6 de noviembre de 2023

Excellentiam: EL BAUTISMO DE CRISTO, la única obra conservada de un discípulo de Goya







BAUTISMO DE CRISTO

Luis Gil Ranz (Renales, Guadalajara, 1787 – Madrid, 1867)

1808

Óleo sobre lienzo, 205 x 142 cm

Iglesia de la Asunción de La Seca (Valladolid)

Pintura Neoclásica

 

 






       En la iglesia parroquial de la localidad vallisoletana de La Seca se conserva una magnífica pintura que ofrece la singularidad de ser el único cuadro conocido —hasta la fecha— de Luis Gil Ranz, un aventajado discípulo de Francisco de Goya que también llegaría a ser un destacado calígrafo de la Corte y miembro de la Real Academia de San Fernando de Madrid, donde en 1805 fue uno de los artistas premiados en Pintura de Primera clase. El cuadro, que representa el Bautismo de Cristo, no está firmado, pero consta que fue realizado por dicho pintor y comprado en 1808 por don Juan Dávila, por cuatro mil reales de vellón, para la iglesia de la Asunción de La Seca, según figura en un documento que se conserva en el Archivo General Diocesano de Valladolid.

Las pesquisas sobre su autoría y su presencia en la sacristía de la iglesia de esta población vallisoletana se deben a Gregorio Puertas, que durante años viene dedicándose a investigar la historia de La Seca, realizando consultas, entre otros, en los archivos de la iglesia de este municipio. El documento clave es un certificado, expedido por el propio pintor, que se conserva, como ya se ha dicho, en el Archivo General Diocesano de Valladolid (La Seca, Iglesia de la Asunción, caja 11, 1807-1808) cuyo texto dice:


«Certifico yo Don Luis Gil Ranz, pintor de esta corte, pensionado por S. M. y discípulo de la Real Academia de las Nobles Artes de San Fernando, haber recibido del Sr. Don Juan Davila cuatro mil reales de vellón por la pintura de un cuadro de San Juan Bautista bautizando a Cristo del tamaño de diez cuartas de alto y siete de ancho, para la iglesia parroquial de la villa de La Seca. Madrid 10 de octubre de 1808.                                                                                                                                                                                 Luis Gil Ranz».

También figuran en el archivo los gastos relativos al porte de la pintura hasta La Seca, que fue transportada desde Madrid en un cajón por un importe de 68 reales de vellón.


     En la pintura, cuyas proporciones curiosamente coinciden con las de los tres cuadros de Goya conservados en el Monasterio de Santa Ana y San Joaquín de Valladolid, aparece representado el pasaje evangélico del Bautismo de Cristo. La escena sigue una composición tradicional desde el Renacimiento, con dos espacios superpuestos, uno inferior de carácter terrestre, en el que San Juan Bautista derrama el agua del Jordán sobre la cabeza de Cristo, y otro superior, de carácter celeste, con la visión sobrenatural de una gloria abierta en cuyo centro aparece el Espíritu Santo en forma de paloma derramando rayos místicos hacia la cabeza de Cristo y rodeado de querubines alados que ensalzan su gloria. El paisaje del fondo, alusivo al cauce del río e incorporando al fondo una cadena montañosa, aparece como elemento de unión entre los dos ámbitos, efecto reforzado en la parte derecha por el tronco de un árbol que se eleva sobre la ribera y al que aferra un pequeño ángel con la mirada dirigida al Espíritu Santo.

Cristo, arrodillado en la parte izquierda sobre una roca, con el pie derecho sumergido en el agua, el torso inclinado y las manos cruzadas al pecho en gesto de aceptación, aparece en plena desnudez, tan sólo cubierto por el paño de pureza, con una melena rubia, tímida barba y con la cabeza rodeada por un resplandor que sustituye al nimbo tradicional. A su lado se encuentran dos ángeles de aspecto adolescente que sujetan sus vestiduras y que parecen conversar entre ellos.

