Leonardo da Vinci. Última Cena 1495-1498. Refectorio de Santa Maria delle Grazie, Milán |
Fue un gran acierto el vincular el tema de la Última Cena al
espacio de los refectorios o comedores colectivos de los conventos, en los que,
durante las comidas, uno de los monjes leía al resto pasajes evangélicos u
otros textos sagrados, no sólo por la relación del tema con la sobremesa, sino
también porque la amplitud de los muros permitía el lucimiento de los pintores
en la paulatina búsqueda del efecto de perspectiva y en la plasmación, a través
de diferentes texturas, del contraste entre los elementos de la recreación arquitectónica
y la descripción de las figuras humanas, así como en los diferentes elementos
de atrezo que constituyen toda una variedad de bodegones y naturalezas muertas
a las que en ocasiones se suman paisajes al fondo, creando un trampantojo
visual basado en el relato del Evangelio de San Juan, en el que se unifica la
institución de la Eucaristía con el descubrimiento de la traición de Judas.
Teniendo en cuenta la importancia que tenían las órdenes religiosas en
la sociedad de la época, no debe extrañar que para pintar aquellas monumentales
escenas se recurriera a los artistas renacentistas más prestigiosos del momento,
que repetidamente eligieron como actores principales a Jesús, ocupando el centro
de la mesa, a San Juan en pleno arrobamiento a su lado y al otro a San Pedro
blandiendo un cuchillo en gesto de rebeldía, así como a Judas colocado en un
lugar destacado, la mayor parte de las veces situado en primer término ante
Jesús y portando de forma visible la bolsa de monedas de la traición, relegando
al resto de los apóstoles a un papel de meros espectadores que reaccionan
mostrando sentimientos de sorpresa, angustia, duda o interrogación de una forma
muy expresiva.
En ocasiones, la altura del refectorio permitía la inclusión de otras
escenas sacras —referidas a la Pasión o no— por encima de los cenáculos,
posiblemente emulando las composiciones pioneras realizadas en el Trecento en
Florencia por Taddeo Gaddi y Andrea Orcagna.
Presentamos, de forma cronológica, la aparición y divulgación de esta iconografía en Florencia, a través de grandes pinturas murales realizadas al fresco.
1 Taddeo Gaddi, h. 1360
Cenáculo del refectorio del convento de Santa Croce, Florencia
Para el refectorio del convento franciscano de Santa Croce, los frailes
encargaron a Taddeo Gaddi una escena de la Última Cena que consideraron
apropiada para el comedor. El pintor y arquitecto había sido el alumno más
destacado de Giotto, en cuyo taller había permanecido veinticuatro años,
dejando en este refectorio florentino una de sus mejores obras como muestra del
Renacimiento temprano.
Taddeo Gaddi plantea una escena longitudinal, ocupada por una larga mesa
recta ante un fondo neutro, resuelta con una elemental perspectiva que permite
contemplar alimentos y objetos sobre el tablero. Por detrás se sitúa Cristo en
el centro, en actitud de bendecir, con seis apóstoles a su derecha —San Juan
con gesto de sumisión— y cinco a su izquierda, pues la figura de Judas aparece
destacada en primer plano casi en el centro. En la pintura se aprecia la huella
de Giotto, aunque con un lenguaje menos expresivo, así como un intento por
experimentar con los efectos lumínicos.
Por encima de la Última Cena, Taddeo Daddi colocó una monumental escena en la que aparece Cristo crucificado y el madero de la cruz convertido en el Árbol de la Vida, una metáfora devocional inspirada en los escritos del franciscano San Buenaventura. A los lados aparecen cuatro registros, uno dedicado a los estigmas de San Francisco y tres escenas en las que se producen comidas, dos referidas al santo franciscano y una con María Magdalena lavando los pies de Cristo con sus lágrimas en casa de Simón, siguiendo el relato evangélico de San Lucas.
