LOS GUERREROS DE XI’AN
Escultores y artesanos anónimos.
Dinastía Qin
210-209 a.C.
Terracota policromada, bronce y
otros elementos metálicos
Museo del Mausoleo del emperador
Qin Shi Huang, Xi’an (República Popular China)
Escultura china
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Museo del Mausoleo del emperador Qin Shi Huang Foto: Web Turisteando el mundo |
Se cumplen ahora cincuenta años de aquel 25 de abril de 1974, cuando un grupo
de campesinos que cavaban un pozo de 15 m de profundidad en busca de agua
a unos 35 km de Xi’an, en la provincia de Shaanxi de la República Popular
China, rompieron una enigmática figura de terracota. Acababan de descubrir
fortuitamente el mausoleo de Qin Shi Huang, el primer emperador chino de la
Dinastía Qin, que había sido elaborado entre 210 y 209 a. C. El conjunto de la
tumba, custodiada por más de 8.000 soldados modelados en terracota y dispuestos
en formación —descubiertos de forma inesperada—, hoy está considerado como uno
de los mayores hallazgos arqueológicos de la historia.
Historia
del descubrimiento
Zhao Kangmin era un arqueólogo autodidacta que con 38 años era el único
empleado del pequeño Museo Lintong, ubicado en las afueras de Xi’an. Él fue quien
recibió una llamada telefónica que le informaba del hallazgo por el agricultor
Yang Zhifa, cuando trabajaba junto a siete campesinos —hermanos y vecinos— buscando agua, de unas
cabezas humanas y fragmentos de terracota, por lo que se dirigió rápidamente
hacia aquel lugar.
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Carpa del Museo de los Guerreros de Xi'an |
Aquellos campesinos, ignorantes del alcance de su hallazgo —al que se
habían sumado otras cabezas, fragmentos y piezas de bronce que resultaron ser
puntas de flecha— abandonaron las piezas en el campo y vendieron los fragmentos
de bronce a un chatarrero. Sin embargo, Zhao Kangmin conocía las deslumbrantes
descripciones que el legendario historiador chino Sima Qian había realizado
hacia el año 90 a.C. sobre el faraónico mausoleo que había ordenado construir
el emperador Qin Shi Huang, gobernante de China durante medio siglo y fallecido
en el 210 a.C., en el que trabajaron más de 700.000 hombres durante décadas.
Pero Zhao Kangmin no tenía fácil dar a conocer sus conjeturas arqueológicas,
pues en la China de Mao y su Revolución Cultural se perseguía la exaltación del
pasado, las costumbres, cultura, hábitos e ideas precomunistas, al considerarse
como un aliento al resurgimiento del feudalismo. Incluso el mismo Zhao ya había
tenido problemas con los guardias rojos en el Museo Lintong. No obstante, este
arqueólogo le contó sus opiniones al historiador británico John Men, que
escribiría el libro The terracotta army, siendo una tarea imposible,
poco tiempo después, mantener en secreto el descubrimiento tras la aparición de
dos nuevos soldados de terracota, pero sobre todo después de que meses más
tarde Lin Anwen, periodista de la agencia oficial de noticias Xinhua, visitara
el Museo Lintong y quedara fascinado por dichas figuras. Aunque Zhao le rogó
silencio, el periodista dio a conocer el hallazgo al regresar a Pekín. En ese
momento la Revolución Cultural comenzaba el inicio de su decadencia y, para
sorpresa de Zhao, el gobierno de Mao, en lugar de mandar destruir los
guerreros, como en casos anteriores, organizó a fondo una excavación seria de
carácter científico.
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Representación en bronce del emperador Qin Shi Huang |
El
emperador Qin Shi Huang
Fue el primer emperador de China y estuvo considerado como un genio
militar. Autoproclamado en este cargo, unificó los siete estados chinos,
estandarizó la moneda, la escritura y las medidas chinas; en su mandato
tiránico, conectó las ciudades y provincias con un avanzado sistema de caminos
y canales, llegando a promover un gran avance en las obras de la Gran Muralla.
Desde los 13 años en que subió al trono, en el año 246 a.C., le obsesionó la
idea de perdurar, ordenando la construcción del mausoleo, cuyos trabajos se
prolongaron durante toda su vida, quedando inacabados cuando murió
tempranamente cuando tenía 48 años.
El
mausoleo del emperador Qin Shi Huang
La información del descubrimiento tuvo una enorme repercusión a escala internacional,
causando el asombro del mundo arqueológico y artístico a medida que iba
apareciendo un número ingente de figuras en terracota, cada una de ellas con un
modelado individualizado de la cabeza y una vestimenta única, representando a
soldados o militares de distinto rango y función, junto a caballos, carros,
vasijas de bronce, joyas de jade, adornos de oro y plata, etc. Durante 2.234
años de existencia, el suelo ligeramente alcalino y escasamente aireado, así
como su escaso contenido de materia orgánica, había actuado como un conservante
eficaz.
