajando durante cuatro años
como asistente del escultor Jean de Marville, siendo designado posteriormente
como escultor de la corte, cargo que ocupó hasta su muerte en aquella ciudad a
finales de 1405 o enero de 1406. En Dijon dejaba lo más sublime de la escultura
gótica borgoñona en diferentes retablos y en los innovadores sepulcros de
Felipe el Atrevido y de Juan Sin Miedo y Margarita de Baviera (Museo de Bellas
Artes de Dijon), así como una importante obra vinculada a la Cartuja de
Champmol, fundada por el duque de Borgoña y lugar elegido para su
enterramiento, como la fantástica portada de la iglesia y un fastuoso crucero con un Calvario colocado en el centro del claustro, justamente el conjunto que hoy conocemos
como Pozo de Moisés.
EL POZO DE MOISÉS
No demasiado alejada del centro histórico de Dijón
se encuentra la Cartuja de Champmol, en activo hasta que fue disuelta en 1791,
durante la Revolución Francesa, cuyas dependencias actualmente están
reconvertidas en un centro hospitalario. El enorme monasterio de cartujos fue
fundado el 1383 por el duque Felipe II de Borgoña en un paraje bucólico con el
fin de establecer en él el panteón familiar de la dinastía de los Valois. Con
el tiempo sería referido como "el
proyecto más grande en un reino célebre por su extravagancia", al que la
casa ducal llegó a dotar a tan magno recinto de numerosas y suntuosas obras de
arte elaboradas por los principales artistas del momento.
Allí aparece trabajando Claus Sluter en la portada
de la capilla, donde introduce las primeras innovaciones de su tiempo en la
configuración de un portal gótico al colocar una dinámica figura pétrea de la
Virgen con el Niño bajo dosel en el parteluz y en las jambas, igualmente bajo
doseletes, las figuras orantes de Felipe el Atrevido y su esposa Margarita de
Flandes, él amparado por la figura de San Juan Bautista y ella por Santa
Catalina, ocupando los donantes de la obra un espacio sagrado hasta entonces
reservado para el apostolado, profetas y santos. Todas estas esculturas
muestran un dinamismo desconocido, un especial tratamiento de los paños, una
gran monumentalidad, un afán por desprenderse del marco arquitectónico en el
que se encuentran y un rotundo naturalismo, características que definen el
estilo de Claus Sluter y le sitúan como precursor de los hallazgos
renacentistas.
Todo ello queda patente en el Pozo de Moisés, nombre con el que se conoce lo que fuera la base de
un monumental Calvario que fue colocado en el centro del enorme claustro del
monasterio, compuesto por una base de planta hexagonal cuyas aristas están
remarcadas por finas columnillas sobre las que se apean sofisticados capiteles
con motivos vegetales que, a su vez, sirven de peanas o ménsulas para la colocación
de seis figuras de ángeles dolientes que de pie, con las alas desplegadas y en
posición abatida hacia el exterior, sujetan la cornisa de la plataforma sobre
la se sustentaba el Calvario, desafortunadamente mutilado en la época
revolucionaria, aunque se conservan fragmentos en el Museo Arqueológico de Dijon, como el torso de Cristo, parte de las piernas de
las rodillas a los pies y fragmentos de los brazos cruzados de la figura de la
Virgen.
Al frente de cada una de las caras del basamento prismático
de tipo hexagonal, que sigue una disposición simbólica como brocal de un pozo o
Fuente de la Vida, ya que con su muerte y resurrección Cristo se habría
convertido en fuente de la vida eterna, se colocan las monumentales figuras de
los profetas Moisés, David, Jeremías, Zacarías, Daniel e Isaías, precursores
bíblicos que vaticinaron la llegada del Mesías y la redención del género
humano. En ellas, totalmente liberadas del marco arquitectónico, dotadas de un
asombroso naturalismo y con un acabado polícromo, Claus Sluter dejaba lo mejor
de su arte, motivo por el que el Pozo de
Moisés, que toma el nombre de uno de los profetas representados, debe
incluirse en la antología de la mejor escultura europea de todos los tiempos.
Como es habitual en el escultor, cada una de las
figuras de los profetas está personalizada en rostros, gestos e indumentaria
para crear una galería de tipos humanos convincentes y realistas que, ajenos a
la monotonía, muestran al espectador sus atributos y grandes cartelas en las
que aparecen inscripciones con pasajes que les identifican, aparte de figurar
el nombre pintado bajo cada una de ellas. Todas llegan a adquirir el carácter
de verdaderos retratos, no sólo por el diferenciado trabajo facial y sus
expresiones, sino también por sus actitudes y gestos, siempre realzados por una
estudiada y voluminosa indumentaria que envuelve los cuerpos formando gruesos y
profundos pliegues que producen un pronunciado efecto de claroscuro que realza
su tridimensionalidad.
Por eso no debe extrañar que estas admiradas esculturas
se convirtieran en modelos plásticos para los escultores borgoñones de varias
generaciones posteriores que siguieron la senda de Sluter, así como una enorme
influencia en los territorios relacionados política y comercialmente con
Borgoña, como la corona de Aragón.
Se podría decir que mientras que en las figuras
secundarias de los ángeles se aprecia cierto convencionalismo estético, debido
a la colaboración en los trabajos de su sobrino Stephan Sluter de Werve, que
también participó en la portada de la iglesia, en las corpulentas figuras de
los profetas Claus Sluter profundiza con gran madurez en la psicología de cada
personaje, obteniendo como resultado unas figuras emotivas y solemnes, cuyo
aspecto quedaba realzado por la pintura aplicada por Jean Maelweel y el dorado
de Hermann de Colonia.
Otro aspecto a resaltar es la volumetría y el canon
de las figuras, opuestas al linealismo, verticalidad, estilización y
amaneramiento de la escultura gótica predominante, así como la incorporación de
un dramatismo desconocido en el arte borgoñón, que junto al tratamiento de los angulosos
pliegues pasaría a convertirse desde entonces en una de las principales
características del escultor. A este respecto conviene recordar la serie de
monjes "plorants" que decoran la cama sepulcral de Felipe el Atrevido
(Museo de Bellas Artes de Dijon), donde Claus Sluter confiere un carácter
patético a las figuras a través de la gesticulación y del tratamiento de los paños,
ya que todos aparecen sin expresión facial por tener las cabezas completamente
cubiertas por las capuchas del hábito, mostrando, no obstante, un singular
ejercicio de realismo con un ambiente desolador por la muerte del duque.
Tampoco falta el gusto flamenco por los pequeños
detalles que llegan alcanzar el virtuosismo, apreciable en los objetos que
aparecen como atributos, tales como las Tablas de la Ley que sujeta Moisés, el
cinturón que ciñe su túnica y la larga barba de dos puntas; el arpa que casi
esconde el rey David, coronado, con el borde del manto recorrido por arpas
ornamentales y dos borlones sobre el pecho; el libro de las profecías que
sujeta Jeremías, increíblemente con las páginas ahuecadas labradas en piedra;
el vistoso gorro de Zacarías y el turbante de Daniel, contrapuestos a la
calvicie de Isaías, que porta un libro bajo su brazo y un zurrón para guardarlo
colgando de un grueso cinturón ricamente decorado, etc. De este modo un tema
religioso es tratado como una escena cotidiana, con infinidad de detalles que
adquieren un carácter documental o etnográfico.
Podría afirmarse que en la figura de Moisés se
sintetiza el estilo del escultor. A su anatomía corpulenta, a su
caracterización como un patriarca anciano, resaltada por la abundante barba de
dos puntas, y a su expresión airada al bajar del monte Sinaí, con las cuencas
oculares hundidas y la boca entreabierta, se suma el tratamiento clasicista de
la indumentaria, que formada por una túnica y un manto que se cruza al frente
para reposar sobre el brazo derecho con pesados pliegues, le confiere un aspecto
que recuerda a un emperador romano, dotado de un gran realismo y fuerza
emotiva.
Del mismo modo, el componente dramático encuentra su
justa expresión en la figura de Jeremías, en cuya filactería aparece la frase “Oh, todos vosotros que paséis por aquí,
mirad y ved si algún dolor es como el mío”, lo que incitaba a los cartujos
a la meditación espiritual, de modo que a la imaginería tridimensional y
pintada de los profetas, presentados como personajes humanos sufrientes y
accesibles, el escultor incorpora un juego de imaginería mental y reflexiva,
muy lejana de los modelos estereotipados.
Informe: J. M. Travieso.
Restos del Calvario del Pozo de Moisés. Museo Arqueológico, Dijon |
Protección del Pozo de Moisés. Cartuja de Champmol, Dijon. |
* * * * *
Precisamente voy a conocer Dijon en unos días y aunque no tenía previsto visitar esta maravilla, creo que no debo perdérmela.
ResponderEliminarExcelente artículo y la página por lo que veo es perfecta. Por aquí me quedo.
Un saludo
Carmen
Agilcopau-ba-Jackson Melvin Shepherd Crack
ResponderEliminarmalcbodbebon
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