14 de marzo de 2014

Theatrum: RETABLO DE LA ANUNCIACIÓN, la elegancia y creatividad de un imaginero vallisoletano








RETABLO DE LA ANUNCIACIÓN
Escultura: Francisco de Rincón (Valladolid 1567-1608)
Arquitectura: Cristóbal Velázquez (Valladolid 1550-1616)
1602-1604
Madera policromada
Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, Valladolid
Tardomanierismo / Escultura protobarroca española. Escuela castellana







En los años de transición del siglo XVI al XVII el taller escultórico más prestigioso de Valladolid era el obrador que desde 1595 Francisco de Rincón tenía abierto en la Puentecilla de Zurradores (actual calle de Panaderos). El joven escultor había contraído matrimonio en 1592 con Jerónima de Remesal, con la que tuvo al pequeño Manuel. Pero la mala fortuna hizo que su esposa falleciera prematuramente en 1597, pasando a contraer segundas nupcias con Magdalena Velázquez, hija del ensamblador vallisoletano Cristóbal Velázquez, con la que tuvo un segundo hijo llamado Juan. En virtud de este casamiento, el escultor estrechó las relaciones profesionales con su suegro, que desde 1600, ante el inminente traslado de la Corte a Valladolid, se ocupaba, junto a otros colegas, a construir galeras navegables por el Pisuerga.

En ese tiempo se hallaba en plena construcción la iglesia de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, que comenzada en 1597 según la traza del arquitecto cántabro Juan de Nates sería concluida en 1604 con una grandilocuente fachada pétrea que ponía el contrapunto al palacio del Almirante que se encontraba enfrente, todo gracias a la financiación asumida por el rico mercader cántabro don Martín Sánchez de Aranzamendi, que llegó a ser alcalde de la Cofradía, y su esposa doña Luisa de Ribera, que adquirieron el patronato de la iglesia y la dotaron de alfombras, adornos de altares, lámparas, objetos de plata, etc.

Antes, en 1602, le fue encargado el retablo mayor de la iglesia al ensamblador Cristóbal Velázquez, que trazó y se ocupó de la talla de una arquitectura de gran pureza clasicista, claras influencias palladianas y una sencilla estructura que, según las condiciones del contrato, tuvo que asentar en blanco y esperar durante un año para que se curase la madera y proceder a tapar las grietas producidas antes de ser realizado su policromado.

El hecho de trabajar asociado a su suegro —como en el retablo de Santa María de Alaejos—, del mismo modo que antes lo había hecho con los escultores Isaac de Juni, Adrián Álvarez y Pedro de la Cuadra, hizo que el ensamblador, que también tenía su vivienda en el barrio de San Andrés, delegara la escultura del retablo en su yerno, ocupándose Francisco de Rincón, entre 1602 y 1604, en realizar la serie de relieves y esculturas exentas que forman parte del retablo, justo en unos años en que había acogido como oficial de su taller a un Gregorio Fernández recién llegado a Valladolid, circunstancia que tendría sus consecuencias.

En este retablo Francisco de Rincón denota un alto grado de madurez profesional, un gran sentido de la elegancia emanada de los modelos italianos, una concepción manierista muy depurada, su integración en la corriente romanista imperante en la ciudad y un gran talento en la creación de tipos, abriendo el camino a la gran eclosión del Barroco en Valladolid, en el que alcanzaría la cumbre Gregorio Fernández.

El retablo, como ya se ha dicho, tiene una estructura muy sencilla compuesta por un banco, un cuerpo de gran altura y ático, ajustándose en su conjunto a la forma de un gran arco de medio punto. En el banco aparecen en relieve las figuras de los Cuatro Evangelistas, dos a cada lado del tabernáculo central, que se acompañan con las pinturas laterales de San José y Santa Úrsula —obras de Tomás de Prado— y la figura del Salvador en la puerta del sagrario. El único cuerpo está presidido por un relieve de grandes dimensiones en el que se representa el tema de la Anunciación, enmarcado por dos grandes columnas doradas, con capitel corintio y fuste acanalado, con las imágenes de San Agustín y San Lorenzo a cada lado, en bulto redondo y escala sensiblemente inferior, aunque de tamaño natural. Se corona con un ático que presenta la forma de un templete, de inspiración palladiana, que cobija un altorrelieve de la Quinta Angustia, advocación de la primitiva cofradía, siguiendo la tradicional iconografía de la "Piedad".

