19 de mayo de 2021

Visita virtual: MOSAICOS DE JUSTINIANO Y TEODORA, el esplendor del arte bizantino


 



MOSAICOS DEL EMPERADOR JUSTINIANO I Y LA EMPERATRIZ TEODORA

Musivaras bizantinos anónimos

546-547

Mosaico

Iglesia de San Vital, Rávena

Mosaico bizantino

 

 


Iglesia de San Vital, Rávena
LA RENOVACIÓN DEL MOSAICO EN EL ARTE BIZANTINO 

La técnica del mosaico —opus musivum— hunde sus orígenes en la noche de los tiempos. Ya fue utilizada en Babilonia en torno al siglo VIII a.C. y por asirios, egipcios, persas y griegos entre otras culturas de la Antigüedad, aunque fueron los romanos quienes lo practicaron y perfeccionaron hasta límites asombrosos. La técnica, consistente en realizar una obra artística a base de teselas o pequeñas piezas de piedra, cerámica, vidrio y otros materiales semejantes, que unidas mediante un aglomerante como el yeso, permitía formar composiciones decorativas y polícromas tanto de tipo geométrico como figurativo. La posibilidad de hacer múltiples variaciones y combinaciones en su estructura, para ajustarla a los gustos de los demandantes, junto a la versatilidad de los materiales utilizados y su carácter duradero, hicieron del mosaico una fuente inagotable de refinada creación artística en todo el Occidente durante el Imperio Romano, siendo mayoritaria su colocación como pavimentos. 

Ábside de la iglesia de san Vital, Rávena

     Esta técnica fue heredada por el arte paleocristiano del Bajo Imperio Romano, que abandonó su tradicional utilidad como pavimento para ser usado preferentemente como revestimiento mural, ascendiendo los mosaicos por los muros, bóvedas y cúpulas de los edificios para plasmar, mediante figuras hieráticas y composiciones simbólicas grandilocuentes, de brillante colorido, una temática de contenido cristiano con intencionalidad catequética. A esta experiencia tomó el relevo el arte bizantino, que incrementó y evolucionó la técnica del mosaico desde que en el siglo IV el emperador Constantino trasladara la corte a Bizancio, alcanzando en el siglo V su máxima grandiosidad, con la ciudad de Rávena como epicentro del proceso evolutivo. 

El mosaico bizantino presenta sus propias características, como el conseguir la mayor suntuosidad en los interiores de los edificios para transmitir mensajes simbólicos relacionados con el poder de la Iglesia y el Estado. Para ello se utilizaron dos modalidades técnicas heredadas del mosaico romano, como el tradicional opus tesselatum, con teselas cuadradas de aproximadamente 1 cm de lado, y el evolucionado opus vermiculatum, con teselas de menor tamaño que permiten una mayor definición en el dibujo y el trazado de los contornos, siendo frecuente la aplicación mixta de ambas modalidades. Además, se incrementó la “paleta” de las teselas de mármol y piedras de distintos colores con otras realizadas en cerámica vidriada de rico colorido, incorporando dos modalidades totalmente novedosas, como las teselas circulares y otras vidriadas con láminas de oro y plata que proporcionan una luminosidad sorprendente por su aspecto variable según la incidencia de la luz. 

Ábside de la iglesia de San Vital, Rávena

     Hay que recordar que si hay una imagen que define por excelencia al Imperio Bizantino y su cultura es la que proporciona el oro, un elemento presente en todas sus manifestaciones artísticas. El brillo del oro es el ingrediente más apropiado para representar lo divino —la luz como reflejo de Dios—, convirtiéndose su destello en un símbolo propagandístico que viene a equiparar lo sagrado con el poder imperial. Por este motivo, la presencia del oro será uno de los elementos que marcan la principal evolución de la técnica musivaria bizantina y una de sus manifestaciones más extendidas. El oro se aplicará en los fondos planos e irreales de las grandes composiciones con un resultado muy colorista y efectista, así como en algunos objetos y detalles de la indumentaria, lo que incrementa la sensación de riqueza de las representaciones, que como una constante y con carácter simbólico procuran mostrar la grandeza del Emperador y la Iglesia bizantina, al considerar fe y estado la misma cosa.

