DAVID
Gian Lorenzo
Bernini (Nápoles, 1598 - Roma, 1680)
1623-1624
Mármol
blanco
Galería
Borghese, Roma
Escultura
barroca
Esta escultura marmórea de David, realizada por Bernini entre 1623 y 1624 a petición del
cardenal Scipione Borghese para decorar su palacio en Roma, representa la
esencia de la escultura barroca, diametralmente opuesta a la escultura
renacentista precedente, que en esta iconografía tuvo como piezas magistrales
las realizadas en Florencia por Donatello (h. 1440), Verrocchio (1473-1475) y
Miguel Ángel (1502-1504).
Frente a aquellas, cuyos esquemas compositivos se
basaban en la articulación y el equilibrio, con un movimiento expresado en
potencia, una significación alegórica y una expresión idealizada basada en las
proporciones y la armonía, la obra de Bernini representa una nueva concepción
escultórica en la que la figura parece querer librarse de su soporte físico,
abandonando su estatismo y serenidad, con un movimiento abierto y un dinamismo que
expresa el instante en que se produce la acción del fugaz ataque, lo que
produce la máxima tensión corporal, así como una significación meramente religiosa, alejada
del idealismo humanista y determinada por los ideales contrarreformistas, donde la expresión realista es ajena a las proporciones perfectas y las curvas
praxitelianas, representando al héroe como un vulgar pastor que hace uso de la
fuerza con fe para asumir su destino como líder de su pueblo, aunque el
escultor mantiene el interés por un estudio anatómico naturalista, en el que, como
en otras de sus obras, consigue desmaterializar el mármol para conseguir una
morbidez palpitante.
La escultura exenta, realizada en mármol blanco en
tamaño natural, con 1,70 metros de altura, representa el preciso momento en que
David toma impulso y tensa al máximo la honda para lanzar la piedra que matará
al gigante Goliat, alineado con los filisteos para luchar contra el ejército
israelita del rey Saúl.
Representado como un tipo humano maduro, contrario a
la edad juvenil que cita el texto bíblico, y en plena desnudez, a sus pies
reposan, con carácter simbólico, la armadura que le donara el monarca, que no
necesita por estar protegido por su fe, y una lira en referencia a su futuro
como rey poeta —atributo tradicional— que se remata con una cabeza de águila,
en alusión a la intención celebrativa del comitente de la pujante familia
Borghese.
La figura de
David se apoya en la pierna derecha, que aparece adelantada respecto a la
izquierda, que solamente se apoya sobre los dedos de los pies, dando el aspecto
de intentar abandonar la peana en el impulso mientras su cuerpo se arquea y
gira sobre su eje describiendo un movimiento helicoidal. Sus brazos, uno por
delante y otro por detrás, acusan la máxima tensión al sujetar la honda con la
gran piedra que le dará la victoria, mientras su rostro presenta un gesto
ceñudo y concentrado, con los ojos clavados en el infinito y mordiéndose el
labio inferior en el esfuerzo tan trascendental.
Su composición es típicamente barroca, huyendo de la
simetría y con profusión de líneas abiertas y diagonales que proyectan su
energía al exterior, ofreciendo al espectador una visión estereométrica alejada
de la frontalidad, es decir, obligando a girar en torno suyo para poder captar
desde todos los ángulos los diferentes matices narrativos. Toda la composición
aparece repleta de contrapuntos, como la colocación de las piernas en distintos
planos o el tronco girado hacia la derecha y la cabeza a la izquierda,
resolviendo con gran habilidad las dificultades técnicas para la estabilidad de
la escultura, como la caída del paño por la espalda para enlazarlo con la
armadura que reposa en el suelo, verdadero soporte de la obra resuelto con gran
ingenio.
Con una genial maestría, como es habitual en sus
obras, Bernini trabaja con detalle las diferentes texturas, desde la vigorosa
anatomía, magníficamente pulimentada y con detalles mórbidos, como el
arqueamiento de los dedos en tensión, el ceño fruncido y la boca apretada que
infunde ferocidad, hasta el cabello trabajado a trépano y el fino espesor de
los paños, describiendo minuciosamente los distintos objetos de un pastor, como
el zurrón sujeto por una cinta que cruza su pecho y la soga trenzada de la
honda, así como la indumentaria militar y la lira, elementos colocados a sus
pies.
Tanto la disposición corporal, como los diferentes elementos, contribuyen
a crear un acentuado efecto de claroscuro, permitiendo que la escultura se
mueva con gran naturalidad en el espacio, algo realmente novedoso cuando fue
creada.
El sentido de esta escultura se puede interpretar
dentro de la corriente contrarreformista, esto es, intentando producir un
impacto emocional en el espectador a través de los sentidos, en este caso mediante
la sorpresa visual que proporciona su movimiento, su expresividad (no exenta de
teatralidad) y su sentido dramático, capaz de conmover y emocionar a quien lo
contempla, al tiempo que la apariencia de riqueza constituye una exhibición del
poder de la Iglesia. Con esta escultura, Bernini conseguía renovar una iconografía
que había sido muy popular durante el Renacimiento, sirviendo además como
fuente de inspiración para otros artistas, tanto pintores como escultores.
El David
de Bernini ofrece el aliciente de conservarse en el lugar para el que fue
encargado, el lujoso palacio del cardenal Scipione Borghese en las afueras de
Roma, actualmente convertido en un museo en el que también se conservan otras
obras del escultor encargadas por el que fuera uno de sus primeros mecenas. Además,
cuando Bernini trabajaba en esta escultura fue visitado repetidamente por el
cardenal Maffeo Barberini, que se convertiría ese mismo año de 1623 en el papa Urbano
VIII, que también eligiría a Bernini como uno de sus artistas preferidos.
Informe: J. M. Travieso.
Fotografías de Steven Zucker - Portal Flickr.
Autorretrato de Gian Lorenzo Bernini en 1623, año en que realizaba el David. Galería Borghese, Roma |
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