9 de octubre de 2023

Theatrum: CRISTO YACENTE, versión pictórica de una iconografía muy popular




CRISTO YACENTE CON ÁNGEL

Mateo Cerezo, el Joven (Burgos, 1637 – Madrid, 1666)

1658

Óleo sobre lienzo, 253 x 135 cm.

Iglesia de San Lorenzo, Valladolid

Pintura barroca española

 





     Una de las pinturas más interesantes del importante conjunto que se conserva en la iglesia de San Lorenzo de Valladolid es un lienzo que representa a Cristo yacente, una obra debida a los pinceles del pintor burgalés Mateo Cerezo el Joven, que la realizó durante sus dos años de estancia en Valladolid para atender los encargos del convento de Jesús y María. El tratadista de pintura Antonio Palomino, cordobés y pintor de cámara del rey Felipe V, en su obra Las vidas de los pintores y estatuarios eminentes españoles hace referencia a esta pintura, por entonces conservada en la sacristía de la iglesia, donde era expuesta en el altar mayor en las celebraciones del Viernes Santo.

Gregorio Fernández. Cristo yacente, 1625-1630
Museo Nacional de Escultura, Valladolid

     Durante el siglo XVII, la iconografía de Cristo yacente en su modalidad escultórica tuvo una enorme aceptación en Valladolid, donde su presencia en diferentes formatos es constante en parroquias, iglesias penitenciales y conventos por ajustarse perfectamente a los ideales contrarreformistas. En la mayoría de los casos se sigue el modelo iniciado en la ciudad por Francisco de Rincón y especialmente difundido por Gregorio Fernández, que con este tema elaboró un considerable número de verdaderas obras maestras que siguen impactando por su crudo verismo, siempre representando a Cristo muerto en total desnudez y reposando sobre el sudario como secuencia posterior al Descendimiento y previa al Santo Entierro, estableciendo un arquetipo que fue ampliamente imitado por otros muchos escultores.

En este sentido, la versión pictórica del tema de Mateo Cerezo constituye toda una innovación, aunque la escena representada no deja de sustraerse al tipo iconográfico desarrollado por Gregorio Fernández, con el cuerpo extenuado dispuesto para ser visto desde su lado derecho en su colocación en altares y urnas, lo que permite la contemplación de las llagas de la frente, costado, manos, rodillas y pies como huellas del tormento, depositado sobre un blanco sudario y con la cabeza inclinada reposando sobre almohadones como gesto de dignidad.










En la pintura de Mateo Cerezo, cuyo formato alcanza los 253 x 135 cm., lo que permite representar la figura de Cristo a tamaño natural, se incorpora una ambientación espacial con un somero paisaje rocoso y un celaje tormentoso, en el que se aprecia una vista del sepulcro en perspectiva, así como tres clavos y la corona de espinas colocados en primer término sobre el sudario. En este caso, el pintor incorpora en el extremo derecho de la composición la figura de un ángel adolescente, que con gesto sufriente y reverencial sujeta el extremo del sudario.

     Esta presencia angélica acompañando a la figura de Cristo muerto fue frecuente desde el Renacimiento en pinturas de Filippino Lippi, Giovanni Bellini, Antonello da Messina, Rosso Fiorentino, Tiziano, Paris Bordone y Carlo Crivelli, entre otros, siendo recogida la tradición en el barroco español en magníficas pinturas de Francisco Ribalta o Alonso Cano, a las que se suma este óleo de Mateo Cerezo, donde el ángel, en lugar de sujetar el cuerpo de Cristo, aparece sujetando el sudario. No obstante, en la incorporación a la escena de la corona de espinas y los clavos podemos encontrar un precedente en la Piedad de Annibale Carracci (hacia 1603, Kunsthistorisches Museum, Viena).

Como en toda su obra, la pintura muestra una extraordinaria calidad del dibujo, destacando el trazado en escorzo del ángel y la descripción anatómica de Cristo, cuya disposición del cuerpo inerte evoca el modelo que aparece en el grabado del Llanto sobre Cristo muerto, realizado por José de Ribera en 1620 (Biblioteca Nacional de España, Madrid), que a su vez también se hace eco de los modelos escultóricos de Gregorio Fernández.

     Asimismo, es admirable la aplicación de un colorido de tonalidades frías, rasgo común a la mayoría de sus obras, que contribuye a realzar el ambiente dramático de la escena. Una luz cenital, aplicada de forma selectiva, ilumina la figura de Cristo, que con un delicado sombreado anatómico presenta tonos nacarados para insinuar la muerte, casi fundiéndose con el frío blanco del sudario, mientras en el resto de la escena prevalece la penumbra. Igualmente, en tonos fríos está resuelta la figura del ángel, que revestido de una saya blanca, una túnica azul y un manto azafrán, de efecto casi dorado, emerge de la oscuridad tenebrista con rictus lloroso, anticipándose en los contrastes lumínicos al baño de luz lunar que Mateo Cerezo aplicará pocos años después en sus repetidas representaciones de María Magdalena y del Ecce Homo.

El impacto que debió causar esta representación pictórica de Cristo yacente dio lugar a numerosas imitaciones en Valladolid que se encuentran repartidas tanto por iglesias locales —Santa María Magdalena y San Miguel— como por conventos —monasterio de la Purísima Concepción y Santa Brígida—, así como en parroquias de pueblos de la provincia, como Cabezón, Zaratán y Aldeamayor de San Martín, trascendiendo el ámbito local para llegar al Monasterio de la Vid (Burgos) y a la iglesia de San José de Madrid. En algunas de estas imitaciones, la figura de Cristo adquiere significación eucarística o incluye en la escena la figura de María Magdalena, como ocurre en la pintura conservada en el refectorio del monasterio de la Purísima Concepción de Valladolid.  

José de Ribera. Llanto sobre Cristo muerto, aguafuerte, 1620
Biblioteca Nacional de España, Madrid

     Todas estas imitaciones, de calidad desigual, en ningún caso alcanzan la calidad del original de Mateo Cerezo, siendo destacable la versión realizada en el segundo tercio del siglo XVII por Francisco Camilo, pintor barroco de la escuela madrileña, una pintura que se conserva en el Museo del Prado y en la que el ángel es sustituido por dos querubines lacrimosos que sujetan la mano de Cristo, manteniendo la influencia del modelo escultórico de Gregorio Fernández, llegando incluso a incorporar al sudario el ribete de pasamanería que como elemento postizo se incluía en algunas de las tallas fernandinas. 

BREVE SEMBLANZA DEL PINTOR MATEO CEREZO EL JOVEN 

Nacido en Burgos en 1637, fue hijo de un modesto pintor del mismo nombre, junto al que inició sus primeros pasos artísticos. Antes de cumplir los 17 años se desplazó a Madrid para realizar su formación en el taller de Juan Carreño de Miranda, donde se revelaría como uno de los discípulos más prometedores, llegando a colaborar en algunos encargos de gran envergadura encargados a dicho taller. Dotado de una extraordinaria sensibilidad, fue asumiendo todo lo que veía en el ámbito madrileño, donde tuvo la ocasión de estudiar la obra del flamenco Anton van Dyck y especialmente la técnica y los tipos femeninos de Tiziano, alcanzando la plena madurez artística en el ambiente cortesano.

Annibale Carracci. Piedad, h. 1603
Kunsthistorisches Museum, Viena

     Pronto fue solicitado por una variada clientela para realizar pinturas religiosas, conociéndose que durante los años 1658 y 1659 trabajaba en Valladolid realizando las pinturas del retablo mayor del convento de Jesús y María, concertado el 29 de abril de 1658 con el ensamblador Francisco Velázquez sobre una traza del retablista madrileño Sebastián de Benavente. Para el mismo realizó cinco pinturas con las escenas de la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Reyes que figuran en el primer cuerpo, así como la Asunción de la Virgen que corona el ático, junto a la que aparecen San Buenaventura y Santa Isabel de Hungría como referentes de las religiosas franciscanas que habitaban el convento. En estas pinturas, que supusieron el primer encargo importante, se manifiesta como seguidor de Carreño, al igual que en el Cristo yacente de la iglesia de San Lorenzo de Valladolid, de 1658, y en San Francisco de Asís y el ángel con la ampolla de la pureza sacerdotal, pintura realizada en 1659 para la catedral de Burgos, con una calidad que sería ampliamente superada en los trabajos realizados en la década siguiente.

A partir de 1660 comienza a realizar composiciones que presentan amplias y complejas escenografías, concebidas con un distinguido refinamiento que se manifiesta tanto en el conjunto de la obra como en los más menudos detalles. 

Anónimo vallisoletano s. XVII. Cristo yacente
Convento de la Concepción, Valladolid

     Siguiendo a Van Dyck, dota a los personajes de una rica magnificencia en los ropajes aplicando una pincelada fluida y ligera, así como un rico y contrastado juegos de luces. Una obra emblemática son los Desposorios místicos de Santa Catalina que se conserva en el Museo del Prado, firmada y fechada en 1660, con una sugestiva escenografía barroca en la que incluye un majestuoso fondo arquitectónico y un paisaje con nubes plenamente venecianos, así como ricas vestiduras en la santa que contrastan con el estudio real que representa el cesto de frutas, en el que ya demuestra su calidad como bodegonista.

En ese tiempo comenzó a ser valorado por sus logros estéticos, realizando numerosos temas devocionales, como el San Jerónimo penitente que se le atribuye de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la Aparición de la Virgen a San Francisco del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, los Estigmas de San Francisco del Museo del Prado o la escena de Santo Tomás de Villanueva dando limosna a los pobres del Museo del Louvre.

