SAN ROQUE
Escultura: Pedro Roldán (Sevilla,
1624-1699)
Policromía: Juan Valdés Leal
(Sevilla, 1622-1690)
Talla 1670-1672 / Policromía 1673-1674
Madera policromada, 191 x 124 x 89
cm
Retablo mayor de la iglesia del Hospital de la
Santa Caridad, Sevilla
Escultura barroca. Escuela sevillana
Pedro Roldán está considerado como el más destacado escultor de la
escuela sevillana en la segunda mitad del siglo XVII, ejerciendo como director
de un amplísimo y prolífico taller, cuya influencia, en un ambiente escultórico
ajustado a los postulados contrarreformistas, dejó una huella artística que perduró
en sus numerosos discípulos y seguidores hasta bien entrado el siglo XVIII.
Además, fue el creador de toda una saga, pues en su taller se formaron y
trabajaron como colaboradores, con distinta fortuna, varios de sus doce hijos e
hijas supervivientes tenidos con Teresa de Jesús Ortega y Villavicencio. Estos
fueron su hija mayor, María Josefa Roldán (1644), esposa del también
escultor Matías de Brunenque y Velasco, con el que colaboraba. Teodora
Manuela (1646) y Pedro Mauricio (1647). Francisca Roldán
(1650), que ejerció como policromadora y contrajo matrimonio con el escultor
José Felipe Duque Cornejo, de cuya unión nació su nieto, el también el escultor
Pedro Duque Cornejo, que prolongó su influencia hasta mediados del siglo XVIII.
Luisa Roldán (1652), conocida como La Roldana, escultora que fue esposa
del escultor y policromador Luis Antonio de los Arcos, llegando a alcanzar en
la Corte el título de escultora de cámara durante los reinados de Carlos II y
Felipe V. María Josefa (1654) y Manuel Fulgencio (1657). Isabel
Roldán (1658), ahijada de Valdés Leal y casada con Alejandro Martagón,
colaborador del taller. Teresa Josefa (1660), que casó con Manuel
Caballero y en segundas nupcias con Pedro de Castillejos. Los gemelos Ana
Manuela y Marcelino José (1662), este último director del taller a
la muerte paterna y padre de los escultores Jerónimo Tiburcio y Diego José.
Finalmente, Pedro de Santa María (1665), conocido como Pedro Roldán el
Mozo, que no obtuvo éxitos en su trabajo.

Del ingente trabajo desplegado por Pedro Roldán durante el periodo que
abarca literalmente toda la segunda mitad del siglo XVII, fijamos nuestra
atención en una obra que realizara en plena madurez: la parte escultórica del
retablo mayor de la iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad de Sevilla.
En el cabildo del 13 de julio de 1670, el noble Miguel de Mañara,
hermano mayor de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, tras haberse
concluido la construcción de la iglesia dedicada a San Jorge, financiada con
sus propios bienes y otras donaciones conseguidas, declaraba que en la misma ya
estaban colgadas las pinturas con representaciones de seis obras de
misericordia (algunas realizadas por Murillo, también hermano de la Caridad),
faltando únicamente la correspondiente a enterrar a los muertos, proponiendo
dedicar a este tema el retablo que se colocaría en la capilla mayor de la
iglesia, para lo cual ya había solicitado dos propuestas a Francisco de Ribas y
Bernardo Simón de Pineda.

Entre los requisitos escultóricos se especificaba que el Entierro de
Cristo sería el tema principal, que en las calles laterales figurasen las
tallas de San Jorge, patrono de la hermandad y titular de la iglesia, y San
Roque, protector de las enfermedades, así como las figuras de las tres Virtudes
Teologales, con lugar destacado para la Caridad, titular de la
hermandad. La comisión para seleccionar el proyecto, entre cuyos miembros
figuraban Miguel de Mañara y Bartolomé Esteban Murillo, eligió la traza del retablista
Bernardo Simón de Pineda (1637-h. 1703), que se complementaría con esculturas
de Pedro Roldán, el más notable del momento en Sevilla, fijándose en dos años
el plazo de finalización de la obra y un presupuesto de doce mil ducados.
El contrato para la realización del retablo se firmó el 19 de julio de
1670, ejerciendo como fiadores el retablista Bernardo Simón de Pineda, el
platero Juan de Segura y el pintor Juan Valdés Leal. En el mismo se
especificaban los tipos y calidades de la madera a emplear —borne, cedro o
ciprés— y no realizar innovaciones sobre el proyecto presentado. Asimismo, en
una de las cláusulas se señalaba que el trabajo escultórico de Pedro Roldán sería
pagado por Bernardo Simón de Pineda de los doce mil ducados concertados para la
realización general de la obra. La finalización del retablo se demoró algunos
meses, siendo colocado nueve meses después sobre lo acordado.

Transcurridos cinco meses desde su finalización, Miguel de Mañara
consideró que la madera estaba en condiciones para proceder a su dorado y
estofado, de modo que en el cabildo del 22 de octubre de 1673 se decidió que la
policromía fuese realizada por Juan Valdés Leal, estableciéndose como
condiciones que ejercieran como fiadores Simón de Pineda y Ventura Pérez
Durango y que el plazo de ejecución fuese de un año, otorgándose días después
la escritura del dorado y estofado del conjunto por diez mil ducados. Los
trabajos se concluyeron con antelación a lo previsto, de modo que en julio de
1674 el retablo se dio por concluido y el 16 de ese mismo mes se procedió a su
inauguración.
Como consecuencia de la participación de los mejores artistas de la
Sevilla del momento, el retablo constituye una de las obras cumbres del barroco
español. Acorde con los tiempos, se presenta como una efectista maquinaria
teatral acorde con las ideas contrarreformistas y utilizando de forma magistral
los recursos escénicos para permitir al espectador participar en una
representación, con los sentimientos a flor de piel, en la que el cuerpo de
Cristo es depositado en el sepulcro, mientras dos tercios del fondo están
ocupados por una perspectiva del Monte Calvario en la que aparecen los dos
ladrones y la cruz desnuda de Cristo.

El dramatismo y naturalismo de esta
composición central del Entierro de Cristo supera a una obra precedente
y de composición parecida: el relieve del Descendimiento que Pedro
Roldán realizó en 1667 para la capilla de los Vizcaínos del convento Casa
Grande de San Francisco, actualmente instalado como retablo mayor de la iglesia
del Sagrario de Sevilla. En ambas composiciones se ha querido encontrar la
inspiración en algunas estampas de los grabadores flamencos Johan Sadeler y Boetius
à Bolswert.
El retablo ha sido restaurado durante los años 2005-2006, lo que ha
permitido recuperar la viveza del colorido y los brillos dorados, factores que
transfiguran el ambiente, que se presenta sobrecogedor e impresionante.
La imagen
de San Roque
Integrando el retablo mayor de la iglesia de San Jorge del Hospital de
la Caridad de Sevilla, en una hornacina de la calle izquierda, se encuentra la
imagen de San Roque, fruto de la colaboración de Pedro Roldán, asistido
por su hija Luisa (quizás en facciones y manos), y Juan Valdés Leal, autor de
la policromía. En este caso, Pedro Roldán se ajusta a la iconografía
tradicional del santo, que materializa a tamaño monumental para representar a
quien estaba considerado como patrón de los apestados, los viajeros y los
peregrinos, respondiendo a una historia en la que se mezcla la leyenda y la
devoción popular.
San Roque nació en Montpellier (Francia) hacia 1348, en el seno de una
familia noble y acomodada. Al quedarse huérfano muy joven, repartió su rica
herencia entre los pobres y partió como peregrino a Roma en un tiempo en que
toda Europa estaba asolada por una epidemia de peste, ayudando a la curación de
las víctimas que encontraba a su paso. Sin embargo, él mismo contrajo la
enfermedad y para evitar el contagio a los demás se retiró a un bosque cercano
a Piacenza, donde sobrevivió con la ayuda de un perro que a diario le llevaba
pan y le lamía las heridas.