Poco a poco fue tomando sentido una extensa ciudadela subterránea, con
jardines y establos, que estaba dividida en cuatro cámaras cuyo epicentro era
la tumba del propio emperador Qin Shi Huang, aunque cincuenta años después
queda por excavar casi la mitad del yacimiento, pues la excavación fue
ralentizada al comprobar que las esculturas perdían buena parte de sus colores
originales al ser expuestas al aire, motivo por el que todavía no se ha abierto
la tumba del emperador, que mantiene su sueño eterno.
El complejo funerario, cuya extensión total abarca 98 kilómetros
cuadrados, consta de cuatro fosas, reclutándose para su construcción más de 700.000
obreros, artistas y artesanos que trabajaron para satisfacer el deseo del emperador.
La primera es de mayor tamaño y está orientada
al este, con 230 m de largo y 82 de ancho, con una profundidad entre cuatro y
ocho metros, que contiene unas 6.000 figuras de soldados en formación de
combate y caballos — algunos de ellos aún por desenterrar— para defender la
tumba de Qin Shi Huang. La primera línea es triple y está ocupada por 204
arqueros y ballesteros mirando al frente, seguida de 30 columnas de soldados de
infantería intercalados con 150 figuras de animales y 35 carros tirados por cuatro
caballos, acompañándose en cada costado y retaguardia de dos líneas de soldados
orientados a los flancos. Esta primera fosa se cubrió con un hangar que abarca
toda la excavación y que fue abierto al público en 1979 como Museo de los
Guerreros de Xi’an.
En la segunda fosa se alinea otro grupo de 1.400 soldados —muchos sin
restaurar— con una formación más compleja y mayor variedad de tropas. En ella
se incluyen arqueros, soldados, carros, lanceros, soldados de caballería y dos
comandantes, uno en la última fila de vanguardia y otro sobre un carro cerrando
la formación. Junto a la nueva variedad de soldados aparecen figuras de
funcionarios, acróbatas y músicos, así como esculturas de cisnes, patos y
grullas realizadas en bronce.
En la tercera fosa, la segunda que fue abierta al público, se
encontraron 86 figuras, casi todas de oficiales, así como cuatro caballos. Se
denomina “Fosa de los Generales”, interpretándose que está dedicada a los altos
mandos del ejército. La cuarta fosa se encuentra vacía debido a que su
construcción quedó inacabada.
Los
guerreros de Xi’an
Las figuras de los guerreros son una muestra exquisita de escultura
realista en terracota. De tamaño natural, con 1,80 metros de altura, aparecen
equipados con atuendos y armaduras realizadas igualmente en terracota y
uniformes que reflejan distintos rangos militares, todo ello modelado con
profusión de minuciosos detalles. Las esculturas están compuestas por piezas elaboradas
por separado y después ensambladas, apreciándose que para realizar las cabezas
se utilizaron diez moldes distintos, incorporando como remates distintos
matices a los rostros de forma personalizada, como bigotes, peinados, cintas,
etc., para representar tanto personajes jóvenes —de unos 17 años— como maduros,
incluso de diferentes etnias.
Ensamblado cada soldado, se le equipaba con un arma real, como arcos,
lanzas, espadas, etc., siendo algunos de estos elementos robados por algunos
campesinos que saquearon la tumba. No obstante, en la excavación se han
encontrado miles de puntas de flecha, docenas de espadas, lanzas y ballestas y
otras armas de bronce.
Como acabado final las figuras eran pintadas con esmaltes y pinturas, de
colores muy vivos, sobre una base de laca, base que al desenterrar las figuras
se oxidaba y se desconchaba perdiendo buena parte de su policromía, problema
que actualmente se intenta combatir mediante la aplicación de técnicas modernas
en los laboratorios instalados en el yacimiento.
Las figuras fueron realizadas mediante un proceso en cadena. Primero se
hacía el torso, desde el pedestal hasta el cuello. A continuación, se modelaban
las cabezas, brazos y manos, todas estas partes descritas con precisos
detalles. Tras un secado a la sombra, se ensamblaban las distintas partes. El
proceso terminaba con una cocción al horno y la aplicación de laca y pigmentos
de distintos colores.
El material utilizado para moldear guerreros y caballos era una arcilla
amarilla, molida y tamizada, que era extraída de los alrededores del lugar donde
se encuentra el yacimiento, a la que se añadía cierta cantidad de arena blanca
que contenía cuarzo, feldespato y mica, manteniendo una masa de gran
plasticidad.
Las figuras se modelaban por partes de abajo a arriba. El primer paso
era moldear la base sobre un patrón cuadrado, al que se añadían los pies y las
dos piernas, procurando reflejar músculos y huesos, con pantalones cortos a los
que se incorporaban piezas prefabricadas siguiendo modelos realistas. A
continuación, mediante tiras de arcilla apretadas y fuertes, con tela de saco
en su interior, se iba modelando el cuerpo hueco, al que se incorporaban las
formas y detalles deseados para cada personaje.
