25 de julio de 2022

Visita virtual: SEPULCRO DE SAN RAMÓN, el eficaz lenguaje narrativo del románico


 

SEPULCRO DEL OBISPO RAIMUNDO GUILLERMO, SAN RAMÓN

Anónimo

Hacia 1170

Piedra policromada

Catedral de San Vicente, Roda de Isábena (Huesca)

Escultura románica en Aragón

 

 


Recreación de la primitiva disposición del sepulcro de San Ramón
en la cripta de la catedral de Roda de Isábena

     En la pequeña población de Roda de Isábena, en la provincia de Huesca, se levanta una iglesia que tiene sus orígenes en otra anterior consagrada en el año 819 y convertida en sede episcopal en 956, independiente de la de Urgel. La vida de aquella primitiva catedral no duró mucho tiempo, pues entre 1003 y 1006 las tropas de Abd el Malik, hijo de Almanzor, consiguieron destruirla por completo. Reconquistada la población por los cristianos en 1010, se emprendió su reconstrucción, siendo consagrada en el primer tercio del siglo XI. Aquella construcción catedralicia en la capital del condado, unida a los inicios del reino de Aragón desde el siglo X, es la que en buena parte ha llegado hasta nuestros días. Esta funcionó como sede episcopal hasta 1149, año en que se integró en Lérida, ciudad ganada a los musulmanes aquel mismo año. 

La antigua catedral románica de Roda de Isábena tiene planta basilical, con tres naves de gruesos muros, la central con mayor anchura, y tres ábsides semicirculares en la cabecera precedidos de un tramo recto en el presbiterio. Estos al exterior siguen el modelo lombardo, con paramentos en los que se abren pequeñas ventanas, recorridos por lesenas que acentúan su verticalidad y rematados por una serie de arquillos ciegos junto al alero del tejado.

Cripta de la catedral de Roda de Isábena

     La pureza del edificio actualmente queda enmascarada al exterior por una torre construida en el siglo XVIII sobre la original románica, al igual que un pórtico con escalinata que conserva en su interior la monumental portada románica de acceso construida en el siglo XIII, con forma abocinada, sin tímpano y compuesta por seis arquivoltas con baquetones que se apean sobre tres columnas y tres semicolumnas rematadas con capiteles historiados, en la parte izquierda con escenas de la salvación del hombre y en la derecha con episodios del Nacimiento de Cristo. 

Muy original es la estructura del interior, en el que destaca una cripta central que se abre a la nave del templo con tres naves escalonadas y con bóvedas de arista, separadas por cinco pilastras con capiteles muy rudimentarios, y una cabecera semicircular en la que se abren dos ventanas y donde se venera el sarcófago románico de San Ramón, obispo de Roda de Isábena. Tan peculiar construcción se debe a la dificultad de excavar la roca sobre la que se asienta, lo que obligó a superponer el presbiterio, con el altar mayor, por encima de la cripta, al que se accede mediante escaleras laterales. De modo que la cripta y el presbiterio aparecen de forma atípica a dos alturas en la cabecera de la iglesia.

Acta de consagración de la cripta por San Ramón en 1125
Museo Diocesano de Barbastro-Monzón, Barbastro
 

EL SARCÓFAGO ROMÁNICO DE SAN RAMÓN 

Raimundo Guillermo, venerado como San Ramón, nació en la población francesa de Durban a mediados del siglo XI. Después de ocupar el cargo de prior en la colegiata de Saint Sernin de Toulouse, fue elegido obispo de la diócesis de Roda-Barbastro, ocupando la silla episcopal entre 1104 y 1126. Él fue quien consagró la cripta de la catedral de Roda de Isábena en 1125, según consta en el acta documental —escrito en letra carolina— que se conserva en el Museo Diocesano de Barbastro-Monzón de Barbastro (Huesca), donde es citado como Raimundus barbastrensis episcopus y donde se refiere la dedicación del altar a Santa María, así como las reliquias depositadas de San Cornelio papa, San Esteban papa y San Lorenzo. Por encargo de Gaufrido (1135-1143), obispo de Roda-Basbastro, una década después de su muerte un canónigo de Roda de Isábena, llamado Elías, escribió una detallada biografía de San Ramón1. 

El obispo San Ramón con dos diáconos en el costado izquierdo

     Para contener los restos del santo obispo, en 1170 un desconocido escultor labró en piedra un sarcófago que responde a la devoción mariana, con el frente y los laterales ocupados por figuras en relieve acordes con el día de la celebración de su colocación —el 27 de diciembre de 1170—, dejando sin esculpir la parte trasera por estar concebido para ser colocado junto al muro absidial de la cripta y sustentado por cuatro soportes en los que se representan a los Cuatro Evangelistas, cuyos rasgos estilísticos permiten aventurar que fueron realizados por el mismo autor. Tras la restauración del templo, estos elementos fueron reutilizados como soportes del altar de piedra del presbiterio elevado, donde permanecen en nuestros días.  

En el costado izquierdo del sarcófago aparece representado San Ramón como obispo, posiblemente en el momento de consagrar la cripta. Barbado, en posición frontal y en actitud de bendecir, viste una indumentaria litúrgica que incluye la mitra y el báculo como rango episcopal y se acompaña a los lados de dos jóvenes diáconos, uno sujetando las Sagradas Escrituras y otro una cruz, que reverencialmente protege con un paño.

Escenas de la Anunciación y la Visitación

     En el frente se despliegan sin interrupción cuatro escenas de la Virgen relacionadas con el Nacimiento de Jesús. La secuencia se inicia en la parte izquierda con la escena de la Anunciación, compuesta por las figuras en altorrelieve de San Gabriel y la Virgen. El arcángel aparece como un joven ligeramente escorzado que viste túnica y manto con profusos pliegues y que sujeta en su mano izquierda un caduceo rematado en una flor de lis, mientras con el dedo índice de la mano derecha señala hacia lo alto indicando el origen de su mensaje. A su lado la Virgen, con la cabeza girada hacia el ángel, realiza con las manos un gesto de saludo y sorpresa. Aparece caracterizada como una reina, con una túnica ceñida a la cintura por un cíngulo que se anuda al centro y deja asomar los zapatos, un manto que no llega a los pies, la cabeza cubierta por una toca y una corona decorada con cabujones circulares.

Escena del Nacimiento de Jesús

     Más a la derecha se representa la Visitación siguiendo el relato evangélico de Lucas, con las imágenes de la Virgen y su prima Santa Isabel fundidas en un abrazo. Las dos visten de igual manera, con túnicas bajo las que asoman las puntas de los zapatos, mantos envolventes con pliegues verticales y tocas que cubren las cabezas, tras las que se colocan sendos nimbos circulares. Con expresividad y un incipiente naturalismo destaca la posición de las manos, con unos brazos cruzados al frente y otros por las espaldas dejando asomar las manos sobre los hombros como gesto cariñoso. Otro detalle narrativo es el vientre abultado como indicio de gestación.

En la parte central aparece una original representación del Nacimiento de Jesús, compuesta en bloques por la figura de la Virgen convaleciente en una cama, una cuna colocada de forma arbitraria, en la que duerme el Niño Jesús calentado por el aliento de la mula y el buey, la figura de San José a la derecha y en la izquierda la estrella que sirvió de guía a los Reyes Magos. La escena, de carácter intimista, adquiere ciertos valores etnográficos relacionados con los momentos del parto. La Virgen se encuentra recostada en el momento posparto, con la cabeza apoyada sobre su brazo derecho flexionado y reposando sobre una cama cubierta con mantas que se deslizan formando caídas verticales que se alternan con pliegues en forma de V, produciendo un fuerte claroscuro. Su rostro está atento a la figura del Niño, que aparece enfajado, siguiendo las costumbres de la época, en una cuna con aspecto de sarcófago que sin guardar las leyes de perspectiva se abate desde el fondo. Más dinámica es la figura del barbado San José, que sujetando un cayado en forma de tau muestra en su rostro y con su brazo derecho levantado una expresión de júbilo. Nimbos circulares rodean las cabezas de las tres figuras sagradas.

