19 de agosto de 2016

Theatrum: RELIEVE DE LA VIRGEN CON EL NIÑO, el brillo cerúleo del alabastro renacentista












RELIEVE DE LA VIRGEN CON EL NIÑO
Gregorio Pardo (Burgos, h. 1513-Toledo, h. 1558)
Hacia 1540
Alabastro
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Escultura renacentista española. Escuela castellana













Izda: Virgen con el Niño. Alabastro. Museo Catedralicio, Burgos
Dcha: Virgen con el Niño. Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid

Entre los fondos del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, dentro de una vitrina se muestra un exquisito relieve de pequeño formato que representa a la Virgen con el Niño, obra devocional del siglo XVI que es realzada por un enmarcado de época posterior. Se trata de una obra esculpida en alabastro, con forma ovalada, que Martín González cita muy superficialmente en el Catálogo Monumental de la Provincia de Valladolid, apuntando simplemente su elaboración en la prestigiosa escuela burgalesa1, seguramente por tomar como modelo de referencia otro relieve, de igual tamaño, material e iconografía, que se conserva en el Museo de la catedral de Burgos y que tradicionalmente se ha venido atribuyendo a Diego de Siloé.

Se desconoce en qué circunstancias llegó esta obra a la catedral vallisoletana, aunque sería lógico pensar que se trata de una de las obras pertenecientes al legado de la antigua Colegiata de Santa María la Mayor, construcción que fue sustituida por la catedral de diseño herreriano, de cuyo antiguo acervo artístico se conservan en la catedral vallisoletana, y su museo adjunto, un buen puñado de obras del siglo XVI.

Diego de Siloé. Izda: Adoración de los Reyes. Museum of Fine Arts, Boston
Dcha: San Jerónimo penitente. Alabastro. Museo Catedralicio, Burgos
Al encuadrar la obra en la escuela burgalesa del siglo XVI, necesariamente hemos de remitirnos a dos de sus principales representantes: Diego de Siloé y Felipe Bigarny. Sin embargo, atendiendo a criterios puramente estilísticos, el relieve vallisoletano, a pesar de mostrar una evidente inspiración italiana, nada tiene que ver con los modos de Diego de Siloé en sus trabajos de alabastro, especialmente en cuanto al depurado y elegante trabajo de las manos y la expresión melancólica de los rostros, aunque la Virgen muestre el mismo tipo de broche y pliegues del manto que en el medallón de la catedral burgalesa. A pesar de la versatilidad de Diego de Siloé, es difícil relacionar su autoría con el relieve del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

Menos aún con la obra de Felipe Bigarny, en cuya producción en mármol y alabastro siempre subyace un poso de sereno clasicismo que está presente en los bellos tondos de la Virgen con el Niño que coronaban la pareja de sepulcros que don Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, encargara en 1536 al escultor, junto al de sus padres, para ser colocados en el monasterio jerónimo de San Juan Bautista y Santa Catalina de la población soriana de La Espeja, actualmente conservados —el segundo de forma fragmentaria— en el Museo Nacional de Escultura.

Felipe Bigarny. Virgen con el Niño. Sepulcros de don Diego de Avellaneda
y de su padre. Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Sin embargo, Felipe Bigarny tuvo entre sus continuadores a su hijo Gregorio, fruto de su primer matrimonio con Ana Sáez Pardo, que también se dedicó al oficio de escultor. Es precisamente a este escultor al que Brasas Egido atribuye el delicado relieve de la Virgen con el Niño del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid2.

EL ESCULTOR GREGORIO PARDO

El escultor Gregorio Bigarny, más conocido como Gregorio Pardo, nació en Burgos hacia 1513 y en esta ciudad inició su formación como escultor junto a su padre Felipe Bigarny, que en 1532, cuando contaba 19 años, le envió a Zaragoza a completar su formación en el taller que Damián Forment tenía establecido en la ciudad aragonesa, lo que indica el alto grado de estima hacia aquel gran maestro de origen valenciano. Allí permaneció, según establecía el contrato, por un plazo de dos años en los que más que como aprendiz ejercería como oficial colaborador de Forment, recibiendo por ello un sueldo. De esta manera Gregorio Pardo tuvo la ocasión de formarse en la labra del alabastro, pues en ese tiempo su maestro trabajaba en este material el espectacular retablo de la catedral de Huesca3.

Damián Forment. Izda: Virgen con el Niño. Museo Marés, Barcelona. Centro: Virgen de las Nieves. Iglesia del Salvador,
Salvatierra de Esca (Zaragoza). Dcha: Nuestra Señora del Coro, Colección particular
Buen ejemplo del aprovechamiento de aquel aprendizaje es el documentado altorrelieve de la Asunción que, tras su regreso de Aragón y a petición de don Alonso de Castilla, realizara en 1539 en alabastro policromado para la fachada del desaparecido convento de Santo Domingo el Real de Madrid, obra actualmente conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Para una capilla funeraria del mismo convento madrileño, con la colaboración de Esteban Jamete (1515-1565), también realizaba en alabastro, entre 1539 y 1541, las magníficas efigies sepulcrales de don Pedro y don Alonso de Castilla, obispo de Calahorra y La Calzada, en cuya figura orante, ricamente engalanada con indumentaria episcopal, fusiona los estilos de Felipe Bigarny y Damián Forment. Esta escultura, fragmento del cenotafio de don Alonso de Castilla, también se halla recogida en el Museo Arqueológico Nacional.

Gregorio Pardo. Asunción, 1539. Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Para las iglesias burgalesas de San Nicolás de Bari y de La Merced realizó diversas esculturas, llegando a contraer matrimonio con una hija del prestigioso arquitecto Alonso de Covarrubias, maestro de la catedral de Toledo, que le abrió las puertas para trabajar en la ciudad imperial, donde dejaría lo mejor de su producción. En su obra demuestra conocer a fondo el vocabulario ornamental clásico, patente en la suntuosa decoración de los armarios de la antesala capitular de la catedral de Toledo, de impecable talla y diversidad ornamental. Otros trabajos en el mismo templo catedralicio fueron la Historia de Santa Leocadia, en la Puerta de la Chapinería, y el admirable tondo de la Coronación de la Virgen en el interior de la Puerta de los Leones, así como el medallón de San Juan Bautista, junto a las esculturas de San Pedro, San Ildefonso, San Juan, Santiago y San Eugenio, de la portada de la llamada Capilla de la Torre.

Gregorio Pardo llegaría a colaborar el taller paterno en la realización de la impresionante sillería de la catedral de Toledo, obra que su padre compartía con Alonso Berruguete, en la que en 1543 se ocupó de tallar la cátedra arzobispal, con el respaldo ocupado por un medallón ovalado, labrado en alabastro, que representa la Imposición de la casulla a San Ildefonso, cuya composición deriva del fantástico retablo que con el mismo tema había elaborado Felipe Bigarny para la denominada Capilla de la Descensión, situada en la nave de la misma catedral, aunque las figuras se aproximen al nerviosismo manierista de Alonso Berruguete.

Gregorio Pardo. Don Alonso de Castilla, 1541. Museo Arqueológico Nacional
Desde la muerte de Felipe Bigarny en 1542, su hijo Gregorio Pardo asumió la dirección del activo taller que tenía abierto en Toledo, ciudad en la que permaneció hasta que se produjo su muerte alrededor de 1558.

El arte de Gregorio Pardo no está lo suficientemente ponderado teniendo en cuenta la calidad de la obra que se le atribuye, siempre eclipsada por la sobresaliente obra de su padre en el foco burgalés. En ella aflora un eclecticismo de influencias que el escultor sabe canalizar para concretar un propio estilo caracterizado por un gran refinamiento y la búsqueda de la belleza formal al modo italiano, lo que ha inducido a pensar una posible estancia en Italia que no está documentada. En su obra, sobre el sustrato de su formación en la corrección de formas y depuradas técnicas junto a Felipe Bigarny y Damián Forment, se advierte una decantación hacia las expresivas formas manieristas de Alonso Berruguete y, en algunas figuras escorzadas, la influencia de las experiencias de Juan de Juni.

Según apunta Azcárate, entre la obra de Gregorio Pardo figura una serie de pequeños y exquisitos medallones en alabastro, especialmente italianizantes, que siguiendo un modelo creado por Diego de Siloé, fueron elaborados por Gregorio Pardo4. Entre ellos se pueden citar el conservado en la catedral de Burgos, tenido por obra de Diego de Siloé y conservado durante muchos años en la sacristía de la capilla del Condestable, otros dos en el Metropolitan Museum de Nueva York y en el Victoria & Albert Museum de Londres, y finalmente el del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.

EL RELIEVE ALABASTRINO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO

Este refinado relieve, de delicadas formas, esmerada ejecución técnica y con el atractivo brillo cerúleo que el alabastro proporciona, es una buena muestra de la adaptación de los escultores hispanos a los modelos renacentistas procedentes de Italia, siendo en este caso Gregorio Pardo quien, al trabajar un tipo de piedra con aspecto de mármol, sin tener que recurrir a los inconvenientes técnicos de la madera policromada, logra una belleza formal que bien podría pasar por una obra genuinamente italiana.

El relieve presenta un formato ovalado en el que se inscribe la figura de la Virgen, sedente, sujetando un libro de lectura interrumpida y visible hasta algo más abajo de la cintura, siguiendo los modelos asentados por los pintores y escultores quattrocentistas italianos —Lippi, Della Robbia, Botticelli, etc.—, mientras mantiene en su regazo, con gesto de delectación, la dinámica figura del Niño, lo que confiere a la escena devocional un sentido intimista, como intimista debió de ser el destino de este tipo de obras, muy apropiadas para pequeños oratorios tanto por su tamaño como por su condición de objeto suntuario.

Las figuras siguen una composición que, como en los tondos italianos, se adapta a la curvatura del marco configurando un medallón, con la Virgen en posición de tres cuartos y el Niño de perfil. La figura femenina presenta su cabeza inclinada siguiendo el gesto amoroso y sumiso especialmente difundido por los pintores italianos, con su máxima expresión en los tondos de Botticelli, fundiendo en la cabeza un rostro melancólico, a la manera de Diego de Siloé, con un pronunciado escorzo que recuerda las experiencias de Juan de Juni. Por su parte, la expresiva y naturalista figura del Niño encuentra su precedente en las sacras maternidades en terracota de los Della Robbia, que, como innovadora iconografía, fueron acertadamente filtradas en España por Felipe Bigarny en Castilla y Damián Forment en Aragón.

En un deseo de dignificar la imagen, el escultor recubre a la Virgen con una túnica y un ligero manto que se sujeta al pecho con un broche, siguiendo el modelo utilizado por Fra Angélico en sus Madonnas, añadiendo sobre la cabeza una toca que, en forma de finas láminas, se hincha y ondea agitada por una inexplicable brisa, siguiendo un recurso manierista muy próximo a Berruguete, lo mismo que los pliegues menudos.

Como queda demostrado, Gregorio Pardo se muestra como un excelente intérprete de las figuras infantiles, patente en los seis ángeles que acompañan a la Virgen en el relieve de la Asunción del Museo Arqueológico Nacional, con una vivacidad y una delicadeza heredada de los modelos alabastrinos de Damián Forment, en este caso con la mano del infante sobre el cuello de la Virgen, un gesto que es posible que responda al deseo de presentarla como la nueva Eva, lo que unido a la presencia del libro sobre la rodilla, relaciona la iconografía con los grandes tondos de Felipe Bigarny en los sepulcros de los Avellaneda (Museo Nacional de Escultura).

Las sutiles aportaciones a la escultura renacentista española de Bigarny, Forment, Berruguete y Juni, aparecen en este pequeño relieve fusionadas hábilmente a través de un sentido eclecticismo cuyo afán, a través de una estética plenamente italianizante, es dotar a la escena de una belleza formal realmente extraordinaria. De modo que una obra de tan pequeño tamaño viene a proclamar la grandeza artística de un escultor tan desconocido como Gregorio Pardo, cuyas obras en alabastro, como en el caso de Felipe Bigarny, Diego de Siloé, Alonso Berruguete, Manuel Álvarez, etc.,  alcanzan las cotas más sublimes de la escultura renacentista castellana.     

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


NOTAS

1 MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José y URREA FERNÁNDEZ, Jesús: Catálogo monumental de la Provincia de Valladolid, Monumentos religiosos de la ciudad de Valladolid, Tomo XIV, parte primera. Institución Cultural Simancas, Valladolid, 1985, p. 20.

2 BRASAS EGIDO, José Carlos: Guía artística de Valladolid. Ed. Lancia, León, 2005, p. 23.
La personalidad artística de Gregorio Pardo, destacado escultor de la escuela burgalesa del siglo XVI, todavía es un trabajo pendiente de definir en nuestros días.

3 GARCÍA GAINZA, Mª Concepción: El siglo del Renacimiento en España. La Escultura. En "Historia del Arte Español", bajo la dirección de Joan Soreda. Akal Ediciones, Madrid, 1998, p. 158.

Izda: Luca della Robbia. Madona con Niño, 1440. Col. particular
Dcha: Botticelli. Madonna con el Niño y ángeles, 1500. Col. Corsini, Roma
4 AZCÁRATE RISTORI, José María: Escultura del siglo XVI. Ars Hispaniae, vol. 13, Madrid, 1958, p. 69 y 227.









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