Tanto la arquitectura del retablo como las esculturas de Francisco de Rincón fueron policromadas por el pintor de la escuela vallisoletana Tomás de Prado, también autor de las pinturas del banco y uno de los más sobresalientes en el oficio en ese tiempo, que ornamentó las pilastras y paramentos con sofisticados esgrafiados dorados sobre fondo azul.

EL RELIEVE DE LA ANUNCIACIÓN          

Referido al misterio de la Encarnación, el relieve, convertido en la principal escena del retablo, presenta un formato monumental y una composición muy diáfana que reduce los elementos narrativos a lo esencial. En lo alto de un hipotético eje central se encuentra la figura de Dios Padre, que en escorzo y con los brazos extendidos contempla la recepción de su mensaje por parte de María, ofreciendo una figura barbada claramente inspirada en los modelos miguelangelescos de la Capilla Sixtina. Por debajo revolotea la paloma que simboliza al Espíritu Santo, estableciendo en lo alto un plano sobrenatural que señala con su dedo el arcángel como origen de la buena nueva.

Siguiendo una iconografía tradicional, la Virgen aparece interrumpiendo su lectura en una estancia ambientada por un atril sobre el que se apoya el libro, una cama con dosel al fondo y un búcaro de lirios en primer plano, símbolo de virginidad. María gira su cuerpo para contemplar al ángel desde una postura arrodillada y flexionando la pierna izquierda, que se abate al frente, originando un movimiento serpenteante y helicoidal, con la cabeza despegada del plano y colocada de perfil para el espectador. La figura presenta una corpulencia típicamente romanista, con facciones muy clásicas, aunque adolece de cierta frialdad gestual, dejando adivinar una vigorosa anatomía bajo la ampulosa túnica, el manto y la toca.

La figura reclinada de la Virgen encuentra su contrapunto en el arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa "mensajero de Dios". Este aparece erguido, estilizado, en posición frontal y gravitando sin tocar tierra. Porta el caduceo con cintas de los mensajeros, reconvertido en un cetro rodeado de una filacteria con la inscripción de su saludo a la Virgen, y con su brazo derecho levantado señalando el origen divino del mensaje.

Es una figura dotada de un elegante movimiento manierista, muy estudiado, consiguiendo una gran expresividad por un insinuado contrapposto, por la flexión forzada de las manos a la altura de las muñecas, los paños agitados por una brisa que insinúa el vuelo y el bello trabajo de la cabeza. Además anticipa un prototipo angélico que llegará a ser muy común en los talleres vallisoletanos, caracterizado por estar revestido con una doble túnica, una larga que le llega a los pies y otra corta y superpuesta que no llega a la rodilla y que tiene mangas anchas, aberturas laterales y cuello vuelto. Este modelo sería tomado por Gregorio Fernández, con gran fidelidad, cuando dos años después realiza el San Gabriel destinado al retablo de la primitiva iglesia de San Miguel (hoy en la embocadura del presbiterio de la actual iglesia de esta advocación).

Francisco de Rincón. Piedad, 1602-1604
LA PIEDAD

Ocupando el espacio del ático, aparece una versión de la Piedad que aporta matices formales muy trascendentes para la imaginería barroca vallisoletana. La Virgen ya no aparece sedente, sino de rodillas, con la pierna derecha flexionada al frente para sujetar el cuerpo exánime de Cristo en su regazo, lo que le permite levantar los dos brazos en gesto de invocación y desconsuelo. Con este pequeño matiz Francisco de Rincón marca una evolución desde las formas replegadas de la escultura renacentista en que fue formado hacia la expresión barroca, caracterizada por la gesticulación y los movimientos abiertos.

La Virgen aparece revestida con una túnica roja, un manto azul en el envés y dorado en el revés que le envuelve por encima de los hombros y cubriendo la cabeza, y un juego de tocas blanquecinas. Su semblante es doloroso y muestra la cabeza inclinada hacia Cristo condicionada por su colocación en el retablo a gran altura. Jesús, desplomado y recién descendido del madero, se apoya con el brazo derecho remontado sobre la pierna de su Madre, describiendo su equilibrada anatomía una curvatura muy naturalista en la que la disposición de las piernas recuerda su posición en la cruz. Su cabeza también aparece inclinada sobre el pecho y la llaga sangrante del costado certifica su muerte.

Francisco de Rincón. Imagen descontextualizada de la Piedad
Con esta figura Francisco de Rincón establece un prototipo que anticipa las magistrales versiones de la Piedad que realizara Gregorio Fernández a lo largo de su carrera profesional, siendo el modelo más ajustado el de la Piedad —igualmente concebida como altorrelieve— realizada en 1627 para el convento de San Francisco, donde permaneció hasta que la desamortización de 1836 forzó su traslado a la iglesia de San Martín, donde actualmente se venera como imagen titular de la Cofradía de la Piedad, todo un icono de la Semana Santa vallisoletana que tiene su antecedente en esta imagen rinconiana.

SAN AGUSTÍN Y SAN LORENZO

Las imágenes en bulto redondo de San Agustín y San Lorenzo, que giran su cabeza hacia el relieve central, son más convencionales, aunque muy expresivas y ajustadas a la demanda de la cofradía penitencial, ambas en tamaño natural. San Agustín aparece caracterizado como obispo mitrado de Hipona, sujetando un báculo en su mano derecha y en la izquierda un libro en alusión a la Regla por él escrita. Su larga barba le otorga un aspecto venerable y su corpulencia le encuadra en la corriente romanista.
Francisco de Rincón. San Agustín, 1602-1604
La madurez de San Agustín encuentra su contrapunto en la juventud tonsurada de San Lorenzo, mostrado en su calidad de diácono portando en su mano izquierda un libro y sujetando en la derecha una parrilla, tradicional atributo referido a su martirio. Las dos figuras se mueven en el espacio con naturalidad contenida y suma elegancia, efectos realzados por la policromía preciosista aplicada por Tomás de Prado, poniendo de manifiesto el dominio de Francisco de Rincón en el trabajo de imaginero.   

LOS CUATRO EVANGELISTAS

Colocados en el banco, distribuidos por parejas a los lados del tabernáculo, aparecen los relieves de los Cuatro Evangelistas, con dos de ellos, San Marcos y San Mateo, adelantados en los netos del pedestal que soporta las gruesas columnas del cuerpo. Los cuatro están identificados con los símbolos del tetramorfos y con la cabeza orientada hacia el sagrario, repitiendo una pose en la que, en posición de contrapposto, colocan su mano derecha sobre el pecho y con la izquierda sujetan su Evangelio, los cuatro envueltos con ampulosos mantos recogidos al frente y con un hombro sin cubrir. Todos ellos barbados a excepción de San Juan, que muestra la tradicional iconografía barbilampiña.

Francisco de Rincón. San Lorenzo, 1602-1604
Cuando en 1605 le fueron de nuevo encargadas a Francisco de Rincón las esculturas de piedra que se habrían de colocar en las hornacinas dispuestas en la recién construida fachada de la iglesia de las Angustias, repitió una iconografía similar a la del retablo, tal vez a petición de la cofradía titular, realizando un nuevo grupo de la Anunciación que sería colocado en el cuerpo alto, una imagen de la Piedad para el tímpano de la puerta, en este caso de formas más replegadas por los condicionamientos del espacio, y el santoral lateral representando a San Pedro y San Pablo, todas ellas obras de magistral ejecución que muestran el grado de madurez en el trabajo de distintos materiales alcanzado por el genial Francisco de Rincón, que falleció prematuramente en 1608 a los 40 años.


Informe y fotografías: J. M. Travieso.   




Francisco de Rincón. San Marcos y San Lucas, 1602-1604
Pintura de San José, Tomás de Prado, 1604

















Francisco de Rincón. San Juan y San Mateo, 1602-1604
Pintura de Santa Úrsula, Tomás de Prado, 1604

















Fachada de la iglesia de las Angustias




















* * * * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario