EL PAPA SAN
GREGORIO MAGNO
Gregorio
Fernández (Sarria, Lugo 1576 - Valladolid 1636)
Hacia 1609
Madera
policromada
Museo Nacional
de Escultura, Valladolid
Procedente
del Colegio de San Gregorio de Valladolid
Escultura barroca
española. Escuela castellana
Acostumbrados a los lamentos por los daños
irreparables producidos en nuestro patrimonio, que en el capítulo del expolio y
la desidia adquiere cotas inimaginables, produce una enorme satisfacción
recibir la noticia de la recuperación de una escultura emblemática para una
institución tan vallisoletana como el Colegio de San Gregorio, desde 1933
convertido en Museo Nacional de Escultura. Esta recuperación es importante por
dos motivos. Primero, porque supone el regreso de la imagen de San Gregorio al
recinto vallisoletano para el que fue concebido por su autor, Gregorio
Fernández. En segundo lugar, por ser una de las escasas obras conservadas de la
primera etapa de «la gubia del Barroco», una obra fundamental para determinar
la trayectoria profesional y la evolución creativa de un maestro tan
importante.
De modo que, desde el pasado 12 de marzo, esta
escultura ha pasado a formar parte de los fondos del Museo Nacional de Escultura,
lo que equivale a decir que a partir de ahora el poder contemplarla y admirarla
está a disposición de todos nosotros. En esta ocasión una extraña conjunción
astral, el poder sobrenatural del destino o cualquier otra fuerza desconocida,
se han aliado para permitir lo que en otros tiempos hubiera sido considerado un
milagro. Y es que esta escultura, hasta hace poco tiempo en una colección
particular, fue comprada por el Estado1 y entregada, con buen
criterio, al museo vallisoletano, que de esta forma recupera una obra perdida
cuando los bienes del Colegio de San Gregorio fueron desafectados en 1836.
PERIPECIAS DE LA ESCULTURA
Gracias a las primeras pesquisas sobre esta obra,
publicadas por Jesús Urrea2 en 1980, se ha podido reconstruir un
escueto rastro después de su deambular por distintos espacios vallisoletanos. Hoy sabemos que en 1609 el ensamblador Melchor de Beya adquiría el
compromiso de realizar un retablo destinado a la iglesia del Colegio de San
Gregorio, según un contrato dado a conocer por Esteban García Chico3
en 1941. Aunque en el mismo no se cita que la escultura fuese encomendada a
Gregorio Fernández, existen razones de gran peso para pensar que esta imagen
fuera realizada por el gallego para dicho retablo, en el que ocuparía un lugar
destacado como patrón titular del importante Colegio vallisoletano.
Por una parte, lo avalan las analogías estilísticas con las
obras realizadas por Gregorio Fernández durante la primera década del siglo
XVII, teoría que es reforzada por la gran similitud que la imagen tiene con una
segunda versión que hiciera en 1613, en la modalidad de busto con teca para
reliquias, para el Relicario de la iglesia de los jesuitas de Valladolid (hoy
iglesia de San Miguel), de modo que, tanto las características de la talla como
la iconografía aplicada lo adscriben a la gubia del que por entonces fuera un
joven maestro que se abría paso en el panorama artístico vallisoletano.
Tímpano de la fachada del Colegio de San Gregorio, Valladolid |
En segundo lugar, la imagen muestra indicios
inequívocos de que perteneciera a la orden de los dominicos, ya que la rica
policromía del manto está jalonada por grandes medallones con la característica
cruz en blanco y negro de Santo Domingo, símbolo de pureza y penitencia. Pero no sólo eso, pues junto a ellos
aparecen otros con la flor de lis, justamente el emblema de Fray Alonso de Burgos,
obispo de Palencia, que aparece repetido hasta la saciedad en las distintas
dependencias del Colegio de San Gregorio por él fundado, un motivo que llega al
paroxismo en la fachada, especialmente en el tímpano, donde rodeado de tapices
con la flor de lis aparece el obispo ofreciendo el Colegio al papa San Gregorio
entronizado, en presencia de San Pablo, titular del monasterio anexo, y bajo la
protección de Santo Domingo, fundador de la Orden. Esta confluencia de ambos
motivos en una misma imagen remite inexorablemente a la idea de que la
escultura estuvo relacionada con el Colegio de San Gregorio.
La imagen de San Gregorio allí permaneció al culto
en un retablo lateral de la capilla del Colegio, que por entonces estaba
presidida por el legendario retablo que para el obispo palentino elaborara el
gran maestre Gil de Siloé. Sería en tiempos de la invasión francesa, momento en que se
produjo la presencia de Napoleón en el vecino Palacio Real y el monasterio
dominico utilizado como acuartelamiento, cuando estas obras fueron víctima
de una desgraciada agresión. Si el retablo mayor fue completamente destruido, el resto fue
desmantelado, como otros tantos bienes del recinto dominico. A ello se vinieron a sumar las consecuencias de la Desamortización de Mendizábal de 1836, por la que el Colegio
de San Gregorio quedó extinguido.
Busto relicario de San Gregorio. Gregorio Fernández, 1613 Iglesia de San Miguel, Valladolid |
Fruto de esta vorágine, la imagen de San Gregorio
recaló en la iglesia de San Cipriano de Fuensaldaña (Valladolid), donde fue
colocada, junto a una escultura de Santo Domingo de la misma procedencia, en el
retablo mayor que en estilo barroco habían realizado en 1761 los ensambladores
Miguel Sierra y Bernabé López. Allí permaneció hasta 1970, cuando el
hundimiento de la cabecera de la iglesia motivó la venta de parte de su
patrimonio para sufragar las obras de reconstrucción, siendo adquirida la
imagen de San Gregorio por un coleccionista privado de Valladolid.
