Camino
blanco, viejo camino,
desigual,
pedregoso y estrecho,
donde el eco
apacible resuena
del arroyo
que pasa bullendo,
y en donde
detiene su vuelo inconstante,
o el paso
ligero,
de la fruta
que brota en las zarzas
buscando el
sabroso y agreste alimento,
el gorrión
adusto,
los niños
hambrientos,
las cabras
monteses
y el perro
sin dueño...
Blanca
senda, camino olvidado,
¡bullicioso
y alegre otro tiempo!,
del que solo
y a pie de la vida
va andando
su larga jornada, más bello
y agradable
a los ojos pareces
cuanto más
solitario y más yermo.
Que al
cruzar por la ruta espaciosa
donde lucen
sus trenes soberbios
los dichosos
del mundo, descalzo,
sudoroso y
de polvo cubierto,
¡qué
extrañeza y profundo desvío
infunde en
las almas el pobre viajero!
ROSALÍA DE CASTRO
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