MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA, MADRID
La trayectoria artística de Matisse puede dividirse en tres grandes periodos: el primero se extiende desde finales del siglo XIX hasta 1917, el segundo desde 1917 hasta 1941, el tercero desde 1941 hasta la muerte del artista en 1953. La presente exposición se circunscribe al periodo intermedio, el más largo y el peor entendido de los tres. Marcado por la sombra de la Primera Guerra Mundial y la premonición de la Segunda, este periodo tuvo dos mitades muy diferentes: la primera, los años veinte, se caracterizó por una creciente aceptación social e institucionalización del arte moderno, un proceso del que Matisse fue, junto a Picasso, el protagonista principal; la segunda mitad estuvo presidida por la crisis económica de 1929, la depresión, las graves tensiones sociales y políticas de los años treinta y finalmente la guerra.
En 1917, cuando empezaba a vislumbrarse el final de la Primera Guerra Mundial, Matisse decidió afrontar la nueva era histórica que se anunciaba imprimiendo un giro profundo a su trayectoria artística. Para poder dedicarse por completo a la investigación pictórica se alejó de París, incluso de su familia, y se estableció en Niza. Abandonando los grandes formatos y los colores planos de su primer periodo, el de las grandes composiciones “decorativas”, como las llamaba él mismo, trató de establecer una relación más próxima con la mirada del espectador, adentrándose en lo que llamaba “pintura de intimidad”. Para ello creyó necesario volver a introducir en sus cuadros las sensaciones de volumen y espacio que había abandonado en el periodo anterior, aunque valiéndose sólo del color y de la forma y evitando el claroscuro y la perspectiva tradicional. Si antes había tomado como referencias las grandes tradiciones decorativas de la historia del arte, especialmente la bizantina y la musulmana, ahora buscó su inspiración en la tradición intimista de la pintura holandesa del siglo XVII al tiempo que ahondaba en su reflexión sobre Cézanne. Todo ello sin abandonar la poética formalista alimentada por la lectura de los dos grandes poetas fundacionales de la modernidad, Baudelaire y Mallarmé e incardinada en la convicción de la autonomía del arte que había guiado siempre su concepción de la pintura.
Sin embargo, conforme pasaban los años, el aislamiento y las incertidumbres de su proyecto pesaban cada vez más sobre Matisse. A partir de 1927 el ritmo de su trabajo se hizo más lento y llegó a detenerse. En 1930 recibió un encargo que le permitió salir de la crisis volviendo a la pintura “decorativa”. Alfred Barnes, un hombre de negocios de Filadelfia que había reunido una colección extraordinaria de pintura impresionista y moderna, le pidió que hiciera una gran composición mural para el edificio que había construido como sede de su colección. Matisse decidió trabajar de nuevo sobre La Danza, un tema que había tratado en varias ocasiones antes de la guerra, especialmente en dos grandes telas realizadas en 1909-10. Tras casi tres años de trabajo culminó su nueva versión, mucho mayor que las anteriores y concebida en un registro más arquitectónico, abstracto y épico que ellas.
Cuando volvió otra vez a la pintura “de intimidad” en 1934, el clima histórico había cambiado y la búsqueda de Matisse derivó hacia el ensimismamiento. Poco a poco abandonó la ambición de expresar el volumen y el espacio por medio del color y la composición y privilegió el dibujo como medio de expresión. Cuando en 1940 el ejército alemán ocupó Francia, Matisse, en contraste con otros artistas y escritores que emigraron a Estados Unidos, decidió quedarse en su país. En 1941 sufrió una intervención quirúrgica grave y estuvo a las puertas de la muerte. Nunca se repuso totalmente, pero eso no le impidió sumergirse en la creación de una serie de dibujos que tituló Thèmes et Variations. La exposición concluye con ese esfuerzo que marca, para Matisse, la conclusión de una época.
Información del Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8 Madrid
Horario: De martes a domingo, de 10.00 a 19.00 h. Lunes cerrado. Durante los meses de julio y agosto esta exposición permanecerá abierta hasta las 23.00 h de martes a sábado.
Precio exposición temporal: 5 €
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En 1917, cuando empezaba a vislumbrarse el final de la Primera Guerra Mundial, Matisse decidió afrontar la nueva era histórica que se anunciaba imprimiendo un giro profundo a su trayectoria artística. Para poder dedicarse por completo a la investigación pictórica se alejó de París, incluso de su familia, y se estableció en Niza. Abandonando los grandes formatos y los colores planos de su primer periodo, el de las grandes composiciones “decorativas”, como las llamaba él mismo, trató de establecer una relación más próxima con la mirada del espectador, adentrándose en lo que llamaba “pintura de intimidad”. Para ello creyó necesario volver a introducir en sus cuadros las sensaciones de volumen y espacio que había abandonado en el periodo anterior, aunque valiéndose sólo del color y de la forma y evitando el claroscuro y la perspectiva tradicional. Si antes había tomado como referencias las grandes tradiciones decorativas de la historia del arte, especialmente la bizantina y la musulmana, ahora buscó su inspiración en la tradición intimista de la pintura holandesa del siglo XVII al tiempo que ahondaba en su reflexión sobre Cézanne. Todo ello sin abandonar la poética formalista alimentada por la lectura de los dos grandes poetas fundacionales de la modernidad, Baudelaire y Mallarmé e incardinada en la convicción de la autonomía del arte que había guiado siempre su concepción de la pintura.
Sin embargo, conforme pasaban los años, el aislamiento y las incertidumbres de su proyecto pesaban cada vez más sobre Matisse. A partir de 1927 el ritmo de su trabajo se hizo más lento y llegó a detenerse. En 1930 recibió un encargo que le permitió salir de la crisis volviendo a la pintura “decorativa”. Alfred Barnes, un hombre de negocios de Filadelfia que había reunido una colección extraordinaria de pintura impresionista y moderna, le pidió que hiciera una gran composición mural para el edificio que había construido como sede de su colección. Matisse decidió trabajar de nuevo sobre La Danza, un tema que había tratado en varias ocasiones antes de la guerra, especialmente en dos grandes telas realizadas en 1909-10. Tras casi tres años de trabajo culminó su nueva versión, mucho mayor que las anteriores y concebida en un registro más arquitectónico, abstracto y épico que ellas.
Cuando volvió otra vez a la pintura “de intimidad” en 1934, el clima histórico había cambiado y la búsqueda de Matisse derivó hacia el ensimismamiento. Poco a poco abandonó la ambición de expresar el volumen y el espacio por medio del color y la composición y privilegió el dibujo como medio de expresión. Cuando en 1940 el ejército alemán ocupó Francia, Matisse, en contraste con otros artistas y escritores que emigraron a Estados Unidos, decidió quedarse en su país. En 1941 sufrió una intervención quirúrgica grave y estuvo a las puertas de la muerte. Nunca se repuso totalmente, pero eso no le impidió sumergirse en la creación de una serie de dibujos que tituló Thèmes et Variations. La exposición concluye con ese esfuerzo que marca, para Matisse, la conclusión de una época.
Información del Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8 Madrid
Horario: De martes a domingo, de 10.00 a 19.00 h. Lunes cerrado. Durante los meses de julio y agosto esta exposición permanecerá abierta hasta las 23.00 h de martes a sábado.
Precio exposición temporal: 5 €
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