31 de octubre de 2022

Theatrum: LOS NOVÍSIMOS, la estremecedora imagen del más allá







LOS NOVÍSIMOS O POSTRIMERÍAS

Atribuido a Giovanni Bernardino Azzolino (Cefalú, h. 1572 – Nápoles, 1645)

Entre 1600 y 1610

Ceroplástica

Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín, Valladolid

Escultura barroca. Escuela napolitana

 

 






Valdés Leal. In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi, 1670-1672
Hospital de la Santa Caridad, Sevilla

     En el siglo XVII, en relación con la obsesiva idea de la salvación en una sociedad sacralizada, alentada por los ideales contrarreformistas, apareció una iconografía religiosa impactante que alcanzó un grado de exaltación extrema en dos pinturas realizadas por el pintor sevillano Juan Valdés Leal para el Hospital de la Santa Caridad de Sevilla. Estas fueron una petición del noble Miguel de Mañara, Hermano Mayor del mismo, que diseñó el programa iconográfico del templo del hospital con el fin de declarar la salvación del alma a través de la caridad. Para ello encargó un fastuoso retablo a Bernardo Simón de Pereda, que estaría presidido por el grupo del Santo Entierro de Pedro Roldán, las pinturas de las Siete Obras de Misericordia a Bartolomé Esteban Murillo y dos pinturas a Valdés Leal para ser colocadas en el sotocoro que habrían de estimular una reflexión sobre la brevedad de la vida y el triunfo de la muerte, haciendo referencia al dilema de conseguir la salvación o la condenación eterna.

Grabados de Alexander Mair. Los Novísimos, 1605, British Museum, Londres

     Entre 1670 y 1672 Valdés Leal realizaba las dos pinturas que son conocidas como “Jeroglíficos de las Postrimerías”, una titulada In Ictu Oculi (En un abrir y cerrar de ojos) y la otra Finis Gloriae Mundi (El fin de las glorias mundanas). En la primera se alude a la rapidez con que se apaga la vida humana y llega la muerte, simbolizada por una vela que es apagada por un esqueleto, que porta un ataúd, un sudario y una guadaña mientras pisotea el globo terráqueo. A su lado, un caos de objetos que representan la vanidad de los placeres y las glorias terrenales, tanto eclesiásticas como civiles, así como otros referidos a la sabiduría, las riquezas y la guerra que tampoco sirven para escapar de la muerte. Estos elementos destacan sobre un fondo oscuro que produce un fuerte impacto visual y espiritual.

Francisco Ribalta. El Alma bendita y El alma en pena, 1605-1610
Museo del Prado, Madrid

     Sobrecogedora es también la pintura Finis Gloriae Mundi, que representa un pudridero presidido por una alegoría del Juicio Final, representada por una balanza que sujeta la mano estigmatizada de Cristo, en cuyos platillos, junto a los que se coloca la inscripción “Ni más, ni menos”, se contraponen los siete pecados capitales, encarnados por animales simbólicos, frente a libros y disciplinas que simbolizan la oración y la penitencia. Por debajo aparecen dos ataúdes con los cadáveres en descomposición de un obispo y un noble y al fondo de lo que simula una cripta restos óseos desperdigados que observa una lechuza. De esta forma el ciclo adquiere el sentido global de que la salvación se consigue por el ejercicio de las obras de caridad. 

Junto a estas representaciones barrocas tan explícitas de la muerte inexorable, y con la misma intencionalidad de hacer meditar sobre la salvación del alma, desde principios del siglo XVII se había divulgado una curiosa representación de los Novísimos —lo último o las postrimerías— que en los libros santos se dice que sucederán en el ocaso de la existencia humana y que trataban de estimular la meditación frecuente como medio para evitar el pecado, tomando como base una cita del Espíritu Santo: “en todas tus acciones acuérdate de tus postrimerías, y nunca pecarás” (Ecle 8, 40). Estos establecen cuatro posibles estados del alma una vez traspasada la barrera de la muerte y de ser enjuiciada: el alma beatificada gozando de la gloria, el alma en el limbo con la esperanza de la inocencia infantil, el alma sufriente en el purgatorio y por último el alma condenada y enviada al infierno.


Giovanni Bernardino Azzolino. Los Novísimos, 1605-1610, ceroplástica
Monasterio de Santa Clara, Medina de Pomar (Burgos)







Giovanni Bernardino Azzolino. Los Novísimos, 1605-1610
Ceroplástica. Museo de Bellas Artes, Valencia

     


     Estos conceptos se personificaron en impactantes imágenes que fueron reproducidas tanto en grabados y pinturas como en las tres dimensiones que proporciona la escultura. Con mucha frecuencia la representación del limbo fue sustituida por la de la muerte como paso previo al postrero destino del alma. Así aparece en la serie de grabados que realizara el alemán Alexander Mair en 1605, conservados en el British Museum de Londres, que fija una iconografía que se repetiría con pequeñas variantes, con la muerte representada como un esqueleto, el purgatorio como un joven que sufre entre llamas, el alma condenada como un hombre desesperado acosado por dos cabezas de demonios y el alma bienaventurada como una joven mujer ricamente engalanada y con la mirada dirigida a lo alto.

Esta iconografía de los Novísimos ya fue recogida por el pintor ilerdense Francisco Ribalta, que entre 1605 y 1610 pintaba los lienzos de El alma bienaventurada y El alma en pena que se conservan en el Museo el Prado, en los que hace todo un alarde de sombras y color ajustándose al tema del último destino del hombre. 

G. B. Azzolino. Los Novísimos, 1605-1610
El Limbo, el Purgatorio, el Infierno y la Gloria
Museo de Bellas Artes, Valencia

     No obstante, el gran autor y divulgador de la singular iconografía de los Novísimos durante el siglo XVII fue el pintor y escultor siciliano Giovanni Bernardino Azzolino (h. 1572-1645), que tras formarse en Cefalú, su ciudad natal, se trasladó a Nápoles hacia 1594, donde comenzaría a realizar una obra de acuerdo al estilo manierista tardío. Fruto de su matrimonio, tuvo una hija que casó con el pintor valenciano José de Ribera, emigrado a Italia, donde era conocido como Lo Spagnoletto.

Documentado en Nápoles entre 1594 y 1645, fue autor de magníficas series en ceroplástica, la mayoría elaboradas en las dos primeras décadas del siglo XVII, con una peculiar iconografía de los Novísimos. Se trata de pequeñas esculturas modeladas en cera coloreada, que no llegan a los 20 cm de altura, que de acuerdo a los planteamientos de la Contrarreforma divulgados por jesuitas y filipenses a principios del siglo XVII, y según la teología cristiana y el catecismo de Pío V, representan las Postrimerías o los cuatro últimos estados del ser humano: la muerte, el juicio o purgatorio, el infierno y la gloria.

Giovanni Bernardino Azzolino. Los Novísimos, 1600-1610
Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín
Valladolid

     Con un exquisito modelado, el escultor trabaja los bustos de las figuras alegóricas, con todo lujo de detalles y elementos de atrezo, que encierra dentro de marcos acristalados, a modo de diminutos escaparates, contrastando el aspecto melancólico de los moribundos con la serenidad resplandeciente de las almas salvadas y con los gestos desesperados de las ánimas del purgatorio y de los condenados, que en ocasiones alcanzan una fuerte carga expresionista, con unas figuras de extraordinario realismo conseguido con la pericia del trabajo y la ductilidad de la cera.

Giovanni Bernardino Azzolino, artista del óleo, el fresco, la decoración y la ceroplástica, en 1618 fue elegido para la Academia de San Lucas de Nápoles, ciudad en cuyas iglesias y conventos dejó buena parte de su obra pictórica. Finalmente se trasladaría a Génova, donde consta que también realizó esculturas en cera para Marcantonio Doria.

La técnica de la ceroplástica o escultura realizada en cera coloreada se reveló idónea en imágenes utilizadas para transmitir ideas teológicas, religiosas, devocionales y alegóricas. No sólo facilitaba una economía en el trabajo, sino que aplicando una técnica específica se conseguía un extraordinario verismo en las representaciones anatómicas, consiguiendo una gran expresividad. Giovanni Bernardino Azzolino encontró en esta técnica un recurso inmejorable para realizar los Novísimos, series destinadas a pequeños oratorios que producían, y siguen produciendo, un fuerte impacto visual en la representación personificada de algo tan abstracto como el alma humana.   

G. B. Azzolino. El Alma bienaventurada y el Purgatorio
Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín
Valladolid

     En su tiempo, las relaciones entre algunos territorios de la corona española y la corte napolitana favorecieron la llegada de algunas series de los Novísimos a España, donde eran tan apreciados los valores dramáticos, sobre todo en esculturas de cera de tan extraordinario realismo. Entre los conjuntos catalogados y atribuidos a Giovanni Bernardino Azzolino en España, se encuentra el del convento de Santa Clara de Medina de Pomar, perteneciente a la colección de la duquesa de Frías y tal vez adquirido por su esposo Juan Fernández de Velasco durante su segunda estancia como gobernador del Milanesado, de 1610 a 1612.

Otra serie que se le atribuye, realizada entre 1605 y 1610, se conserva en el Museo de Bellas Arte de Valencia, siendo desconocida su procedencia. Está formada por cuatro escaparates independientes, rematados con cresterías de bronce, que siguen la habitual iconografía ceroplástica de Azzolino, con la particularidad de que la figura de la Muerte es sustituida por la figura de un niño en actitud pensativa que simboliza la inocencia en el Limbo.


G. B. Azzolino. El Alma bienaventurada y el Purgatorio
Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín
Valladolid

     La serie del convento de Santa Clara de Jesús de Estepa (Sevilla), podría haber sido donada por alguno de los marqueses tras haber sido adquirida en Italia durante el primer cuarto del siglo XVII. Esta presenta como novedad la inclusión entre los cuatro Novísimos de una escena central que representa el Paraíso, con una minúscula imagen del Niño Jesús entronizado y actitud pensativa, rodeado de nubes de algodón, vistosas flores de tela y algunos joyeles. Asimismo, como en la serie de Valencia, la figura de la Muerte es sustituida por el tema del Limbo, representado por la inocencia de un infante.

Una cuarta serie se conserva en el Monasterio de Santa Ana y San Joaquín de Valladolid, donde actualmente se expone en el Museo del convento, al que llegó en circunstancias desconocidas. En este caso el escaparate está dividido en cuatro compartimentos organizados a dos alturas, presentando un soporte que permitía que las figuras quedasen ocultas por una cortinilla que contribuía al efecto de sorpresa cuando era descorrida. 

G. B. Azzolino. La Muerte y el Alma condenada
Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín
Valladolid
LOS NOVÍSIMOS DEL MUSEO DE SANTA ANA Y SAN JOAQUÍN DE VALLADOLID 

Las figuras de cera del escaparate de los Novísimos o Postrimerías de Valladolid siguen fielmente los modelos difundidos en los grabados de Alexander Mair, a excepción del dedicado a la Muerte, que como ya repitiera Giovanni Bernardino Azzolino en otras ocasiones, esta aparece simbolizada por el busto de un moribundo convaleciente en una cama, que, con la mirada perdida, la boca entreabierta y sujetando un minúsculo crucifijo, exhala su último suspiro. El realismo del modelado en ceroplástica es estremecedor, mucho mayor que si fuera explícitamente un esqueleto por el verismo con que está descrito, tanto en su flacidez facial y la descripción minuciosa de los pliegues menudos de su liviana camisa como por el gesto inequívoco de la muerte. Se podría decir que este personaje inicia la serie al enfrentarse a las tres opciones que le acompañan, que dependerá de su comportamiento en su vida terrenal.

El alma en el Purgatorio está representada por el busto de un hombre joven con larga y abultada melena que, con el rostro elevado y en gestualidad suplicante, con ojos y boca muy abiertos, expresa su padecimiento entre una maraña de llamas que le rodean y son elementos postizos realizados con astillas de mica (mineral de silicato) teñidas de rojo y amarillo oscuro. Su anatomía clasicista, que recuerda el phatos del Laocoonte, es realmente meritoria, destacando el minucioso trabajo de la boca, que permite apreciar dientes y lengua realizados con precisión. Sobre el techo que le cubre aparece la pequeña figura de un ángel que acude para liberarle como ánima del Purgatorio.

G. B. Azzolino. La Muerte y el Alma condenada
Museo del Monasterio de Santa Ana y San Joaquín
Valladolid

     Más impactante es la representación del Alma condenada o el Infierno, que presenta tintes expresionistas. Está representada por el busto de un hombre con la piel quemada —de intenso color rojizo— que sufriendo el mayor dolor emite un patético alarido. Es la imagen de la pura desesperación, que aparece expresada con los tendones en tensión, el ceño fruncido, profusión de arrugas faciales y los largos cabellos encrespados como si fueran llamas. El gesto de desesperanza se refleja en su enorme boca abierta, permitiendo contemplar no sólo la dentadura y la lengua, sino también el paladar. El padecimiento infernal queda realzado por la presencia a los lados de monstruosas cabezas amenazantes, con cuernos y las fauces abiertas, de dos demonios que le acosan implacables. Tanto en primer término como en el fondo, la figura está rodeada de llamas simuladas con trozos de mica coloreadas.

La tensión de la figura anterior encuentra un contrapunto en la serenidad de la figura del Alma bienaventurada, representada por el busto de una mujer joven que luce un rico vestido blanco que forma pliegues menudos y rematado con una cenefa en el cuello en forma de V lobulada que está decorada con perlas de aljófar y gemas rojas engastadas, siguiendo el mismo modelo utilizado por Francisco Ribalta en su pintura. Sobre el cuello lleva un collar, con un colgante en el centro, que igualmente está compuesto por perlas y gemas rojas. La figura aparece frontal, con una larga cabellera rizada que llega hasta los hombros, el rostro elevado a lo alto, los ojos azules muy abiertos y esbozando una ligera sonrisa con la boca cerrada como gesto de complacencia de ser beatificada. Al igual que en las otras celdillas, en el techo aparecen pequeñas figuras elaboradas con gran detalle que complementan el tema. 

Giovanni Bernardino Azzolino. La Muerte y el Purgatorio, s. XVII
Victoria & Albert Museum, Londres
Otras series de Novísimos de Giovanni Bernardino Azzolino fuera de España  

En el Museo de Capodimonte de Nápoles se conservan dos obras ceroplásticas de Novísimos de este escultor que representan el Ánima que espera y el Ánima condenada, piezas que sacadas de contexto se muestran como bustos independientes. En el mismo museo se guardan otros de los célebres escaparates con pequeñas figuras que componen escenas, en este caso con episodios de caza inspirados en la vida de los santos Eustaquio y Antonio.

En el Victoria & Albert Museum de Londres se guarda, en excelente estado de conservación, una serie de Novísimos realistas y dramáticos que sirvieron como “memento mori” para inspirar meditaciones sobre la mortalidad. Aunque en este caso no se presentan en escaparates, sino con marcos octogonales, las figuras modeladas presentan grandes similitudes con las conservadas en Valladolid, especialmente en el tema de la Muerte, donde igualmente aparece un moribundo en una cama sujetando un crucifijo, con el aliciente de conservar en perfecto estado los elementos de atrezo, como un reloj al fondo que marca el final del tiempo y dos candelabros con velas que se apagan. En la parte posterior del marco aparece la inscripción “Mors malis vita bonis” (Muerte a los malos, vida a los buenos), texto perteneciente a Lauda Sion, una secuencia cantada durante la misa de Corpus Christi escrita en el siglo XIII por el teólogo Santo Tomás de Aquino.

Giovanni Bernardino Azzolino. El Alma bendita y el Alma condenada
S.. XVII, Victoria & Albert Museum, Londres

     Muy parecido es también el tema del Purgatorio, donde la figura sufriente de un hombre joven aparece colocada sobre un vidrio rojo y rodeada de llamas que en este caso también están modeladas en cera. En la parte posterior del marco aparece la inscripción “Miseremini mei” (ten piedad de mí) tomada del evangelio de San Juan, lo que sugiere al espectador rezar por las almas del Purgatorio.

