5 de diciembre de 2022

Visita virtual: PINTURAS MURALES DE GAZEO, un sorprendente descubrimiento


 



PINTURAS MURALES DE GAZEO

Anónimo

Siglo XIV

Pintura al fresco con retoques al temple

Iglesia de San Martín de Tours, Gazeo (Álava)

Pintura gótica. Estilo lineal

 

 




La Trinidad o Trono de Gracia en el ábside

     La pequeña población de Gazeo, situada en la comarca de la Llanada Alavesa, apenas a 20 kilómetros de Vitoria, es atravesada por un ramal secundario del Camino de Santiago, conocido como Camino Vasco o Vía de Bayona, cuyo curso sigue parte de la antigua calzada romana que unía Burdeos con Astorga y que descendiendo desde Irún atravesaba Vitoria y Miranda de Ebro, entroncando con la Ruta Jacobea en tierras burgalesas.

En esta pequeña aldea, en el siglo XIII fue levantado un templo románico dedicado a San Martín de Tours del que quedan algunos restos testimoniales, pues a lo largo del tiempo sufrió numerosas intervenciones que modificaron su aspecto original, aunque mantiene la estructura característica de una iglesia rural, con una única nave y un ábside semicircular precedido de un tramo recto. Se conservan fotografías del siglo XX que muestran los diferentes añadidos de otras épocas, tanto en el interior como en el exterior, aunque las modificaciones más significativas se produjeron en la agresiva restauración a que fue sometido el templo hace unas décadas, momento en que se recrearon elementos románicos en la portada y la ventana sur del ábside.

La Trinidad en el cascarón del ábside

     Actualmente, el mayor interés de la iglesia de San Martín radica en su interior, en cuyo presbiterio fue colocado un retablo barroco con San Martín de Tours como imagen titular, así como pinturas murales en el cascarón del ábside que representaban una gloria abierta al gusto barroco. Sin embargo, la iglesia preservaba oculta una gratificante sorpresa que sería desvelada fortuitamente en 1967.   

El 7 de septiembre de aquel año Juan José Lecuona, párroco de la iglesia de Gazeo, junto a Rafael de Eulate, decidieron inspeccionar varias iglesias de la comarca en busca de obras de destacado valor artístico. Subidos ambos a una escalera colocada junto al antiguo retablo barroco, pudieron comprobar la existencia de pinturas murales en el muro absidial que este ocultaba, comunicando el hallazgo a la diócesis y a la diputación foral de Álava. Posteriormente la información llegó a un restaurador del Museo del Prado, que acudió a Gazeo para valorar el descubrimiento, y a José Gudiol Ricart, historiador y especialista en pintura, en ese momento Director del Instituto Amatller de Arte Hispánico que él mismo había fundado en Barcelona, que realizó un informe en el que recomendaba que fuera retirado el retablo barroco para dejar al descubierto las pinturas del ábside, así como proceder a su restauración lo antes posible.

Santos y ángel turiferario en el cascarón del ábside

     Así se hizo, quedando al descubierto un ciclo de pinturas góticas que constituyen uno de los conjuntos más importantes de pintura mural medieval no sólo del País Vasco, sino también de España, además con un aceptable estado de conservación. El ciclo presenta un programa completísimo de carácter catequético, ajustado a la religiosidad del siglo XIV, con profusión de detalles narrativos y aleccionadores, en cuya ejecución el desconocido artífice utilizó la técnica del fresco, con algunos detalles al temple, siguiendo el incipiente estilo gótico lineal de origen francés en el que las líneas maestras aparecen remarcadas con trazos oscuros, aunque los modelos iconográficos y su inspiración estética todavía sean deudores de los modelos románicos.
 

LA ICONOGRAFÍA DE LAS PINTURAS MURALES DE GAZEO    

Al igual que ocurriera en la pintura románica, el motivo principal ocupa el cascarón del ábside, donde dentro de una gran mandorla cuadrilobulada aparece el Thronum Gratiae (Trono de Gracia), un modo de representar a la Santísima Trinidad que tuvo buena aceptación en la Baja Edad Media, con la figura entronizada de Dios Padre sujetando entre sus piernas a Cristo crucificado y con la compañía del Espíritu Santo en forma de paloma, que en este caso se ha perdido. 

Santos y ángel candelero en el cascarón del ábside

     Mientras que Dios Padre sigue un trazado simétrico de raigambre románica, con voluminosa cabellera, túnica y un amplio manto, flanqueado por dos ángeles que sujetan filacterías y otros dos sosteniendo el nimbo, la figura de Cristo responde a los cánones góticos más evolucionados, con el cuerpo arqueado, los brazos flexionados, las piernas cruzadas y la cabeza, que aparece coronada, ligeramente inclinada. La búsqueda de movimiento y naturalismo queda reforzada por el tratamiento del perizoma, que le cubre de cintura a rodillas, y por el aspecto leñoso del madero de la cruz. La composición presenta, al igual que todo el conjunto, una jerarquización de tamaños que responde a un convencionalismo medieval por el que las figuras más importantes se representan con una escala superior. La representación de la Trinidad, o visión beatífica del rostro de Dios en el paraíso celestial, se presenta como enseñanza principal del conjunto de frescos.

Fuera de la mandorla, el espacio del cascarón se articula en tres registros —siguiendo una tradición heredada de los beatos mozárabes—, separados por franjas con inscripciones identificativas, en los que se colocan ángeles turiferarios y candeleros junto santas vírgenes y santos arrodillados en actitud de adoración perpetua, los del registro inferior bajo arquerías lobuladas y coronadas por formas arquitectónicas que simbolizan edificios. 

Crucifixión, parte izquierda del ábside

     Por debajo del cascarón, separado por un friso con decoración espigada y una pequeña cornisa, aparece una franja que ocupa todo el espacio curvilíneo del ábside, en cuyo centro se abre una ventana abocinada de medio punto. A los lados de ésta aparecen representadas escenas de diferente composición. La parte izquierda está ocupada por una Crucifixión de gran formato en la que aparece una estilizada figura de Cristo sobre la cruz que responde al modelo gótico, con tres clavos, el cuerpo serpenteante, la cabeza inclinada hacia el hombro derecho y con nimbo, los brazos inclinados sugiriendo el peso, las piernas cruzadas artificiosamente y un perizoma anudado en la cintura que llega hasta las rodillas. Sobre lo alto de la cruz, que presenta un aspecto leñoso, aparece colgado en el dorso el letrero del “Inri”, junto al que aparecen las figuras nimbadas de los arcángeles San Gabriel y San Rafael portando escrituras.

A los lados de Cristo, y sobre un fondo neutro de color azul, se encuentran las expresivas figuras de Estefatón, que le acerca a los labios una esponja impregnada en vinagre, y Longinos, que clava su lanza en el costado para certificar su muerte. En los extremos, cerrando la composición, se colocan las figuras de la Virgen, que con ademanes delicados recoge su manto con gesto de resignación, y San Juan, que porta un libro y expresa su dolor apoyando su rostro sobre la mano derecha, un convencionalismo muy difundido en el arte gótico. La presencia de estas dos figuras configura un Calvario en el que se patentiza la habitual jerarquía de tamaños y cuya finalidad es manifestar la redención de la humanidad con el sacrificio de Cristo.

Detalle de la Crucifixión

     En el interior de la ventana abocinada situada en el centro, aparecen dos personajes que complementan la secuencia de la Crucifixión. Son dos sayones portando mazas con las que, según el evangelio de San Juan, quebraron las piernas de los dos ladrones, Dimas y Gestas.

En la parte derecha, estableciendo un contrapunto al tema de la Crucifixión, se representa la escena de la Psicostasis o pesaje de las almas, una iconografía ya presente en el mundo egipcio que en este caso alude al Juicio Final. El tema se desarrolla con la colocación de cuatro figuras ante un fondo liso azul-verdoso y bajo arquerías lobuladas rematadas con torres que aluden a la Jerusalén celestial. El protagonismo recae en el arcángel San Miguel, que aparece doblemente representado en la parte central. En un caso pesando las almas y luchando contra el demonio que trata de desequilibrar la balanza, al que clava una lanza en la boca, y en otro entregando la corona a los salvados, representados como jóvenes con cuerpos desnudos que son conducidos al seno de Abraham, cuya monumental figura, homologada a la de Cristo, aparece bajo el arco izquierdo con cinco almas coronadas entre sus brazos. En el extremo derecho, ratificando la lucha entre el bien y el mal, se encuentra Santa Marina, que aparece victoriosa con un demonio encadenado colocado bajo sus pies.

Crucifixión. Detalle de Estefatón acercando la esponja

     En otra franja que recorre la parte inferior del ábside, realizada en una intervención del siglo XVI, aparece como elemento decorativo un trampantojo que simula casetones en tonos grises, ornamentados con círculos que en su interior albergan flores de cuatro pétalos.

La citada figura de Santa Marina enlaza con escenas referidas al inframundo colocadas en el muro derecho del presbiterio. Sobre un zócalo decorado con azulejos fingidos, ornamentados con semicírculos en tonos ocre y negro, aparece la impactante escena de un ángel conduciendo a ocho condenados, uno de ellos encadenado por un demonio, hacia las fauces de Leviatán, que les va engullendo sin piedad. Esta escena se continúa en un nivel superior, a la altura de la ventana meridional, con una caldera hirviente, colgada de un enorme gancho, a la que son arrojados los condenados por maliciosos demonios, asomando en su interior las cabezas más de veinte de ellos que sufren el castigo eterno en el Infierno, representando a todos los pecados capitales.

 

Crucifixión. Detalle de la Virgen

     De las pinturas de la parte inferior del muro norte, situado a la izquierda, sólo se ha conservado el friso con inscripciones que identificaba las escenas, entre las que se cita a Herodes, la Huída a Egipto y la Presentación en el Templo, completándose el ciclo referido a la infancia de Cristo con las escenas que se encuentran bajo la cornisa que recorre el tramo recto del presbiterio, que aparecen bajo arquerías lobuladas, separadas por finas columnas con capitel, rematadas por pequeñas torres, del mismo modo que en las miniaturas, y recorridas en la parte superior por otro friso con inscripciones góticas que identifican las escenas. En ellas aparece un grupo de cuatro discípulos, la Anunciación, la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel y la Natividad del Señor, en todos los casos con las figuras delineadas sobre un fondo azul. 

A partir de la cornisa se inicia un nuevo ciclo dedicado a la vida pública de Jesús, a la Pasión y la Resurrección que ocupa toda la bóveda apuntada. En el registro más bajo aparecen bajo arquerías lobuladas triadas de santas arrodilladas, en actitud de oración, que dirigen su mirada hacia el cascarón del ábside. En el siguiente registro, bajo el mismo tipo de arquerías, se narran distintos milagros obrados por Jesús, como la resurrección de Lázaro, dando paso a un ciclo de la Pasión que comienza en un registro colocado encima con la representación, bajo las correspondientes arquerías, de la Entrada de Jesús en Jerusalén, la Última Cena y el Lavatorio de los pies. La escena de la Cena incluye múltiples detalles anecdóticos, como utensilios sobre la mesa en forma de platos, jarras y copas, tres fuentes con pescados y la figura de Judas ocultándose en primer término.

Ventana con figuras de sayones con mazas

     La serie continúa con las escenas del Descendimiento, el Entierro de Cristo y el Santo Sepulcro, a las que siguen en el lado derecho de la bóveda el Ángel mostrando a las Santas Mujeres el sepulcro vacío y la Aparición de Jesús a la Magdalena, que se postra a sus pies al escuchar “Noli me tangere”. Todo el registro siguiente está dedicado a la Anástasis o bajada de Cristo a los infiernos o Limbo de los Patriarcas, un pasaje cristiano fundamentado en el discurso de San Pedro en los Hechos de los Apóstoles. En la escena aparece la figura de Cristo resucitado frente a las fauces de un gran monstruo, que a modo de puerta infernal antecede a las figuras de los patriarcas que se encuentran en los dos espacios contiguos.

Para finalizar esta descripción iconográfica nos referiremos al registro situado sobre la cornisa del muro derecho, donde, guardando simetría con el muro izquierdo, aparecen bajo las arquerías triadas de santos o bienaventurados arrodillados que alternan los colores blancos y púrpuras de sus mantos y que mantienen un ademán de oración, todos ellos orientados hacia la escena central del ábside.


Ventana con figuras de sayones con mazas

     Una de las mayores virtudes que presenta el conjunto pictórico, realizado en los albores del siglo XIV, es su perfecta estructuración, con la visión celestial de la Trinidad representada en la bóveda de horno del ábside, bajo la que aparecen los temas relativos a la Redención, sintetizados en la Crucifixión de la parte izquierda del ábside, y al Juicio Final en la parte derecha, donde el peso de almas realizado por San Miguel conecta directamente con las escenas infernales situadas en la parte baja del lado derecho del presbiterio, que quedan a la altura de los ojos del espectador, mientras en el lado opuesto se despliega toda una catequesis en imágenes que narra la vida de Cristo, desde el Nacimiento a la Resurrección y Bajada a los Infiernos.

También son destacables los efectos expresivos de las escenas y personajes a partir de un dibujo muy elemental, con cabezas, manos y pies muy estereotipados que los pintores aprendían por repetición. En todo el ciclo se repiten tres o cuatro posiciones de pies —con los dedos arqueados— y manos; otro tanto ocurre con los pliegues interiores de los ropajes, la mayoría abocetados con color rojo. Sin embargo, a pesar de la escasez de recursos plásticos, la utilización de estos de forma ingeniosa consigue infundir un gran dinamismo a las representaciones.

Psicostasis o pesaje de las almas por San Miguel 

     En la realización de los fondos es posible que se utilizara el “azul de Alemania”, que aplicado en los ciclos medievales suele tornarse en verdoso. En el conjunto de Gazeo se utilizó una técnica mixta, apreciándose la diferencia entre las partes pintadas al fresco y las aplicaciones al temple. Un caso muy evidente se puede comprobar en la figura de Abraham, donde en la parte inferior del manto el tono ocre queda cortado apreciándose sólo un fondo rojo. Esto ocurre porque el color ocre aplicado al temple se ha perdido, quedando visible el trazado abocetado en rojo aplicado al fresco.

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 



Pesaje de las almas. Detalle de Abraham y San Miguel











Pesaje de las almas. Detalle de San Miguel











Pesaje de las almas. El demonio desequilibrando la balanza











Zócalo con casetones en el ábside, siglo XVI











Muro dcho. del presbiterio. Condenados conducidos al Infierno










Caldera con condenados en el Infierno











Detalle de condenados en la caldera: pecados capitales











Muro izdo: Discípulos, Anunciación, Visitación y Nacimiento











Escenas de la vida de Cristo y de la Pasión en la bóveda











Detalle de la Última Cena











Escenas del Descendimiento, Entierro de Cristo, Santo Sepulcro,
Ángel mostrando a las Santas Mujeres el sepulcro vacío y
Aparición de Jesús a la Magdalena (Noli me tangere)











Bajada de Cristo a los infiernos y santos adorando











Interior de la iglesia de San Martín de Gazeo (Álava) 











Exterior de la iglesia de San Martín de Gazeo ( Álava)










Fotografía anterior a 1967 con el 
retablo barroco que ocultaba las pinturas












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