RETABLO DE LA PASIÓN, MUERTE,
RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE CRISTO
Bernat Saulet (activo en el siglo XIV)
1341-1342
Alabastro policromado y vidrio
tintado
Museo Episcopal de Vic (Mev), Vic
(Barcelona)
Procedente de la iglesia de San
Juan y San Pablo, San Juan de las Abadesas (Gerona)
Escultura gótica
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Museo Episcopal de Vic (Mev) |
En la población de San Juan de las Abadesas, en la comarca gerundense
del Ripollés, durante la década de 1340 estuvo enclavado un taller escultórico
muy activo, especializado en obras en alabastro, que atendía los encargos de
unos promotores que con su actividad renovadora querían dar un nuevo esplendor
al viejo monasterio fundado el año 887 por Wifredo el Velloso y su esposa
Guinedilda, especialmente a la iglesia del mismo dedicada a los santos mártires
San Juan y San Pablo, conocida popularmente como Sant Joanipol.
De las obras realizadas por aquel taller sobresale el magnífico retablo de
la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Cristo, que fue
contratado por el escultor Bernat Saulet en 1341 para dicha iglesia, donde estuvo
emplazado hasta el año 1561, momento en que fue desmontado y reubicado en la
sacristía, posiblemente alterando su disposición original, pues algunos autores
sugieren que en origen su forma fuese apaisada. Actualmente se muestra en el
Museo Episcopal de Vic, donde ingresó en 1889 con la forma que presenta en
nuestros días.
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Museo Episcopal de Vic, sala donde se expone |
El retablo adopta una forma reticular formada por cinco cuerpos, con
cuatro escenas en cada uno, y cuatro calles con cinco escenas superpuestas,
sumando veinte altorrelieves que narran los principales episodios de la vida de
Cristo comprendidos entre las fiestas litúrgicas del Domingo de Ramos y la
Ascensión. Las escenas aparecen cobijadas bajo motivos arquitectónicos en forma
de dobles arcos trilobulados que dan un aspecto uniforme al conjunto, estando
separadas verticalmente por cinco pináculos que se prolongan en el ático, donde
las cuatro calles se coronan con frontones triangulares en los que se insertan figuras
de ángeles músicos.
Según el montaje conservado, la secuencia narrativa se divide en tres
partes, iniciándose en el grupo de seis escenas de los tres cuerpos superiores
de la parte izquierda, continuándose en las seis de la parte derecha y
finalmente en los dos cuerpos inferiores siguiendo un orden de izquierda a
derecha (ver imagen con el esquema).
Todas las escenas están labradas en alabastro y tanto las figuras como
los elementos arquitectónicos presentan restos de policromía, siendo
especialmente apreciables los rojos y azules aplicados en las indumentarias, arquerías
y enjutas. Lo que confiere al retablo un carácter suntuario. Una indudable
singularidad, dentro de la producción de la época, es la aplicación en el fondo
de todas las escenas de placas de vidrio coloreado en azul intenso, desgraciadamente
perdidas en la mayor parte de ellas, aunque es posible apreciar el desaparecido
efecto estético en los episodios de la Entrada en Jerusalén, la Cena
en la casa de Simón en Betania y en Jesús ante Pilatos, que conservan
los fondos vidriados casi al completo.
Estilísticamente, la escultura de Bernat Saulet acusa la influencia de
las formas de la escuela sienesa, tanto por la estilización de las figuras
humanas como por el énfasis narrativo de las distintas escenas, compuestas con
numerosas figuras y abundantes detalles secundarios labrados minuciosamente con
un fin descriptivo, tanto en elementos de atrezo —enseres, equipamiento y armas
de la soldadesca, vegetaciones, construcciones, etc.— como en los pormenores anecdóticos
de las indumentarias, los gestos, las expresiones faciales y el variado
tratamiento de los cabellos.
En las representaciones, Bernat Saulet se aleja del antinaturalismo de
la escultura románica anterior (recuérdese el célebre grupo románico del Descendimiento
de la misma iglesia de San Juan de las Abadesas) para infundir a las figuras el
mayor naturalismo posible, evitando deformaciones anatómicas, aumentando la
expresividad gestual y dando volumen a las vestimentas con numerosos pliegues. Asimismo,
es evidente el deseo de reflejar los sentimientos de los personajes, de afecto,
burla o dolor, resaltando la relación que se establece entre las figuras
representadas, dotando a las figuras sagradas de dignidad y consiguiendo aportar
veracidad al relato mediante figuras fácilmente reconocibles por los fieles.