     La figura de San Juan Bautista ofrece el contrapunto situado en la ribera opuesta del río, en plena acción sacramental de verter con una concha el agua del Jordán sobre la cabeza de Cristo, mientras sujeta una vara crucífera de la que pende una filacteria con la inscripción “Ecce Agnus Dei” (Este es el cordero de Dios). Su anatomía enjuta y el sayo elaborado con piel de camello aluden a su vida de predicador en el desierto, mientras el ampuloso manto rojo que le cubre simboliza la Pasión de la que él mismo es considerado Precursor.

Prevalece en la composición la pincelada suelta y la influencia de Goya, su maestro, así como un colorido de tonalidades frías y suaves que contrasta con los tonos dorados de carácter sobrenatural, de acuerdo a la pintura cortesana del momento. La pintura ha recobrado su aspecto original tras la restauración llevada a cabo en 2016 por Francisco Boldo Pascua, de Atrium Conservación-Restauración de Bienes Culturales. 


     Existe otra versión idéntica de este Bautismo de Cristo, de menor formato y conservada en una colección particular, que fue realizada por el segoviano Jacinto Gómez Pastor (La Granja de San Ildefonso, 1744-Madrid, 1812), artista que siempre trabajó en la Corte, primero bajo la dirección de Mengs y después en los talleres de Bayeu y Maella. En 1795, tras la muerte de Francisco Bayeu en 1795, fue nombrado pintor de cámara del rey Carlos IV, figurando entre sus funciones la de encargado de la restauración de los cuadros de las colecciones reales. 


LUIS GIL RANZ, DIBUJANTE, PINTOR Y CALÍGRAFO  

Luis Gil Ranz nació en Renales (Guadalajara) el 12 de octubre de 1787, en el seno de una familia de humildes labradores, hijo de Juan Gil y María Ranz. Su habilidad en el dibujo, llamó la atención de su tío Elías Ranz, librero de Madrid, ciudad a la que le trasladó y donde comenzó su aprendizaje como discípulo de Goya. Con 12 años, inició su formación como dibujante y calígrafo en la Real Academia de San Fernando, donde fue alumno de Torcuato Torio de la Riva. 

     Como reconocimiento a su aplicación y progreso en dibujo y caligrafía, por Real orden de Carlos IV, en 1802 le fue concedida por la Tesorería General una pensión anual de 400 ducados para formarse bajo la dirección de Goya, junto al que aprendió dibujo copiando a pluma algunos de sus grabados al aguafuerte y otros de Velázquez y Rembrandt, compaginando su aprendizaje junto al genio aragonés con sus clases en la Academia.

A la exposición anual de la Academia en 1804, cumplidos los 17 años, presentó seis dibujos a pluma copiando estampas de Goya, pasando ese año a la sala de lo Natural, lo que indicaba su rápida progresión en el dibujo, siendo animado por su pariente y protector Antonio Ranz Romanillos, importante jurista y humanista con cargo en la Real Audiencia de Aragón y académico de honor de la Real Academia de San Fernando. En 1805 se presentaba al premio de Pintura de segunda clase de la Academia, aunque no obtuvo premio, lo que le desanimó para seguir pintando. El 1806 continuó asistiendo al estudio de Goya, que le recomendaba realizar copias de Tiépolo que no eran del gusto de la Academia en un momento en que se imponía el neoclasicismo, llegando a realizar obras, sugeridas por Goya, por las que los profesores no consideraban su formación académica como correcta, dentro de los presupuestos academicistas y neoclásicos.

     En 1807 asistió a las clases de Colorido, no obteniendo ningún voto en el premio de dibujo, y en 1808 siguió dibujando academias en las clases nocturnas del Natural, siendo la evolución de su trabajo valorada por los profesores.

Los acontecimientos del 2 y 3 de mayo en Madrid cambiarían la vida tanto de Goya como de su discípulo Luis Gil Ranz. El 1 de agosto de 1808 las tropas españolas, vencedoras en Bailén sobre el ejército francés del general Dupont, entraron en Madrid, liberándola de los ocupantes. El 14 de agosto los franceses levantaban también el Primer Sitio que padeció Zaragoza, y su defensor, el general José de Palafox, a quien Goya había retratado tres años antes, envió al pintor una carta en la que le pedía que desde Madrid fuera a la capital aragonesa «a ver y examinar las ruinas de aquella ciudad, con el fin de pintar las glorias de aquellos naturales».

