Paisaje desde la Sala del Ayuntamiento |
Posiblemente no sea apropiado considerar como museo
el lugar en el que hoy fijamos nuestra atención. Sin embargo, el hecho de que
en él se recojan muestras de antiguas formas de vida y religiosidad, junto a un
inverosímil conjunto artístico que como en ningún otro sitio se funde con la
naturaleza y está abierto a la visita pública, así lo consideramos, aunque
sería más atinado definirlo como uno de los lugares más pintorescos de España,
testimonio de una cultura secular en tierras de Castilla y León.
Empezaremos por dejar bien claro que la conocida
como Ermita de San Bernabé, a pesar
de haber sido declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1970, es un
hito casi insignificante dentro del gigantesco complejo kárstico que constituye
Ojo Guareña, una fascinante formación
natural de cerca de 100 km. de galerías topografiadas, distribuidas en seis
niveles y comunicadas entre sí, que lo convierten en el primer conjunto de
España y uno de los diez más importantes del mundo, razón por la que su
ecosistema está considerado desde 1996 como Monumento Natural dentro de la Red
de Espacios Naturales de Castilla y León.
La encina sagrada |
Las primeras exploraciones espeleológicas del
complejo de Ojo Guareña fueron realizadas en 1956 por el grupo Edelweiss,
patrocinado por la Diputación de Burgos.
Hasta hoy están identificadas hasta 18
entradas, distantes entre sí, al impresionante mundo subterráneo, como la Sima de Dolencias, la Dolina de los Huesos, la Gruta de San Bernabé y la cercana Cueva de la Palomera (visitable), la Cueva Kubía, la Sima Rizuelos, la Cueva
Covanería, la Cueva Cornejo, la Cueva del Moro, el Sumidero del río Guareña, hueco por el que el río se introduce en
el inframundo, el conjunto de la Cueva de
Kaite (no comunicada con la red principal y con pinturas del Neolítico),
etc., hasta llegar a la Sima Villallana,
descubierta en 2005.
Todas ellas configuran un alucinante paisaje oculto de
simas, galerías, lagos y ríos subterráneos, de muy difícil acceso, con
fantásticas formaciones geológicas producidas por la disolución de la roca
calcárea, por la acción del agua, durante millones de años.
Emplazamiento de la Ermita de San Bernabé |
Las partes accesibles de la mayoría de estas cuevas,
desde la Prehistoria se convirtieron en refugios y lugares de culto, habiéndose
recogido muestras de todas las culturas peninsulares, con grabados y pinturas
rupestres del Paleolítico, Neolítico y Edad del Bronce, así como restos de
cerámica, huesos, armas rudimentarias e incluso huellas fosilizadas de pies
humanos descalzos. En algunas de ellas, igualmente se han encontrado huellas de
actividad humana durante la Edad Media, algo comprensible por sus
características defensivas naturales.
Definido a grandes trazos tan peculiar contexto
natural, es fácilmente comprensible que en torno a estos lugares se gestase, a
lo largo de los siglos y por diferentes culturas, toda una serie de leyendas
referentes a pobladores con poderes sobrenaturales, reuniones de brujas,
tradiciones sobre los elementos maléficos y benéficos de las cuevas —casi
siempre con el agua como protagonista—, al asentamiento de anacoretas,
apariciones de santos, etc., que convirtieron el enclave en un lugar de
connotaciones mágicas. Toda esta tradición se cataliza en el fantástico paraje
donde se enclava la Ermita de San Bernabé,
una de las iglesias rupestres más singulares de España en la que se fusionan
las devociones cristianas con los poderes telúricos de la naturaleza.
LA ERMITA DE SAN BERNABÉ
Junto a la Cueva
de la Palomera (pinturas rupestres del Paleolítico), cuya entrada se
encuentra muy próxima, la única gruta visitable del conjunto de Ojo Guareña es
la Gruta de San Bernabé, convertida
desde época altomedieval en un atávico centro religioso. Adentrándose en el
interior de la sierra, con los accesos debidamente acondicionados y
señalizados, el visitante queda deslumbrado al llegar hasta un alto risco a
cuyo abrigo se cobijan una serie de pequeñas fachadas, construidas con sillería
de piedra y precedidas de una escalinata, que se funden con las oquedades de la
roca, proclamando su función religiosa una espadaña con campanas y rematada por
una cruz que se levanta entre ellas, y un pequeño púlpito que preside la
explanada que antecede a las construcciones.
