25 de septiembre de 2023

Theatrum: SANTA MARÍA EGIPCIACA, la sutileza narrativa y el refinamiento cortesano


 


SANTA MARÍA EGIPCIACA

Luis Salvador Carmona (Nava del Rey, Valladolid, 1709 – Madrid, 1767)

Segundo tercio siglo XVIII

Madera policromada y ojos de vidrio

Museo Nacional de Escultura, Valladolid

Procedente de la Capilla del Ángel del convento de Trinitarios Descalzos, Madrid

Escultura barroca española

 

 


     La iconografía de Santa María Magdalena y Santa María Egipciaca, en su faceta de penitentes en soledad, presenta una gran similitud, produciendo en ocasiones dudas sobre su identidad. Sin embargo, son los atributos que las acompañan los que permiten diferenciarlas con claridad, pues mientras que María de Magdala, que fue contemporánea a la vida de Cristo, suele aparecer acompañada por un tarro de ungüentos como atributo tradicional, Santa María de Egipto, que vivió como ermitaña en el desierto quinientos años después, lo hace acompañada de un grupo de panes como elemento tradicional, compartiendo en ocasiones una calavera como símbolo de la renuncia de ambas a los bienes mundanos y mostrando generalmente una imagen idealizada dotada de gran belleza.

Según la leyenda, Santa María Egipciaca fue una cortesana que en el siglo V, movida por la lascivia, abandonó a su familia y se desplazó a Alejandría, donde durante diecinueve años llevó una vida disoluta como prostituta de gran fama. Desde allí decidió embarcar hacia Tierra Santa, dedicándose durante el viaje y a su llegada a tentar a los peregrinos. Cierto día fue al templo, pero unas figuras misteriosas le impidieron la entrada, lo que produjo su reflexión y arrepentimiento. Tras purificarse en el Jordán, decidió retirarse al desierto de Transjordania para llevar una vida de sacrificio y penitencia, momento en que un desconocido le entregó tres denarios con los que compró panes que milagrosamente le servirían de alimento diario para el resto de su vida, llegando a alcanzar los sesenta años.

     A partir de esta estancia como eremita, la que fuera una joven seductora sólo se interesó por la belleza del alma, siendo reconfortada por San Zósimo de Palestina, monje anacoreta retirado a un monasterio de estricta regla situado en el desierto cerca del río Jordán, que durante una de las salidas de los monjes durante los cuarenta días de la Cuaresma para dedicarse al ayuno y oración, se encontró con Santa María Egipciaca, que le contó la historia de su vida y le pidió encontrarse a orillas del Jordán el Jueves Santo siguiente para recibir la comunión. Así lo hizo, pero al tercer año el santo monje se enteró de que ya había fallecido en olor de santidad, de que un león ayudó a cavar su tumba y que su cuerpo se mantenía incorrupto. Santa María Egipciaca pasaría a ser patrona de las mujeres arrepentidas.

Toda la hagiografía de estos dos santos anacoretas fue divulgada en la Vita de Santa María de Egipto, escrita por San Sofronio, Patriarca de Jerusalén entre los años 634 y 638, que recogió la tradición oral de los monjes de Palestina, cuyo manuscrito quedaría reflejado en un códice del siglo XIII. 

     Durante el siglo XVII, siguiendo los ideales contrarreformistas, en el ámbito católico se impulsó la representación de santos penitentes y anacoretas para ensalzar el sacramento de la penitencia, tan vituperado por las ideas protestantes. Como consecuencia, aparecieron nuevas iconografías, tanto alusivas a las lágrimas de arrepentimiento de algunos santos y santas, incluidas las del propio San Pedro, como de otros que arrepentidos se retiraron como anacoretas, convirtiéndose la figura de Santa María Magdalena en el prototipo de pecadora arrepentida que, mediante la vida contemplativa, vivieron como seguidores de Cristo. Otro tanto ocurriría, a menor escala, con la figura de Santa María Egipciaca, cada una de ellas normalmente representadas con los atributos diferenciadores ya comentados.

Sería el escultor granadino Pedro de Mena quien alcanzase la cumbre artística con la talla de María Magdalena penitente realizada en 1664 para la Casa Profesa de la Compañía de Jesús de Madrid, hoy conservada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid como depósito del Museo del Prado. 

     Esta obra, tanto como arquetipo de la imagen del dolor y el arrepentimiento como por su extraordinaria originalidad y excelencia artística, fue durante mucho tiempo motivo de inspiración para numerosos escultores, alcanzando su influencia al gran maestro vallisoletano Luis Salvador Carmona cuando realiza la escultura de Santa María Egipciaca para la capilla del Ángel del convento de Trinitarios Descalzos de Madrid, magnífica escultura que en 1912 ingresó en el Museo Arqueológico Nacional como legado del pintor y coleccionista Cristóbal Ferriz, pasando en 1933 a formar parte del recién creado Museo Nacional de Escultura de Valladolid como depósito, hasta que en 2007 se incorporó definitivamente en la colección estable del museo. 

SANTA MARÍA EGIPCIACA SEGÚN LUIS SALVADOR CARMONA 

Siguiendo la tipología creada por Pedro de Mena en su célebre Magdalena penitente, una de las obras cumbre de la escultura barroca española, Luis Salvador Carmona representa a Santa María Egipciaca, la otra cortesana arrepentida que se retiró a la soledad del desierto para expiar sus pecados juveniles. 

     El escultor vallisoletano recrea la viva imagen del ascetismo ideada por el granadino, como el revestimiento decoroso de la desnuda anatomía mediante un tejido de palma trenzada que en forma de estera le cubre de los pechos a los pies, cuya rigidez impide la formación de pliegues menudos y que se sujeta mediante una soga, igualmente trenzada, anudada a la cintura formando un lazo. En esta indumentaria, incómoda y lacerante, Luis Salvador Carmona introduce algunos detalles más anecdóticos, como un remiendo a la altura de la rodilla y el acabado raído del borde inferior, detalles que acentúan la sensación de disciplina y penitencia.

Santa María de Egipto aparece representada como una bella adolescente en pleno ejercicio de meditación y arrepentimiento, con un rostro dulcificado y suavemente modelado, mejillas redondeadas y comisuras de los labios bien definidas, realzando su naturalismo con ojos postizos de cristal, una práctica habitual en el siglo XVIII, y lágrimas fingidas en su policromía.

     Emulando el modelo de Pedro de Mena, aparece con la mano derecha sobre el pecho —mórbida y con los dedos abiertos— como expresión de sinceridad y entrega, estableciendo con su ensimismamiento y gesticulación un diálogo místico de gran expresividad plástica. En este caso con la mirada clavada en una calavera que sujeta en su mano izquierda, símbolo de la fugacidad de la vida, que a modo de “vanitas” profundiza en la piedad y meditación fomentada por el Concilio de Trento, siendo otro de los elementos que la diferencian del gesto de dolor de la María Magdalena de Pedro de Mena, portadora de un crucifijo.

Ambas imágenes también comparten, en un alarde de talla naturalista, una larga melena que se despliega por el pecho y la espalda en forma de largos mechones filamentosos, a los que Luis Salvador Carmona incorpora airosos mechones sobre la frente y proporciona mayor volumetría, alcanzando el paroxismo técnico en su caída por la espalda de modo desordenado, con múltiples mechones meticulosamente trepanados que parecen ser agitados por el viento.

     No obstante, el elemento diferenciador es la necesaria presencia de los panes milagrosos que constituyen su principal y característico atributo, colocados sobre el pavimento rocoso de la peana (se conservan dos, pero seguro que en origen fueron los tres preceptivos), que el escultor reproduce de nuevo con un gran verismo.  

En líneas generales, el cuerpo de la santa abandona la rigidez para establecer un elegante movimiento cadencial determinado por discretas diagonales que multiplican los planos y perfiles, destacando la hermosura juvenil, en la que no se aprecian huellas de sufrimiento, mostrando la capacidad de Luis Salvador Carmona para interpretar los modelos del barroco con una nueva sensibilidad rococó, acorde con los gustos del refinamiento cortesano. 

El crítico de arte Ricardo de Orueta, fundador del Museo Nacional de Escultura en 1933 y especialista en la obra de Pedro de Mena, en principio atribuyó la escultura de Santa María Egipciaca al escultor granadino, aunque después pasaría a datarla en el siglo XVIII. Por su parte, Constantino Candeira, Director General de Bellas Artes en 1934, la consideró obra de Juan Pascual de Mena, opinión compartida por Juan José Martín González. Fue Federico Wattenberg, director del Museo Nacional de Escultura en los años 60, quien propuso la autoría de Luis Salvador Carmona, opinión refrendada por Concepción García Gainza en la monografía dedicada al escultor y publicada en 1990, donde también la identifica con la escultura citada en el convento de Trinitarios Descalzos de Madrid. Hoy es aceptada sin reservas la autoría del escultor vallisoletano nacido en Nava del Rey. 



Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 

 

 




Bibliografía 

BOLAÑOS ATIENZA, María: La melancolía en el escenario cristiano. Exposición Tiempos de Melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro. Madrid, 2015, pp. 138-165. 

CANDEIRA Y PÉREZ, Constantino: Guía del Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Valladolid. 1945. p. 46. 

FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Rosario: Santa María Egipcíaca. En Museo Nacional De Escultura. Museo Nacional de Escultura: colección, 2015, pp. 254-255. 

GARCÍA GAINZA, María Concepción: El escultor Luis Salvador Carmona. Universidad de Navarra, 1990, pp. 68 y 85. 

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: Escultura barroca en España, 1600 - 1770. Madrid, 1983, p. 391. 

ORUETA Y DUARTE, Ricardo de: La vida y la obra de Pedro de Mena y Medrano. 1914, p. 183. 

WATTENBERG, Federico: Museo Nacional de Escultura. Valladolid. Madrid, 1966, p. 70. 










Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664
Museo Nacional de Escultura, Valladolid










Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664
Museo Nacional de Escultura, Valladolid










Izda: Pedro de Mena. Magdalena penitente, 1664
Dcha: Luis Salvador Carmona. Santa María Egipciaca, 2º tercio s. XVIII
Museo Nacional de Escultura, Valladolid









Giotto. Encuentro de San Zósimo con Sta. María Egipciaca, 1320
Basílica inferior de San Francisco, Asís


ALGUNAS REPRESENTACIONES DE SANTA MARÍA EGIPCIACA

Fotografías tomadas de internet







Sta. María Egipciaca y San Zósimo
Miniatura siglo XV
British Livrary, Londres














Izda: Sta. María Egipciaca, Libro de Horas de Enrique IV de
Francia y III de Navarra, s. XV-XVI, Biblioteca Nacional de 
Francia, París
Dcha: Sta. María Egipciaca, iglesia de Saint Germain Auxerrois,
Paris












Lorenzo di Credi. Sta. Maria Egipciaca, 1490-1510
Gemäldegalerie, Berlin














Quentin Matsys. Sta María Egipciaca, 1520-1530
Museo de Arte, Filadelfia














José de Ribera. Santa María Egipciaca, 1641
Museo del Prado, Madrid














Marcantonio Franceschini. Última comunión de Sta. María Egipciaca, 1680
Metropolitan Museum, Nueva York











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