Escena de la Adoración de los Reyes Magos

     Ocupando el extremo derecho se encuentra el episodio de la Epifanía o Adoración de los Reyes Magos, cuyas figuras se acercan en fila, guiados por la estrella, hacia la Virgen entronizada, que sujeta al Niño Jesús en su regazo siguiendo la iconografía theotokos derivada del arte bizantino, en la que la Virgen madre aparece simbólicamente como trono de Dios, muy común en la escultura románica exenta. La mayor vivacidad de la escena se encuentra en el gesto que realiza el Niño aceptando el regalo del rey Melchor, que lo entrega al tiempo en que hace una reverencia flexionando sus rodillas ante la mirada complaciente de la Virgen. Continúan el cortejo Gaspar y Baltasar, representados de la misma forma, con indumentaria real, sujetando su presente y realizando un gesto de saludo, tan sólo diferenciados por el rostro barbilampiño del rey más joven. En la composición todas las figuras aparecen en escorzo, con una gran profusión de pequeños detalles en los objetos y adornos, como las coronas, las pecheras o el diseño del trono.

Escena de la Huida a Egipto en el costado derecho

     La secuencia narrativa continúa en el costado derecho del sepulcro, donde aparece representada la escena de la Huida a Egipto, con la Virgen cabalgando sobre un pollino al paso y con el Niño en sus brazos. Les precede la figura de San José, que sujetando las riendas y portando hatillos al hombro vuelve la cabeza hacia la Virgen y el Niño, mientras en el ángulo superior izquierdo la figura de un ángel entre nubes les indica el camino a seguir. 

Todas las figuras del sepulcro y los marcos conservan restos de la policromía original, básicamente colores planos con predominio de los tonos rojos y azules, aunque en su mayoría los pigmentos se han desprendido. Tanto las reliquias del santo como el propio sepulcro han conocido a lo largo del tiempo diversas modificaciones. Los restos del obispo fueron exhumados y depositados durante largo tiempo en una urna, aunque en la actualidad están de nuevo dentro del sarcófago. Por su parte, el sarcófago que en principio se hallaba empotrado en el ábside de la cripta, fue recolocado en el claustro catedralicio, desde donde pasó a ocupar su situación actual, de nuevo en el ábside de la cripta, pero separado del muro y apoyado sobre un pedestal exento de ladrillo. 

Los Cuatro Evangelistas como tenantes de altar
actualmente en el presbiterio de la catedral

     El conjunto se ajusta plenamente a los rasgos característicos de la escultura románica, como es la subordinación a los elementos arquitectónicos, como ocurre en los tímpanos de las portadas y en los capiteles de columnas o pilares, en este caso con las esculturas ajustadas a la cama sepulcral siguiendo las pautas de los sarcófagos romanos y paleocristianos. 
     Con una concepción opuesta al naturalismo clásico, como herencia del arte bizantino, el escultor utiliza un canon distorsionado en las figuras, visibles en este sarcófago en la evidente desproporción entre las cabezas y los cuerpos, pues se busca un fin didáctico por encima del valor artístico con la intención de narrar determinados temas religiosos. Según este criterio, no se aplican las leyes de perspectiva y el tamaño de las figuras aparece jerarquizado según la importancia del personaje representado, como se aprecia en el gran tamaño del Niño de la Adoración de los Reyes.


Embocadura de la cripta en la nave central

     Otra constante de la escultura románica que aparece en este sarcófago es el uso de fórmulas geométricas como base del diseño, lo que se traduce en figuras rígidas, hieráticas y con rostros un tanto inexpresivos, presentando los aspectos religiosos como abstractos e inmutables, sin preocupación por la belleza formal de acuerdo a la naturaleza, prevaleciendo en el lenguaje plástico un sentido catequético — aderezado de efectos anecdóticos— dirigido a un pueblo creyente y analfabeto para prevenirle de los peligros mundanos, del Bien y el Mal, de cara al Juicio Final, por lo que se insiste reiterativamente en los mismos motivos y temáticas (los mismos episodios que presenta el sarcófago se repiten en los capiteles de la portada de la catedral de Roda de Isábena).

Otra característica común de la escultura románica es el empleo en la policromía de colores planos, vivos y brillantes, apreciables en los restos del sarcófago, cuyo aspecto original coloreado sería muy diferente al que podemos contemplar. 

     De acuerdo a estas características, el Sepulcro de San Ramón destaca entre la escultura de su tiempo por la gestualidad de las figuras, la descripción de los plegados de los ropajes, el incipiente afán de movimiento y la finalidad narrativa dirigida a la mente del espectador, con figuras que desde la estética de lo imperfecto se presentan solemnes y simbólicas. Tanto por la modalidad de recordar la tipología de los sarcófagos paleocristianos como por sus valores plásticos, el sepulcro de San Ramón es equiparable al Sepulcro de Doña Sancha que procedente del monasterio de Santa Cruz de la Serós —del que fue abadesa— actualmente se conserva en el Real Monasterio de Benedictinas de Jaca, una de las obras más bellas de la escultura románica en Aragón que fue un encargo de su sobrino, el rey Pedro I, en los primeros años del siglo XII.   

Remarcando la vinculación de San Ramón con la catedral de Roda de Isábena, en el espacio de los pies se conservan una serie de objetos y piezas textiles que pertenecieron a San Ramón, entre ellos los fragmentos de una exquisita silla de tijera y del sudario, recuperados parcialmente tras haber sufrido el robo perpetrado por Erik el Belga en 1979. No obstante, se conservan íntegramente una dalmática usada por el santo, la mitra episcopal, las sandalias y los guantes encontrados en su sepulcro. 

Silla de tijera de San Ramón. Catedral de Roda de Isábena

     Otros elementos dignos de la visita de la Catedral de Roda de Isábena son la llamada Sala del Tesoro, una pequeña cripta situada en el lado norte, cubierta con bóveda de medio cañón, en cuya cabecera semicircular aparecen pinturas murales románicas del siglo XIII que representan a Cristo en Majestad rodeado del Tetramorfos, bajo el que aparece una franja con figuras que describen las faenas correspondientes al calendario agrícola. Asimismo, en los muros laterales de este espacio aparecen otras pinturas románicas con el Bautismo de Cristo y San Miguel pesando las almas. En el centro de la cripta se expone una arqueta decorada con esmaltes de Limoges que contiene reliquias de San Valero. 

Interesante es también el claustro levantado en el siglo XII, con arquerías sobre columnas en sus cuatro pandas y en cuyo intradós aparecen innumerables inscripciones funerarias de los siglos XII al XV, siendo el claustro que mayor número de estas tiene en España.

Detalle de la silla de San Ramón, s. XII

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 


NOTAS 

1 GARCÍA LLORET, José Luis: La escultura románica en Aragón. Representaciones de santos, artistas y mecenas, Ed. Milenio, Lérida, 2008.

 


Dalmática de San Ramón, s. XII
Catedral de Roda de Isábena









Fragmento del sudario de San Ramón, s. XII









Catedral de Roda de Isábena y detalle de los ábsides










Capiteles de la portada de la catedral de Roda de Isábena






Nave central, cripta y presbiterio














Ábside de la cripta norte. Pinturas románicas siglo XIII
Cristo en Majestad, Tetramorfos, calendario agrícola y
Arqueta de San Valero










Ábside de la cripta norte. Pinturas románicas siglo XIII
Bautismo de Cristo









Claustro de la catedral de Roda de Isábena,
con un aljibe en el centro










Inscripciones funerarias en el intradós de los arcos del claustro
Siglos XII al XV








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