Mientras los brazos rectos se moldeaban en sus respectivos moldes, los
brazos flexionados se hacían por piezas separadas, de la muñeca al codo y del
codo al hombro, que luego se pegaban, siempre huecas en su interior. También
existían moldes para las manos, que eran pagadas al cuerpo tras un proceso de
secado a la sombra.
Las cabezas seguían un procedimiento más complicado.
Primero se modelaba el lado posterior y los frontales, que eran pegados,
aplicando después sucesivas capas de arcilla para perfilar los rasgos faciales,
como ojos, cejas, narices, bocas y orejas, así como moños y adornos en los
tocados, de modo que cada figura quedaba personalizada, en muchos casos con
rostros que reproducían guerreros reales del ejército Qin. El último paso era
acoplar la cabeza al cuerpo para establecer una figura completa. De este modo,
el cuidadoso trabajo de los artesanos que modelaban los guerreros de terracota
facilitaba que aparecieran realistas y con una gran viveza, esmerándose en
recrear las armaduras con la forma que tenían las reales.
El proceso terminaba con la cocción de las figuras en hornos, tarea
igualmente complicada. Para que el calentamiento fuese uniforme, primero se
establecían agujeros en distintas partes de la figura, como en los cuellos, lo
que facilitaba la entrada de llamas al interior de la cavidad corporal durante
la cochura. El grado de calentamiento alcanzaba los 1.000ºC, encontrando como
solución que era mejor colocar en el horno las figuras boca abajo, ya que la
parte superior era más pesada que la inferior.
Aunque el gran ejército de guerreros se presenta en nuestros días con
una tonalidad gris-terrosa, las investigaciones arqueológicas han descubierto
que, después de la cocción, las figuras se pintaban con vistosos colores,
aunque estos se han perdido en su mayoría al entrar en contacto con el aire
durante el descubrimiento, motivo que ha ralentizado el avance de la excavación
y parado, de momento, el intento de abrir la tumba del emperador. Con las
figuras pintadas, el aspecto realista del ejército alcanzaría un aspecto
majestuoso.
Se estima que en las tres fosas están enterrados 600 caballos realizados
en terracota, 516 aplicados a los carros y 116 como caballos de silla de
caballería. Al igual que los guerreros, fueron ensamblados después de ser
modelados por partes: cabezas, cuellos, cuerpos, patas y colas. El proceso
final era la cocción en hornos y la aplicación individualizada de pintura para
impregnarles de color. Miden 1,7 metros de altura y 2 metros de longitud,
reproduciendo con un gran realismo los vigorosos caballos de guerra de la
dinastía Qin, para lo que llevan incluso modelados los dientes. Algunos
presentan sillas de montar —con tres filas de clavos y borlas en la parte
posterior— y exquisitos adornos en la cabeza, todo para honrar al emperador Qin
Shi Huang en su vida postrera.
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Recreación del aspecto de la policromía original |
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Carro de bronce del emperador |
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Exposición itinerante: Caballo y Guerreros |
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Armadura ensamblada de un soldado: Piedra caliza y piezas de cobre |
Epílogo
La mayoría de las estatuas de los guerreros fueron halladas rotas en
pedazos esparcidos por el suelo, siendo reconstruidas por el equipo de
arqueólogos. El enterramiento nunca ha dejado de dar sorpresas, como cuando en
1980 se descubrieron dos carros de bronce —de tamaño inferior al natural—
compuestos por más de 3.000 piezas, pintados, tirados por cuatro caballos,
guiados por un conductor imperial y adornados con incrustaciones de plata y
oro.
El yacimiento todavía está activo, siendo realmente intrigantes las
expectativas de nuevos hallazgos, pues, según los escritos del historiador Sima
Qian el primer emperador chino fue enterrado en un túmulo construido sobre una
base con la forma del territorio conocido, usando mercurio para simular ríos y
océanos, todo ello bajo un techo donde se reproducía la cúpula celestial.
Dentro del túmulo se hallarían maquetas de palacios, pabellones y oficinas, así
como un conjunto de vasijas de refinada cerámica, piedras preciosas y un sin
fin de objetos valiosos. El futuro lo aclarará…
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Restos de los guerreros de terracota antes de ser restaurados |
Conviene recordar que el Mausoleo del Primer Emperador Qin y sus
guerreros de terracota viene a ser reconocido como la octava Maravilla del
Mundo antiguo y que en 1987 la UNESCO lo declaró Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Asimismo, el año 2010, el equipo arqueológico de los Guerreros de
Xi'an, representado por su directora Xu Weihong, recibió en España el premio Príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales.
Informe: J. M.
Travieso.
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