SAN BRUNO EN
MEDITACIÓN
Carlo Bononi
(Ferrara, 1569-1632)
H. 1630
Óleo sobre
lienzo
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Pintura
barroca italiana. Escuela de Ferrara
Carlo Bononi. Boceto previo de la pintura,, h. 1630 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
De esta pintura que representa a San Bruno de
Colonia, fundador de la Orden de la Cartuja, se desconoce su lugar de
procedencia, aunque el hecho de haber ingresado en el Museo Provincial de
Bellas Artes de Valladolid, germen del futuro Museo Nacional de Escultura, como
uno de los bienes incautados a los conventos vallisoletanos que fueron desamortizados
en el siglo XIX, hace presuponer, con todas las reservas posibles, que llegara
desde la cercana Cartuja de Aniago, de la que también fueron trasladadas otras
obras a Valladolid.
La gran calidad de la pintura y la escasez de datos
sobre la misma hizo que en un primer momento se atribuyera a Zurbarán por el
magnífico tratamiento del hábito blanco, aunque un estudio exhaustivo de la
obra del gran maestro pacense indujera a desestimarlo. También fue propuesto
como posible autor el florentino Vicente Carducho, que durante su estancia en
España pintó una buena colección de temas protagonizados por estos monjes para
la Cartuja de Santa María del Paular, en las proximidades de Rascafría (Madrid),
aunque su estilo tampoco se ajustara demasiado. Sería en 1981 cuando la
historiadora italiana Anna Maria Fioravanti publicaba la existencia de otra
versión de esta pintura en la Caja de Ahorros de Ferrara1, obra del pintor Carlo
Bononi, nacido en aquella ciudad italiana, lo que ha permitido que también le
fuera atribuida la pintura de Valladolid.
Por avatares del destino, en febrero de 2011 era
presentado por el Museo Nacional de Escultura, dentro de la exposición "El
Museo crece. Últimas adquisiciones 2005-2010", un dibujo que el Estado
había adquirido a un coleccionista particular y entregado al museo vallisoletano2, un dibujo a lápiz sobre papel —27 x 19
cm.— que justamente puede considerarse como el boceto previo a la realización de
la pintura de San Bruno en meditación,
lo que venía a sumar dos nuevos alicientes: la certificación de la autoría de
Carlo Bononi, por la innegable relación del boceto con las pinturas de Ferrara
y Valladolid, y el que el Museo Nacional de Escultura dispusiera tanto del
dibujo preparatorio de una pintura como de su concreción final al óleo, algo de
indudable interés didáctico que por otro lado es poco frecuente en los museos más
prestigiosos.
Carlo Bononi. Izda: Cristo muerto con San Sebastián y San Bernardino, Museo del Louvre. Dcha: Sacrificio de Isaac, Pinacoteca de Ferrara |
BREVE SEMBLANZA DEL PINTOR CARLO BONONI
Fuentes escritas indican que Carlo Bononi nació en
Ferrara en 1569, aunque la información sobre datos de su vida y actividades son
más bien escasos. G. Mazos afirma que fue discípulo en aquel municipio de Giuseppe
Mazzuoli, conocido como Bastarolo, encontrándose entre sus primeras obras La aparición de la imagen de Santo Domingo
en Soriano, conservada en la iglesia dedicada al santo en Ferrara, y el Martirio de San Pablo, actualmente en el palacio Schönborn de Pommersfelden (Baviera). En 1589, cuando tenía 20 años, tras morir
su maestro Bastarolo ahogado en el Po, Carlo Bononi se vinculaba a Scarsellino,
por entonces el pintor más famoso de Ferrara.
Por su espíritu inquieto, en los últimos años del
siglo XVI se trasladaba a Bolonia, donde dejaría las pinturas de San Jerónimo, San Sebastián y un retablo dedicado a la Ascensión en la iglesia de San Salvador.
Carlo Bononi. Izda: Ángel Custodio, Pinacoteca Nacional de Bolonia Dcha: Natividad de la Virgen, iglesia de la Natività, Bagnolo Po (Rovigo) |
En la primera década del siglo
XVII realizaba el Nacimiento de la Virgen
que se conserva en la iglesia de la Natividad de Bagnolo Po (Rovigo), donde
muestra la influencia de la pintura veneciana. Se le atribuye la Anunciación de la iglesia de San
Bartolomeo de Módena, pintada en 1611 por encargo del marqués Bentivoglio, y
está documentado el Milagro de San
Gualberto (h. 1614) de la Pinacoteca de Mantua.
Tras pasar por Fano, cerca de Urbino, donde pintó la
Historia de San Paterniano, con
elementos tardomanieristas, en 1615 regresaba a Ferrara para iniciar en 1617 y
terminar en 1621 un importante ciclo decorativo en la nave y el ábside de la
iglesia de Santa Maria in Vado de aquella ciudad dedicado a la Gloria del nombre de Dios, en el que
quedaba demostrada su decidida tendencia hacia las formas barrocas y su madurez
como un pintor ecléctico que asumió especialmente los estímulos lumínicos del
manierismo boloñés, sobre todo de los Carracci, y el tratamiento de la luz al
modo de Caravaggio, cuya obra le impresionó durante los más de dos años que había pasado en Roma, llegando a realizar algunas copias hasta asumir su estilo basado en los contrastes lumínicos, aunque también el desbordante
color de la pintura veneciana de Tintoretto y Veronés, por lo que establecer su
desarrollo estilístico es muy difícil debido al periplo por distintas ciudades
italianas con fines formativos.
Carlo Bononi. Boceto y pintura de San Bruno, h. 1630 Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
A principios de la segunda década del siglo XVII Carlo
Bononi incorporaba influencias de Guercino y de Lanfranco, cuya cúpula de
Sant'Andrea della Valle de Roma (1625-1627) se considera el punto fundacional
de la decoración barroca. Esto puede apreciarse en la Virgen de Loreto con santos del Musée des Augustins de Toulouse (h.
1620), en las pinturas realizadas para la Basilica della Madonna della Ghiara de
Reggio Emilia (1622) y en el Cristo
muerto sujeto por ángeles y acompañado de San Sebastián y San Bernardino,
hoy en el Museo del Louvre.
En su última obra recuperaría el espíritu romántico
de la pintura caballeresca que Dosso Dossi había implantado en Ferrara en la
primera mitad del siglo XVI, siendo su última obra la pintura de San Luis evitando la plaga que asoló Ferrara
(Kunsthistorisches Museum de Viena) que le encargara en 1632 el magistrado de
Ferrara, obra que dejó inacabada por producirse su muerte en aquella ciudad el
3 de septiembre de 1632.
Carlo Bononi, autor de excelentes frescos y pinturas
durante la segunda década del siglo XVII, abierto y sensible a las innovaciones
artísticas de su tiempo, está considerado como el último gran maestro de la
escuela de Ferrara.
LA PINTURA DE SAN BRUNO DEL MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA DE VALLADOLID
Bruno nació hacia el año 1027 en Colonia, ciudad alemana
en la que fue canónigo. Tras estudiar filosofía y teología en Reims, donde llegó
a ser catedrático en 1057 durante 18 años y donde tuvo como alumno al futuro papa
Urbano II. Allí compuso comentarios sobre los Salmos y las Epístolas de San
Pablo, decidiendo vivir como eremita bajo la dirección espiritual de Roberto de
Molesmes, para lo que el obispo de Grenoble le cedió un terreno en Chartreuse. Después
el conde Rogelio le donó el fértil valle
calabrés de La Torre, donde construyó un oratorio rodeado de celdas en el que
se instaló con algunos discípulos, siendo donde en 1084 fundaría la Orden de la
Cartuja, de carácter contemplativo.
Pese a ser llamado a Roma por Urbano II y de serle ofrecido
el obispado de Reggio, prefirió vivir en soledad junto a una pequeña comunidad
en la cartuja de La Torre, en Calabria, lugar donde murió y fue enterrado en
1101.
San Bruno nunca ha sido canonizado formalmente como
tal, aunque en 1514 la Orden obtuvo el
permiso del papa León X para celebrar la fiesta del fundador, que Gregorio XV
haría extensiva a toda la Iglesia el 17 de febrero de 1623. A partir de
entonces comienzan a aparecer representaciones del "santo" en sus
fundaciones para celebrar el reconocimiento papal, como es el caso de esta
pintura de Carlo Bononi, realizada hacia 1630.
En ella aparece el santo aislado y ensimismado en
actitud de meditación mientras contempla una calavera que sujeta en su mano
izquierda, elemento que se convertiría en el atributo habitual en sus
representaciones plásticas, aunque en ocasiones es sustituido por un crucifijo,
como ocurre en la extraordinaria escultura barroca de San Bruno, de Manuel Pereira, que recibe
culto en la Cartuja de Miraflores de Burgos, elaborada con motivo de la misma celebración
en 1635.
La pintura muestra al santo revestido con el hábito
blanco de la Orden, compuesto por una amplia túnica a la que se superpone una
cogulla con capucha y bandas laterales, cuya luminosidad se recorta sobre un
fondo oscuro de rocas difuminadas que aluden al valle de la Torre, cuyo carácter
neutro obliga al espectador a fijar su mirada sobre el monje. San Bruno está
representado de perfil y con la cabeza rasurada inclinada hacia adelante, dejando
visible una fisionomía enjuta originada por la dureza y las penitencias de la
vida elegida, con unas facciones muy remarcadas, cuencas oculares muy hundidas,
barba canosa incipiente y piel curtida por su contacto con la naturaleza,
complementando su gesto meditativo con la actitud declamatoria de su mano
derecha, dispuesta en escorzo con dedos largos y huesudos.
La escena aparece iluminada con una estudiada luz
cenital que define los volúmenes y sombras hasta adquirir un sentido escultórico,
proporcionando una virtuosa volumetría al boceto previo, al que se ajusta con
gran fidelidad, llegando a adquirir el color blanco valores místicos expresados
con sinceridad, con pliegues a mitad de camino entre el trampantojo y la
naturaleza muerta. Todo ello es resultado de la apasionada relación que el
pintor Carlo Bononi vivió con lo sagrado, pues era una persona, según su biógrafo Girolamo
Baruffaldi, extremadamente piadosa tanto en privado como en público, capaz de
impregnar de piedad la humanidad de su personajes. No obstante, aunque este
artista ha fascinado durante mucho tiempo a los expertos, aún está pendiente de
una recopilación definitiva de su obra por parte de la crítica e historiadores.
Manuel Pereira. San Bruno, 1635 Cartuja de Miraflores, Burgos |
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 FIORAVANTI BARALDI, Anna Maria: La
pittura a Ferrara nel secolo XVII. La Chiesa di San Giovanni Battista e la
cultura ferrarese del Seicento. Milán, 1981, p. 127.
2 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: San
Bruno en meditación. En: BOLAÑOS ATIENZA, María: El Museo crece: Últimas adquisiciones 2005-2010. Madrid, 2011, pp.
54-57.
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