19 de febrero de 2016

Theatrum: ECCE HOMO, el fuerte apego a los modelos fernandinos













ECCE HOMO
Francisco Alonso de los Ríos (Valladolid, ?-1660)
Hacia 1638
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Procedente de la iglesia de San Juan de Letrán de Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana











La escultura vallisoletana del siglo XVII inevitablemente gira en torno a la personalidad artística de Gregorio Fernández, en especial durante la primera mitad del siglo. Su arrolladora creatividad y su magistral dominio del oficio relegaron a un segundo plano a toda una pléyade de escultores activos en la ciudad, unos coetáneos al gallego y otros discípulos u oficiales de su taller, en ambos casos artífices de obras que imitaban las del gran maestro o simples copistas que complacían a una abundante y variada clientela que demandaba los modelos fernandinos.

La extensa nómina de escultores y ensambladores que trabajaron como oficiales o colaboradores de Gregorio Fernández fue estudiada y publicada por María Antonia Fernández del Hoyo1, que se lamenta de que tras la muerte del maestro, ocurrida el 22 de enero de 1636, disminuyeran considerablemente las obras de calidad en Valladolid, siendo pocos los casos de aquellos —generalmente autores anónimos— que realizaron notables esculturas que copiaban sus modelos o intentaban emular su estilo, señalando como únicas excepciones los trabajos de los escultores Andrés Solanes, Mateo de Prado, Pedro Jiménez y Francisco Alonso de los Ríos, a los que considera seguidores aventajados.

A estos estudios se sumaron los trabajos publicados por Jesús Urrea2, que vinieron a esclarecer el panorama artístico vallisoletano de aquel momento, determinado por una decadencia económica y social de la ciudad al concluir el primer tercio del XVII que tuvo su reflejo en el arte, situación que no sería remontada hasta las postrimerías del siglo, momento en que aparecieron nuevos escultores que intentaban desvincularse de la "estandarización" que había producido la admiración de las obras de Gregorio Fernández, cuya altura nunca consiguieron alcanzar sus imitadores, tanto en el aspecto conceptual como en el técnico (volumen, canon, proporciones, detalle en manos y rostros, tratamiento de los plegados, etc.).

En base a estos presupuestos, podemos acercarnos a la obra del escultor Francisco Alonso de los Ríos, al que Jesús Urrea ya había dedicado años antes un estudio monográfico3. Este escultor, nacido en Valladolid a finales del siglo XVI, perteneció al grupo de aquellos que a lo largo de su vida profesional, en parte contemporánea a la de Gregorio Fernández, se dedicaron en gran medida a emular sus modelos para satisfacer la demanda de una clientela a la que el gran maestro no podía atender por exceso de trabajo. No obstante, el taller de Francisco Alonso de los Ríos se coloca por méritos propios en un lugar sobresaliente, dando muestras de grandes dotes para la creatividad a pesar de tener que replegarse al repertorio fernandino exigido por los comitentes, consiguiendo impregnar a su obra, a pesar de todo, de un estilo personal muy peculiar.

Francisco Alonso de los Ríos primero fijó su residencia en el barrio de San Juan, junto al Monasterio de Nuestra Señora de la Merced, donde vivió tras contraer matrimonio con doña Luisa Hernández en 1606. Un año después, al quedarse viudo, compraba unas casas en "la cruz de San Andrés" (actual plaza de la Cruz Verde), donde permanecería instalado su taller hasta su muerte en 1660.
Allí comenzaría su considerable producción para Valladolid y su zona de influencia,  siendo su primera obra conocida la Virgen del Rosario, destinada a la parroquia de Cevico de la Torre (Palencia) y documentada en 1620. El año 1622 el ensamblador Marcos de Garay, que había contratado un retablo solicitado por el Monasterio de Santo Domingo de Silos, subcontrataba a Francisco Alonso de los Ríos la parte escultórica, que incluía las imágenes de Santo Domingo de Silos y San Sebastián, con cuatro relieves a los lados con San Benito, Santa Escolástica, San Gregorio y San Miguel, completándose con otro relieve de Dios Padre en el remate y el Salvador, San Pedro y San Pablo en el tabernáculo. Esta obra fue destruida por un incendio.

     En 1629 entraba como aprendiz de su taller Jusepe de Pereda, mozo de catorce años que era hermano de Antonio de Pereda, el pintor vallisoletano que tiempo después alcanzaría la fama en la Corte madrileña.

En ese momento Francisco Alonso de los Ríos ya había asumido los modos de trabajo y los modelos arquetípicos creados por Gregorio Fernández, como puede apreciarse en las esculturas de San Juan Bautista, San Antolín, Santa Isabel y Santa Catalina que junto al grupo del Calvario y el tabernáculo elaboró entre 1631 y 1634 para el retablo que presidiría la capilla de las Maldonado en la iglesia de San Andrés de Valladolid, uno de sus mejores conjuntos. Un Calvario de similares características corona el retablo que se le atribuye en la iglesia de la población vallisoletana de Montemayor de Pililla, donde Alonso de los Ríos incorpora relieves que en su mayoría se inspiran en modelos fernandinos. Más personales son las representaciones de Cristo crucificado, como el Cristo del Humilladero de Pesquera de Duero (Valladolid), el de Alba de Cerrato (Palencia) y el del convento de San Pablo de Valladolid.

Sin embargo, ajustándose con gran fidelidad a los modelos de Gregorio Fernández, realiza una serie de representaciones del Ecce Homo que siguen todas las modalidades creadas por el maestro gallego; unas  de cuerpo entero, de pie o sentado, y otras en forma de bustos que llegan a la cintura, en todos los casos incorporando el uso de postizos como ojos de cristal, corona de espinas trenzada, sogas para los amarres, una caña en la mano, etc., con la peculiaridad de que, en aquellos casos que incorpora una clámide sobre el cuerpo de Cristo, esta va enteramente tallada en madera para convertirse en finas láminas que simulan un textil real, siguiendo el modelo creado hacia 1620 por Gregorio Fernández en la figura central del paso de la Coronación de espinas de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Valladolid (actualmente al culto como imagen independiente en la iglesia penitencial de dicha cofradía).

Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo
Ermita de la Vera Cruz, Nava del Rey (Valladolid)
El mimetismo de Alonso de los Ríos respecto a Fernández es especialmente significativo en la imagen del Ecce Homo sedente de la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey (Valladolid), elaborada hacia 1645, trabajo al que había antecedido hacia 1638 el Ecce Homo del que tratamos, que presentado de pie se inspira directamente en el Ecce Homo que hiciera Gregorio Fernández hacia 1621 y que fue adquirido por el licenciado Bernardo de Salcedo, párroco de la primitiva iglesia de San Nicolás, para donarla a dicho templo vallisoletano (actualmente conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid).

En 1639 Francisco Alonso de los Ríos fue víctima de una agresión producida por un ensamblador hijo de su colaborador Melchor de Beya, joven que tras ser denunciado acabó en la cárcel. Durante la década de 1640 este escultor realizaba para Juan de Medina Carranza, las esculturas del retablo de la capilla de San Juan Bautista de la iglesia de Santa María de Tordesillas (Valladolid), de la que era patrono, donde de nuevo incluye unas imágenes de San Juan Bautista, Santa Clara y Santa Catalina inspiradas en los modelos fernandinos. Sin embargo, para la iglesia de Santiago, también de Tordesillas, realizó en 1646 una Inmaculada que no sigue el arquetipo creado por Fernández para dejar aflorar sus dotes creativas, con la Virgen representada en edad madura.

En 1648 Francisco Alonso de los Ríos hacía las esculturas de un retablo que, contratado por Bernardo Rincón, con el que colaboraba en ocasiones, estaba destinado a la iglesia de las Agustinas Recoletas, con el tiempo reconvertida en parroquia de San Ildefonso, en cuya iglesia actual se conservan algunos de los relieves de la infancia de Cristo que lo integraron.  

De su segundo matrimonio con doña Magdalena de Haro el escultor tuvo varios hijos, de los que sólo cuatro le sobrevivieron cuando Francisco Alonso de los Ríos murió en Valladolid en 1660: Antonio, Pedro, Isabel y Juan, siendo Pedro Alonso de los Ríos, bautizado en 1641 en la iglesia de San Andrés, el único que continuó el oficio artístico de su padre. Este, que se había formado en el taller paterno, ese mismo año de 1660 abandonaba Valladolid para trasladarse al ambiente cortesano de Carlos II en Madrid, donde, según apunta Palomino, rápidamente consiguió un gran prestigio4Francisco Alonso de los Ríos fue sepultado en la iglesia de San Andrés, a la que pertenecía por razones de vecindad.

EL ECCE HOMO DEL MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO DE VALLADOLID 

Actualmente conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio, procede de la iglesia de San Juan de Letrán de Valladolid, donde permaneció hasta que fue cerrada al culto. Realizado por Francisco Alonso de los Ríos hacia 1638, supone una réplica del modelo de Gregorio Fernández conservado en el mismo museo, aunque con ligeras variantes respecto del original, como la posición elevada de la cabeza y el tener la clámide y el paño de pureza tallados enteramente en madera.

Cristo, de tamaño natural —162 cm. de altura—, aparece desnudo y de pie, en posición de contrapposto y con los brazos cruzados a la altura del pecho en actitud de sumisión. La cabeza, dispuesta frontalmente, aparece ligeramente elevada con un gesto ensimismado, con ojos muy abiertos dirigiendo la mirada a lo alto y la boca entreabierta dejando apreciar los dientes y la lengua, como si musitara una súplica ante el doloroso trance. El escultor se esmera en el tallado minucioso de la barba y los cabellos, en ambos casos siguiendo los modos de Fernández, la primera con dos puntas de mechones simétricos y los segundos con raya al medio y los característicos tres mechones sobre la frente, aunque coloca rizos filamentosos sueltos e intercala espacios ahuecados. Para acentuar este naturalismo también recurre al uso de postizos, como los ojos de cristal, una corona de espinos naturales trenzados y regueros de sangre sobre una base de resina.

A pesar de inspirarse en el modelo de Gregorio Fernández, Francisco Alonso de los Ríos, como era habitual en sus esculturas, incorpora elementos propios para personalizar la obra, como un ancho paño de pureza enrollado a la cintura formando minuciosos pliegues en todas las direcciones, con un anudamiento en la parte izquierda y uno de los cabos agitado por la brisa. Es precisamente este característico trabajo de los pliegues de la indumentaria lo que define el estilo de este escultor, a pesar de que presentan la misma dureza y formas quebradas que en los modelos fernandinos.
La esbelta anatomía, en cuyas manos se aprecian los nudillos muy marcados, también característicos de este escultor, aparece recubierta por una clámide tallada que le cubre solamente el hombro derecho y se sujeta mediante una fina cinta sujeta con dos botones, cayendo verticalmente por la espalda formando pliegues ondulados y permitiendo contemplar al frente la desnudez de la figura. En ella Francisco Alonso de los Ríos hace gala de su pericia al reducir el espesor a finas láminas simulando una tela real.

Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo, 1641. Paso Preparativos para
la Crucifixión, Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Completa su aspecto una efectista policromía de colores planos en los textiles y una encarnación en la que se acentúan los rastros de la tortura mediante hematomas violáceos y pequeños regueros de sangre, todo ello pidiendo a gritos una operación de limpieza para recuperar sus valores plásticos. El hecho de figurar grandes llagas en las rodillas remite más al momento del expolio previo a la crucifixión que a su presentación en el pretorio después de ser flagelado.

Según recoge María Antonia Fernández del Hoyo, en 1641 Francisco Alonso de los Ríos repetía este modelo para una capilla del convento de Agustinos Recoletos, una escultura que pasó al Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid tras el proceso desamortizador. Esta escultura, de idénticas características a las del Ecce Homo del Museo Diocesano y Catedralicio, presenta una anatomía menos esbelta y una clámide algo más larga. Por las características ya apuntadas, actualmente integra el paso procesional "Preparativos para la Crucifixión" o momento del expolio, donde se acompaña de tres sayones tallados por Juan de Ávila en 1680. Este grupo procesional se guarda en el Museo Nacional de Escultura y desfila el Viernes Santo con la Cofradía Penitencial del Stmo. Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Ntra. Sra. de la Amargura, con sede en la iglesia de San Andrés.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.

Francisco Alonso de los Ríos. Ecce Homo, 1641. Paso Preparativos para
la Crucifixión, Museo Nacional de Escultura, Valladolid


NOTAS

1 FERNÁNDEZ DEL HOYO, María Antonia. Oficiales del taller de Gregorio Fernández y ensambladores que trabajaron con él. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 49, Universidad de Valladolid, 1983, pp. 347-374.

2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 50, Universidad de Valladolid, 1984, pp. 349-370.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Escultores coetáneos y discípulos de Gregorio Fernández en Valladolid (II). Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 58, Universidad de Valladolid, 1992, pp. 393-402.

3 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. El escultor Francisco Alonso de los Ríos (¿-1660). Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 38, 1972, pp. 355-369.

4 BARRIO MOYA, José Luis. El escultor vallisoletano Pedro Alonso de los Ríos: aportación documental. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) Tomo 63, Universidad de Valladolid, 1997, pp. 411-425.






Francisco Alonso de los Ríos. San Juan Bautista y San Antolín
Retablo de la capilla de las Maldonado. Igl. de San Andrés, Valladolid















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