La construcción de retablos constituyó una de las grandes aportaciones
de la escultura gótica por aglutinar la narración de historias a través de
distintas escenas, tanto pictóricas como escultóricas, motivo por el que se
convirtieron en uno de los principales elementos de la liturgia y
adoctrinamiento en la época del gótico, siendo este retablo de discreto formato,
elaborado entre 1341 y 1342, uno de los pioneros en asentar la tradición en la Corona
de Aragón de los retablos realizados enteramente en alabastro, que alcanzarían
su cumbre doscientos años después con la obra renacentista de Damián Forment.
Las escenas representadas por Bernat Saulet, según un criterio narrativo
cronológico, son las siguientes:
A-B-C-D Ángeles músicos en los frontones del coronamiento. Cuatro ángeles, con los cuerpos en posición de tres cuartos, vestidos con túnicas y con grandes alas desplegadas hacia arriba, tañen un laúd, una vihuela, una fídula y una cornamusa. Dos de ellos conservan fragmentos de las placas de vidrio utilizadas como fondo.
1 Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Es la única escena del retablo con tintes festivos y marca el inicio del ciclo de la Pasión. Con una composición muy similar a la planteada por Giotto en 1305 en los frescos de la Capilla de los Scrovegni de Padua, presenta a Cristo a lomos de un asno, al que acompaña un pollino, dirigiéndose hacia la puerta de Jerusalén, simbolizada por una fortaleza con una alta torre. Le acompaña un grupo de apóstoles y aparece rodeado por personajes que despliegan y extienden paños a su paso, junto a otros que encaramados en los árboles agitan ramas como gesto de júbilo configurando una escena muy dinámica. La escena conserva íntegro el fondo de placas en vidrio tintado.
2 Cena de Jesús en casa de Simón en Betania. Unción de María Magdalena.
Es una escena íntima en la que Cristo, colocado en el centro e identificado por un nimbo crucífero, comparte la cena a la que ha sido invitado por Simón “el leproso” en su casa de Betania. El escultor individualiza los rostros y las vestiduras, recreando con detalle cada elemento de la mesa: el mantel, los alimentos, el ajuar, el sirviente portando una botella. En la parte inferior aparece la figura más significativa del momento, María Magdalena postrada y ungiendo los pies de Jesús con un tarro de perfumes y su melena desplegada. La escena conserva restos de policromía y el fondo de placas de vidrio casi al completo.
3 El lavatorio de pies de Jesús a los discípulos.
La escena está compuesta por nueve personajes y representa el momento en que Cristo se levantó de la cena, se quitó el manto y arrodillado comenzó a lavar los pies de los discípulos en un lebrillo. En el extremo de la parte derecha aparece Judas sujetando una moneda en la mano. El fondo conserva un fragmento de vidrio.
4 El beso de Judas.
Compuesta por catorce figuras dispuestas simétricamente, la escena muestra el encuentro de Judas con Cristo en el huerto de Getsemaní. El beso, destacado en el centro de la composición, es la señal de la traición. Judas llega acompañado de soldados perfectamente identificables por sus uniformes, cascos y armas, uno de los cuales sujeta un farol como alusión a que se trata de un pasaje nocturno. Los mantos de Cristo y algunos apóstoles presentan pliegues de inspiración clasicista.
5 El Prendimiento y escarnio de Jesús.
La escena presenta un cortejo en actitud de caminar compuesto por siete figuras y cuyo centro ocupa Cristo maniatado, que es precedido por un sayón que sujeta la soga y dos soldados uniformados que portan escudos y un tipo de lanzas con aspecto de alabardas. En el lado opuesto un soldado empuja a Jesús, un sayón mesa la barba de Cristo y otro, igualmente con gesto burlón, se mofa sujetando un objeto que se ha perdido.
6 Jesús conducido ante Herodes.
Jesús maniatado es conducido por cuatro soldados ante Herodes Antipas, que aparece entronizado en lo alto de un podio, con las piernas cruzadas y en actitud de interrogarle. Destaca el minucioso detalle descriptivo de los uniformes y armas de los soldados y la indumentaria del tetrarca coronado, todos ellos con restos de policromía, cuyas incisiones y pliegues contrastan con la tersura de la túnica de Cristo, que adopta una actitud silente siguiendo el relato evangélico.
7 Jesús interrogado por Caifás.
La composición de esta escena repite la utilizada en la anterior, con Jesús maniatado y conducidos por soldados en este caso ante Caifás, sumo sacerdote judío, que entronizado bajo un dosel y una torre que simboliza su palacio, procede a su interrogatorio. Destaca la animada conversación que entablan dos de los soldados, uno de ellos de espaldas al espectador. En su conjunto, la composición de esta escena, al igual que la anterior, presenta concomitancias en la colocación de los personajes con la del mismo tema realizada al fresco por Giotto en 1305 en la Capilla de los Scrovegni de Padua, lo que induce a pensar que Bernat Saulet pudiera haber conocido aquella obra antes de trabajar en San Juan de las Abadesas.
8 Jesús ante Pilatos, que se lava las manos.
Siguiendo una composición similar a las dos anteriores, el escultor agrupa los personajes en dos grupos. En la parte izquierda se encuentra Jesús maniatado y retenido por cuatro soldados armados, uno de los cuales porta una maza y otro una espada enfundada. En el lado opuesto, Poncio Pilatos entronizado y recubierto por un manto de color púrpura que proclama su autoridad, se lava las manos con la ayuda de un sirviente que vierte agua de una jarra y lleva al hombro un paño para secarse, resaltando en la escena este episodio narrado en el evangelio de Mateo como símbolo de vileza y sumisión a los intereses de la política. La escena conserva las placas de vidrio azul que revisten el fondo.
9 La Flagelación
Con gran ingenio, el escultor coloca una fina columna entre las dos arquerías trilobuladas, inexistente en otras escenas, a la que Cristo está amarrado. Su cuerpo adopta un trazado serpenteante y desequilibrado para sugerir la fuerza con que es flagelado, efecto reforzado con la colocación de uno de los flagelos pegado a su brazo derecho. La escena conserva restos de las placas de vidrio que recubrían el fondo.
10 Camino del Calvario. Encuentro con las santas mujeres.
Compuesta por nueve figuras, Cristo se coloca en el eje central de la composición, que representa la salida hacia el Gólgota con la cruz a cuestas. El cortejo está precedido de un heraldo que toca una trompeta, un sayón que sujeta a Cristo por el cuello con una soga y un soldado con casco, un escudo y sujetando una espada. Detrás de Cristo, junto a otros soldados, las santas mujeres intentan tocarle mientras vuelve la cabeza hacia ellas. Al fondo aparecen múltiples lanzas y alabardas que sugieren la participación de otros soldados en el cortejo. Es una de las escenas con mayores valores narrativos.
11 Jesús clavado en la cruz.
La composición, aunque adolece de errores de perspectiva, presenta una gran expresividad. En ella se muestra el momento en que Cristo es clavado en la cruz, con tres sayones con martillos que golpean los clavos sobre las manos y pies. Otro procede con esfuerzo a izar la cruz tirando de una soga entrelazada. En la izquierda, bajo la mirada de un soldado vigilante, la Virgen y San Juan muestran un gesto de desconsuelo. En las figuras son visibles los restos de una policromía roja.
12 El Calvario, con los dos ladrones y María y San Juan a los pies de la cruz.
Compuesta de forma simétrica, la parte central de la escena es ocupada por Cristo crucificado, que aparece acompañado a un lado de la Virgen, que con gesto suplicante junta sus manos sobre el pecho mientras se produce un cruce de miradas entre madre e hijo y al otro de San Juan, que revestido con una túnica y un manto de gran amplitud, apoya su mano contra su mejilla, siguiendo un convencionalismo medieval para la expresión del dolor. En los extremos, sugiriendo estar más alejados mediante una escala inferior —con un sentido fallido de la perspectiva— se encuentran los dos ladrones crucificados, en cuyos rostros Dimas y Gestas contraponen la serenidad del que ha recibido la promesa del paraíso con la sonrisa burlona del incrédulo. Los mantos de la Virgen y San Juan conservan restos de la policromía.
13 El Descendimiento de la cruz.
Compuesta de forma simétrica por nueve personajes, la escena, que comienza la secuencia de los dos cuerpos inferiores, presenta múltiples detalles narrativos. De la cruz, colocada en el eje central, Nicodemo desclava con unas tenazas los pies de Cristo, cuyo cuerpo arqueado por el peso es sujetado por José de Arimatea, que recibe la ayuda de tres acompañantes, dos de ellos encaramados sobre escaleras que se apoyan en los brazos de la cruz y que retienen el cuerpo sujetando un sudario. En la parte izquierda se coloca la Virgen acompañada de María Magdalena y en la derecha la figura de San Juan, que colocada de espaldas vuelve su cabeza hacia el centro. Con gran expresividad Bernat Saulet plasma el forzado equilibrio sobre las escaleras y el esfuerzo de Nicodemo con las tenazas, expresado con el apoyo de un pie sobre la roca.
14 Santo Entierro.
Es una de las escenas más originales y con mayor carga sentimental. Cristo, envuelto en un sudario, es depositado en el sepulcro mientras es abrazado y besado por la Virgen en compañía de las santas mujeres. María Magdalena se coloca en primer término de espaldas y con el cuerpo arqueado por el esfuerzo, mientras a los pies aparece San Juan contemplativo con las manos cruzadas y un ayudante cubierto con caperuza que sujeta las piernas.
15 Descenso de Jesús al Limbo.
Esta leyenda, no perteneciente a los Evangelios canónicos, sino inspirada en el evangelio apócrifo de Nicodemo, está ambientada en el inframundo y ofrece elocuentes valores narrativos, anticipándose a la expansión del tema en el siglo XV. En ella aparece Cristo triunfante en el Infierno, enarbolando la cruz, rescatando a los Justos antes de la resurrección. Estos están representados como almas desnudas a las que toma de la mano liberándolas del castigo eterno, simbolizado por la cabeza de un monstruo gigantesco con las fauces abiertas y rodeado de figuras de diablos hostiles que inútilmente tratan de impedirlo.
16 Un ángel anuncia la Resurrección a las tres Marías.
La escena está representada de forma sintética, con el sepulcro vacío como elemento destacado que es mostrado por un ángel que levantando la losa y sujetando el sudario anuncia la Resurrección a las tres Marías, que sujetan entre sus manos tarros de ungüentos gesticulando ante la sorpresa. Realmente original es la colocación bajo el sepulcro de cuatro soldados de sueño profundo, que apoyados en sus escudos todavía no se han enterado de que el milagro anunciado, motivo por el que montan la guardia, ya se ha producido.
17 Aparición de Jesús resucitado a María Magdalena: Noli me tangere.
La escena, ambientada en un huerto simbolizado por dos árboles, representa el momento en que María Magdalena, que acude al sepulcro con un tarro de ungüentos, reconoce a Cristo —son visibles las llagas de la Pasión— y postrándose trata de abrazarle, momento en que Jesús exclama: “Noli me tangere” (No me toques). La escena pretende la exaltación de la Magdalena como el primero de los discípulos que tuvo el privilegio de certificar la Resurrección.
18 Aparición de Jesús a los discípulos en el camino de Emaús.
Es la escena más sencilla de todo el retablo y se basa en el relato del Evangelio de Lucas, según el cual, en el camino a la aldea de Emaús, Cristo se apareció a dos discípulos que le invitaron a cenar y pernoctar, siendo reconocido durante la cena por la forma de partir el pan. El episodio está sintetizado en tres figuras caracterizadas como caminantes por sus sombreros y servirse de cayados, destacando en el centro la de Cristo por su nimbo crucífero, que realiza un gesto de saludo. Este tema sería posteriormente muy tratado en el arte.
19 La duda de Santo Tomás.
Este relieve representa de forma plástica un pasaje tomado del Evangelio de San Juan en el que se disipó una de las mayores dudas o incredulidades de la historia. Habiendo resucitado Cristo y siendo testigos algunos de sus discípulos se lo anunciaron a Tomás, que alegó que sólo lo creería si lo veía con sus propios ojos y tocaba sus heridas. Reunidos todos, Jesús se presentó ante ellos, acercándose a Tomás para solicitarle que introdujera su dedo en la herida del costado que había certificado su muerte, al tiempo que le reprochaba "¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!" El pasaje se convirtió en el arte en una forma de exaltación de la fe y la creencia, con un alto valor catequético.
20 Ascensión de Jesús a los cielos.
Cierra el ciclo narrativo del retablo un armonioso relieve compuesto por trece figuras que refieren el pasaje citado en los Evangelios de Lucas y Marcos y detallado en los Hechos de los Apóstoles, alusivos a la ascensión corporal a la gloria, en presencia de sus once apóstoles, cuarenta días después de la Resurrección. Ajustándose a las leyes de simetría, Bernat Saulet establece dos grupos de expresivas figuras, plenas de movimiento, mediante la colocación de dos grupos de seis apóstoles a cada lado —incluyendo a la Virgen en el grupo izquierdo— que en actitud orante y las cabezas levantadas dirigen su mirada hacia la figura central de Cristo, que en la parte superior central queda oculta por una nube, apenas asomando los pies. La iconografía de este pasaje apareció en el arte cristiano en el siglo VI, siendo en el siglo IX representada en las cúpulas de las iglesias. En este caso el escultor se ajusta al modo tradicional de representarlo, con dos registros, uno superior de carácter celestial y otro inferior de carácter terrenal.
Informe y fotografías del retablo: J. M. Travieso.
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