2 Andrea Orcagna, 1360-1365
Cenáculo del refectorio del convento del Santo Spirito, Florencia
El refectorio, anexo a la iglesia del Santo Spirito, fue una de las
últimas realizaciones de Filippo Brunelleschi, quedando inconcluso a la muerte
del arquitecto en 1446. La escena de la Última Cena, que aparece muy
deteriorada, reducida a dos de los apóstoles sentados en un extremo de la mesa –
Santiago y Santo Tomás—, fue realizada para el convento agustino, entre 1360 y
1365, por el polifacético Andrea de Cione, conocido como Andrea Orcagna, alumno
de Andrea Pisano y Giotto, que encuadra la escena con una perspectiva muy
elemental, en una sala con soportes en forma de finas columnas con capiteles y
una cubierta decorada con casetones con pinjantes, mientras en las figuras
humnas se aprecia la influencia de Giotto.
Por encima de la Última
Cena, Andrea Orcagna, con la colaboración de su hermano Nardo di Cione,
pintó en el refectorio un monumental fresco de la Crucifixión que
aparece poblado por numerosos personajes a pie y a caballo y múltiples ángeles
gravitando en torno a la cruz.
3 Andrea del Castagno, hacia 1447
Cenáculo del convento de Santa Apolonia, Florencia
La primera Última
Cena plenamente renacentista es la representada al fresco, hacia 1447, por Andrea
del Castagno en el refectorio del convento femenino de Santa Apolonia, donde quedan
definidas sus aportaciones a la innovadora pintura. El espacio de la escena, ajustado
a la ley de simetría, reproduce un salón de tipo romano decorado con selectos
mármoles. Está delimitado por un pavimento sobre el que se eleva un pequeño
estrado, con un banco corrido en forma de U, una techumbre formada por paneles
listados y unos muros decorados con toda una serie de mármoles de colores —con
un rico colorido y diferentes texturas— que recuerdan a los utilizados en la Domus
Aurea de Nerón.
Preocupado el pintor por el desarrollo de la perspectiva, para sugerir
la tercera dimensión prescindió de un punto de fuga único, alterando la norma
para dirigir las líneas ortogonales a distintos puntos, al tiempo que en las
paredes laterales estableció espacios que disminuyen de tamaño a medida que se
alejan del espectador. Estos recursos producen en el ojo del espectador una increíble sensación
de profundidad real fingida sobre un muro plano.
Andrea del Castagno plantea una mesa recta apoyada sobre soportes con
forma de pequeñas columnas, colocando a dos de los apóstoles de perfil en los extremos
y dando mayor protagonismo a las figuras centrales de Cristo, Juan y Judas, que
establecen la tensión dramática ante el anuncio de la traición. San Juan
inclina pesaroso su cabeza hacia Cristo, que hace un gesto de bendecir,
mientras que Judas muestra su asombro separado del resto de los apóstoles y
colocado en primer plano para realzar el momento representado. Todas las
figuras, incluida la de Cristo, muestran hombres de gran rudeza y aparecen
expresadas con el máximo naturalismo, próximas a la estela de Massaccio y completamente
alejadas de aquellas idealizadas que en ese momento realizaba Fra Angélico.
4 Domenico Ghirlandaio, 1476
Cenáculo de la Abadía de San Miguel Arcángel, Passignano
Es el primero de los tres frescos con este tema que pintara Domenico di Tommaso Bigordi,
conocido como Ghirlandaio, en cuyo taller se formó en su juventud Miguel Ángel.
El fresco fue pintado en 1476 en el refectorio de la Abadía de Passignano, situada
en las proximidades de Florencia y dependiente de la Orden Benedictina de la Abadía
de Vallombrosa. En el refectorio de la abadía es donde Ghirlandaio, con la
colaboración de su hermano David, realizó una composición similar a la de
Andrea del Castagno en cuanto a la configuración espacial, fingiendo un nicho
con pavimento de mármoles, un techo con casetones, un muro recorrido por un
friso en la parte alta y pilastras laterales enmarcando la escena, aunque
adolece de errores de perspectiva, así como de una escala sobredimensionada de
las figuras respecto al espacio, de modo que puestas de pie casi llegarían al techo.
5 Domenico Ghirlandaio, 1480
Cenáculo de la iglesia de Ognissanti, Florencia
La segunda versión de la Última Cena la pintó Doménico Ghirlandaio en
1480 en el refectorio situado entre dos claustros del complejo conventual de Ognissanti
(Todos los Santos), fundado en 1251 como convento de San Salvattore por los Umiliati
(Humildes), una orden procedente de Lombardía que había llegado a Florencia en
1239 y se dedicaba a la pobreza evangélica y a la petición de limosna. Estos construyeron
en los alrededores un centro para trabajar la lana, así como la presa de Santa
Rosa y un intrincado sistema de canales. Esto elevó su prestigio, llegando a
ser invitados por el gobierno de la ciudad para ocupar puestos de la
administración pública, al tiempo que los clientes ricos comenzaron a donar a
la iglesia importantes obras de arte hasta reunir el impresionante conjunto
actual. Asimismo, su empeño por servir a la sociedad a través de la Iglesia fue
mal visto por las autoridades eclesiásticas, llegando a ser excomulgados muchos
de sus miembros acusados de herejes. Esto motivó la desaparición de la orden en
el siglo XVI, pasando la iglesia en 1560 a manos de la Orden Franciscana, que en
1627 encomendaron a Bartolomeo Pettirossi la reconstrucción total del recinto
en estilo barroco, que tomó el nombre de Ognissanti.
La Última Cena de Ognissanti es completamente innovadora, tanto
por el original espacio abovedado creado, que se integra a la perfección en el
espacio real, ya que la escena pintada continua la misma disposición espacial
del refectorio en que se halla, como por la distribución de la mesa y los
apóstoles, destacando el rompimiento del muro del fondo para dejar entrever un
sugestivo jardín, con árboles frutales toscanos, sobre el que pululan al vuelo
numerosas aves, junto a otros detalles narrativos y anecdóticos incorporando en
la escena.
En el fresco se mezclan de forma ecléctica las novedades ópticas de la
perspectiva científica con el minucioso realismo de la pintura flamenca, con un
estudio de la luz propio de Ghirlandaio. En esta ocasión Judas mantiene su
posición aislada ante Jesús, con una mesa que se prolonga por los lados
adoptando una forma de U y se cubre con un mantel blanco bordado en punto de
cruz con figuras de grifos. La apertura del muro del fondo, junto a los
ventanales laterales, establece diversas fuentes de luz que originan zonas de
sombra y claridad, lo que permite realzar un alegre colorido que amortigua el
drama que se plantea en la escena.
Junto al tratamiento pormenorizado y retratístico de cada figura, aparecen toda una serie de elementos relacionados con la pintura flamenca que le dotan de un convincente realismo narrativo, como las ánforas y la bandeja colocadas en primer término, el pavimento de dibujos geométricos, los platos, botellas, copas, saleros, cuchillos, el pan y las cerezas colocados ante los comensales, los pliegues del mantel, el florero sobre la cornisa, la paloma y el pavo real —símbolos de Cristo— junto a las ventanas, etc. Este atrezo podría ser la representación de una mesa florentina de su tiempo.
6 Domenico Ghirlandaio, 1482
Cenáculo del convento de San Marcos, Florencia
Es el tercero de los cenáculos pintados por Ghirlandaio en Florencia, en
este caso pintado en 1482. La escena guarda una gran similitud con el cenáculo
de Ognissanti, ambientada en una logia aireada que continua la forma de
abovedamiento del refectorio, en este caso incorporando bajo las ménsulas pilastras
decoradas con hileras de cadenetas y un friso con una gran inscripción que
recorre el muro del fondo a la altura de la cornisa. Se mantiene la posición de
Judas sin nimbo, en lugar destacado por delante de la mesa y de espaldas al
espectador, así como la figura melancólica de San Juan durmiendo apoyado en el
Maestro, mientras el resto de los apóstoles, más separados y con parejas
ocupando los extremos, parecen conversar entre sí. De esta manera se atenúan
los aspectos dramáticos del momento y la escena se torna en mesurada, serena y
hasta placentera.
De nuevo es notable la atención a cada detalle, mostrando los objetos colocados sobre la mesa y en la sala un estudio preciso de formas y texturas: el mantel bordado a punto de cruz con castillos, los vasos y botellas de cristal, los saleros, el pan y las cerezas, las fuentes talladas en vistosos minerales, el banco tallado en madera, los floreros sobre la cornisa, la paloma y el pavo real sobre la ventana, los pequeños pajarillos que han entrado en el espacio y las aves que vuelan sobre los árboles frutales del jardín.
