BELÉN
NAPOLITANO
Varios
autores y artesanos
Siglo XVIII
Madera y
terracota policromada, textiles, cera, metales y vidrio
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca
y rococó. Escuela napolitana
(Continuación del artículo
publicado el 13 de mayo 2016)
2 EL ANUNCIO A LOS PASTORES, EL
MUNDO RÚSTICO
Siguiendo la tradición napolitana, el primero de
los temas que configuran el contenido narrativo del belén es el episodio del Anuncio a los pastores, caracterizado
por mostrar un ambiente rústico y bucólico en el que discretamente aparece la
figura del arcángel San Gabriel anunciando la Buena Nueva. El tema sirve de
pretexto para recrear el ambiente pastoril en un paisaje abrupto extramuros de
la ciudad, en el que se suele incluir algún río con su puente, e incluso
pescadores, así como una fuente en la que bebe el ganado, sirviendo los
establos en los que pernoctan los pastores de nexo de unión con los edificios
de la ciudad.
En este ámbito debe cumplirse la regla de la presencia
constante de la figura de un pastor que duerme, integrante de la colección
básica de todo belén napolitano, que constituye el punto inicial de la narración y que
sugiere, de forma simbólica, que la acción transcurre en la noche, razón por
las que algunos pastores portan candiles o preparan hogueras. A su alrededor se
distribuyen grupos de pastores realizando todas las actividades propias del
pastoreo nómada. Unos cocinando o calentándose junto al fuego, en ocasiones
estrechando en su regazo a pequeños zagales, otros ordeñando las vacas o tañendo
una gran variedad de instrumentos, sobre todo flautas, gaitas y cornamusas.
Cerca de los pastores, algunas mujeres se ocupan en
la elaboración de mozzarella y otros
manjares, siendo numerosos los recipientes dedicados a los productos lácteos,
como calderetas y lecheras, distribuidos por el entorno, así como todo tipo de
objetos utilizados en el campo, como alforjas, zurrones, talegos, odres,
cestas, mantas, etc. Los personajes están caracterizados con fisionomías rudas
y curtidas, y con vestimentas rústicas elaboradas con tejidos humildes y piel de
oveja, incluyendo las figuras de algunos pastores que, portando pequeños animales,
emprenden su marcha hasta el establo en que se ha producido el Nacimiento para depositar su ofrenda.
3 LA POSADA, RECREACIÓN DE LA
VIDA COTIDIANA EN NÁPOLES
El siguiente apartado, aunque cueste identificarlo
con facilidad, está inspirado en la desafortunada búsqueda de posada por la
Virgen y San José a su llegada a Belén, si bien nunca aparecen los personajes
sagrados recreando este pasaje. Por el contrario, el tema se convierte en un
trasunto que nada tiene que ver con las Sagradas Escrituras, recurriendo a la
representación de la posada y el mercado desplegado en torno suyo para mostrar,
de forma totalmente anacrónica, una visión generalizada de la vida urbana en el
Nápoles dieciochesco, siendo este ambiente callejero el que ocupa la mayor
superficie del belén. Esta peculiaridad constituye la característica esencial y
el matiz diferenciador del belén napolitano respecto a las representaciones de
otros países. Desde un punto de vista actual, los principales
valores de este espacio oscilan entre la etnografía, el folklore y la
gastronomía por representar, con todo lujo de detalles, la forma de vida
callejera de tipo mediterráneo, paradójicamente muy poco frecuentada por las
clases adineradas que coleccionaban los presepi
y los mostraban en sus suntuosos salones.
Es en el mercado donde se muestra a todo tipo de oficios y artesanos elaborando y vendiendo sus productos —escribanos, carpinteros, alfareros,
toneleros, cesteros, curtidores, zapateros, vidrieros, orfebres, lutieres, hiladoras,
tejedoras, modistas, planchadoras, castañeras, etc.—, junto a los que deambulan
infinidad de vendedores ambulantes con los más variados productos, provincianos
llegados a la ciudad vistiendo el traje típico de su lugar de origen y toda una
corte de truhanes y mendigos, siempre minuciosamente descritos.
Otro tanto ocurre en la posada y sus aledaños,
reflejo del mundo tabernario, donde, junto a cocineros que sirven suculentos
platos, se reúnen grupos de burgueses que fuman en sofisticadas pipas, portan
cajas de rapé o juegan a los naipes o al
ajedrez. Un especial atractivo tienen las rondas de músicos que en torno a la
posada tañen los más variados instrumentos, reproducidos a escala con una
enorme precisión, entre ellos instrumentos de cuerda, como arpas, violines,
guitarras, laudes, mandolinas, tiorbas, etc.; de viento, como la gaita zanfoña
(zampogna a chiave), la gaita, la
flauta, el clarinete (chalumeau), el
fagot, etc.; y de percusión, como tambores, matracas de mazos (tricaballaca), panderetas (tamburello), panderos y castañuelas,
reflejo de la influencia española en aquel reino. Junto a los músicos no faltan
cantantes, bailarines —la tarantela— y saltimbanquis, algunos de ellos
encarnados por niños.
