ALTAR DE LA ANUNCIACIÓN
Guido di Pietro Mugello, Fra Angélico (Vicchio di Mugello, h. 1395/1400 - Roma, 1455)
Hacia 1426
Témpera y oro sobre tabla
Museo del Prado, Madrid
Pintura del Renacimiento. "Quattrocento" florentino
Fra Angélico abordó el tema de La Anunciación repetidamente a lo largo de su carrera artística, haciendo gala de una gran creatividad en todas las ocasiones, pues, lejos de realizar una obra mimética, todas sus pinturas referidas a esta escena son bastante diferentes entre sí, aunque siempre impregnadas de un alto contenido místico y con figuras de extremada estilización y delicadeza. De toda la serie de "Anunciaciones" que hiciera el fraile dominico con oficio de pintor, la pintura que guarda el Museo del Prado es cronológicamente la primera de ellas.
La Anunciación es la escena principal de un retablo dedicado a la Virgen, en cuyo banco se acompaña de cinco pequeños paneles en los que se representan el Nacimiento y los Desposorios de la Virgen, la Visitación, la Adoración de los Reyes, la Purificación en el Templo y el Tránsito de la Virgen. El conjunto conforma un diseño cuadrado de 1,94 metros y estaba destinado a presidir uno de los altares de la iglesia del convento de Santo Domingo de Fiesole, una localidad situada a 8 km. de Florencia.
Es Fra Giovanni Tolosani quien en su "Cronaca quadripartita", escrita en 1462, narra la historia de este convento, informando de la existencia en su iglesia de tres altares realizados por Fra Angélico, uno de ellos un tríptico conservado en su lugar de origen, que representa una Madonna con ángeles, otro con la Coronación de la Virgen, actualmente en el Museo del Louvre, y un tercero con La Anunciación, justamente esta obra del Museo del Prado. Cuando Vasari publica en 1550 "Las Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos" ratifica la presencia de estas obras en aquella iglesia.
La pintura fue realizada al culminarse el primer cuarto del siglo XV, en plena efervescencia en Florencia de la transición del arte gótico al Renacimiento, uno de los capítulos más sugestivos de la Historia del Arte. En ese momento confluían en la ciudad del Arno distintas tendencias pictóricas de las que Fra Angélico asumió y fusionó en su obra diferentes elementos formales de todas ellas. Por un lado recoge influencias de la obra de Lorenzo Monaco y Gerardo Starnina, pintores adscritos al gótico internacional, de boga en toda Europa, y especialmente de Gentile da Fabriano, máximo representante de este estilo durante su estancia en Florencia, que se supo expresar en una pintura decorativista y preciosista que tuvo una fuerte incidencia en la obra de Fra Angélico, visible en este cuadro de la Anunciación en la minuciosa y variada representación del jardín florido, con una gran variedad botánica descrita con detalle, lo mismo que cada uno de los reducidos y seleccionados objetos que aparecen en la escena, todos ellos de un gran valor simbólico.
Por otro lado Fra Angélico no es ajeno a las innovaciones aportadas por los artistas que revolucionaron las artes en la Florencia de su tiempo, como los ensayos espaciales en la pintura realizados por Masaccio, las arquitecturas ideadas por Brunelleschi y Michelozzo, y el nuevo concepto escultórico implantado por Donatello, todos ellos profundizando sobre la base científica de la percepción visual. Ello se patentiza en la composición del pórtico columnado en el que se produce la Anunciación, donde ejercita un estudio de perspectiva para crear una profundidad convincente a partir de elementos constructivos habituales en la obra de Brunelleschi, incluida la decoración de medallones, asumiendo a su vez el planteamiento espacial realizado por Masaccio en la capilla Brancacci de la iglesia de Santa María del Carmine de Florencia. Esta adscripción a las ideas de los teóricos de su tiempo queda patente incluso en el formato del retablo, que sigue la recomendación de Brunelleschi de que fueran cuadrados y sin adornos.
Junto a estas innovaciones, Fra Angélico mantiene una serie de elementos, en ese momento constantes en su obra, que abandonaría en su periodo final, tales como la brillantez de los colores, la ornamentación al modo gótico con labores de pastiglia, localizada en la predela, y las inscripciones en el pequeño friso del marco, repetidas en alguno de sus trípticos.
La obra fue realizada cuando el pintor colaboraba con el miniaturista Zanobi Strozzi, de modo que la escena también adquiere los matices de una ilustración a gran escala. Su contenido religioso es cerrado y desplegado en dos escenas simultáneas delimitadas en tres sectores establecidos por las finas columnas. El pasaje principal se localiza en un pórtico que abarca los espacios central y derecho, con un eficaz uso de la perspectiva para delimitar los sencillos espacios y la profundidad de una pequeña estancia precedida de un elegante pórtico en el que se produce el anuncio de la Encarnación. El tratamiento de los elementos arquitectónicos, reducidos a lo esencial, contrasta con el detallismo del paisaje y con el idealismo preciosista de las figuras de la Virgen y del arcángel San Gabriel, cuyos gestos y caracterización están impregnados de un alto misticismo a través del uso de una luz tamizada, que no produce fuertes contrastes lumínicos, insinuando la fuente divina, expresada explícitamente por medio de unos rayos entre los que revolotea el Espíritu Santo en forma de paloma.
En el espacio izquierdo aparece un detallado jardín con las figuras de Adán y Eva al fondo, completamente vestidos, en el momento de ser expulsados del Paraíso tras cometer su pecado. Ambos caminan acongojados al abandonar el idílico paisaje. La escena, completamente descontextualizada, adquiere un valor simbólico, ya que la redención de su pecado se producirá con el nacimiento de Cristo y culminará con su muerte en la cruz. Esta oportunidad de redimir el pecado es fruto de la misericordia de Dios Padre, cuya presencia es resaltada dentro de un resplandor situado en el ángulo superior izquierdo como promotor de esta oportunidad a la humanidad. Para representar el Jardín del Edén, el pintor pretende mostrar la belleza de la Creación a través de un minucioso catálogo de plantas y frutos variados descritos con gran detalle.
Aunque la pintura transmite a la perfección su contenido catequético a través de la sublimación de la escena, en su trazado formal aún adolece de pequeños errores de perspectiva, del tratamiento etéreo de la arquitectura, más como un marco simbólico que real, y de un limitado estudio de las anatomías, factores frecuentes en la obra temprana de los pintores iniciados en el arte gótico.
La iconografía de la escena se inspira en un fresco de la iglesia florentina de la Anunciación, realizado a mediados del siglo XIV y atribuido a Angelo di Zanobi di Teddeo Gaddi y Bernardo Bartolini. No obstante, esta escena sería reinterpretada por Fra Angélico en diversas ocasiones, tanto en pinturas al fresco como en obras de caballete, siempre con un alto contenido místico. Muestras de ello se conservan en el Museo de San Marcos de Florencia, en las pinturas al fresco que decoran las celdas monacales, y en el Museo Diocesano de Cortona, que guarda otra pintura muy similar a la obra del Museo del Prado.
PERIPECIAS DE LA PINTURA
El altar de la Anunciación de Fra Angélico abandonó el convento de Santo Domingo de Fiesole cuando en 1611 fue vendido por la comunidad para costear la construcción de un nuevo campanario. En ese momento fue adquirida por Mario Farnesio para el Duque de Lerma, que la hizo llegar a España para ser donada a la iglesia de San Pablo de Valladolid, sobre la que este gobernante ostentaba el patronato.
Por motivos desconocidos y en fecha imprecisa, la obra fue trasladada al convento de las Descalzas Reales de Madrid, desde donde, procedente de la colección real, en 1861 ingresó en el Museo del Prado, institución que actualmente la exhibe como una de las joyas de la pintura italiana del Renacimiento.
Informe: J. M. Travieso.
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