Otra característica es la férrea jerarquización en la disposición espacial de las figuras, no sólo en determinada escena, sino también en las diferentes partes del edificio. Con ello se trata de reflejar el orden divino de las cosas, que se corresponde con el orden imperial, personificado en el Emperador. De modo que la decoración mural se ajusta a un esquema teológico, siendo colocadas las figuras en determinado lugar del edificio según su importancia, tanto en sentido longitudinal como vertical, estableciendo un camino que conduce de la entrada de la iglesia al presbiterio, el espacio más sagrado destinado al misterio eucarístico y la divinidad, que generalmente aparece separado de la nave por un arco triunfal ornamentado con figuras simbólicas.

Mosaico de la corte de Justiniano en el ábside

     La jerarquización se repite en la distribución vertical, reservando la parte alta o celestial para los símbolos divinos, como el Pantócrator, Tetramorfos y coros angélicos; la parte intermedia para escenas bíblicas moralizantes y la Virgen y los santos como intercesores; y finalmente la parte baja dedicada al mundo terrenal, donde se pueden colocar diferentes personajes de la Iglesia. Según este criterio, el Emperador y su familia puede ser representado en el lugar reservado a la divinidad, aunque en un plano ligeramente inferior. 

En el repertorio figurativo se establecen dos categorías. Una dedicada a los personajes religiosos, como Cristo, la Virgen, cortejos de santos y santas y escenas bíblicas, incluyendo todo un repertorio simbólico, con el crismón, la cruz, etc., y otra de carácter aúlico, con representaciones de la familia imperial y altos dignatarios. En ambos casos no se pretende el naturalismo que procuraba el mosaico romano, sino una representación idealizada y anticlásica basada en la claridad y la simplicidad representativa, prevaleciendo el mensaje sobre la forma, con expresivos elementos simbólicos de tipo antinaturalista. 

Mosaico del séquito de Teodora en el ábside

     Las composiciones son frontales y sencillas, gustosas de la simetría y carentes de movimiento, con figuras rígidas, hieráticas y esquemáticas que no se relacionan entre sí, siendo habitual la repetición seriada de figuras, gestos y actitudes, el uso de la isocefalia o alineación de las cabezas a la misma altura y la despreocupación por el volumen, siendo en algunos pliegues de la indumentaria y en algunos elementos arquitectónicos donde se atisba cierta intención de crear distintos planos de profundidad. Las composiciones carecen de perspectiva, predominando los fondos planos e irreales que sugieren una atmósfera mística de carácter sobrenatural y simbólica. 

Por su parte, las figuras siguen unos modelos estereotipados y convencionales poco realistas, con rostros inexpresivos en los que destacan los ojos, los pies dispuestos en forma de V, la estilización corporal mediante el uso de un canon alargado (en ocasiones hasta de nueve cabezas), y la carencia de rasgos individualizados, salvo en algunas representaciones de los personajes imperiales, alcanzando en ocasiones una gran riqueza colorista. 

La corte del emperador Justiniano, 546-547

     Todas estas características quedan sintetizadas en las iglesias levantadas por el emperador Justiniano en la primera mitad del siglo VI, siendo un caso paradigmático la iglesia de San Vital de Rávena, un templo de planta octogonal comenzado en época ostrogoda por iniciativa del obispo Eclesio (522-532) y financiado por Juliano, un banquero local (argentario), siendo proseguido a la muerte del primero por el obispo Víctor (538-545). En el presbiterio de dicha iglesia se localizan los mosaicos murales en los que ahora fijamos nuestra atención, comenzados en 546 por artistas anónimos bajo el mandato del obispo Maximiano, que consagró la iglesia en 547, en pleno esplendor bizantino. 

LA CORTE DE JUSTINIANO Y DE SU ESPOSA TEODORA 

La ciudad de Rávena conoció el esplendor y el estilo grandilocuente del mosaico bizantino, siendo el mausoleo de Gala Placidia, que construido entre 425 y 430 constituye uno de los conjuntos colorísticos más bellos del mundo antiguo, el punto de partida de una escuela y una tradición cuyo desarrollo desembocará en el siglo VI en la decoración mural de San Vital, en cuyo cascarón del ábside aparece un mosaico que representa a Cristo Cosmocrátor, imberbe y sentado sobre el orbe con atuendo de emperador. A un lado, San Gabriel acompaña a San Vital, titular de la iglesia, al que se ofrece la corona, y al otro San Miguel acompaña al obispo Eclesio, que entrega como ofrenda la maqueta de la iglesia (imagen de cabecera). 

     En los muros laterales, a un nivel inferior del espacio más sagrado, se encuentran dos mosaicos que muestran el poder cesaropapista del emperador Justiniano, con dos escenas aúlicas como exponente de la supremacía, pompa y distanciamiento del poder imperial. Uno está dedicado al emperador Justiniano, que aparece representado con su corte a la izquierda o lado del Evangelio, y otro a su esposa, la emperatriz Teodora, que aparece acompañada de su séquito en el lado de la Epístola. Ambos están tratados con majestuosidad, colocados en el centro y revestidos de lujo con mantos púrpura, representados con una gran dignidad, coronados, enjoyados y resaltando su condición de personajes casi divinos, con las cabezas rodeadas por un nimbo, unificando en sus figuras el poder del Imperio y la Iglesia bizantina. 

La corte del emperador Justiniano

El emperador aparece en el centro de la composición, en posición frontal y en actitud de realizar a la iglesia la ofrenda de una patena de gran tamaño para el culto. Luce las galas de emperador, coronado, con un lujoso manto púrpura que se sujeta sobre el hombro derecho con un vistoso broche, ricos zapatos y con la cabeza rodeada por un nimbo que le confiere un rango sagrado. A los lados aparece acompañado por miembros de su corte, entre los que se han identificado al obispo Maximiano por el rótulo sobre su cabeza, por vestir ropas litúrgicas propias del cargo y portar una gran cruz gemada en sus manos como autor de la consagración de la iglesia. Entre este y el emperador se coloca Juliano, el argentario que financió las obras con una importante suma. Junto al obispo, más a la derecha, se sitúan dos eclesiásticos, uno de ellos con tonsura, que portan objetos litúrgicos, como un misal lujosamente encuadernado y un incensario con las brasas visibles.

General Belisario / Emperador Justiniano / Obispo Maximiano
Detalle del mosaico La corte del emperador Justiniano

     En la parte izquierda, junto al emperador, aparece Flavio Belisario, el general más famoso del Imperio bizantino en tiempos de Justiniano, autor de la expansión militar por el Mediterráneo y reconquistador de gran parte del Imperio romano de Occidente. A su lado, con idéntico atuendo, se encuentra un funcionario o alta dignidad militar y más a la izquierda un grupo de cinco soldados armados de la guardia del emperador portando lanzas, uno de ellos sujetando un escudo decorado con un crismón, monograma de las iniciales de Cristo formado por las letras griegas X y P entrelazadas. 

Alejadas de una intención realista, con una visión idealizada de Justiniano y la fusión en su persona del poder político y religioso, las figuras deambulan por un simbólico prado de color verde intenso y sus siluetas se recortan sobre el habitual fondo de teselas vidriadas doradas, lo que confiere a la escena un carácter intemporal, sobrenatural y sacralizado. Las figuras muestran un hieratismo que les proporciona solemnidad, con pliegues en la indumentaria poco naturales, los pies dispuestos en la característica forma de “V” y una perspectiva irreal (ptolomeica) con distintos puntos de vista. En su ejecución se emplea la técnica del opus vermiculatum y se incorporan, en las joyas del emperador, teselas circulares, destacando el intenso colorido de la composición. 