En sus manos estuvo más de cuarenta años, siendo un
hecho muy relevante el que la escultura saliese de su anonimato cuando fue
seleccionada y exhibida en la exposición que sobre Gregorio Fernández se
celebró en Madrid en la Fundación Santander Central Hispano, entre noviembre de
1999 y enero de 2000, bajo la dirección de Jesús Urrea, donde ya la presentó
como obra indudable de Gregorio Fernández y procedente del Colegio de San
Gregorio.
Finalmente, la talla fernandina fue adquirida por el
Estado en diciembre de 2013 y, tras una pequeña intervención de consolidación y
limpieza, ya que la imagen se encuentra en buen estado, fue entregada al Museo
Nacional de Escultura el 12 de marzo de 2014.
LA IMAGEN DE SAN GREGORIO DEL COLEGIO DE SAN GREGORIO
La escultura presenta los rasgos manieristas
habituales en la primera obra de Gregorio Fernández tras su llegada a
Valladolid, con un movimiento cadencioso que le permite moverse en el espacio
con elegancia y naturalidad. El dorso plano revela estar concebida para
ocupar la hornacina de un retablo y la teca practicada en el broche del manto
su función de relicario.
San Gregorio (540-604), uno de los cuatro Padres de
la Iglesia latina y Doctor de la Iglesia desde 1295, tiene una altura de 1,44
m. y se ajusta a su iconografía tradicional, revestido de pontifical en su
condición papal, después de haber sido elegido pontífice en el año 590 en
contra de sus deseos y ser el primer monje que alcanzó tal dignidad. La imagen
le presenta con máximo esplendor y en posición de contrapposto, lo que le permite flexionar la pierna izquierda y
establecer una inclinación a la altura de la cintura que se corresponde con la
de la cabeza, completando el equilibrio gestual con la colocación del brazo
izquierdo levantado para sujetar un libro y el derecho relajado con una cruz
papal de tres travesaños.
La suntuosa indumentaria litúrgica está compuesta
por un alba sobre el que se superpone una estola cruzada al pecho y una voluminosa
capa pluvial cuyo broche, a modo de pectoral, aparece convertido en una
teca-relicario. Completan su imagen pontificia los guantes que cubren las
manos, la mitra de tres coronas, con las ínfulas cayendo por detrás, y una cruz
papal independiente acoplada a la mano derecha. En esta imagen Gregorio
Fernández aplica un recurso muy expresivo que repetiría en el futuro en las
representaciones de santos con mantos: el cruce al frente de parte del manto
para quedar sujeto a la altura de la cintura por un libro, lo que produce un
juego de diagonales y una caída formando pliegues muy airosos.
Otro recurso plástico es la colocación de uno de los
dedos entre las páginas del libro haciendo que quede entreabierto. Este atributo
alude a San Gregorio como autor de obras de tipo pastoral, como su Regula pastoralis, el Libro de los Diálogos o el Regestum (Libro de correspondencia), así como otras relacionadas con la música, como su célebre Antifonario, recopilación de cantos que tomaron el nombre de "gregorianos" en su honor.
Como es habitual en Gregorio Fernández, el centro
emocional está concentrado en el rostro, en este caso rasurado, con la boca
entreabierta y con la mirada dirigida a lo alto en busca de inspiración. En el
trabajo de la cabeza se podrían apuntar ciertas similitudes con las facciones
de la figura de José de Arimatea del grupo del Santo Entierro de Juan de Juni,
por él admirado, al que de esta manera estaría rindiendo homenaje.
La imagen de San Gregorio presenta una rica
policromía, que fue retocada en el siglo XVIII, en la que prevalecen los
colores rojos papales. En ella destacan los esgrafiados florales del manto, que
se acompañan de labores a punta de pincel y de grandes medallones en los que se
alternan las cruces dominicanas y las flores de lis, vinculando con estos
motivos la imagen al Colegio de San Gregorio, como ya se ha indicado. La
carnación se limita al trabajo del rostro, tratado como una pintura de
caballete para resaltar las mejillas y la barba incipiente, estando también
pintados los ojos, pues en esta etapa Gregorio Fernández todavía no incorporaba
postizos a sus tallas.
En definitiva, la escultura responde en conjunto a
las obras de la primera etapa de Gregorio Fernández, caracterizadas por acomodarse
a los gustos del último manierismo renacentista, asumiendo a un tiempo los
patrones divulgados en España por el milanés Pompeo Leoni y los modelos
naturalistas de Francisco de Rincón, para componer figuras de potente anatomía
y elegantes ademanes, con un acabado de encarnaciones pálidas y ricos estofados
sobre una base de oro.
Informe: J. M. Travieso.
NOTAS
1 «La talla dedicada al papa San
Gregorio fue adquirida por el Estado en diciembre de 2013 a un particular por
200.000 euros». «La compra estuvo
motivada por la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del
Patrimonio Histórico con cargo al uno por ciento cultural, una partida
procedente de los presupuestos de las obras públicas, que se destina justamente
a trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Cultural Español».
El Día de Valladolid.com, 12 de marzo de 2014.
2 URREA FERNÁNDEZ, Jesús. Acotaciones
a Gregorio Fernández y su entorno artístico. Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología (BSAA) nº 46, Universidad de Valladolid, 1980,
pp. 378-380.
3 GARCIA CHICO, Esteban. Escultores.
Valladolid, 1941, p. 260.
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