Otro tanto ocurre en el tema del Infierno, con la figura desesperada del alma condenada representada con extraordinaria morbidez y realismo. Sus ojos se abren con horror, su boca es un grito y las venas se acentúan en el cuello. El cabello aparece encrespado y sobre el pecho muestra una herida abierta. Llamas rojas y doradas aparecen modeladas y recorren el perímetro de rocas, entre las que aparece un monstruo con forma de serpiente. En la parte posterior del marco aparece la inscripción “Nulla Redemptio” (Ninguna redención).

El alma bienaventurada que representa la Gloria sigue el arquetipo del grabado de Alexander Mair, con un sosegado busto femenino que eleva su cabeza y dirige su mirada hacia lo alto. Luce un liviano vestido blanco adornado con flores doradas y con el cuello en forma de V recorrido por una cenefa ornamentada con perlas de aljófar y gemas verdes y violáceas que simulan esmeraldas y amatistas. Sobre el cuello lleva dos collares superpuestos con el mismo tipo de pedrería, el inferior con un colgante en forma de cruz. Su larga melena rubia forma rizos que discurren por la espalda y sobre la cabeza presenta rosas blancas a modo de corona. En el dorso del marco figura la inscripción “Beati mundo corde” (Bendecido por un corazón puro). 

Giovanni Bernardino Azzolino. Los Novísimos, s. XVII
La Muerte, el Purgatorio, el Alma bienaventurada y el Alma condenada
Victoria & Albert Museum, Londres








Gaetano Giulio Zumbo. Alma salvada y Alma condenada
S. XVII, Victoria & Albert Museum, Londres
Los Novísimos de otros autores  

No sólo Giovanni Bernardino Azzolino abordó el tema de los Novísimos, otros escultores de su tiempo también lo hicieron, como el escultor siciliano Gaetano Giulio Zumbo (1656-1701), especialista en esculturas modeladas en cera con extraordinaria expresividad y en modelos didácticos anatómicos de uso científico, al que corresponden las representaciones del Alma bendita y el expresionista Alma condenada que se conservan en el Victoria & Albert Museum de Londres.

De autor anónimo, pero pertenecientes a la misma órbita que Giovanni Bernardino Azzolino, son las figuras modeladas en cera de El alma en el Purgatorio, El alma condenada y El alma bienaventurada, modeladas entre 1600 y 1610, que se conservan en la Pinacoteca Ambrosiana de Milán.


Anónimo lombardo. Purgatorio, Alma condenada y Alma bendita
1600-1610, Pinacoteca Ambrosiana, Milán







Manuel Chili, Capiscara. Los Novísimos, s. XVIII
Madera policromada, Hispanic Society, Nueva York

     La iconografía de los Novísimos no es frecuente que sea tratada por los escultores barrocos, motivo por el que constituye un caso excepcional el grupo realizado en madera policromada por el escultor ecuatoriano Manuel Chili, apodado Capiscara (hacia 1723-1796), que tras pertenecer a una colección francesa fue adquirido en 2016 por la Hispanic Society de Nueva York, que ha sometido al conjunto a una restauración. Con esculturas de medio cuerpo, uso de postizos y con un meticuloso trabajo de los detalles escabrosos, representan La Muerte, con un impactante esqueleto carcomido por gusanos; El Alma salvada, en forma de una joven mujer entre nubes, con túnica floreada y beatífico gesto de oración; El Alma en el Purgatorio, con un joven desnudo entre llamas y gestualidad suplicante, cuyos padecimientos están expresados mediante una corona de espinas; finalmente El Alma condenada, el más truculento, con un hombre encadenado con grilletes en las muñecas y el cuello, que emite un grito de pavor mientras sobre su piel quemada se deslizan sapos y sanguijuelas.         

Ventura del Smo. Sacramento, Magdalena
Postrimerías con San Jerónimo meditando, 1704
Convento de Santa Teresa, Ayacucho (Perú)

 

   Informe y fotografías de Valladolid: J. M. Travieso.

   Resto de fotografías: Webs de los museos.









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