Arriba: Mateo Cerezo. Cristo yacente, 1658
Iglesia de San Lorenzo, Valladolid
Abajo: Francisco Camilo. Cristo yacente, 2º tercio s. XVII
Museo del Prado, Madrid

     En su producción realizó distintas series temáticas, como las dedicadas a ensalzar a la Inmaculada Concepción, siempre acompañada por pequeños ángeles que portan símbolos de las letanías lauretanas, con destacados ejemplos en el Museo del Prado de Madrid, en el Museo Splendor Fidei de Segovia, en el Hermitage de San Petersburgo o en colecciones privadas, a las que se suman otras con la temática de la Asunción, como la ya citada del convento de Jesús y María de Valladolid y la que se le atribuye en el Museo de San Francisco de Medina de Rioseco (Valladolid).

Otro tanto ocurre con las representaciones de la Magdalena penitente, místicas y cargadas de lirismo, siendo representativas las conservadas en el Rijksmuseum de Amsterdam, en el Museo de Burgos, en el Museo de Bellas Artes de La Coruña o en colecciones particulares, así como le serie de pinturas del Ecce Homo en que Cristo aparece representado hasta la cintura sobre un fondo neutro, entre las que son destacables las conservadas en el Museo de Burgos, en el Museo de Bellas Artes de Budapest o en el Museo del Prado.

Otras de sus obras se ajustan a los postulados tridentinos mostrando una iconografía singular cargada de simbolismo, como ocurre en El juicio de un alma, realizada entre 1663 y 1664 y conservada en el Museo del Prado, donde un alma personificada es enjuiciada por Cristo emperador con la intercesión de la Virgen, Santo Domingo y San Francisco. Singular es también la iconografía del Cristo de la Sangre del Museo de Burgos, donde tres pequeños ángeles recogen en un cáliz la sangre que emana de las manos y pies de Cristo crucificado, con un paisaje de fondo fantasmagórico.

Mateo Cerezo. Retablo del convento de Jesús y María, Valladolid
Adoración de los Pastores y Adoración de los Reyes, 1658

     Ajeno a la pintura religiosa, abordó el género del bodegón, con el que obtuvo un éxito notable al manifestar sus cualidades en las representaciones de la naturaleza muerta, en su modalidad de rincones de cocina con alimentos y cacharros. Ejemplos notables se encuentran en el Museo del Prado y en el Museo Nacional de San Carlos de México.

Mateo Cerezo murió prematuramente — a los veintinueve años— en Madrid en 1666, truncándose una prometedora carrera que con su prolífica obra ya estaba consolidada en un momento en que la pintura española conocía una época dorada. A partir del siglo XVIII sería ensalzado en toda Europa como uno de los pintores españoles más populares, alcanzando sus obras, por su belleza y sensibilidad, una gran popularidad después de su muerte, siendo copiadas y grabadas. De esta manera sus creaciones llegaron a los virreinatos americanos y a buena parte de Europa, contribuyendo a aumentar la fama de Mateo Cerezo como uno de los grandes pintores de la escuela española del Barroco.

 

Mateo Cerezo. Asunción, 1658
Retablo del convento de Jesús y María, Valladolid

     Informe: J. M. Travieso.

 

     Fotografías tomadas de la red.

 










Mateo Cerezo. San Jerónimo penitente, 1650-1666
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
     ALGUNAS OBRAS DEL MATEO CEREZO EL JOVEN












Mateo Cerezo. San Francisco de Asís, 1659
Catedral de Burgos


















Mateo Cerezo
Izda: Aparición de la Virgen a San Francisco, h. 1660
Museo Lázaro Galdiano, Madrid
Dcha: Estigmatización de San Francisco, 1660
Museo del Prado, Madrid




















Mateo Cerezo. Desposorios místicos de Santa Catalina, 1660
Museo del Prado, Madrid























Mateo Cerezo. Inmaculada Concepción
Izda: H. 1660, Museo del Prado
Dcha: 1662-1666, Museo Splendor Fidei, Segovia


















Mateo Cerezo. Inmaculada Concepción
Izda: 1664, Museo del Hermitage, San Petersburgo
Dcha: 1657-1666, Colección particular


















Mateo Cerezo. Ecce Homo, 1660-1663
Museo de Burgos























Mateo Cerezo. Santo Tomás de Villanueva, 1660-1665
Museo del Louvre, París























Mateo Cerezo. La Magdalena penitente, 1661
Rijksmuseum, Amsterdam
















Mateo Cerezo. Juicio de un alma, 1663-1664
Museo del Prado, Madrid























Mateo Cerezo. San Miguel Arcángel, 1663-1666
Colección particular

















Mateo Cerezo. Cristo de la Sangre, h. 1664
Museo de Burgos























Mateo Cerezo. La Magdalena penitente
Izda: H. 1666, Museo de Bellas Artes de La Coruña
Dcha: 1664-1666, Museo de Burgos
















Mateo Cerezo. Ecce Homo, 1660-1666
Museo de Bellas Artes, Budapest
















Mateo Cerezo. Ecce Homo, 2º tercio s. XVII
Museo del Prado, Madrid















Atribuido a Mateo Cerezo. Asunción
Museo de San Francisco, Medina de Rioseco (Valladolid)
















Mateo Cerezo. Bodegón
Izda: 1664, Museo del Prado, Madrid
Dcha: 1666, Museo Nacional de San Carlos, México









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