ECCE HOMO
Francisco
Alonso de los Ríos (Valladolid, ?-1660)
Hacia 1638
Madera
policromada
Museo
Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente
de la iglesia de San Juan de Letrán de Valladolid
Escultura
barroca. Escuela castellana
La escultura vallisoletana del siglo XVII inevitablemente
gira en torno a la personalidad artística de Gregorio Fernández, en especial
durante la primera mitad del siglo. Su arrolladora creatividad y su magistral dominio
del oficio relegaron a un segundo plano a toda una pléyade de escultores
activos en la ciudad, unos coetáneos al gallego y otros discípulos u oficiales
de su taller, en ambos casos artífices de obras que imitaban las del gran
maestro o simples copistas que complacían a una abundante y variada clientela
que demandaba los modelos fernandinos.
La extensa nómina de escultores y ensambladores que
trabajaron como oficiales o colaboradores de Gregorio Fernández fue estudiada y
publicada por María Antonia Fernández del Hoyo1, que se lamenta de
que tras la muerte del maestro, ocurrida el 22 de enero de 1636, disminuyeran
considerablemente las obras de calidad en Valladolid, siendo pocos los casos de
aquellos —generalmente autores anónimos— que realizaron notables esculturas que
copiaban sus modelos o intentaban emular su estilo, señalando como únicas
excepciones los trabajos de los escultores Andrés Solanes, Mateo de Prado,
Pedro Jiménez y Francisco Alonso de los Ríos, a los que considera seguidores
aventajados.
A estos estudios se sumaron los trabajos publicados
por Jesús Urrea2, que vinieron a esclarecer el panorama artístico
vallisoletano de aquel momento, determinado por una decadencia económica y
social de la ciudad al concluir el primer tercio del XVII que tuvo su reflejo
en el arte, situación que no sería remontada hasta las postrimerías del siglo,
momento en que aparecieron nuevos escultores que intentaban desvincularse de la
"estandarización" que había producido la admiración de las obras de
Gregorio Fernández, cuya altura nunca consiguieron alcanzar sus imitadores,
tanto en el aspecto conceptual como en el técnico (volumen, canon,
proporciones, detalle en manos y rostros, tratamiento de los plegados, etc.).
En base a estos presupuestos, podemos acercarnos a la
obra del escultor Francisco Alonso de los Ríos, al que Jesús Urrea ya había
dedicado años antes un estudio monográfico3. Este escultor, nacido
en Valladolid a finales del siglo XVI, perteneció al grupo de aquellos que a lo
largo de su vida profesional, en parte contemporánea a la de Gregorio Fernández, se
dedicaron en gran medida a emular sus modelos para satisfacer la demanda de una
clientela a la que el gran maestro no podía atender por exceso de trabajo. No
obstante, el taller de Francisco Alonso de los Ríos se coloca por méritos
propios en un lugar sobresaliente, dando muestras de grandes dotes para la
creatividad a pesar de tener que replegarse al repertorio fernandino exigido
por los comitentes, consiguiendo impregnar a su obra, a pesar de todo, de un
estilo personal muy peculiar.
Francisco Alonso de los Ríos primero fijó su
residencia en el barrio de San Juan, junto al Monasterio de Nuestra Señora de
la Merced, donde vivió tras contraer matrimonio con doña Luisa Hernández en
1606. Un año después, al quedarse viudo, compraba unas casas en "la cruz
de San Andrés" (actual plaza de la Cruz Verde), donde permanecería
instalado su taller hasta su muerte en 1660.
Allí comenzaría su considerable producción para Valladolid
y su zona de influencia, siendo su primera
obra conocida la Virgen del Rosario,
destinada a la parroquia de Cevico de la Torre (Palencia) y documentada en
1620. El año 1622 el ensamblador Marcos de Garay, que había contratado un
retablo solicitado por el Monasterio de Santo Domingo de Silos, subcontrataba a
Francisco Alonso de los Ríos la parte escultórica, que incluía las imágenes de Santo Domingo de Silos y San Sebastián, con cuatro relieves a los
lados con San Benito, Santa Escolástica, San Gregorio y San Miguel,
completándose con otro relieve de Dios
Padre en el remate y el Salvador,
San Pedro y San Pablo en el tabernáculo. Esta obra fue destruida por un
incendio.
En 1629 entraba como aprendiz de su taller Jusepe de Pereda, mozo de catorce años que era hermano de Antonio de Pereda, el pintor vallisoletano que tiempo después alcanzaría la fama en la Corte madrileña.
