PINTURAS
MURALES DE ALAITZA
Anónimo
Tercio
central del siglo XIV
Pinturas
murales monocromáticas
Iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción, Alaitza (Álava)
Pintura
protogótica
En la población alavesa de Alaitza, situada a unos
20 kilómetros de Vitoria, se levanta la iglesia de Nuestra Señora de la
Asunción, una construcción románica de finales del siglo XIII, de discretas
dimensiones, que aparece situada en las proximidades de lo que fue la calzada
romana que en su tiempo unía Burdeos con Astorga, integrándose también en lo
que fuera el Camino de Santiago Vasco del Interior. Se trata de un templo de
planta rectangular que dispone de dos naves separadas por arcos de medio punto,
la central cubierta con bóveda de cañón apuntada y reforzada por arcos fajones,
y la lateral cubierta con media bóveda de cañón, asimismo reforzada con arcos
fajones. Junto a esta nave, abierto hacia el sur, se levanta un atrio al que se
accede por un arco apuntado formado por dos sencillas arquivoltas, que a su vez
da acceso a la puerta de la iglesia, que repite el mismo esquema, aunque en
origen estaría formado por cinco arquivoltas de las que sólo permanecen dos
completas, conservándose en las pilastras restos de pinturas rojizas,
destacando sobre una de las columnas la Cruz de Santiago.
Domina la construcción una maciza espadaña que con
función de campanario fue incorporada varios siglos después.
Pero el verdadero interés de esta iglesia se
encuentra en el interior de la cabecera, que presenta un ábside semicircular
precedido de un tramo recto de planta cuadrada y bóveda apuntada. Este espacio
es el que aparece recubierto por una serie de pinturas murales que dentro del
repertorio religioso de la época constituye un caso atípico, insólito, extraño
y enigmático, cuyo verdadero significado aún está por resolver.
Estas peculiares pinturas, que habrían sido
realizadas ya en el siglo XIV, son monocromáticas y están realizadas con una
técnica muy elemental en color rojo oscuro sobre un fondo marfileño,
caracterizándose por la absoluta ingenuidad de sus trazos. Sin embargo, el
deseo de interpretar el significado de las escenas las convierten en objeto de
estudio por diferentes expertos en arte medieval, que periódicamente presentan
sus hipótesis al respecto intentando desentrañar sus secretos, compartiendo
todos ellos el considerarlas especialmente extrañas e incluso irreverentes, absolutamente
ajenas al contexto formal y a la iconografía sacra convencional desplegada en
ese periodo, siendo completamente diferentes a las que presenta la iglesia de
San Martín de Tours de la próxima población de Gazeo, realizadas pocos años
antes, igualmente en el siglo XIV.
LAS PINTURAS DE ALAITZA
Cuando en 1982 se realizaban obras en el templo, al
retirar el retablo mayor barroco, Juan José Lecuona, párroco de la comarca,
descubrió con sorpresa las pinturas, que estaban enmascaradas bajo una capa de
cal, repitiéndose el mismo tipo de hallazgo que ocurrió en Gazeo en 1967, aunque
en este caso con un repertorio inclasificable.
Las figuras humanas y animales, los edificios y las múltiples
bandas decorativas aparecen sumamente esquemáticas, trazadas con gran
ingenuidad en color rojo oscuro sobre un aparejo blanquecino, superponiéndose
los distintos temas sin un orden aparente, lo que complica aún más su
interpretación. José Javier López de Ocáriz, especialista en el Románico del
País Vasco, en activo en la Universidad de La Rioja, considera el conjunto como
un cómic libertario aplicado a una iglesia románica, manifestando no encontrar
referencias nacionales ni internacionales para poder explicar tan singular
repertorio, aún menos dentro de una iglesia.
A primera vista, las escenas son caóticas, siendo
necesario observarlas con calma para ir descubriendo un orden establecido,
siendo más comprensibles las que aparecen en los laterales del ábside,
dispuestas en bandas horizontales y con desfiles de personajes y animales,
aunque en ningún caso dejan de ser enigmáticas.