A la derecha de las fachadas se encuentran dos
formaciones naturales: una cueva con una embocadura de grandes dimensiones y
una caprichosa formación geológica en cuya cúspide crecen encinas. Ambos
elementos están relacionados con la historia y las creencias del enclave, que
con el paso del tiempo llegaría a convertirse en un importante centro cultural,
religioso y administrativo de esta tierra perteneciente a las Merindades.
Interior de la gruta con la Pila de San Bernabé e imagen del santo |
Sala del Ayuntamiento
La gran cueva citada, que se abre a la derecha de
las fachadas, es conocida como Sala del
Ayuntamiento, lugar donde se encuentra la entrada a la gruta y un gran
espacio cerrado por una reja en cuyos flancos se hallan dos bancos corridos que
recuerdan el haber sido el salón plenario del Concejo de los pueblos entre 1616
y 1883, permaneciendo como sede del Ayuntamiento de la Merindad de Sotoscueva
desde 1885 a 1924, año en que las funciones administrativas se trasladaron a la
cercana población de Cornejo. Actualmente este espacio está reservado para
actos representativos y para la Romería
de San Bernabé.
Gruta de San Bernabé
Desde la Sala del Ayuntamiento se accede a una
dolina en la que arranca un itinerario por la gruta natural, ofreciéndose en un
audiovisual divulgativo las principales vicisitudes geológicas e históricas del
lugar, incluyendo las viejas creencias mágicas. Desde este punto se inicia un
recorrido por las profundidades, de unos 600 metros, que perfectamente acondicionado
para todo tipo de visitantes permite contemplar una pequeña parte de la cueva.
A lo largo de la ruta se puede contemplar la Pila de San Bernabé, que recoge el agua de las capas freáticas,
aunque la antigua tradición piadosa interpreta su llenado como una milagrosa intercesión
del santo, siéndole atribuidas propiedades curativas, especialmente para la
vista.
En otros puntos del recorrido se encuentran grabados
rupestres de difícil observación, siendo más elocuente el importante conjunto
de silos excavados para almacenar el
grano que tienen su origen en tiempos prehistóricos, aunque la mayoría,
siguiendo un eficaz arquetipo, datan de época medieval, cuando el ingenio
trataba de protegerse de la hambruna producida por las constantes guerras.
El último tramo de la gruta conecta con la Ermita de San Bernabé, en cuyo primer
espacio aparecen nuevamente restos de silos, junto a los que también se
encontraron algunos enterramientos medievales.
Ermita rupestre de San Tirso
y San Bernabé
En este espacio convertido en templo se fusionan,
casi con un criterio surrealista, las bóvedas naturales de la cueva con la
construcción en piedra del cerramiento que en el exterior adquiere el aspecto
de sucesivas fachadas, aunque el espacio interior sea unitario, formado por una
sola nave de trazado irregular, a la que se suma una dependencia junto a la cabecera con un balcón que permite oficiar misa al aire libre en la celebración de la Romería.
Los orígenes de este oratorio rupestre,
originariamente dedicado a San Tirso, se remontan al siglo VIII, posiblemente en
un eremitorio formado como consecuencia de la huida de algunos godos ante la
invasión islámica. Sin embargo, comenzaría a tener verdadera entidad a partir del
siglo XIII, cuando la cueva y la iglesia comenzaron a compartir el espacio,
siendo testigo de ello la pequeña talla de San
Tirso que preside el retablo, distorsionada por repintes posteriores. Sin
embargo, habría que esperar al siglo XVII para que el recinto adquiriese su
estructura actual, siendo cuando se levanta el conjunto de fachadas del
exterior y se realizan obras de acondicionamiento en el interior, incluyendo la
colocación de altares.
La iglesia, ya sumamente original por su concepción
arquitectónica y su lugar de asentamiento, dotada de pequeños retablos, conocería
una total transformación estética a principios del siglo XVIII, cuando los
responsables de la ermita, el cura Juan de Lucio y el administrador Pedro Gómez,
decidieron encargar en 1705 a un pintor desconocido que cubriera la totalidad
de la bóveda rupestre con pinturas murales que representaran los legendarios Diez martirios de San Tirso. Asimismo,
en el siglo XVIII se decidió unir las dos advocaciones de la gruta y la ermita
—San Bernabé y San Tirso— para poder celebrar la tradicional Romería de San Bernabé en junio,
evitando las dificultades de acceso al lugar que las inclemencias invernales
solían producir el 28 de enero, festividad de San Tirso.