Pedro Roldán sintetiza toda esta hagiografía presentando al santo
vestido de peregrino medieval, con una túnica con esclavina, una capa que
remonta su brazo izquierdo, el característico sombrero de alas anchas de los
peregrinos colgando del cuello por la espalda y portando un bordón. Reafirma
esta condición peregrina el presentar sobre la esclavina dos conchas, símbolo
de peregrinación generalizado en el Camino de Santiago, aunque su destino fuese
la Ciudad Eterna. Valdés Leal reafirma la condición de pobreza franciscana
elegida por el santo en la policromía aplicada a los paños, reducida a
sencillos y pacientes rajados horizontales para sugerir un humilde tejido de
tela de estameña.
Otra constante en las representaciones de San Roque es levantar su
túnica para mostrar una llaga o úlcera en una pierna como víctima de la peste,
gesto que Pedro Roldán incorpora en la pierna derecha colocando al lado la
figura infantil de un ángel —otro elemento muy frecuente en su iconografía—,
figura que ejerce como intercesora y símbolo de la protección divina.
A los pies de San Roque reposa el perro que sujeta un pan en la boca y
levanta la cabeza ofreciéndolo al santo, recordando el pasaje en que el animal
hurtaba a diario el pan de la mesa de sus amos para llevarlo hasta el bosque en
el que se había aislado San Roque para no contagiar a nadie. Este hecho llamó
la atención de su dueño, quien siguiendo los pasos del perro encontró al santo
enfermo y lo llevó a su casa para ser atendido y curado. Por otra parte, hay
que considerar que la presencia del pan como alimento para la subsistencia,
adquiere una significación eucarística.
Mención especial merece la policromía aplicada por el pintor Juan Valdés
Leal, colaborador de Pedro Roldán en algunas de sus obras y caracterizado por
emplear sutiles elementos decorativos propios. Una de las aportaciones más
destacadas de Valdés Leal a la obra de Roldán son las exquisitas carnaciones
que incorpora a las tallas del escultor para potenciar su trabajo, con un
tratamiento formal cercano a la pintura de caballete, especialmente destacable
en los rostros, manos y partes del cuerpo, con una maestría que supera las
policromías de las obras de Roldán aplicadas por otros pintores.
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Ubicación de la imagen de San Roque en el retablo Iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, Sevilla |
El trabajo del rostro de San Roque se encuentra entre lo mejor realizado
por el escultor, siendo llamativo el modo de tallar los cabellos, en los que
abandona la talla con detalle utilizada para establecer mechones convincentes
para sustituirlos por otros más indefinidos en los que únicamente juega con los
volúmenes para establecer un efectista claroscuro.
Dentro del conjunto escultórico realizado por Pedro Roldán para tan
fastuoso retablo y como contrapunto a la figura de San Roque, en la
calle izquierda aparece la imagen de San Jorge, cuya presencia fue
impuesta en el contrato por tratarse del santo al que estaba dedicada la
iglesia y por ser el patrono de la Hermandad de la Santa Caridad. En esta
escultura, igualmente de notable calidad, Valdés Leal aplicó en la armadura y
vestimenta una policromía más detallista y de mayor riqueza. Junto a este
santoral y el impresionante grupo central del Entierro de Cristo, también
son destacables las representaciones de las Virtudes Teologales
requeridas por Miguel de Mañara, que se ubican en el ático del retablo, la Fe
y la Esperanza coronando las columnas salomónicas de orden gigante
situadas en los laterales y la Caridad, como icono del hospital,
destacando en el centro ante un abigarrado arco trilobulado y rodeada de
figuras de niños y cabezas de querubines.
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PEDRO ROLDÁN. San Jorge y San Roque, 1670-1672 Retablo de la iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, Sevilla |
La genialidad de Pedro Roldán en la iglesia del Hospital de la Caridad,
no sólo se reduce al conjunto escultórico del retablo mayor, sino que en la
misma iglesia se conserva otra de sus obras maestras. Se trata del Cristo de
la Caridad que tallara Pedro Roldán entre los años 1670 y 1674, esto es,
durante los mismos años en que su taller estuvo ocupado en la realización de
las esculturas del retablo mayor de esta misma iglesia. La imagen recibe culto
en la hornacina central de uno de los retablos colocados en los muros en la
nave de la iglesia y cuyo artífice fue Bernardo Simón de Pineda, el mismo
tracista del retablo mayor. En la escultura Pedro Roldán interpreta la imagen mística
descrita e imaginada por Miguel de Mañara: “Antes de entrar Cristo en la
Pasión hizo oración y a mí me vino el pensamiento de que sería ésta la forma
como estaba, y así lo mandé hacer porque así lo discurrí”. Cristo aparece
arrodillado, maniatado, con la cabeza elevada y con la mirada dirigida a lo
alto como implorando clemencia. La imagen fusiona las iconografías del “Ecce
Homo”, con el cuerpo extremadamente lacerado, con la del “Cristo del
Perdón”, en actitud de oración en los momentos previos a ser crucificado.
Su extraordinaria carga dramática la convierte en una de las obras más sublimes
de Pedro Roldán.
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PEDRO ROLDÁN Izda: El Descendimiento. Retablo mayor de la iglesia del Sagrario Dcha: Entierro de Cristo. Retablo mayor de la iglesia del Hospital de la Caridad |
Informe y
fotografías: J. M. Travieso.
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Retablo de la iglesia del Hospital de la Caridad Arquitectura: Bernardo Simón de Pineda Escultura: Pedro Roldán Dorado y policromía: Juan Valdés Leal |
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PEDRO ROLDÁN. Grupo del Entierro de Cristo Retablo mayor de la iglesia del Hospital de la Caridad, Sevilla |
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PEDRO ROLDÁN. La Caridad Ático del retablo de la iglesia del Hospital de la Caridad |
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PEDRO ROLDÁN. Cristo de la Caridad, 1672-1674 Iglesia de San Jorge del Hospital de la Caridad, Sevilla |
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Juan Valdés Leal. Retrato de Miguel de Mañara, 1687 Hospital de la Caridad, Sevilla |
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