En ese momento Francisco Alonso de los Ríos ya había
asumido los modos de trabajo y los modelos arquetípicos creados por Gregorio
Fernández, como puede apreciarse en las esculturas de San Juan Bautista, San
Antolín, Santa Isabel y Santa Catalina que junto al grupo del Calvario y el tabernáculo elaboró entre
1631 y 1634 para el retablo que presidiría la capilla de las Maldonado en la
iglesia de San Andrés de Valladolid, uno de sus mejores conjuntos. Un Calvario de similares características
corona el retablo que se le atribuye en la iglesia de la población
vallisoletana de Montemayor de Pililla, donde Alonso de los Ríos incorpora
relieves que en su mayoría se inspiran en modelos fernandinos. Más personales
son las representaciones de Cristo crucificado, como el Cristo del Humilladero de Pesquera de Duero (Valladolid), el de
Alba de Cerrato (Palencia) y el del convento de San Pablo de Valladolid.
Sin embargo, ajustándose con gran fidelidad a los
modelos de Gregorio Fernández, realiza una serie de representaciones del Ecce Homo que siguen todas las
modalidades creadas por el maestro gallego; unas de cuerpo entero, de pie o sentado, y otras
en forma de bustos que llegan a la cintura, en todos los casos incorporando el
uso de postizos como ojos de cristal, corona de espinas trenzada, sogas para
los amarres, una caña en la mano, etc., con la peculiaridad de que, en aquellos
casos que incorpora una clámide sobre el cuerpo de Cristo, esta va enteramente
tallada en madera para convertirse en finas láminas que simulan un textil real,
siguiendo el modelo creado hacia 1620 por Gregorio Fernández en la figura
central del paso de la Coronación de espinas de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Valladolid (actualmente al
culto como imagen independiente en la iglesia penitencial de dicha cofradía).
Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo Ermita de la Vera Cruz, Nava del Rey (Valladolid) |
El mimetismo de Alonso de los Ríos respecto a
Fernández es especialmente significativo en la imagen del Ecce Homo sedente de la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey
(Valladolid), elaborada hacia 1645, trabajo al que había antecedido hacia 1638
el Ecce Homo del que tratamos, que
presentado de pie se inspira directamente en el Ecce Homo que hiciera Gregorio Fernández hacia 1621 y que fue
adquirido por el licenciado Bernardo de Salcedo, párroco de la primitiva
iglesia de San Nicolás, para donarla a dicho templo vallisoletano (actualmente
conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid).
En 1639 Francisco Alonso de los Ríos fue víctima de
una agresión producida por un ensamblador hijo de su colaborador Melchor de
Beya, joven que tras ser denunciado acabó en la cárcel. Durante la década de
1640 este escultor realizaba para Juan de Medina Carranza, las esculturas del
retablo de la capilla de San Juan Bautista de la iglesia de Santa María de
Tordesillas (Valladolid), de la que era patrono, donde de nuevo incluye unas
imágenes de San Juan Bautista, Santa Clara y Santa Catalina inspiradas en los modelos fernandinos. Sin embargo,
para la iglesia de Santiago, también de Tordesillas, realizó en 1646 una Inmaculada que no sigue el arquetipo
creado por Fernández para dejar aflorar sus dotes creativas, con la Virgen
representada en edad madura.
En 1648 Francisco Alonso de los Ríos hacía las
esculturas de un retablo que, contratado por Bernardo Rincón, con el que
colaboraba en ocasiones, estaba destinado a la iglesia de las Agustinas
Recoletas, con el tiempo reconvertida en parroquia de San Ildefonso, en cuya
iglesia actual se conservan algunos de los relieves de la infancia de Cristo que
lo integraron.
De su segundo matrimonio con doña Magdalena de Haro
el escultor tuvo varios hijos, de los que sólo cuatro le sobrevivieron cuando
Francisco Alonso de los Ríos murió en Valladolid en 1660: Antonio, Pedro, Isabel
y Juan, siendo Pedro Alonso de los Ríos, bautizado en 1641 en la iglesia de San
Andrés, el único que continuó el oficio artístico de su padre. Este, que se
había formado en el taller paterno, ese mismo año de 1660 abandonaba Valladolid
para trasladarse al ambiente cortesano de Carlos II en Madrid, donde, según apunta
Palomino, rápidamente consiguió un gran prestigio4. Francisco Alonso de los Ríos fue sepultado en la
iglesia de San Andrés, a la que pertenecía por razones de vecindad.
EL ECCE HOMO DEL MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO DE VALLADOLID
Actualmente conservado en el Museo Diocesano y
Catedralicio, procede de la iglesia de San Juan de Letrán de Valladolid, donde
permaneció hasta que fue cerrada al culto. Realizado por Francisco Alonso de
los Ríos hacia 1638, supone una réplica del modelo de Gregorio Fernández
conservado en el mismo museo, aunque con ligeras variantes respecto del original, como la posición elevada de la cabeza y el tener la clámide y el paño
de pureza tallados enteramente en madera.
Cristo, de tamaño natural —162 cm. de altura—, aparece
desnudo y de pie, en posición de contrapposto
y con los brazos cruzados a la altura del pecho en actitud de sumisión. La
cabeza, dispuesta frontalmente, aparece ligeramente elevada con un gesto ensimismado,
con ojos muy abiertos dirigiendo la mirada a lo alto y la boca entreabierta
dejando apreciar los dientes y la lengua, como si musitara una súplica ante el
doloroso trance. El escultor se esmera en el tallado minucioso de la barba y
los cabellos, en ambos casos siguiendo los modos de Fernández, la primera con
dos puntas de mechones simétricos y los segundos con raya al medio y los
característicos tres mechones sobre la frente, aunque coloca rizos filamentosos
sueltos e intercala espacios ahuecados. Para acentuar este naturalismo también recurre
al uso de postizos, como los ojos de cristal, una corona de espinos naturales
trenzados y regueros de sangre sobre una base de resina.
A pesar de inspirarse en el modelo de Gregorio
Fernández, Francisco Alonso de los Ríos, como era habitual en sus esculturas,
incorpora elementos propios para personalizar la obra, como un ancho paño de
pureza enrollado a la cintura formando minuciosos pliegues en todas las
direcciones, con un anudamiento en la parte izquierda y uno de los cabos
agitado por la brisa. Es precisamente este característico trabajo de los
pliegues de la indumentaria lo que define el estilo de este escultor, a pesar
de que presentan la misma dureza y formas quebradas que en los modelos
fernandinos.
La esbelta anatomía, en cuyas manos se aprecian los
nudillos muy marcados, también característicos de este escultor, aparece recubierta por
una clámide tallada que le cubre solamente el hombro derecho y se sujeta
mediante una fina cinta sujeta con dos botones, cayendo verticalmente por la
espalda formando pliegues ondulados y permitiendo contemplar al frente la
desnudez de la figura. En ella Francisco Alonso de los Ríos hace gala de su
pericia al reducir el espesor a finas láminas simulando una tela real.
Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo, 1641. Paso Preparativos para la Crucifixión, Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Completa su aspecto una efectista policromía de
colores planos en los textiles y una encarnación en la que se acentúan los
rastros de la tortura mediante hematomas violáceos y pequeños regueros de
sangre, todo ello pidiendo a gritos una operación de limpieza para recuperar
sus valores plásticos. El hecho de figurar grandes llagas en las rodillas
remite más al momento del expolio previo a la crucifixión que a su presentación
en el pretorio después de ser flagelado.
Según recoge María Antonia Fernández del Hoyo, en 1641
Francisco Alonso de los Ríos repetía este modelo para una capilla del convento
de Agustinos Recoletos, una escultura que pasó al Museo Provincial de Bellas
Artes de Valladolid tras el proceso desamortizador. Esta escultura, de
idénticas características a las del Ecce
Homo del Museo Diocesano y Catedralicio, presenta una anatomía menos
esbelta y una clámide algo más larga. Por las características ya apuntadas,
actualmente integra el paso procesional "Preparativos para la Crucifixión" o momento del expolio, donde
se acompaña de tres sayones tallados por Juan de Ávila en 1680. Este grupo
procesional se guarda en el Museo Nacional de Escultura y desfila el Viernes
Santo con la Cofradía Penitencial del Stmo. Cristo Despojado, Cristo Camino del
Calvario y Ntra. Sra. de la Amargura, con sede en la iglesia de San Andrés.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo, 1641. Paso Preparativos para la Crucifixión, Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
NOTAS
1 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia. Oficiales del taller de Gregorio Fernández y ensambladores que
trabajaron con él. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología
(BSAA) Tomo 49, Universidad de Valladolid, 1983, pp. 347-374.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores
coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid. Boletín del
Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 50, Universidad de
Valladolid, 1984, pp. 349-370.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores
coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid (II). Boletín
del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 58, Universidad de
Valladolid, 1992, pp. 393-402.
3 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. El
escultor Francisco Alonso de los Ríos (¿-1660). Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 38, 1972, pp. 355-369.
4 BARRIO MOYA, José Luis. El escultor vallisoletano Pedro Alonso de
los Ríos: aportación documental. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
Arqueología (BSAA) Tomo 63, Universidad de Valladolid, 1997, pp. 411-425.
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