RELICARIOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA GRIEGA Y LATINA
San Atanasio de Alejandría, San Gregorio Nacianceno, San Basilio el Grande, San Juan Crisóstomo
San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona, San Jerónimo de Estridón, San Gregorio Magno
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo,
1576 - Valladolid 1636)
1613
Madera policromada y tecas
relicarios
Real Iglesia de San Miguel y San
Julián, Valladolid
Escultura barroca. Escuela castellana
Capilla-relicario en la sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid |
Firmó el contrato el 26 de junio de 1613 el ensamblador Cristóbal
Velázquez, que trabajaría con sus hijos Francisco y Juan, aunque estos, dada la
envergadura de la obra, decidieron traspasar la tercera parte del proyecto al
ensamblador Melchor de Beya, ocupándose todos ellos de realizar las urnas para
las reliquias. Posiblemente por la aparición de alguna dificultad, se acordó
que Francisco Velázquez hiciera una nueva traza en la que se añadirían algunos
elementos, como 6 urnas y 36 cartelas que irían colocadas en los dos cuerpos a
gusto del escultor Gregorio Fernández, que se encargaría de la escultura.
Padres de la Iglesia en la parte superior Capilla-relicario, Real Iglesia de San Miguel, Valladolid |
Como ya se ha dicho, toda la escultura del monumental retablo-relicario
proyectado —un total de treinta y tres esculturas— fue contratada con Gregorio
Fernández por 8.411 reales, con un precio estipulado de 286 reales para cada busto
de los cuatro Padres de la Iglesia latina y de 242 reales por cada busto de los
cuatro Padres de la Iglesia griega, cuya serie fue realizada por el gran
maestro en 1613. Sin embargo, sin que se conozcan las causas, el cuerpo central
de aquel retablo-relicario proyectado no se llegó a realizar, siendo colocadas
algunas de las esculturas ya realizadas para el mismo en la capilla-relicario
que para tal fin fue construida en el interior de la sacristía de la iglesia,
entre ellas seis de los ocho bustos de los Padres de la Iglesia —San
Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Ambrosio, San Gregorio Magno, San
Jerónimo y San Atanasio—, mientras los dos restantes —San Agustín y San
Juan Crisóstomo— se colocaron coronando los retablos-relicario colaterales
del crucero dedicados a San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, tal y como
permanecen en nuestros días.
Bustos de San Jerónimo y San Atanasio Capilla-relicario, Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid |
PADRES DE LA IGLESIA GRIEGA
San Atanasio de Alejandría (h. 295-h. 373)
Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia Oriental. Nació en
Alejandría hacia el año 295, ciudad donde recibió formación filosófica y
teológica, siendo ordenado diácono en 320, cuando tenía veinticuatro años. Con
este cargo, acompañó a su obispo, Alejandro de Alejandría, al primer concilio
de Nicea, celebrado en 325. Desde ese momento, defendiendo a ultranza las ideas
nicenas, se convirtió en enemigo acérrimo de los arrianos.
San Gregorio Nacianceno (329-389)
Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia ortodoxa. Nació en Arianzo,
cerca de Nacianzo (Capadocia) y fue educado por su madre Santa Nonna, ferviente
cristiana. Estudió en la escuela de Cesarea de Capadocia y después en Alejandría
y Atenas, donde entabló amistad con San Basilio el Grande, ingresando, cuando
regresó a Capadocia, en la comunidad monástica que éste había fundado. Ordenado
sacerdote en 362, llegó a ser obispo de Cesarea, apoyando a San Basilio en la
lucha contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Cristo. Aunque tras
la muerte de su padre aceptó el obispado de Nacianzo, consiguió que se nombrara
un nuevo obispo, retirándose a la vida en meditación.
El fallecimiento de San Basilio en 379 le animó a trasladarse a Constantinopla, escenario de enfrentamientos entre arrianos y nicenos, donde San Gregorio, con grandes dotes de orador, pronunció sus mejores sermones en defensa del dogma de la Trinidad.
San Basilio Magno (h. 347-379)
Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia ortodoxa, nació en
Cesarea en una familia cristiana, pasando a estudiar en Constantinopla y
Atenas, donde hizo amistad con San Gregorio Nacianceno, Al fallecer su padre,
regresó a Cesarea, donde se dedicó a enseñar retórica. El año 358 se retiró a
un cenobio próximo, donde en compañía de San Gregorio Nacianceno escribió una
antología de textos y donde, como iniciador de la vida cenobítica, empezó a
componer las reglas monásticas de los monjes basilios, que todavía son la base
del monacato oriental.
Fue ordenado sacerdote en 364, siendo elegido seis años después obispo
de Cesarea. Combatiente contra el arrianismo, cerró sus iglesias a los herejes,
dedicándose a elaborar escritos teológicos con fórmulas conciliadoras respecto
al dogma de la Trinidad, para atraer a la ortodoxia a los arrianos. Entre sus
obras destacan las numerosas homilías, los tratados sobre la vida monástica y
un abundante epistolario.
San Juan Crisóstomo (h. 347-407)
Padre de la Iglesia oriental. Nació en Antioquía hacia el año 347, hijo
de un destacado militar. Estudió filosofía y retórica y a los dieciocho años
ingresó en la Iglesia. Se retiró a las montañas próximas a la ciudad, donde
pasó seis años, pero debido a su delicada salud tuvo que regresar a Antioquía, donde
en 386 fue ordenado sacerdote, realizando una gran labor pastoral como
predicador —su apodo, Crisóstomo, significa boca de oro— demostrando una
excepcional elocuencia, por la que es considerado como el máximo orador de la
Iglesia antigua.
El año 398, pese a su resistencia, fue consagrado como arzobispo de Constantinopla.
Los grandes conflictos que sacudían al Imperio Romano de Oriente y a la Iglesia
repercutieron dolorosamente en la vida de San Juan Crisóstomo, que fue atacado
tanto por sus propios hermanos en el episcopado como por el poder civil debido
a su firme actitud en defensa de la austeridad y de la moral, su rigor y su
celo reformista.
PADRES DE LA IGLESIA LATINA
San Ambrosio de Milán (340-397)
Doctor y Padre de la Iglesia latina. Nacido en Tréveris hacia 340, pasó
su juventud en Roma, donde asistió con su hermano Sátiro a cursos de gramática
y retórica. Con la ayuda de Sexto Petronio, se encaminó a la actividad
administrativa, en la que, por sus dotes, fue enviado como cónsul a gobernar las
provincias de Liguria y Emilia.
Hacia el año 370 se estableció en Milán, donde se estaban produciendo
divisiones en el seno del cristianismo entre los ortodoxos y los seguidores de
Arrio. A la muerte del obispo arriano Ausencio, fue elegido Ambrosio, que pasó
de magistrado a obispo. A pesar de pertenecer a una familia cristiana, ocho
días después de recibir el bautismo, fue ordenado y consagrado el 7 de
diciembre de 374. Tras entregar toda su hacienda entre la Iglesia y los pobres,
se entregó por entero a su misión. En la defensa de la Iglesia contra paganos —impidiendo
la restauración de cultos idolátricos— y herejes, demostró una energía y un
valor insospechados en su débil constitución física.
Fue autor de importantes obras de carácter pastoral, dedicándose al
estudio de las humanidades y la teología, con obras como el célebre Hexamerón,
escritos morales como Los deberes de los ministros de Dios, ascéticos
como De las vírgenes o dogmáticos como De los misterios y De los
Sacramentos. Además, dejó noventa y una cartas y algunos himnos incluidos
en el Breviario.
San Agustín de Hipona (354-430)
Padre de la Iglesia latina. Aurelio Agustín nació en Tagaste, en el
África romana, el año 354, hijo de un funcionario al servicio del Imperio y de
Santa Mónica, que se ocupó de su educación. Romaniano, mecenas y notable de la
ciudad, se hizo cargo de su formación, estudiando gramática en su ciudad, artes
liberales en Metauro y retórica en Cartago. En su juventud mantuvo una vida
disipada que le hizo renegar de la religión de su madre —a los dieciocho años tuvo
un hijo con una concubina llamado Adeodato—, mostrando inclinación hacia la
filosofía, identificándose con el escepticismo moderado.
Preocupado por el bien y el mal, el año 374 se adhirió al dogma maniqueo,
dedicándose a la difusión de esa doctrina mientras era colmado de atenciones
por la alta jerarquía de aquella religión, complementando esa práctica con
estudios de astrología. Tras practicar el maniqueísmo durante diez años, el año
379 decidió apartarse de ello, llegando a denunciar sus errores en público como
doctrina estéril.
Tras su regreso a África, el año 391 fue ordenado sacerdote en Hipona
por el obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar, labor con la que
alcanzó un gran renombre en su combate contra las herejías —maniqueos,
pelagianos, donatistas y paganos— y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica.
A finales de 395, tras la muerte de Valerio, fue nombrado obispo de Hipona,
desde donde difundió su pensamiento al mundo occidental a través de numerosos
sermones, sus célebres Cartas y una ingente obra filosófica, moral y dogmática,
como los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios,
al tiempo que ejerció como pastor, administrador, orador y juez.
Dejaba un impresionante legado teológico y filosófico, en la línea del idealismo neoplatónico respecto a la idea de Dios como bien y verdad, del hilemorfismo aristotélico al definir que los seres se componen de materia y forma, en la consideración de la unión accidental del cuerpo y el alma, sustancias completas y separadas, en los argumentos para demostrar la existencia de Dios y en las teorías sobre la ética y la política, lo que le coloca entre los pensadores más influyentes de la tradición occidental.
San Jerónimo de Estridón (h. 374-420)
Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia latina. Eusebio
Hierónimo nació en Estridón, actual Croacia, hacia el año 374. Cursó estudios
en Roma como discípulo de Elio Donato, donde se apasionó por la cultura
clásica. Tras ser bautizado el año 366 posiblemente por el papa Liberio,
realizó numerosos viajes por Europa y hacia 373 se desplazó a Oriente, pasando
un tiempo en Antioquía. Poco después se retiró como eremita al desierto de Calcis,
donde se entregó a la oración y el ayuno.
Al producirse el cisma de Antioquía, se trasladó a aquella ciudad, donde
fue ordenado presbítero. El año 382 regresó a Roma, ejerciendo como secretario
del papa Dámaso I. Allí inició la revisión de la versión latina del Antiguo
Testamento, obra en la que trabajaría toda su vida. Tras la muerte del papa en
385 se desplazó a Belén, en Palestina, para perfeccionar el hebreo, fundando
allí un monasterio en el que permaneció treinta años, hasta su muerte en 420.
San Gregorio Magno, papa (h. 540-h. 604)
Padre de la Iglesia latina y papa de la Iglesia católica. Nacido en Roma
hacia 540, en el seno de una noble familia patricia, de joven ejerció el cargo
de prefecto de Roma con el emperador Justino II. Conmovido por las miserias de
la sociedad romana y sintiendo un despego por las cosas terrenales, cuando murió
su padre entregó su inmenso patrimonio a los pobres y a la Iglesia, fundando
seis monasterios en Sicilia y convirtiendo su palacio del monte Celio en el
monasterio de San Andrés, donde acogido a la regla de San Benito de Nursia él
mismo tomó los hábitos.
Por su fuerte personalidad y su experiencia en la práctica política, el
papa Benedicto I le nombró diácono regional en 577, siendo enviado al año
siguiente por el papa Pelagio II como legado en Constantinopla, donde
experimentó una rica formación. Siendo abad de San Andrés, en 590 fue elegido
papa a la muerte de Pelagio II, viviendo catorce años de pontificado. En este
tiempo tuvo que hacer frente a una epidemia de peste, a la expansión lombarda y
al sitio de Roma de 593, enfrentándose al cisma de los Tres Capítulos y los
pleitos con Bizancio.
San Gregorio Magno fue autor de una importante obra literaria. En las Epístolas se enfrenta a desidiosos y potentados, destacando las dirigidas contra herejes y cismáticos y a los judíos, a los que concedió libertad de culto. En la Regla pastoral de 591 marcó los objetivos y las reglas de la vida sacerdotal, siendo considerada durante largo tiempo como el texto de las reglas episcopales. Los Diálogos, escritos entre 593 y 594, fue su obra más difundida. Su actividad política como pontífice tuvo una gran importancia para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, mientras su obra literaria fue una destacada fuente de meditación y guía para todo el occidente. A él se debe la compilación del Antifonario gregoriano, colección de cantos de la Iglesia romana.
LOS PADRES DE LA IGLESIA INTERPRETADOS POR GREGORIO FERNÁNDEZ
Las esculturas de todos los Padres de las Iglesias griega y latina, realizadas por Gregorio Fernández para el proyecto que no se llevó a cabo, presentan un diseño común, con una gran peana convertida en una urna-relicario que en la parte inferior lleva una inscripción identificativa en grandes caracteres. Sobre ellas descansan los bustos de los santos realizados a tamaño natural y con la mayoría de las cabezas dirigidas hacia abajo, teniendo en cuenta su ubicación prevista a gran altura, destacando el trabajo personalizado de cada una de ellas.
Los ocho están representados como venerables patriarcas, con largas
barbas y cubiertos con mitra —excepto San Jerónimo, con capelo cardenalicio y San
Gregorio, afeitado y con la tiara papal— y con ricas vestiduras pontificales, todos
ellos enguantados y tres sujetando un báculo dorado como símbolo de autoridad
episcopal. Su actitud es variada, pues aparecen escribiendo, leyendo o simplemente
meditando, con grandes libros —a excepción de San Ambrosio— colocados sobre una
mesa cubierta con un mantel que se apoya directamente en la urna-relicario.
Dorso de los bustos con el interior ahuecado |
Mención especial merece la efectista policromía, con sutiles matices naturalistas en las carnaciones de los rostros, como mejillas sonrosadas, y una base de pan de oro que aflora mediante esgrafiados de diferentes formas (puntos, círculos, líneas, formas vegetales delineadas, etc.) que aportan un toque de luminosidad tonal, muy efectista en la barba y cabellos de San Gregorio Nacianceno. La decoración se complementa con vistosos motivos aplicados a punta de pincel sobre los manteles de las mesas y, sobre todo, en las mitras, estolas y capas pluviales, estas últimas recubiertas por diseños vegetales y recorridas por cenefas con grandes motivos florales y elementos figurativos, destacando los medallones con figuras de santos en la capa de San Ambrosio y el fingimiento de esmeraldas y perlas engastadas en la capa de San Agustín. Al naturalismo conseguido con la policromía se suma la aplicación de ojos de vidrio como elementos postizos. La serie constituye una obra maestra de la primera etapa del gran maestro gallego afincado en Valladolid.
Teca en el busto de San Ambrosio |
Informe: J. M. Travieso.
Bibliografía
MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández. Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, pp. 161-167.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio Fernández 1576-1636. Madrid, 1999, pp. 106-107.
URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Los relicarios de la Compañía de Valladolid. En “El escultor Gregorio Fernández 1576-1636 (apuntes para un libro)”. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, pp. 123-126.
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