Todos estos elementos reciben un minucioso tratamiento al modo flamenco,
pues la obra de maestros nórdicos presentes en Florencia sin duda debió impresionar
a Ghirlandaio, que decidió incorporar a sus obras matices realistas, con un
magistral trabajo en los cabellos, en el sombreado de los rostros y en la
gesticulación de las manos, consiguiendo bañar la escena con un impecable juego
de luces y sombras.
Cenáculo del convento de Sant’ Onofrio de Fuligno, Florencia
El conocido como Cenáculo de Fuligno se encuentra en el refectorio del
desaparecido convento de monjas terciarias franciscanas de San Onofrio, fundado
a principios del siglo XIV y renovado hacia 1430. Desconsagrado en época
napoleónica, tras desempeñar diversas funciones actualmente está convertido en
el Museo del Conservatorio de Fuligno, siendo su obra más destacada la Última
Cena que Pietro Perugino pintara al fresco en 1495 en el refectorio del
convento, obra que fue descubierta en 1845 y considerada durante mucho tiempo como
un fresco menor de su discípulo Rafael.
Esta Última Cena sigue un esquema similar al que realizara
Ghirlandaio en el convento de San Marcos, con la salvedad del paisaje del fondo
unificado, presentando una construcción que simula una nave abierta sustentada
sobre pilastras con los frentes decorados con rameados en relieve, entre las
cuales, como auténtica novedad, se divisa en lontananza un paisaje con la
escena de la Oración del Huerto, el pasaje contiguo a la Última Cena.
En la escena predomina la serenidad, con todos los personajes en actitud
de conversación y en plena acción de comer y beber, sin gestos de sorpresa o
enojo. Como era habitual en los cenáculos, en el escalón del estrado aparecen
identificados todos los apóstoles. El fresco se enmarca con un marco que simula
piedra tallada en el que se intercalan medallones con cabezas de santos
franciscanos, con San Francisco ocupando el centro superior.
Cenáculo del refectorio del monasterio de San Salvi, Florencia
En el refectorio del monasterio de San Salvi, perteneciente a la orden
vallombrosiana, entre 1519 y 1527 Andrea del Sarto, comisionado por el abad Ilario
Panichi, pintó el fresco de la Última Cena siguiendo los preceptos de la
célebre obra de Leonardo da Vinci en Santa Maria delle Grazie de Milán. En esta
obra la iconografía tradicional florentina sufre modificaciones de acuerdo a la
pintura evolucionada del Cinquecento, desapareciendo el fondo con naturaleza
para aumentar la altura de la estancia colocando una tribuna con tres vanos,
como lo hiciera Leonardo, en la que dos personajes, ajenos al tema central, se
asoman y charlan entre ellos despreocupadamente, infundiendo el carácter de una
escena cotidiana.
La escena representa el momento en que Jesús anuncia que será
traicionado por uno de ellos, disponiéndose las figuras por detrás de una mesa
recta cubierta con un largo mantel. Con un estudio personalizado, la actitud de
cada uno de los apóstoles cambia por completo al escuchar el anuncio de la
traición, abandonando tres de ellos su posición sedente para abalanzarse
interrogando sobre el traidor. Todos los personajes, incluido Cristo, han
perdido la colocación del nimbo sobre sus cabezas afianzando el naturalismo de
la escena representada, en la que los apóstoles interactúan entre sí, aunque,
al igual que en la Cena leonardesca, a pesar de que todos gesticulan cada uno
permanece inmóvil en su sitio, a modo de una fugaz instantánea.
El fresco, que por fortuna se salvó milagrosamente durante el asedio de
Florencia de 1530, corresponde al momento álgido de la producción del pintor
florentino y aparece bajo un gran arco con medallones en los que aparecen
pintados los cuatro santos patronos de la orden vallombrosiana, con una
referencia a la Trinidad en el centro.
El convento de San Salvi es, desde 1817, sede de una colección de obras
de arte procedentes de las iglesias y de los monasterios suprimidos de la
ciudad de Florencia, así como de las colecciones confiscadas por la Academia.
Informe: J. M. Travieso.
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