Estampas y
recuerdos de Valladolid
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón realizaron
en la vida real múltiples desplazamientos por los territorios que gobernaron.
Era una época convulsa que ellos, con gran intuición y firmeza, consiguieron
apaciguar hasta configurar uno de los estados más sólidos del panorama europeo
del siglo XV. Todo el proceso se desarrolló a partir de su estrambótico enlace
en el palacio de los Vivero de Valladolid el 19 de octubre de 1469, hecho que
marcó un punto de inflexión en la Historia de España.
Para recordar aquel acontecimiento histórico de
tanta trascendencia, al cumplirse el V Centenario de la efeméride en 1969, se
realizó en Valladolid una exposición conmemorativa y el Ayuntamiento decidió
erigir un monumento a tan egregios personajes, el primer conjunto escultórico
de nuestro tiempo que venía a sumarse a la tradición de recrear las efigies de
personajes ilustres en sitios emblemáticos del entramado urbano, como poco
antes había ocurrido con la figura de Felipe II en la plaza de San Pablo.
El proyecto fue diseñado y realizado en piedra por
el notable escultor vallisoletano Antonio Vaquero (1910-1974), profesor y
director de la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, ganador del concurso
convocado, que lo concibió para ser colocado presidiendo la glorieta central del
parque de la Rosaleda, un privilegiado espacio verde situado entre el río
Pisuerga y la plaza del Poniente que acababa de ser recuperado para la ciudad
en forma de parterres con una gran variedad de rosas coloristas y fragantes. El
monumento fue inaugurado el 18 de octubre de 1969 con toda pompa, pues al mismo
asistieron el por entonces Príncipe Juan Carlos y Franco, Jefe del Estado, que
aprovecharon para darse un baño de multitudes propio de aquellos años.
En origen, el monumento presentaba las jóvenes y
pétreas figuras de los monarcas colocados sobre un pedestal de granito, de
apenas dos metros de altura, en cuyo frente aparecía, en letras doradas, el
lema "Tanto Monta", junto a una lápida e inscripciones que en los
costados recordaban la efeméride. Junto a él y en la parte trasera, se
levantaba un alto monolito que simbolizaba la unidad española conseguida con la
unión matrimonial en Valladolid. El conjunto se completaba con tres estanques
superpuestos en la parte delantera que venían a sugerir los dominios españoles
conseguidos por las rutas marinas a finales del siglo XV, todo ello en piedra
de Campaspero según el diseño del arquitecto Carlos Balmori, que participó
junto a Vaquero en el proyecto ganador.
Las efigies de Isabel y Fernando seguían la estética
consolidada por Antonio Vaquero en aquellos años, con formas figurativas muy depuradas,
simplificadas y pretendidamente estilizadas, así como elegantes ademanes y
mostrando la juventud de los reyes en su edad casadera. El grupo se ajustaba con
fidelidad al boceto previo presentado en la convocatoria del concurso, obra que
aún se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de
Valladolid como donación de la viuda del escultor en 1986, que lo trasladó, por
la técnica del sacado de puntos a la obra definitiva realizada en piedra de
Sepúlveda, un tipo de piedra muy porosa que al cabo del tiempo favorecería el
recubrimiento de minúsculas especies parásitas por la dureza de los inviernos
vallisoletanos, desvirtuando en parte la blancura de la piedra.
Al cabo de los años, el monumento comenzó a acusar
un notable deterioro y a ser objeto de agresiones, pero en lugar de emprender
su restauración y mantenimiento, el Ayuntamiento, a pesar del proyecto de
restauración integral presentado en 1992 por Andrés Sabadell, decidió su total desmantelamiento,
cediendo en 1996 el grupo de los monarcas, no la totalidad del monumento, para
ser colocado en el recoleto jardín de acceso al recién construido Palacio Universitario
de Congresos Conde Ansúrez, colindante al Palacio de los Vivero, en cuya
estancia principal se celebró el recordado enlace. En aquel espacio, en
realidad un aparcamiento de vehículos, se colocó el monumento en un lateral,
sobre un nuevo pedestal después de un proceso de limpieza, a pesar de lo cual
pronto comenzó a mostrar de nuevo los estragos de la intemperie, permaneciendo
por años degradado y oculto a los ojos de los vallisoletanos.
Y como ocurriera en la vida real, a los Reyes
Católicos aún les esperaba un nuevo traslado, en este caso a consecuencia de
una sugerencia de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, que en
el año 2013 organizó en su sede una exposición monográfica que con el título
"Antonio Vaquero, un escultor olvidado" intentaba revitalizar la obra
de este artista vallisoletano. La sugerencia fue atendida y desde noviembre de
2013, después de un nuevo proceso de limpieza, el monumento aparece colocado en
un digno espacio: junto al Colegio de Santa Cruz, el importante centro docente
levantado en tiempo de los propios monarcas.
Y aunque como espacio urbano tampoco es un lugar
sobresaliente, al menos se trata de un lugar cargado de resonancias históricas,
preservado de las agresiones y formando parte de un discreto y recoleto jardín
de aire romántico y gran tranquilidad que está rodeado por construcciones de
tanto abolengo como el Colegio de Santa Cruz y el colegio Jesús y María, de la
Congregación de las Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna, antiguo palacio
de Luis de Vitoria, permitiendo que la moderna escultura entable un diálogo con
las seculares piedras circundantes.
Boceto del monumento a los Reyes Católicos Real Academia Bellas Artes P. C. Valladolid |
Monumento a los Reyes Católicos en el recóndito aparcamiento del Palacio de Congresos Conde Ansúrez, 2009 |
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