Tiempo después, en 1877, se incorporarían a la
decoración mural, a un nivel inferior, una serie de escenas que, a modo de
exvotos dispuestos en forma de zócalo, recorren el perímetro interno narrando
una serie de milagros obrados por San Bernabé, prolongando así la decoración
pintada hacia los pies de la ermita. El resultado es insólito e impactante,
adquiriendo el color desplegado en los muros y su popular estilo el aspecto de
una peculiar "Capilla Sixtina" rupestre.
Las pinturas murales de los
Martirios de San Tirso de 1705
San Tirso fue un soldado romano, nacido en Asia
Menor, posiblemente en la actual Turquía, que vivió en tiempos del emperador
Decio, que en el año 249 decretó su séptima persecución contra los cristianos,
llevada a cabo por Combricio, gobernador de Cesárea. En la misma fue apresado y
martirizado San Leoncio, cuya entereza produjo la conversión del atlético soldado
Tirso, que tuvo el valor de reprochar al gobernador su idolatría y la violencia
contra los cristianos, siendo también detenido y, tras negarse a realizar
sacrificios a los dioses romanos, finalmente martirizado en la ciudad de
Apolonia (Anatolia) el año 252.
Convertido en modelo de la defensa de la fe
cristiana, sus restos fueron trasladados a Constantinopla a finales del siglo
IV y su culto se extendió por Asia Menor y la cultura bizantina hasta llegar a
occidente, siendo su historia recogida primero en el Martirologio Jeronimiano y
después en el Martirologio Romano. Al parecer,
su actuación ejemplar y sus torturas fueron recogidas y enumeradas en los
scriptorium de los monasterios de
Santo Domingo de Silos y San Pedro de Cardeña, que contribuyeron a difundir su
devoción.
En la hagiografía de mártir se narran los sucesivos
suplicios a los que San Tirso fue sometido y de los que salió indemne por su
forma física y la ayuda divina. El primero de los diez tormentos que padeció
fue el de ser amarrado de pies y manos con correas y después arrastrado por las
calles de la ciudad para dislocarle los miembros, tormento que no surtió ningún
efecto; en el segundo Combricio ordenó que se le quebrasen las piernas y se le
arrancasen las pestañas con finas agujas, castigo que el mártir afrontó con
tranquilidad; el tercer tormento consistió en flagelarle con azotes rematados por bolas metálicas, ante los que San Tirso no
experimentó dolor alguno; en el cuarto lo amarraron con cadenas sobre una cama
de hierro y vertieron sobre su cuerpo plomo fundido, a lo que reaccionó orando
tranquilamente. El plomo salpicó a los verdugos e infieles presentes, mientras que
el mártir no sufrió lesión alguna.
En el quinto tormento participó el gobernador
Silvano, llegado a la ciudad de Nicomedia, que ordenó que Tirso fuese atado,
azotado con crueldad e introducido en una caldera de agua hirviendo que acabó
reventando ante las oraciones del castigado; con reacción airada, el gobernador
dispuso el sexto tormento, en el que el valeroso joven fue precipitado desde lo
alto de las murallas de la ciudad hacia una maquinaria con puntas, aunque fue
salvado por intervención divina. Los asombrados gobernadores Combricio y
Silvano, tras retenerlo en prisión, decidieron trasladarlo a la ciudad frigia de
Apamia, siendo azotado por los verdugos por el camino. Al cuarto día de su
llegada, los dos gobernadores murieron y la ciudad fue asolada por un incendio,
tal y como había vaticinado el santo.
El séptimo de los tormentos fue dirigido por el
gobernador Baudio, que ante su persistencia en la fe cristiana ordenó que fuese
arrojado al mar dentro de un costal, pero fue liberado con la ayuda de ángeles;
el mismo gobernador, que debía trasladarse a la ciudad de Apolonia, decidió
llevar al mártir consigo para aplicarle el octavo tormento, consistente en
soltarle en el circo para que las fieras lo despedazasen, aunque estas, tras
sus oraciones, se postraron mansamente a sus pies.
Detalle del segundo tormento de San Tirso, 1705 |
El contrariado gobernador
dispuso el noveno castigo, en el que Tirso fue azotado ante los gentiles del
templo de Apolo, produciéndose tras sus oraciones un estruendoso trueno que
derribó todas las estatuas de los dioses, hecho que produjo la conversión al
cristianismo del sacerdote romano Calinico, que sería degollado; en el décimo
tormento fue colocado en un cajón de madera para serle aserrados todos los
miembros, pero los repetidos intentos fueron infructuosos. Fue entonces cuando
San Tirso, tras agradecer los prodigios divinos, entregó su alma al Señor. Por
este motivo presenta una sierra como atributo de su martirio.
A partir del siglo XVI se extendió por España la
devoción a un mártir llamado San Tirso que supuestamente había nacido en
Toledo, aunque, como en otras ocasiones, sólo se trataba de una trasposición de
la hagiografía del San Tirso oriental, por lo que no fue recogida en el
Martirologio Romano.
Octavo tormento de San Tirso, 1705 |
Todos los tormentos de San Tirso fueron plasmados
por un pintor desconocido sobre las bóvedas naturales de la ermita,
configurando un gigantesco "comic" devocional. Las escenas
dieciochescas, que aparecen separadas por orlas y acompañadas de cartelas
explicativas de los milagros, se encuentran muy lejos de ser consideradas obras
de un gran maestro pintor, respondiendo estrictamente a un arte popular que
adolece de sensibles errores de perspectiva, volumetría y gama cromática,
resultando sin embargo, muy expresivo por su ingenuidad y afán narrativo.
Las pinturas murales de los Milagros
de San Bernabé de 1877
La misma ingenuidad se repite en las pinturas
realizadas en el último cuarto del siglo XIX, las cuales, con aspecto de
exvotos de gran formato, refieren distintas intervenciones milagrosas de San
Bernabé, la mayor parte de ellas obradas en los paisajes circundantes de las
Merindades. Son escenas nuevamente resueltas con un gran esquematismo y
economía de medios, que sólo tratan de perpetuar leyendas milagrosas difundidas
por la región.
Décimo y último tormento de San Tirso, 1705 |
La Romería de San Bernabé
Esta fiesta se celebra anualmente el 11 de junio o
en el sábado siguiente y fue declarada de Interés Turístico de Castilla y León
en el año 2000. La Romería mantiene la tradición de la reunión de los concejos
de la Merindad —administración territorial medieval que pervive en la provincia
de Burgos— en torno a la encina sagrada
que se encuentra en el exterior, donde las autoridades nombran al Carbonero
Mayor, un oficio habitual en estas tierras. Tras el encendido de la carbonera, los
numerosos asistentes se dirigen hacia la explanada que precede a la ermita,
donde se celebra una misa al aire libre a la que siguen danzas populares,
diversos concursos y un ágape en el que todos participan.
De la antigua función jurisdiccional y
administrativa de la ermita, en su interior se conserva el que fuera el primer
Archivo Municipal, una construcción de piedra con forma de templete, aunque
actualmente la Casa Consistorial se localiza en la vecina población de Cornejo.
Detalle de los milagros de San Bernabé, 1877 |
LOCALIZACIÓN Y VISITAS
Localización
La gruta y la ermita de San Bernabé se encuentra en
el término de Cueva, perteneciente a la Merindad de Sotoscueva, uno de los
sietes distritos que forman la comarca burgalesa. Al enclave se accede fácilmente desde
la población de Cornejo o desde Quintanilla del Rebollar, donde se encuentra la
Casa del Parque o centro de
visitantes.
Información en telf. 947 138 614 (Ayuntamiento de Cornejo).
Horario de visitas
Tarifas
Entrada individual: 4 €.
Entrada reducida (jóvenes de 7 a 16 años, estudiantes, pensionistas y
grupos): 3 €.
Niños de 1 a 6 años: entrada gratuita.
NOTAS
1 En el Boletín Oficial de Castilla y León del 3 de mayo de 2002 se
ordenaba la publicación del Convenio de Colaboración entre la Consejería de Medio
Ambiente de la Junta de Castilla y León y el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas para la realización de un estudio sobre:
«Biodiversidad Faunística del Complejo Kárstico de Ojo Guareña: Evaluación de
la influencia de la presión humana en algunas de sus poblaciones de
invertebrados» en el Monumento Natural de Ojo Guareña (Burgos).
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