Dentro del fragor urbano, hay una serie de figuras,
fácilmente identificables, que tienen una connotación especial. Se trata de los
mendigos, cojos, bizcos y monjes, que en Nápoles eran conocidos como
"almas suplicantes", forma de referirse a las almas del Purgatorio.
Según una vieja creencia popular napolitana, entre el 2 de noviembre y el 6 de
enero las ánimas de los muertos vagaban libremente por sus lugares queridos,
retornando temporalmente al mundo de los vivos para pedir limosna para
sufragios durante los días de Navidad, motivo por el que dichas figuras se incluyen en el
belén encarnando aquella creencia.
Por otro lado, en los personajes de la posada y del mercado se
mezcla la crítica social con un refinado sentido del humor, presentando tipos
que en ocasiones se convierten en una calculada caricatura de las actitudes
humanas, de sus taras y sus vicios, plasmando incluso deformidades producidas
por enfermedades como la tiña, el bocio, la viruela, la ceguera, el raquitismo
o la idiocia, por citar algunas. Este
crudo realismo, tratado sin escrúpulos, debía producir un cierto
distanciamiento entre los propietarios de las colecciones y el ambiente
refinado en que se desenvolvían, y aquel
descarnado mundo callejero que se retrata de forma mordaz y con ironía en el belén.
4 EL MISTERIO DE LA NATIVIDAD
Aunque todo el montaje gira en torno al tema de la
Natividad, epicentro y razón de ser de toda la composición, en el belén
napolitano el tema queda relegado a un segundo plano, llegando en ocasiones a
ser casi imperceptible, difícil de localizar visualmente. En efecto, aunque
nunca pierda la dignidad en su tratamiento, la escena del Nacimiento queda
enmascarada entre el abigarramiento de las escenas de contenido profano
circundantes, sirviendo como referente para su localización el cúmulo de
ángeles que revolotean a cierta altura o el templo en ruinas bajo el que se
cobijan las figuras.
Al contrario que en el resto de los temas, esta
escena sigue unas pautas estereotipadas que se ajustan a las directrices
estéticas del arte Rococó, tanto en ademanes y actitudes como en vestuario y
colorido. La escena está constituida por la figura de la Virgen sedente y con
el Niño en su regazo o depositado a sus pies sobre lujosos lienzos. Les acompaña San José, caracterizado como venerable patriarca, de pie y con el tradicional atributo de la vara florida.
Ya se ha
comentado que la indumentaria de la Sagrada Familia es invariable en diseño y
colorido, ya se presente formando parte de un belén completo o en una escena
reducida al Misterio, generalmente encerrada en una vitrina (scarabattola).
La Virgen es una de las figuras más delicadas y
elegantes, siempre mostrando una belleza idealizada, con la mirada
fija en el Niño y gesto ensimismado, ajena al bullicio del entorno. Del reducido
grupo, la imagen del Niño Jesús es la que más variantes admite, unas veces
plácidamente dormido y otras jugueteando ante aquello que se le ofrece, siempre
en total desnudez y siguiendo el modelo de los putti clásicos.
Integrando la escena de la Natividad también se
incluyen coros de querubines y de ángeles que son otro de los elementos
característicos del belén napolitano, unas figuras que, convertidas en
arquetipos, aportaron una nueva modalidad estética al arte cristiano. Son las
figuras más dinámicas del belén por estar sus vestiduras agitadas por un
torbellino que parece atraerles hacia el establo mientras permanecen
suspendidos en el aire. Sus cabezas muestran un exquisito modelado, de gran
belleza y aspecto andrógino, mientras sus pies siempre van descalzos. Se
acompañan de grandes alas desplegadas y en sus manos sujetan incensarios,
instrumentos musicales o filacterías. El agitado movimiento de sus vestiduras
está conseguido mediante la aplicación de finos hilos de alambre, ocultos en
los ribetes de túnicas y estolas.
Bellas son también las figuras de diminutos
querubines que invaden el espacio sagrado, unos en forma de cabezas aladas y
otros de cuerpo entero, repitiendo todo el repertorio creado en el Barroco y
siguiendo las pautas estéticas del Niño Jesús, algunos de ellos portando flores
y guirnaldas.