El esquematismo de las figuras, con los ojos almendrados
y resaltados, hace que parezca que llevan antifaces. En los soldados es
apreciable un tipo de armamento a base de espadas, hachas, mazas, lanzas,
escudos, ballestas, estandartes, bolas, cascos y escudos, con figuras más
propias de las representaciones prerrománicas que del siglo XIV.
Cascarón del ábside
El cascarón del ábside está organizado en bandas
superpuestas entre las que destaca por su altura la que aparece a la altura de
la cornisa, con un fondo plano que se diferencia de las otras, que simulan
sillares pintados.
En este espacio, habitualmente ocupado por una
representación de Cristo Pantocrátor, aparece en el centro una escena de
guerra: un castillo que está siendo atacado y defendido por varios caballeros y
guerreros, escena que constituye una buena muestra de armamento medieval. Los
defensores encaramados en lo alto de la torre tañen trompas y portan ballestas,
mientras que los parapetados en las almenas lanzan piedras y el contenido de
unos calderos. Por ambos lados del castillo llegan jinetes con estandartes y
escudos en posición de perfil, junto a soldados armados desperdigados que
conforman una escena de guerra que tiene cierta afinidad con las que aparecen
en el Tapiz de Bayeux (Musée de la
Tapisserie de Bayeux, Bayeux, Normandía), realizado entre 1077 y 1082. Algunos
historiadores relacionan esta escena con la toma de Jerusalén, relacionando la
realización de las pinturas con las Órdenes Militares.
Más arriba del castillo, a la izquierda, se representa
un entierro, posiblemente como resultado de la guerra. Dos personajes, seguidos
por un séquito, transportan al difunto por un camino que conduce a una iglesia,
donde el campanero hace sonar las campanas. Con gusto narrativo, sobre el
tejado de la iglesia aparece un gallo, tal vez una veleta. Más incomprensible es
la próxima presencia de un centauro armado con arco y flecha, tal vez un
símbolo de la fuerza del caballero armado en la época.
A la derecha del castillo aparece otra edificación
que igualmente recuerda las construcciones de algunas pinturas altomedievales.
En su interior están aposentadas dos mujeres, cerca de las cuales se disponen
otras que portan ramas y copas, cuyo significado es difícil de interpretar.
Posiblemente responden a escenas de la vida cotidiana de aquellos tiempos,
aunque hay quien interpreta que portan lámparas y que pueden estar relacionadas
con la parábola de las Vírgenes Prudentes (Mt 25, 1-13).
En la parte superior se desarrolla una escena
campestre, tal vez una escena de caza, en la que se distinguen varios ciervos,
algunas aves y un árbol en cuyas ramas se posan algunos pájaros, elementos que
algunos relacionan con el Libro del Bestiario Medieval.
El arranque de la bóveda del presbiterio aparece
decorado con una banda decorada con ramajes estilizados en color rojo, bajo la
cual el ábside aparece recorrido por una inscripción en caracteres góticos en
negro y en minúscula, cuya transcripción fue desvelada por Salvador A. Mollá i
Alcañiz en 2007 en su trabajo
Aportaciones a la interpretación de la inscripción del ábside de la iglesia
románica de Alaiza, haciendo coincidir el texto descifrado con la antífona
del oficio del Corpus: "Fructum
salutiferum gustandum dedit Dominus mortis suae tempore (Fruto salutífero
dio a probar el Señor al tiempo de su muerte)". Esto supone una
inscripción de tipo eucarístico, lo que abre nuevas vías a la interpretación
del conjunto, con el que aparentemente no tiene relación.
Parte derecha de la bóveda del
presbiterio
La bóveda del presbiterio está organizada en forma
de hiladas pintadas en las que se alternan unas que simulan sillares con otras
decoradas con ramajes y formas romboidales, entre los que se incorporan
diversos animales aislados. A los lados, junto al arranque de la bóveda, se encuentran
tres hileras con motivos figurados.
