10 de abril de 2023

Theatrum: BUSTOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA GRIEGA Y LATINA, el naturalismo barroco en su máxima expresión





RELICARIOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA GRIEGA Y LATINA

San Atanasio de Alejandría, San Gregorio Nacianceno, San Basilio el Grande, San Juan Crisóstomo 

San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona, San Jerónimo de Estridón, San Gregorio Magno 

Gregorio Fernández (Sarria, Lugo, 1576 - Valladolid 1636)

1613

Madera policromada y tecas relicarios

Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

Escultura barroca. Escuela castellana

 





Capilla-relicario en la sacristía de la iglesia de San Miguel, Valladolid

     En la antigua iglesia de la Compañía de Jesús de Valladolid, actual iglesia de San Miguel y San Julián, se proyectó en 1611 la realización de una capilla relicario, un espacio presente en la mayoría de los templos jesuíticos. Sin embargo, este proyecto se sustituyó por otro consistente en un monumental retablo-relicario que habría de colocarse en el testero derecho del crucero, encima de la puerta que comunicaba el templo con el claustro del Colegio de la Compañía de Jesús. Se estableció que tendría unas dimensiones casi cuadradas (9,80 x 11,20 m.), que iría colocado sobre el dintel de la puerta y hasta la cornisa de yeso y con un plazo de realización de tres años. El proyecto incluía treinta y seis relicarios compuestos por figuras en bulto redondo, bustos y relieves.

Firmó el contrato el 26 de junio de 1613 el ensamblador Cristóbal Velázquez, que trabajaría con sus hijos Francisco y Juan, aunque estos, dada la envergadura de la obra, decidieron traspasar la tercera parte del proyecto al ensamblador Melchor de Beya, ocupándose todos ellos de realizar las urnas para las reliquias. Posiblemente por la aparición de alguna dificultad, se acordó que Francisco Velázquez hiciera una nueva traza en la que se añadirían algunos elementos, como 6 urnas y 36 cartelas que irían colocadas en los dos cuerpos a gusto del escultor Gregorio Fernández, que se encargaría de la escultura.

Padres de la Iglesia en la parte superior
Capilla-relicario, Real Iglesia de San Miguel, Valladolid

     Al mismo tiempo, se habían encargado dos retablos-relicario colaterales de la capilla mayor, uno a Francisco Velázquez y Melchor de Beya, que entregaron en 1615, y otro a Cristóbal y Juan Velázquez, que asentaron en 1616, ambos inspirados en un grabado italiano reproduciendo la decoración diseñada en 1610 por el arquitecto Girolamo Reinaldi para a fachada de San Pedro del Vaticano con motivo de la canonización de San Carlos Borromeo. No obstante, la canonización de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier en 1622, a los que se dedicaron dichos retablos, obligó a realizar algunas modificaciones en ellos, cuyos trabajos fueron encomendados al ensamblador Marcos de Garay.   

Como ya se ha dicho, toda la escultura del monumental retablo-relicario proyectado —un total de treinta y tres esculturas— fue contratada con Gregorio Fernández por 8.411 reales, con un precio estipulado de 286 reales para cada busto de los cuatro Padres de la Iglesia latina y de 242 reales por cada busto de los cuatro Padres de la Iglesia griega, cuya serie fue realizada por el gran maestro en 1613. Sin embargo, sin que se conozcan las causas, el cuerpo central de aquel retablo-relicario proyectado no se llegó a realizar, siendo colocadas algunas de las esculturas ya realizadas para el mismo en la capilla-relicario que para tal fin fue construida en el interior de la sacristía de la iglesia, entre ellas seis de los ocho bustos de los Padres de la Iglesia —San Basilio, San Gregorio Nacianceno, San Ambrosio, San Gregorio Magno, San Jerónimo y San Atanasio—, mientras los dos restantes —San Agustín y San Juan Crisóstomo— se colocaron coronando los retablos-relicario colaterales del crucero dedicados a San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, tal y como permanecen en nuestros días.

Bustos de San Jerónimo y San Atanasio
Capilla-relicario, Real Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

     El deseo de reunir las reliquias de los ocho Padres de las Iglesias latina y griega en la Casa Profesa de los jesuitas en Valladolid, así como la representación escultórica de todos ellos a tamaño natural, se basaría en la consideración de representar a tan notables teólogos de ambas Iglesias como los más sólidos pilares de la ciencia y las doctrinas teológicas, al estar considerados por su sabiduría, en su condición de doctores, como cimientos de la Iglesia, a modo de nuevos evangelistas, y padres espirituales de la religión cristiana.
 