Luis Gil Ranz acompaña a Goya a tierras de Aragón, donde Goya pintó algunos episodios de la Guerra de Independencia. En ese viaje Luis Gil Ranz ejerció como ayudante del maestro, que por su condición de sordo necesitaba la ayuda de otra persona como intérprete. Al parecer, ambos corrieron grandes peligros al ser considerados espías por el empleo de su peculiar lenguaje —algo que no está documentado—, por lo que tuvieron que refugiarse en Renales, pueblo natal de Gil Ranz, hasta lograr desplazarse a Madrid.

     Terminada la Guerra de Independencia, la vida de Luis Gil Ranz cambió radicalmente. Aunque no abandonó su afición a la pintura, se incorporó a la administración real como funcionario. Ya apartado de Goya, tras haber huido de Madrid, en 1810 por su buena letra y caligrafía fue nombrado Oficial de la Secretaría de la Junta Superior de Armamento y Defensa de la provincia de Guadalajara, donde permaneció trabajando hasta la extinción de esta Junta en 1813.

De nuevo en Madrid, en 1814 ingresaba como funcionario del Archivo de la Secretaría de Estado y como Archivero de Ultramar, donde permaneció hasta 1820, cuando proclamado el Trienio Liberal y con la entrada en España de los Cien mil Hijos de San Luis, fue cesado en el cargo. Entre 1823 y 1828 tuvo que librar una vida llena de peligros y dificultades, siéndole reconocido por el Estado sus años de servicio como funcionario, aunque en 1831 pasaría de nuevo a ocupar un cargo administrativo en Guadalajara hasta 1834.


Documento que acredita la autoría de Luis Gil Ranz
Archivo General Diocesano de Valladolid

     Retornado a Madrid, la Biblioteca Nacional le mandó imitar la caligrafía antigua para reponer varias hojas que faltaban en algunos manuscritos, pues en lo que más destacó Luis Gil Ranz a lo largo de su carrera, fue en su faceta de copista y calígrafo, llegando a realizar curiosas y difíciles imitaciones de escritos y tipografías antiguas. La ardua actividad de los trabajos de pluma y caligráficos, poco a poco fueron afectando a su vista hasta perderla definitivamente en 1850, quedando apartado definitivamente del mundo del arte.  

Tras haber perdido a su mujer y dos de sus hijos, Luis Gil Ranz murió en Madrid el 23 de julio de 1867, a los 79 años de edad. Su hijo, Manuel Gil y Sacristana, también fue un destacado calígrafo, acuarelista y pintor de adorno, autor, entre otros trabajos, de blasones para ejecutorias nobiliarias de destacados miembros de la alta nobleza española en las décadas de 1850 y 1860.

Importantes noticias sobre Luis Gil Ranz fueron proporcionadas por Manuel Ossorio y Bernard en su obra Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX (Madrid, 1868), en la que incluía un capítulo extenso dedicado al oscuro y desconocido artista, según la información recibida de Manuel Gil Sacristana, hijo del pintor.

 

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.


Jacinto Gómez Pastor. Bautismo de Cristo
Último cuarto s. XVIII
Colección particular


  Bibliografía


ANSÓN NAVARRO, Arturo: Los discípulos de Goya. Arte del siglo XIX (Coord. Mª Carmen Lacarra), Institución “Fernando el Católico”, Diputación de Zaragoza, 2013, pp. 266-278.

LAVALLE-COBO, Teresa y MONTERRUBIO SANTÍN, Héctor: Jacinto Gómez Pastor (La Granja 1744-Madrid 1812) La Granja, retrato de una época. Ed. Librería Ícaro, San Ildefonso (Segovia), 2011, p. 41.

LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón: Algunos datos sobre Don Luis Gil Ranz, discípulo de Goya. Revista Wad-al-Hayara, Guadalajara: Institución provincial de cultura «Marqués de Santillana» Nº 17, 1973, pp. 353-356.








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