20 de febrero de 2020

Visita virtual: DAVID, la revitalización de una iconografía renacentista









DAVID
Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 - Roma, 1680)
1623-1624
Mármol blanco
Galería Borghese, Roma
Escultura barroca









Esta escultura marmórea de David, realizada por Bernini entre 1623 y 1624 a petición del cardenal Scipione Borghese para decorar su palacio en Roma, representa la esencia de la escultura barroca, diametralmente opuesta a la escultura renacentista precedente, que en esta iconografía tuvo como piezas magistrales las realizadas en Florencia por Donatello (h. 1440), Verrocchio (1473-1475) y Miguel Ángel (1502-1504).

Frente a aquellas, cuyos esquemas compositivos se basaban en la articulación y el equilibrio, con un movimiento expresado en potencia, una significación alegórica y una expresión idealizada basada en las proporciones y la armonía, la obra de Bernini representa una nueva concepción escultórica en la que la figura parece querer librarse de su soporte físico, abandonando su estatismo y serenidad, con un movimiento abierto y un dinamismo que expresa el instante en que se produce la acción del fugaz ataque, lo que produce la máxima tensión corporal, así como una significación meramente religiosa, alejada del idealismo humanista y determinada por los ideales contrarreformistas, donde la expresión realista es ajena a las proporciones perfectas y las curvas praxitelianas, representando al héroe como un vulgar pastor que hace uso de la fuerza con fe para asumir su destino como líder de su pueblo, aunque el escultor mantiene el interés por un estudio anatómico naturalista, en el que, como en otras de sus obras, consigue desmaterializar el mármol para conseguir una morbidez palpitante.

La escultura exenta, realizada en mármol blanco en tamaño natural, con 1,70 metros de altura, representa el preciso momento en que David toma impulso y tensa al máximo la honda para lanzar la piedra que matará al gigante Goliat, alineado con los filisteos para luchar contra el ejército israelita del rey Saúl.
Representado como un tipo humano maduro, contrario a la edad juvenil que cita el texto bíblico, y en plena desnudez, a sus pies reposan, con carácter simbólico, la armadura que le donara el monarca, que no necesita por estar protegido por su fe, y una lira en referencia a su futuro como rey poeta —atributo tradicional— que se remata con una cabeza de águila, en alusión a la intención celebrativa del comitente de la pujante familia Borghese.

 La figura de David se apoya en la pierna derecha, que aparece adelantada respecto a la izquierda, que solamente se apoya sobre los dedos de los pies, dando el aspecto de intentar abandonar la peana en el impulso mientras su cuerpo se arquea y gira sobre su eje describiendo un movimiento helicoidal. Sus brazos, uno por delante y otro por detrás, acusan la máxima tensión al sujetar la honda con la gran piedra que le dará la victoria, mientras su rostro presenta un gesto ceñudo y concentrado, con los ojos clavados en el infinito y mordiéndose el labio inferior en el esfuerzo tan trascendental.

Su composición es típicamente barroca, huyendo de la simetría y con profusión de líneas abiertas y diagonales que proyectan su energía al exterior, ofreciendo al espectador una visión estereométrica alejada de la frontalidad, es decir, obligando a girar en torno suyo para poder captar desde todos los ángulos los diferentes matices narrativos. Toda la composición aparece repleta de contrapuntos, como la colocación de las piernas en distintos planos o el tronco girado hacia la derecha y la cabeza a la izquierda, resolviendo con gran habilidad las dificultades técnicas para la estabilidad de la escultura, como la caída del paño por la espalda para enlazarlo con la armadura que reposa en el suelo, verdadero soporte de la obra resuelto con gran ingenio.

Con una genial maestría, como es habitual en sus obras, Bernini trabaja con detalle las diferentes texturas, desde la vigorosa anatomía, magníficamente pulimentada y con detalles mórbidos, como el arqueamiento de los dedos en tensión, el ceño fruncido y la boca apretada que infunde ferocidad, hasta el cabello trabajado a trépano y el fino espesor de los paños, describiendo minuciosamente los distintos objetos de un pastor, como el zurrón sujeto por una cinta que cruza su pecho y la soga trenzada de la honda, así como la indumentaria militar y la lira, elementos colocados a sus pies. 
Tanto la disposición corporal, como los diferentes elementos, contribuyen a crear un acentuado efecto de claroscuro, permitiendo que la escultura se mueva con gran naturalidad en el espacio, algo realmente novedoso cuando fue creada.

El sentido de esta escultura se puede interpretar dentro de la corriente contrarreformista, esto es, intentando producir un impacto emocional en el espectador a través de los sentidos, en este caso mediante la sorpresa visual que proporciona su movimiento, su expresividad (no exenta de teatralidad) y su sentido dramático, capaz de conmover y emocionar a quien lo contempla, al tiempo que la apariencia de riqueza constituye una exhibición del poder de la Iglesia. Con esta escultura, Bernini conseguía renovar una iconografía que había sido muy popular durante el Renacimiento, sirviendo además como fuente de inspiración para otros artistas, tanto pintores como escultores.  

El David de Bernini ofrece el aliciente de conservarse en el lugar para el que fue encargado, el lujoso palacio del cardenal Scipione Borghese en las afueras de Roma, actualmente convertido en un museo en el que también se conservan otras obras del escultor encargadas por el que fuera uno de sus primeros mecenas. Además, cuando Bernini trabajaba en esta escultura fue visitado repetidamente por el cardenal Maffeo Barberini, que se convertiría ese mismo año de 1623 en el papa Urbano VIII, que también eligiría a Bernini como uno de sus artistas preferidos.


Informe: J. M. Travieso.
Fotografías de Steven Zucker - Portal Flickr.













































































































Autorretrato de Gian Lorenzo Bernini en 1623,
año en que realizaba el David.

Galería Borghese, Roma




















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