Estampas y recuerdos de Valladolid
De nuevo recurrimos al legado pictórico de Valentín
Carderera para recomponer mentalmente lo que fuera la Plazuela Vieja, el
privilegiado espacio en el que hoy se levantan dos edificios emblemáticos de la
arquitectura vallisoletana: la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias y el
Teatro Calderón, cuyas fachadas se sitúan frente a frente.
Este espacio, lleno de resabios históricos, hasta
el siglo XIX estuvo ocupado en buena parte por el conocido como Palacio del
Almirante, citado en 1605 por el portugués Tomé Pinheiro da Veiga en su Fastiginia como un caserón "de grandísimas
dimensiones". Aunque se desconoce la historia de su construcción, en 1426
son citadas "las casas mayores de Valladolid con su plaza" con motivo
de la fundación de un mayorazgo por parte de don Alfonso Enríquez, Almirante
mayor de Castilla, y su esposa doña Juana de Mendoza. Otra referencia histórica
la proporciona el viajero romántico Richard Ford en su Manual para viajeros en España y lectores en casa, que describe el
edificio con dos torres en los ángulos de la fachada principal y "curiosas
ventanas" en ella.
Más aclaratoria es la pintura que realizara
Valentín Carderera hacia 1836 (Biblioteca Nacional, Madrid), donde aparece como una casona de dos plantas, con
ventanas cerradas por rejas en la inferior y balcones en la superior, aunque lo
más llamativo sería su portada lateral, con un amplio arco de entrada y
enmarcada por un alfiz que como el ventanal geminado que albergaba en su
interior eran de trazado gótico. No obstante, este sería el aspecto del Palacio
del Almirante tras las reformas realizadas en el siglo XVII, que en 1652
afectaron a la puerta principal.
En base a los datos que figuran en el inventario
realizado en 1600 por doña Vitoria Colonna, con motivo de la muerte de su
esposo don Luis Enríquez Cabrera, almirante de Castilla, Jesús Urrea sugiere,
en su obra Arquitectura y Nobleza, casas
y palacios de Valladolid, la riqueza ornamental de su interior, con un
patio principal con soportales, habitaciones tapizadas por reposteros, los
suelos alfombrados con labores turcas, una importante colección de pintura,
coches y carrozas en los establos, etc.
Según la tradición, en este caserón se hospedaron
ocasionalmente los hijos de los Reyes Católicos y sobre su entrada principal
figuró una lápida que recordaba el apoyo del Almirante don Fadrique Enríquez al
emperador Carlos durante la Guerra de las Comunidades, apenas esbozada en el
dibujo de Carderera, en cuya base aparecen dos frases escritas a lápiz:
"siguen 3 balcones a la izqda. y un torreón cuadrado" y "Las
casas del Almirante de Castilla en Valladolid, demolida hacia 1863".
En efecto, tras ser propiedad en el siglo XVIII del
conde de Benavente y pasar por distintas manos durante el XIX, siendo escenario
en 1844 del nacimiento del poeta Leopoldo Cano, el edificio fue derribado en
1863, cuando pertenecía al duque de Osuna, para construir sobre el amplio
terreno el Teatro Calderón de la Barca. Durante los trabajos de derribo fueron
encontrados varios restos de la azulejería que decoraba sus dependencias, un
artesonado mudéjar y una moneda de plata de los Reyes Católicos, según consta en
la Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Los fragmentos
cerámicos y del artesonado se conservan en el Museo de Valladolid.
Después de ser adquirido El Palacio del Almirante al
duque de Osuna por Diego Morales, éste a su vez lo vendió a la Sociedad
Pérez Calderón y Compañía, constituida en ese momento para responder a la
inquietud de los vallisoletanos, publicada en la prensa local, de disponer de
una instalación lúdica acorde con los nuevos tiempos. Después de transformarse
en Constructora Castellana, esta sociedad encomendaba en 1862 el proyecto de un
nuevo teatro al arquitecto Jerónimo de la Gándara, que ya había levantado en Valladolid el
Teatro Lope de Vega.
Autorizado el derribo del palacio en 1863, la obra
del Teatro Calderón era ejecutada por Jerónimo Ortiz de Urbina, que se encargó
de la elegante sala principal, transformable en salón de baile, del café, de la
sala de descanso, del Círculo del Calderón y del resto de las dependencias,
siendo objeto de las quejas del arzobispo por la proximidad de un espacio tan
mundano al Palacio Arzobispal y a las iglesias cercanas.
Acabadas las obras, se propusieron como posibles
nombres los de Teatro Calderón, Teatro Central y Teatro del Almirante, siendo
mayoritariamente elegido el primero y fijada su inauguración para el 28 de
septiembre de 1864. El Teatro Calderón, en la línea de los mejores de España,
transformó por completo el entorno, que desde entonces adquirió un aspecto
cosmopolita, llegando a pasar el tranvía por delante de su fachada. Durante más
de un siglo cumplió su cometido cultural, siendo escenario de numerosos
acontecimientos locales, incluso políticos, comenzando a acusar, en los años 60
del siglo XX, cierta degradación en sus instalaciones, lo que originó la
propuesta de su demolición. Afortunadamente fue adquirido por la Caja de
Ahorros Provincial y se adaptaron algunos espacios para albergar la Escuela de
Danza, la Coral Vallisoletana, la Seminci, etc., terminando el proceso en 1986
con su adquisición por el Ayuntamiento de Valladolid, que emprendió su total
remodelación. Hoy día el Teatro Calderón, para orgullo de los vallisoletanos, luce de nuevo en todo su esplendor y ofrece una programación equiparable a los mejores coliseos de
Europa.
Aspecto actual del Teatro Calderón |
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