El séquito de la emperatriz Teodora, 546-547
El séquito de la emperatriz Teodora

El mismo esquema se emplea en el mural que representa el séquito de la emperatriz Teodora, la mujer que como artista circense tuvo que superar muchas dificultades para contraer matrimonio con Justiniano en una sociedad tan jerarquizada, lo que consiguió tras ser aprobada una ley que permitía los casamientos entre diferentes clases sociales. Convertida en emperatriz, ejerció una gran influencia en la política y la corte imperial, incluyendo las batallas libradas por Belisario, siendo posiblemente este el motivo por el que aparece representada en iguales condiciones que el emperador.

Teodora ocupa el centro compositivo, en posición frontal, revestida de una túnica bordada en su parte inferior, ricos zapatos y un lujoso manto púrpura que, igualmente en la parte inferior, lleva bordada la escena de los Reyes Magos con sus ofrendas, en alusión a su rango real, así como una lujosa corona y un amplio pectoral en los que se emplean novedosas teselas circulares. La emperatriz hace donación a la iglesia de un cáliz de gran tamaño que, inevitablemente, recuerda al que se conserva en el Museo de Historia de Haskovo (Bulgaria), que contiene una inscripción que proclama ser una donación de Justiniano y Teodora.

     A su lado, a la derecha del espectador, aparecen dos mujeres que se han identificado como Antonia, esposa del general Belisario y amiga de juventud de la emperatriz, y su hija Juana, ambas lujosamente vestidas y enjoyadas. Más a la derecha se encuentra un grupo de cinco doncellas o damas de la corte, con indumentarias de fuerte colorido, todas ellas con abundantes joyas, siguiendo la convencional isocefalia y los pies en forma de “V”.

En la parte izquierda se encuentra una entrada palaciega, una pequeña fuente y dos personajes cortesanos, uno de los cuales descorre una cortina. Este gesto de intimidad junto a la emperatriz, induce a pensar que se trate de dos eunucos custodios. Toda la composición presenta una perspectiva ptolomeica de líneas divergentes y un hieratismo gestual que proporciona solemnidad al conjunto, en este caso reforzado por la inclusión, como fondo de la emperatriz, de una arquitectura absidial rematada por una venera y de un toldo colgante por encima de las mujeres, elementos que al igual que las indumentarias presentan un colorido exuberante que realza el lujo y la ostentación cortesana. 

Detalle de Teodora con un cortesano y Antonia, esposa
del general Belisario

     Estos murales, de exaltación política y religiosa, son una representación idealizada de la “oblatio imperial” o costumbre de los emperadores de entregar ofrendas a las iglesias más destacadas del Imperio, y aunque el emperador aparece representado junto al obispo Maximiano, parece ser que tanto Justiniano como Teodora nunca estuvieron en Rávena. Por otro lado, la presencia imperial en los mosaicos pretendía dos objetivos: el reconocimiento de la divinidad de Cristo como hijo de Dios, que negaba la doctrina arriana, y el proclamar el carácter divino del emperador, cuya misión sería hacer triunfar en el mundo el reino de Cristo. 

A estos mosaicos murales de carácter áulico, sobre las arcadas del presbiterio les acompañan dos grandes mosaicos de significación eucarística en forma de tímpanos. En uno se representan episodios de Abraham, con la visita de los tres ángeles junto al roble de Mambré y el sacrificio de Isaac, y en el de enfrente Abel y Melquisedec ofreciendo sacrificios.

La iglesia de San Vital, junto a otros siete edificios de Rávena, fue declarada por la Unesco en 1996 como Patrimonio de la Humanidad.       

Detalle de la emperatriz Teodora
Aplicación de teselas circulares

 

Informe: J. M. Travieso.

 











Cáliz con inscripción que informa que es una donación de
Justiniano y Teodora, siglo VI
Museo de Historia de Haskovo (Bulgaria)














Historias de Abraham: Visita de los tres ángeles en Mambré
y sacrificio de Isaac. Presbiterio de San Vital, Rávena










Sacrificios de Abel y Melquisedec, 546
Presbiterio de San Vital, Rávena










Retrato del emperador Justiniano
Iglesia de San Apolinar Nuevo, Rávena












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