EJECUCIÓN DE LOS COMUNEROS
Antonio Gisbert Pérez (Alcoy, Alicante, 1834 - París, 1901)
1860
Óleo sobre lienzo, 255 x 365 cm.
Palacio de las Cortes, Madrid
Romanticismo / Pintura de historia
Hay que recordar que desde el siglo XVII el género de la pintura de historia fue muy importante para todos los pintores, que a través de ella recibían el reconocimiento público y la facultad de ingresar en las academias de pintura. Desde el tercio central del siglo XIX, incluso hasta la década de 1880, el gran género por excelencia en España fue el de la pintura de historia, donde los pintores se enfrentaban al desafío del gran formato y donde en los mejores pintores españoles del momento prevalece el dominio de la pintura académica, así como una decidida orientación hacia el realismo. Buenos ejemplos de ello son las obras, entre otros, de Eduardo Rosales, José Casado del Alisal, Francisco Pradilla o Antonio Gisbert, autores de grandes composiciones que representan diferentes hitos de la Historia de España, en los que, junto al trascendente mensaje que transmitían los acontecimientos idealizados del pasado, muestran unas características técnicas constantes, como el empleo de sobrios colores, recreación de minuciosos detalles con un exacerbado sentido narrativo, fidelidad al retrato histórico y adaptación plena a las directrices de la Academia de Bellas Artes, constituyendo una pintura que vinculada al nacionalismo era encargada con fines propagandísticos por los poderes oficiales.
EL AJUSTICIAMIENTO EN VILLALAR DE LOS COMUNEROS (VALLADOLID)
El 23 de abril de 1521 tuvo lugar la Batalla de Villalar, donde las tropas imperiales de Carlos V derrotaron al maltrecho ejército comunero capitaneado por Padilla, Bravo y Maldonado, que desde 1520 luchaban, contando con el apoyo popular, para que el pueblo tuviera voto y participación en los debates públicos, sin ser despreciado y maltratado. Así terminaba la denominada Guerra de las Comunidades de Castilla, después de que paulatinamente se fueran sumando a la causa rebelde, entre otras, las ciudades de Toledo, Segovia, Burgos, Zamora, León, Ávila, lugar de reunión de la Junta Comunera, Salamanca, Toro, Tordesillas, donde estaba recluida la reina Juana, Valladolid y Medina del Campo, ciudad que fue arrasada tras negarse a entregar sus cañones al ejército imperial.
Haciendo gala de un notable ejercicio compositivo, el pintor coloca escalonadamente las tres atapas de la ejecución, estableciendo una secuencia visual que comienza en la parte derecha con la subida al cadalso, con las manos encadenadas en la espalda, del capitán salmantino Francisco Maldonado, que, con gesto firme y desatendiendo los vanos intentos de consuelo de un fraile dominico que enarbola un crucifijo, alza orgulloso su cabeza firme en sus convicciones políticas.
En la parte izquierda de la pintura se desarrolla la tercera etapa narrativa, con el cuerpo desplomado del noble atencino Juan Bravo, recién decapitado, que permanece con las manos amarradas al tajo mientras un ayudante del verdugo corta las sogas. En un tercer plano se observa la estremecedora figura del verdugo visto de espaldas, que con el hacha en mano muestra la cabeza de Juan Bravo a la muchedumbre y la soldadesca congregada en la plaza.
Con un gran sentido narrativo, el pintor recrea el escenario prodigando los pequeños detalles, como ocurre en el patíbulo, compuesto por un estrado recubierto con grandes paños, a modo de alfombra, y presidido por un altar, cubierto con un lienzo de encajes, sobre el que reposan un crucifijo y dos candelabros humeantes. Con gran delicadeza aparece descrito el tajo del verdugo, de madera y con forma troncopiramidal, por el que discurren pequeños regueros de sangre que se continúan por las pajas colocadas en el suelo para evitar que esta se desparrame. Dando sentido espacial al cadalso, al fondo aparece una recreación del caserío, entre el que destaca una versión ficticia de la iglesia de San Juan Bautista de Villalar, coronada por una espadaña como tiene en realidad. Entre los huecos aparecen abocetadas las figuras de numerosas personas, destacando soldados que portan alabardas junto al patíbulo.
Para sugerir la existencia de una atmósfera real, el pintor establece con maestría un fuerte contraste entre los matizados colores de la indumentaria de los comuneros y los frailes con los edificios y personajes que llenan la plaza, que aparecen ligeramente desdibujados, casi abocetados, con tonalidades azuladas que sugieren una bruma que establece la lejanía.
Antonio Gisbert aplica a todos los personajes el carácter de un verdadero retrato, un género que junto a la pintura de historia causaba verdadero furor en el panorama español del momento, con autores como Antonio María Esquivel y Federico Madrazo a la cabeza. De esta manera el pintor presenta una escena que, a pesar de su contenido dramático, con sutileza y carácter reivindicativo transmite un acontecimiento idealizado del pasado, representando en las figuras de los comuneros más un símbolo de victoria que de derrota, portadores de un canto a la libertad y convertidos en modelo de la lucha contra la tiranía.
LOS COMUNEROS COMO SÍMBOLO DE LA LUCHA POR LA LIBERTAD
La revuelta comunera en Castilla, que no había sido un tema abordado por los artistas hasta que Antonio Gisbert realizó esta pintura, comenzaron a ser fuente de inspiración para otros pintores decimonónicos, que encontraron en la pintura de historia un cauce para hacer una reivindicación de los ideales en la lucha por las libertades. No sólo se representaron escenas de la Batalla de Villalar, sino también otras relacionadas con los familiares de los Comuneros en un ejercicio de realismo retrospectivo.
Plaza Mayor de Villalar (Valladolid), con el monolito en el lugar de la ejecución de los Comuneros de Castilla |
Informe: J. M. Travieso.
Faustino Muñoz. Ejecución de los Comuneros Litografía sobre la obra de Gisbert s. XIX, Museo del Prado |
Vicente Borrás y Mompó. Doña María Pacheco después de Villalar, 1881, Museo del Prado |
Manuel Picolo y López. Batalla de Villalar, 1887 Fundación BBVA, Madrid |
Luciano Sánchez Santarén. Vencido y prisionero, 1897 Ayuntamiento de Valladolid |
Antonio Gisbert. Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, 1888 Museo del Prado |
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