En la parte derecha aparece en la inferior un grupo
de cuadrúpedos, en la del centro un grupo de peregrinos en plena marcha y
portando cruces, seguramente alusivos al Camino de Santiago, y en la superior
un soldado tocando una trompa junto a otros soldados desdibujados.
Parte izquierda de la bóveda del
presbiterio
Mayor complejidad iconográfica presentan las tres
hileras de la parte izquierda, donde en el registro inferior aparecen en pleno
lance dos parejas de caballeros enfrentados, armados con lanzas, escudos y
cascos, junto a los que aparece una mujer mostrando sus genitales.
En el registro intermedio aparece una iglesia en la
que un personaje toca las campanas. A ella se dirige una procesión de cinco
mujeres portando copas o lámparas, lo que completaría la idea de la
representación de la parábola de las Vírgenes Prudentes.
Por último, en el registro superior las imágenes son
más procaces, pues se interpretan, de izquierda a derecha, una mujer dando a
luz, un personaje cuidando tres caballos y una sorprendente escena lasciva con
una mujer con un perro y otra que parece ser violada por un soldado, mientras
otro parece querer evitarlo.
Interpretaciones del significado
del conjunto
Debido al inaudito componente bélico y sexual, así
como la presencia de personajes paganos que mezclan la muerte y la devoción,
una teoría acerca del significado es la que quiere ver escenas del Apocalipsis,
aunque no haya elementos necesarios para afirmarlo.
Otro tanto ocurre con quienes quieren establecer una
relación de las escenas con la Orden del Temple y las rutas de peregrinación de
la Llanada alavesa, donde los Templarios vigilaban los caminos para proteger a
los peregrinos, pues ambos —soldados y peregrinos— aparecen representados en
las pinturas. Sin embargo, cuando se hicieron las pinturas dicha Orden ya había
sido disuelta.
Más verosímiles parecen las teorías que relacionan
la temática de las pinturas con las circunstancias históricas que se vivieron
en la Llanada alavesa en el tramo central del siglo XIV, cuando se vivían los
prolegómenos de la Guerra de los Cien años, iniciada en 1332. Por entonces, en
el territorio hispano se vivió la guerra civil de Castilla, en la que Pedro I
fue despojado del trono y asesinado por su hermano bastardo Enrique de
Trastámara.
En esta contienda los ingleses apoyaron a Pedro I, legítimo rey
castellano, que también tuvo como aliado al rey Carlos II de Navarra, que a
cambio consiguió la devolución de los territorios navarros arrebatados en 1200
por el rey castellano Alfonso VIII. De otra parte, los franceses se alinearon
con Enrique de Trastámara.
En este enfrentamiento, el príncipe Eduardo de
Gales, heredero de la corona inglesa por ser primogénito de Eduardo III de
Inglaterra, se unió a la expedición de soldados castellanos fieles a Pedro I,
navarros, gascones e ingleses, que al mando del mercenario bretón Bertrand
Duguesclin se desplegó por la Llanada alavesa y avanzó hacia el sur venciendo a
franceses y castellanos rebeldes en las proximidades de Nájera el 3 de abril de
1367.
En virtud de estos acontecimientos, es posible que
las pinturas de Alaitza, por su temática y estilo artístico rudimentario,
fueran realizadas por algún miembro de las tropas inglesas acantonadas por
entonces en esta zona alavesa, un anónimo autor que habría plasmado pasajes de
la guerra y la paz en su tiempo. Otros autores, considerando la inscripción que
acompaña a las pinturas, plantean la hipótesis de que se trate de un exvoto
como agradecimiento por haber salvado la vida en aquellas batallas.
A pesar de todo, la interpretación del significado
de las pinturas de Alaitza sigue siendo un enigma sin resolver.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
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