PADRES DE LA IGLESIA GRIEGA 

San Atanasio de Alejandría (h. 295-h. 373)

Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia Oriental. Nació en Alejandría hacia el año 295, ciudad donde recibió formación filosófica y teológica, siendo ordenado diácono en 320, cuando tenía veinticuatro años. Con este cargo, acompañó a su obispo, Alejandro de Alejandría, al primer concilio de Nicea, celebrado en 325. Desde ese momento, defendiendo a ultranza las ideas nicenas, se convirtió en enemigo acérrimo de los arrianos.

     El año 328 fue elegido patriarca de Alejandría, llegando a ser acosado por los arrianos, que ejercían su influencia sobre el emperador, por lo que fue detenido y desterrado en cinco ocasiones. En su labor pastoral, se convirtió en autor capital en la defensa del dogma de la Redención por la encarnación de Cristo, siendo autor de muchas obras sobre las controversias arrianas, así como de la Vida de San Antonio, el texto más importante del cristianismo primitivo sobre el monacato.

     Hombre de carácter impetuoso y tenaz, tuvo amigos entusiastas y enemigos encarnizados, siendo alimentada su fe por un misticismo fervoroso y por una rígida moral, siendo un ardiente defensor de la independencia de la Iglesia respecto del poder político. Brioso y hábil polemista, San Atanasio se mostró muy firme en la defensa de la consubstancialidad del Verbo encarnado en Dios Padre, uniéndose a una naturaleza humana completa en Jesucristo. Hacia el año 362 acercó sus doctrinas a las de San Basilio, San Gregorio de Nisa y San Gregorio Nacianceno (conocidos como los Padres Capadocios).







 





San Gregorio Nacianceno (329-389)

Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia ortodoxa. Nació en Arianzo, cerca de Nacianzo (Capadocia) y fue educado por su madre Santa Nonna, ferviente cristiana. Estudió en la escuela de Cesarea de Capadocia y después en Alejandría y Atenas, donde entabló amistad con San Basilio el Grande, ingresando, cuando regresó a Capadocia, en la comunidad monástica que éste había fundado. Ordenado sacerdote en 362, llegó a ser obispo de Cesarea, apoyando a San Basilio en la lucha contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Cristo. Aunque tras la muerte de su padre aceptó el obispado de Nacianzo, consiguió que se nombrara un nuevo obispo, retirándose a la vida en meditación.  

El fallecimiento de San Basilio en 379 le animó a trasladarse a Constantinopla, escenario de enfrentamientos entre arrianos y nicenos, donde San Gregorio, con grandes dotes de orador, pronunció sus mejores sermones en defensa del dogma de la Trinidad. 

     Su designación como obispo de Constantinopla originó fuertes disputas, por lo que San Gregorio, para evitarlas, renunció al cargo y se retiró a su villa natal de Arianzo, donde pasó los últimos días de su vida consagrado a la meditación y a la redacción de sus escritos doctrinales. 












   

 

San Basilio Magno (h. 347-379)

Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia ortodoxa, nació en Cesarea en una familia cristiana, pasando a estudiar en Constantinopla y Atenas, donde hizo amistad con San Gregorio Nacianceno, Al fallecer su padre, regresó a Cesarea, donde se dedicó a enseñar retórica. El año 358 se retiró a un cenobio próximo, donde en compañía de San Gregorio Nacianceno escribió una antología de textos y donde, como iniciador de la vida cenobítica, empezó a componer las reglas monásticas de los monjes basilios, que todavía son la base del monacato oriental.

Fue ordenado sacerdote en 364, siendo elegido seis años después obispo de Cesarea. Combatiente contra el arrianismo, cerró sus iglesias a los herejes, dedicándose a elaborar escritos teológicos con fórmulas conciliadoras respecto al dogma de la Trinidad, para atraer a la ortodoxia a los arrianos. Entre sus obras destacan las numerosas homilías, los tratados sobre la vida monástica y un abundante epistolario.
















 

San Juan Crisóstomo (h. 347-407)

Padre de la Iglesia oriental. Nació en Antioquía hacia el año 347, hijo de un destacado militar. Estudió filosofía y retórica y a los dieciocho años ingresó en la Iglesia. Se retiró a las montañas próximas a la ciudad, donde pasó seis años, pero debido a su delicada salud tuvo que regresar a Antioquía, donde en 386 fue ordenado sacerdote, realizando una gran labor pastoral como predicador —su apodo, Crisóstomo, significa boca de oro— demostrando una excepcional elocuencia, por la que es considerado como el máximo orador de la Iglesia antigua.

El año 398, pese a su resistencia, fue consagrado como arzobispo de Constantinopla. Los grandes conflictos que sacudían al Imperio Romano de Oriente y a la Iglesia repercutieron dolorosamente en la vida de San Juan Crisóstomo, que fue atacado tanto por sus propios hermanos en el episcopado como por el poder civil debido a su firme actitud en defensa de la austeridad y de la moral, su rigor y su celo reformista.

     Sus enemigos, apoyados en que había criticado a la emperatriz Eudoxia —especialmente hostil con él—, consiguieron deponerlo, siendo deportado a Armenia el año 403. Como las cartas que desde allí escribiera continuaban proporcionándole el apoyo popular, se le ordenó establecerse aún más lejos, en una localidad del extremo oriental del mar Negro. Incapaz de soportar las penalidades del camino, San Juan Crisóstomo falleció en Cumano Pontica, Capadocia, el 14 de septiembre del año 407.











 

PADRES DE LA IGLESIA LATINA 

San Ambrosio de Milán (340-397)

Doctor y Padre de la Iglesia latina. Nacido en Tréveris hacia 340, pasó su juventud en Roma, donde asistió con su hermano Sátiro a cursos de gramática y retórica. Con la ayuda de Sexto Petronio, se encaminó a la actividad administrativa, en la que, por sus dotes, fue enviado como cónsul a gobernar las provincias de Liguria y Emilia.

Hacia el año 370 se estableció en Milán, donde se estaban produciendo divisiones en el seno del cristianismo entre los ortodoxos y los seguidores de Arrio. A la muerte del obispo arriano Ausencio, fue elegido Ambrosio, que pasó de magistrado a obispo. A pesar de pertenecer a una familia cristiana, ocho días después de recibir el bautismo, fue ordenado y consagrado el 7 de diciembre de 374. Tras entregar toda su hacienda entre la Iglesia y los pobres, se entregó por entero a su misión. En la defensa de la Iglesia contra paganos —impidiendo la restauración de cultos idolátricos— y herejes, demostró una energía y un valor insospechados en su débil constitución física.

     Escribió contra los arrianos De la encarnación del Señor, y estableció, a través de concilios, una densa red de relaciones con otros obispos. Cuando Valentiniano III ordenó por decreto que se entregaran algunas basílicas católicas a los herejes, San Ambrosio se opuso con firmeza y, apoyado por el pueblo, ocupó los edificios disputados. En las distintas luchas, supo ejercer influencia sobre los emperadores, desde Valentiniano I hasta Teodosio I el Grande, contribuyendo a asentar los principios fundamentales de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Fue autor de importantes obras de carácter pastoral, dedicándose al estudio de las humanidades y la teología, con obras como el célebre Hexamerón, escritos morales como Los deberes de los ministros de Dios, ascéticos como De las vírgenes o dogmáticos como De los misterios y De los Sacramentos. Además, dejó noventa y una cartas y algunos himnos incluidos en el Breviario.

     San Ambrosio creó nuevas formas litúrgicas, promovió el culto a las reliquias en occidente y fue admirado por San Agustín de Hipona, que fue bautizado por él después de recibir un gran apoyo para su conversión.



 




San Agustín de Hipona (354-430)

Padre de la Iglesia latina. Aurelio Agustín nació en Tagaste, en el África romana, el año 354, hijo de un funcionario al servicio del Imperio y de Santa Mónica, que se ocupó de su educación. Romaniano, mecenas y notable de la ciudad, se hizo cargo de su formación, estudiando gramática en su ciudad, artes liberales en Metauro y retórica en Cartago. En su juventud mantuvo una vida disipada que le hizo renegar de la religión de su madre —a los dieciocho años tuvo un hijo con una concubina llamado Adeodato—, mostrando inclinación hacia la filosofía, identificándose con el escepticismo moderado.

Preocupado por el bien y el mal, el año 374 se adhirió al dogma maniqueo, dedicándose a la difusión de esa doctrina mientras era colmado de atenciones por la alta jerarquía de aquella religión, complementando esa práctica con estudios de astrología. Tras practicar el maniqueísmo durante diez años, el año 379 decidió apartarse de ello, llegando a denunciar sus errores en público como doctrina estéril.

     En 384 marchó a Milán, donde ejerció como profesor de oratoria y donde comenzó a estudiar a los pensadores clásicos. La lectura de las ideas neoplatónicas de Plotino y los sermones de San Ambrosio, arzobispo de Milán, cambiaron sus convicciones religiosas. La convicción de haber recibido una señal divina, le llevó a retirarse con su madre, su hijo y sus discípulos a casa de su amigo Verecundo, en Lombardía, donde San Agustín comenzó a escribir sus primeras obras. En 387 se hizo bautizar por San Ambrosio y se consagró al servicio de Dios.

Tras su regreso a África, el año 391 fue ordenado sacerdote en Hipona por el obispo Valerio, quien le encomendó la misión de predicar, labor con la que alcanzó un gran renombre en su combate contra las herejías —maniqueos, pelagianos, donatistas y paganos— y los cismas que amenazaban a la ortodoxia católica. A finales de 395, tras la muerte de Valerio, fue nombrado obispo de Hipona, desde donde difundió su pensamiento al mundo occidental a través de numerosos sermones, sus célebres Cartas y una ingente obra filosófica, moral y dogmática, como los Soliloquios, las Confesiones y La ciudad de Dios, al tiempo que ejerció como pastor, administrador, orador y juez.

     En 410, tras la caída de Roma en manos de Alarico, rey de los godos, este consideró al cristianismo como la causa de las desgracias del imperio, lo que suscitó una respuesta tajante de San Agustín en su obra, que contiene la verdadera filosofía de la historia cristiana. Durante las invasiones bárbaras iniciadas en 429, que afectaron a la ciudad de Hipona, San Agustín cayó enfermo y murió el año 430.

Dejaba un impresionante legado teológico y filosófico, en la línea del idealismo neoplatónico respecto a la idea de Dios como bien y verdad, del hilemorfismo aristotélico al definir que los seres se componen de materia y forma, en la consideración de la unión accidental del cuerpo y el alma, sustancias completas y separadas, en los argumentos para demostrar la existencia de Dios y en las teorías sobre la ética y la política, lo que le coloca entre los pensadores más influyentes de la tradición occidental. 

San Jerónimo de Estridón (h. 374-420)

Doctor de la Iglesia católica y Padre de la Iglesia latina. Eusebio Hierónimo nació en Estridón, actual Croacia, hacia el año 374. Cursó estudios en Roma como discípulo de Elio Donato, donde se apasionó por la cultura clásica. Tras ser bautizado el año 366 posiblemente por el papa Liberio, realizó numerosos viajes por Europa y hacia 373 se desplazó a Oriente, pasando un tiempo en Antioquía. Poco después se retiró como eremita al desierto de Calcis, donde se entregó a la oración y el ayuno.

Al producirse el cisma de Antioquía, se trasladó a aquella ciudad, donde fue ordenado presbítero. El año 382 regresó a Roma, ejerciendo como secretario del papa Dámaso I. Allí inició la revisión de la versión latina del Antiguo Testamento, obra en la que trabajaría toda su vida. Tras la muerte del papa en 385 se desplazó a Belén, en Palestina, para perfeccionar el hebreo, fundando allí un monasterio en el que permaneció treinta años, hasta su muerte en 420.

     Su traducción de las Sagradas Escrituras del griego y el hebreo al latín —conocida como la Vulgata— está considerada como una obra fundamental de la historia del cristianismo, con amplísima difusión desde la Edad Media, siendo declarada en 1546, durante el Concilio de Trento, como la edición auténtica de la Biblia para la Iglesia católica latina. Asimismo, fue autor de numerosos escritos sobre temas bíblicos y vidas de autores cristianos. Como notable erudito, combatió las herejías de Orígenes y Pelagio y mantuvo una extensa correspondencia defendiendo los ideales de la vida ascética.

 










San Gregorio Magno, papa (h. 540-h. 604)

Padre de la Iglesia latina y papa de la Iglesia católica. Nacido en Roma hacia 540, en el seno de una noble familia patricia, de joven ejerció el cargo de prefecto de Roma con el emperador Justino II. Conmovido por las miserias de la sociedad romana y sintiendo un despego por las cosas terrenales, cuando murió su padre entregó su inmenso patrimonio a los pobres y a la Iglesia, fundando seis monasterios en Sicilia y convirtiendo su palacio del monte Celio en el monasterio de San Andrés, donde acogido a la regla de San Benito de Nursia él mismo tomó los hábitos.

Por su fuerte personalidad y su experiencia en la práctica política, el papa Benedicto I le nombró diácono regional en 577, siendo enviado al año siguiente por el papa Pelagio II como legado en Constantinopla, donde experimentó una rica formación. Siendo abad de San Andrés, en 590 fue elegido papa a la muerte de Pelagio II, viviendo catorce años de pontificado. En este tiempo tuvo que hacer frente a una epidemia de peste, a la expansión lombarda y al sitio de Roma de 593, enfrentándose al cisma de los Tres Capítulos y los pleitos con Bizancio.

     Se dedicó a la pacificación territorial y a la unificación de los católicos de occidente mediante una vasta obra de evangelización y toma de contacto con los pueblos convertidos. Mientras socorría con ayudas materiales, con su alto magisterio organizaba la defensa de la Italia central, de Roma y de Nápoles, estableciendo una mejor relación con los invasores. Promovió la misión de Agustín en Inglaterra, estrechó la relación con los obispos y reyes francos y animó en España la acción de Recaredo I.

San Gregorio Magno fue autor de una importante obra literaria. En las Epístolas se enfrenta a desidiosos y potentados, destacando las dirigidas contra herejes y cismáticos y a los judíos, a los que concedió libertad de culto. En la Regla pastoral de 591 marcó los objetivos y las reglas de la vida sacerdotal, siendo considerada durante largo tiempo como el texto de las reglas episcopales. Los Diálogos, escritos entre 593 y 594, fue su obra más difundida. Su actividad política como pontífice tuvo una gran importancia para el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, mientras su obra literaria fue una destacada fuente de meditación y guía para todo el occidente. A él se debe la compilación del Antifonario gregoriano, colección de cantos de la Iglesia romana.









LOS PADRES DE LA IGLESIA INTERPRETADOS POR GREGORIO FERNÁNDEZ

Las esculturas de todos los Padres de las Iglesias griega y latina, realizadas por Gregorio Fernández para el proyecto que no se llevó a cabo, presentan un diseño común, con una gran peana convertida en una urna-relicario que en la parte inferior lleva una inscripción identificativa en grandes caracteres. Sobre ellas descansan los bustos de los santos realizados a tamaño natural y con la mayoría de las cabezas dirigidas hacia abajo, teniendo en cuenta su ubicación prevista a gran altura, destacando el trabajo personalizado de cada una de ellas.













Los ocho están representados como venerables patriarcas, con largas barbas y cubiertos con mitra —excepto San Jerónimo, con capelo cardenalicio y San Gregorio, afeitado y con la tiara papal— y con ricas vestiduras pontificales, todos ellos enguantados y tres sujetando un báculo dorado como símbolo de autoridad episcopal. Su actitud es variada, pues aparecen escribiendo, leyendo o simplemente meditando, con grandes libros —a excepción de San Ambrosio— colocados sobre una mesa cubierta con un mantel que se apoya directamente en la urna-relicario.

Dorso de los bustos con el interior ahuecado

     Todos los bustos presentan una gran elegancia, tanto por sus actitudes como por los ampulosos atuendos —capas pluviales sujetas con broches—, la expresión de los rostros —con arrugas faciales— o la gesticulación de las manos —en actitud de sujetar un cálamo o con los dedos abiertos sobre las páginas—, estableciendo un refinado movimiento cadencial en el espacio a pesar de su actitud reposada. Asimismo, todos llevan el interior ahuecado, tanto para reducir su peso como para evitar la formación de grietas en la madera.

Mención especial merece la efectista policromía, con sutiles matices naturalistas en las carnaciones de los rostros, como mejillas sonrosadas, y una base de pan de oro que aflora mediante esgrafiados de diferentes formas (puntos, círculos, líneas, formas vegetales delineadas, etc.) que aportan un toque de luminosidad tonal, muy efectista en la barba y cabellos de San Gregorio Nacianceno. La decoración se complementa con vistosos motivos aplicados a punta de pincel sobre los manteles de las mesas y, sobre todo, en las mitras, estolas y capas pluviales, estas últimas recubiertas por diseños vegetales y recorridas por cenefas con grandes motivos florales y elementos figurativos, destacando los medallones con figuras de santos en la capa de San Ambrosio y el fingimiento de esmeraldas y perlas engastadas en la capa de San Agustín. Al naturalismo conseguido con la policromía se suma la aplicación de ojos de vidrio como elementos postizos. La serie constituye una obra maestra de la primera etapa del gran maestro gallego afincado en Valladolid.


Teca en el busto de San Ambrosio

Informe: J. M. Travieso.


Bibliografía

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El escultor Gregorio Fernández. Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, pp. 161-167.


URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Gregorio Fernández 1576-1636. Madrid, 1999, pp. 106-107.

URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Los relicarios de la Compañía de Valladolid. En “El escultor Gregorio Fernández 1576-1636 (apuntes para un libro)”. Universidad de Valladolid, Valladolid, 2014, pp. 123-126.

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