5 EL CORTEJO DE LOS REYES MAGOS,
EL MUNDO EXÓTICO
Cierra el ciclo la llegada de los Reyes Magos
citada en el Evangelio de Mateo, donde no se especifica ni su número ni su
procedencia, como tampoco proporciona demasiados datos el Evangelio apócrifo
armenio, de modo que los artistas napolitanos continuaron la tradición de
considerar tres personajes que vincularon a las tres ofrendas de oro, incienso
y mirra, a las tres edades del hombre y a su procedencia de tres de los
continentes conocidos: Europa, Asia y África. En el belén napolitano no se hace
referencia a la estrella que les guiara ni a la matanza de los inocentes,
escena de dramatismo explícito que no tiene cabida en este divertimento.
El cortejo de los Reyes Magos es el apartado más
exótico y teatral de cuantos integran el belén napolitano y está relacionado
con la influencia ejercida por el estilo Rococó, de origen francés, que alcanzó
su máximo apogeo en los años centrales del siglo XVIII y que, constituido en
movimiento artístico difundido por Europa, manifestaba el gusto por la
mitología y el arte oriental, así como el interés por el hedonismo, el
refinamiento, el pintoresquismo y la sensualidad, siempre desprovisto de
connotaciones religiosas, en definitiva, un arte al servicio de la vida
acomodada y el lujo. En el caso del belén napolitano, la exótica presencia de
los Reyes Magos sugiere la existencia de paraísos legendarios de los que
proceden las riquezas portadas por su séquito, todo un derroche de fantasía que
contrasta con la representación realista del pueblo llano napolitano.
Normalmente los Reyes aparecen montando caballos
dotados de lujosas monturas y arreos, aunque no faltan ocasiones, como en el
belén de Valladolid, en que llegan sobre camellos engalanados. Junto a ellos,
formando grupos muy definidos, se alinean personajes de distintas razas entre
las que se distinguen, por sus rasgos faciales y sus atuendos, albaneses,
montenegrinos, rusos y griegos, aunque son más significativos los grupos de
georgianos de pobladas barbas, los turcos de piel oscura, cabeza rapada y
turbantes, y estilizados africanos de raza negra con rasgos abisinios.
Todos
ellos acometen sus papel de soldados, palafreneros, sirvientes y comerciantes,
incorporando al desfile objetos tan pintorescos como palanquines, sombrillas orientales (umbraculum), estandartes, armas, alfombras
y tapices, finas sedas, suntuosas piezas de orfebrería y cofres con pintorescas
joyas, llegando a convertir el espacio en un animado zoco.
En este orden de cosas, posiblemente lo más llamativo radica en tres tipos de componentes con peculiaridades propias. Por un
lado el exotismo de los animales que les acompañan, entre ellos briosos caballos de
raza árabe, jaurías de galgos afganos y ejemplares domesticados de razas
salvajes infrecuentes en Europa: elefantes, leones, leopardos, monos,
pavos reales, faisanes, etc.
Otro grupo lo constituyen las pintorescas formaciones
musicales uniformadas, que tañen infinidad de instrumentos musicales elaborados
en miniatura con los mismos materiales que en la realidad, incluyendo
incrustaciones de nácar y carey, piezas de hueso y marfil, etc. Entre ellos
aparecen trompetas, tubas, trompas, bocinas y curiosos serpentones integrando
el grupo de viento, junto a tambores, timbales, platillos y sonajas entre los de
percusión. Al frente de la formación se coloca el mehterbasi o director de la banda, ricamente vestido al modo de un
sultán y portando un curioso bastón de mando con campanillas y cascabeles y
rematado por una media luna.
El tercero de los grupos lo integran bellas y
jóvenes mujeres de tez blanca que lucen refinados vestidos, equiparables a los
de los Reyes, y suntuosas alhajas, apareciendo como paradigma de extrema elegancia, refinamiento y hasta con cierta carga de sensualidad. Son las georgianas y arménides, cuyas cabezas están modeladas con gran exquisitez,
próximas a los patrones neoclásicos franceses, casi siempre luciendo un moño de
estilo Imperio adornado con cintas, acorde con la moda que en aquel momento
seguían las mujeres de la alta sociedad.
Continuación: Pulsar aquí
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Arménide transportada el palanquín y aspecto del zoco |
Bibliografía
TRAVIESO ALONSO, José Miguel. Presepium.
En torno al Belén Napolitano del Museo Nacional Colegio de San Gregorio de
Valladolid. Domus Pucelae. Valladolid, 2008.
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario