CRISTO YACENTE DEL PARDO
Gregorio Fernández (Sarria, Lugo,
1576-Valladolid 1636)
1614-1615
Madera de pino policromada
Convento de Nuestra
Señora de los Ángeles, conocido como Convento del Cristo de El Pardo, El Pardo
(Madrid)
Escultura barroca. Escuela
castellana
La figura aislada de Cristo muerto planteada por Gregorio Fernández
—presentada en su época ante los fieles a la luz de las velas— impresionaba y
sigue impresionando a cuantos la contemplan por la sinceridad y crudeza con que
se muestra el despojo del torturado, ya sea con el cuerpo, sudario y almohada
tallados en un mismo bloque, se podría decir que a modo de altorrelieve, o con
la anatomía exenta, pues el escultor trabajó ambas modalidades.
En el estudio de Gregorio Fernández como escultor especializado en figuras de la Pasión, como creador de prototipos de imágenes de Cristo, la Virgen y los sayones de los pasos procesionales, se puede apreciar a lo largo de su producción una evolución estilística que afecta por igual a los aspectos formales, técnicos y decorativos.
En el periodo 1605-1610, las obras fernandinas se caracterizan por acomodarse a los gustos del último manierismo renacentista, asumiendo a un tiempo los patrones divulgados en España por el milanés Pompeo Leoni y los modelos naturalistas de Francisco de Rincón, escultores junto a los que trabajó como colaborador tras su llegada a Valladolid. Corresponden a este momento el primero de los conocidos, el Cristo yacente realizado hacia 1609 por encargo de don Francisco Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, para ser donado a los dominicos del convento de San Pablo de Valladolid, de cuya iglesia ostentaba el patronato, así como el Cristo yacente tallado hacia 1610 y destinado a la capilla relicario del coro bajo del convento de Santa Clara de Lerma (Burgos), fundación ducal que lo recibió como donación de la reina Margarita de Austria.
Durante el lustro 1611-1615, que constituye la segunda etapa del escultor, la actividad del taller fue imparable para atender la demanda de imágenes y retablos, abandonando paulatinamente las formas manieristas y los estofados en la policromía, para mostrar una tendencia hacia la pureza clasicista y el tratamiento naturalista, comenzando a utilizar colores lisos en la policromía y encarnaciones tratadas como pinturas de caballete. En esos años comienza a realizar grandes conjuntos procesionales —Crucifixión o Sed tengo (1612), Camino del Calvario (1614)— en los que se revela como un creador de tipos originales. Tras realizar hacia 1611, por encargo del duque de Uceda, hijo y sucesor del Duque de Lerma, el Cristo yacente donado al convento del Sacramento de Madrid por él fundado, en 1614, a petición del monarca Felipe III, inicia la realización del Cristo yacente de convento de Capuchinos del Pardo, que marca una ruptura con los modelos anteriores, presentando a Jesús reposando sobre un solo cojín sobre el que se extiende el cabello, con una anatomía más enflaquecida y humanizada, y con los pliegues de los paños duros y con aspecto metálico, siendo el modelo que marca el prototipo seguido en ejemplares posteriores.
EL CRISTO YACENTE DEL CONVENTO DE CAPUCHINOS DE EL PARDOEl convento de los capuchinos de El Pardo fue fundado el 12 de noviembre
de 1609 por impulso del rey Felipe III y con el apoyo de la reina Margarita de
Austria. La proximidad al palacio favoreció que los monarcas visitaran muy a menudo
el monasterio, que fue consagrado el 21 de noviembre de 1614 bajo la advocación
de Nuestra Señora de los Ángeles, disponiendo la familia real de una tribuna en
la iglesia. Para tal ocasión, según los cronistas de la época, ese año el rey
Felipe III encargó personalmente a Gregorio Fernández la realización de una
imagen que donaría al monasterio como conmemoración del nacimiento de su hijo y
sucesor, que reinaría como Felipe IV. Como aquel natalicio ocurriera en
Valladolid en el Viernes Santo de 1605, el monarca eligió el tema de Cristo
muerto, siguiendo el modelo de los impactantes yacentes anteriormente
realizados por el escultor gallego.
La imagen, preservada dentro de una urna que no se ha conservado, fue trasladada en solemne procesión el 14 de junio de 1615, siendo colocada al culto en un aposento por debajo del altar mayor de la iglesia del convento, aunque después se construyó una capilla barroca destinada al culto independiente del Santo Cristo, que recibió la veneración constante de los monarcas, que hicieron numerosas donaciones al convento, y de los vecinos de El Pardo, como informa el capuchino Gregorio blanco García en su obra “Historia de El Cristo de El Pardo” (1987).
Como es habitual, el centro emocional se concentra en el rostro, que ya presenta
el prototipo cristológico que identificará al escultor, como los ojos semiabiertos
con la mirada perdida, la boca entreabierta permitiendo contemplar la lengua y
los dientes como recuerdo del último suspiro, los característicos mechones
sobre la frente, una barba simétrica de dos puntas y la llaga de la perforación
producida por una espina en su ceja izquierda.
Estilísticamente supone una obra de ruptura y transición en la serie de
yacentes elaborados por Gregorio Fernández, abandonando las pautas manieristas
de sus primeros años para acentuar el naturalismo, sin llegar al obsesivo
realismo dramático de sus etapas finales. En este afán por simular la realidad,
el escultor aplica por primera vez en este Cristo yacente el uso de
postizos, como ojos de cristal y aplicaciones de corcho en la llaga de la
rodilla, así como resinas para fingir la gota de sangre producida por la espina
que atravesó su ceja izquierda y la mezcla de gotas de sangre y agua que emanan
de la herida del costado certificando la muerte de Cristo.
El Cristo yacente del Pardo aparece al culto en una capilla lateral construida entre 1830 y 1833 por el arquitecto Isidro González Velázquez. Desaparecida la urna original en los acontecimientos que después se reseñarán, actualmente se custodia en una urna de mármol y bronce realizada en 1940 por el asturiano Félix Granda, sacerdote, escultor, pintor y orfebre español que fundó el taller de arte litúrgico Talleres de Arte. La lujosa urna fue donada por Francisco Franco, que por entonces tenía su residencia en el Palacio Real de El Pardo.
LAS VICISITUDES DEL CRISTO YACENTE DE EL PARDOPara el monasterio auspiciado por el rey Felipe III, el arquitecto real
Juan Gómez de Mora proyectó el edificio definitivo, que fue culminado en 1650 e
inaugurado por el rey Felipe IV. El complejo sufrió un importante deterioro
durante la Guerra de Independencia, cuando las tropas napoleónicas destruyeron
por completo la iglesia, cuya planta fue reconstruida entre 1830 y 1833, como
ya se dicho, por el arquitecto Isidro González Velázquez. En aquellos
acontecimientos, al parecer la imagen del Cristo yacente fue puesta a
salvo del saqueo al ser escondida por los vecinos de El Pardo.
El monasterio conoció otro periodo infausto en 1837 durante la
Desamortización de Mendizábal, año en que la imagen del Cristo yacente
fue trasladada a la iglesia del Real Sitio del Buen Retiro, donde permaneció
hasta que en 1850 fue devuelta al convento, que en 1910 fue convertido en
Seminario de Misiones de los padres capuchinos.
En ese momento se perdió la urna original que contenía la imagen, que
para preservarla fue trasladada al real sitio del Palacio de El Pardo, donde
permaneció hasta en 7 de febrero de 1937, cuando las autoridades locales
solicitaron ayuda a la Junta de Protección y Salvamento del tesoro artístico
para trasladar la imagen a la iglesia madrileña de San Francisco el Grande,
operación llevada a cabo por el pintor húngaro Thomas de Malonyay para su
resguardo y custodia. Allí permaneció, durante buena parte de la contienda,
oculto bajo una alfombra, según testimonio ocular de don Luis Hernández
González, notario de Madrid. Y gracias a estar escondida, el Cristo yacente
del Pardo se libró de ser comprado por una comisión artística rusa que
había llegado a Madrid buscando obras para el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
Convento del Cristo del Pardo, El Pardo (Madrid) |
Cristo del Pardo. Dibujo Mariano Maella Grabado Manuel Salvador Carmona, 1804 Biblioteca Nacional de España, Madrid |
Cristo yacente, h. 1609. Iglesia de San Pablo, Valladolid |
Lustro 1621-1625
(cuarta etapa del escultor)
Posteriormente a la elaboración del Cristo yacente del Pardo en
1614, con el modelo ya depurado y netamente barroco, Gregorio Fernández
realizaría dos nuevas versiones que siguen la pauta de aquel ejemplar.
● Cristo yacente del
monasterio de la Encarnación de Madrid (1621-1625)
● Cristo yacente del monasterio
de benedictinas de San Plácido de Madrid (1621-1625)
Lustro
1626-1630 (quinta etapa del escultor)
Cristo yacente, 1621-1625. Convento de la Encarnación, Madrid |
● Cristo yacente del desaparecido
templo de San Francisco de Borja de la Compañía de Jesús en Madrid, actualmente
en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid (hacia 1626).
● Cristo yacente de la
iglesia de San Miguel y San Julián de Valladolid, antigua iglesia de San
Ignacio de la Compañía de Jesús (hacia 1627). Magistral obra de la madurez del
escultor, presenta la peculiaridad de estar tallado en bulto redondo y en plena
desnudez, sin sudario, cojín ni paño de pureza, lo que supone un límite del
arquetipo que María Luisa Caturla denominó “desnudo a lo divino”.
● Cristo yacente del
monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar (Burgos), posiblemente la versión
de mayor calidad escultórica (1629).
Cristo yacente, h. 1626. Museo Nacional de Escultura, Valladolid |
Lustro 1631-1635
(última etapa del escultor)
El arquetipo fernandino de Cristo yacente se decanta hacia el
dramatismo más exacerbado. El fuerte patetismo busca la reflexión del
espectador sobre la penitencia y el dolor a través de formas realistas y
convincentes. En ellos aún se ensayan nuevas propuestas sobre el arquetipo ya
definido, utilizando como recursos la talla minuciosa y una esmerada policromía
para obtener imágenes sorprendentes por su realismo.
● Cristo yacente de la
catedral de Segovia (1631). Donado por el obispo don Melchor Moscoso de
Sandoval, presenta una impecable y vigorosa anatomía de proporciones clásicas,
así como una policromía mate de tonos pálidos y uso de postizos que paradójicamente
dotan al cuerpo muerto de una gran vivacidad.
Cristo yacente, h. 1627. Iglesia de San Miguel, Valladolid |
Informe: J. M.
Travieso.
Cristo yacente, 1629. Convento de Santa Clara Medina de Pomar (Burgos) |
Notas
1 URREA, Jesús:
El escultor Gregorio Fernández, 1576-1636 (apuntes para un libro),
Ediciones Universidad de Valladolid, 2014, p. 107.
Cristo yacente, 1631. Catedral de Segovia |
Cristo yacente, 1631-1635 Convento de Santa Clara, Monforte de Lemos (Lugo) |
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario