VIRGEN DE LA
SOLEDAD
José de Mora
(Baza, Granada, 1642 - Granada, 1724)
Hacia 1671
Madera
policromada
Museo
Nacional de Escultura, Valladolid
Escultura barroca
española. Escuela granadina
Este busto de la Virgen
de la Soledad llegó al Museo Nacional de Escultura el año 1985, después de
que el Estado adquiriera buena parte de la colección de escultura religiosa perteneciente
al empresario, político, coleccionista e historiador cántabro Juan Antonio
Güell y López, Conde de Güell, cuyas piezas habían sido descritas por él mismo
en La Sculpture polychrome religieuse
espagnole: une collection, libro publicado en París en 1925. A su muerte,
sus herederos la ofrecieron en el comercio de antigüedades.
De este modo, el Museo Nacional de Escultura cubría
una laguna en sus colecciones respecto a la representación de importantes
muestras de escultura barroca andaluza, como ocurre en este caso con una
elocuente obra de José de Mora, buen representante de la escuela granadina
tardobarroca.
UN TALLER GRANADINO: LA FAMILIA DE LOS MORA
Los Mora, familia de escultores emparentada con los
Mena, fue de las más activas en Granada durante el siglo XVII. El escultor más destacado de la familia fue José
de Mora, que nacido en Baza (Granada) el 1 de marzo de 1642 era hijo de
Bernardo de Mora (1614-1684), escultor oriundo de Mallorca y creador del taller
granadino, y de Damiana López, hija del escultor Cecilio López y de Cecilia de
Mena, hermana del escultor Alonso de Mena1.
José de Mora realizó su formación en el taller
paterno, desplazándose en 1649 con su padre cuando este abandonó su taller de
Baza para instalarse en Granada, donde se incorporó dirigiendo el taller de
Alonso de Mena, fallecido en 1646, en el que por entonces ya trabajaba Pedro de
Mena. La llegada a esta ciudad del gran Alonso Cano en 1652, autor de un
singular barroco clásico y una obra polifacética, supuso un cambio total en el
panorama de la escultura granadina, siendo dos los escultores que, en su
condición de discípulos, acusaron su influencia practicando un realismo
exacerbado: Pedro de Mena y José de Mora.
Tras el desplazamiento de Alonso Cano a Madrid en
1657 para solucionar sus pleitos con el cabildo y la marcha de Pedro de Mena a la
ciudad de Málaga en 1658, el principal taller granadino fue el de los Mora, donde
trabajaban Bernardo y su hijo José, al que más tarde se sumaría Diego de Mora,
nacido en 1658, que continuaría al frente del taller cuando en 1669 su hermano
José de Mora se trasladó a Madrid, donde trabajó con Sebastián Herrera Barnuevo
(también discípulo de Alonso Cano) y donde en 1672 fue nombrado "escultor del
Rey" Carlos II.
JOSÉ DE MORA, UNA PERSONALIDAD ARTÍSTICA MUY DEFINIDA
En la obra de José de Mora, cuya biografía se
reparte entre Granada y Madrid, junto a la influencia de la obra de Alonso
Cano, especialmente en las expresiones pensantes de los rostros, se aprecia un
acercamiento al fuerte realismo de Pedro de Mena, llegando a trabajar los paños
con el mismo grado de virtuosismo, aunque en los temas dolorosos su acento es
más dramático y atormentado, resaltando con una poética trascendente y un hondo
misticismo las sentidas soledades de sus figuras y unos sentimientos próximos a
lo enfermizo, siempre como expresión de lo espiritual y nunca recurriendo a la
gesticulación. De modo que en sus obras el dolor se expresa de forma callada,
sin estridencias, buscando la meditación y la emoción en el silencio, casi
requiriendo la contemplación de la obra en íntima soledad para poder
comprenderla.
Sobre su personalidad, Palomino, que lo conoció
personalmente, afirma de este escultor que "trabajaba de noche y de día se paseaba" y que en sus últimos
años enfermó de demencia, aunque "...muerto
para el mundo a causa de estar totalmente
privado de razón... nunca dejó de trabajar"2.
Muestra de su temperamento como imaginero, de su
apasionado sentimiento religioso, son los diversos bustos de Dolorosas que siempre manifiestan un
dolor contenido, con la mirada baja y con emocionantes detalles de talla y
policromía, eficaces recursos para suscitar la piedad de los fieles.
Sirvan como
ejemplos los bustos de la Dolorosa
del convento de Santa Catalina de Zafra (Granada), del Museo de Bellas Artes de
Granada, de las Carmelitas Calzadas de las Maravillas de Madrid, del Victoria
& Albert Museum de Londres y del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Esta iconografía fue tratada primeramente por el
escultor como una imagen de la Virgen de cuerpo entero, colocada de rodillas,
con las manos cruzadas sobre el pecho, revestida a modo de "viuda
solitaria" con indumentaria monjil cubierta por un manto negro, siendo la
obra más sobresaliente la Virgen de la
Soledad de la iglesia de Santa Ana de Granada, realizada por José de Mora en
1671 y trasladada hasta la iglesia desde la casa que el escultor tenía en el
Albaicín3, una escultura que se convertiría en el punto de partida
para la larga serie de Dolorosas
realizadas por el escultor, cuyos modelos también fueron difundidos por su hermano
Diego de Mora, aunque con una visión más dulcificada.
La elección de aquella iconografía respondía a un
movimiento religioso protagonizado por la Sagrada Congregación de San Felipe
Neri, integrada por sacerdotes y seglares, que pretendiendo instalarse en
Granada por iniciativa del presbítero Pedro de Torres4, a comienzos
de 1671 decidieron encargar al prestigioso José de Mora una imagen de la Virgen de los Dolores, objeto de
especial veneración, cuya devoción popular pretendían que sirviera de apoyo a
su asentamiento en la ciudad andaluza. En este sentido, hay que tener en cuenta
que el uso de las imágenes en Andalucía, como instrumentos con fines
persuasivos y pedagógicos, se había convertido en un ejercicio espiritual que colmaba
las necesidades litúrgicas, doctrinales y devocionales.
Izda.: Alonso Cano. Virgen de la Soledad, h. 1650. Catedral de Granada Dcha.: José de Mora. Virgen de la Soledad, 1671. Iglesia de Santa Ana, Granada |
La imagen solicitada por los oratorianos debía
seguir el modelo de la Virgen de la
Soledad que Gaspar Becerra había realizado en 1565 para el convento de
Mínimos de la Victoria de Madrid a petición de la reina Isabel de Valois,
tercera esposa de Felipe II, que reproducía el modelo de un lienzo traído de
Francia por la propia reina. Era una imagen de vestir, únicamente con la cabeza
y las manos talladas, que aparecía caracterizada con vestiduras reales que
reproducían la indumentaria enlutada protocolaria de las viudas de la alta
nobleza y la casa real, con una túnica, toca y rostrillo blancos y un manto
negro sobre la cabeza. El culto a esta imagen fue mantenido en Madrid por
Mariana de Austria, reina gobernadora a la muerte de Felipe IV y tutora de
Carlos II, que incluso consiguió la institución de su fiesta litúrgica.
La
imagen de Becerra fue trasladada en el siglo XIX desde la iglesia de la
Victoria a la catedral de San Isidro, donde fue destruida en 1936, en un incendio
producido durante las revueltas sociales en los inicios de la Guerra Civil5.
José de Mora. Detalle de la Virgen de la Soledad, 1571 Iglesia de Santa Ana, Granada |
Sin embargo, José de Mora toma como referencia para
su imagen la versión pictórica que de la obra de Gaspar Becerra realizara
Alonso Cano hacia 1650 para la capilla de San Miguel de la catedral de Granada,
policromándola con idéntica austeridad. La Virgen
de la Soledad de José de Mora presenta a la Virgen arrodillada, estática y
serena, con una conmovedora simplicidad de color y de formas. De dolor
contenido y gesto ensimismado, el manto negro le cae sobre la frente dejando su
rostro en semipenumbra, mezclando con habilidad los valores pictóricos y
escultóricos. Como era habitual en la época, se complementa con postizos que
realzan su valores plásticos y expresivos, tales como ojos y lágrimas de
cristal deslizándose por las mejillas y pestañas de pelo natural, un lenguaje
de formas y color dirigido a los sentidos. Con esta iconografía quedaba
consagrado un prototipo de Dolorosa de vestir que se difundió por toda la
geografía española y que comenzó a perder su sobriedad en el siglo XIX, cuando
se comenzaron a enjoyar las imágenes y a vestirlas de modo más suntuoso, que
suele ser el modelo que presentan en la actualidad.
LA VIRGEN DE LA SOLEDAD DE VALLADOLID
Relacionada estrechamente con la Virgen de la Soledad de la iglesia de
Santa Ana de Granada se halla el busto de la Virgen de la Soledad de Valladolid, que ofrece idéntica calidad y tal
semejanza que ha llevado a pensar que pudiera tratarse de un estudio previo6
de aquella realizado por José de Mora el mismo año de 1671. En ella se
manifiesta el grado minimalista en lo expresivo y en la policromía que José de
Mora había aprendido de Alonso Cano, cuya austeridad resulta de una gran
eficacia artística, especialmente como imagen destinada para la oración íntima
en pequeñas capillas u oratorios.
La imagen condensa un proceso evolutivo desde las
escenas de la Piedad, es decir, de las representaciones de la Virgen con el
cuerpo muerto de Cristo en su regazo, cuyo dolor al pie de la cruz —Stabat Mater— pasaría a ser representado
mediante una espada —en alusión a la profecía de Simeón— o determinado número
de puñales, sintetizando el momento de contemplación de Cristo antes de ser
enterrado en un modelo de Dolorosa que en el ámbito español adoptó la
iconografía generalizada de Virgen de la
Soledad.
José de Mora la impregna de misticismo, ascetismo y
un profundo dolor enmudecido, sumida en una profunda soledad plena de dignidad
y serenidad a través de trazos seguros en los que contrasta la tersura del
rostro y el minucioso trabajo del rostrillo con los pequeños golpes de gubia
que definen la toca, alcanzando en los ribetes del manto un virtuosismo
emparentado con Pedro de Mena.
Su encarnación aparece brillante y clara, casi amarfilada,
enfatizando el recogimiento de la figura el contrastado blanco de la toca con
el manto azulado, que con ondulaciones naturales sobre la frente produce un
efectista claroscuro. Su aspecto conmovedor queda resaltado por el gesto, con
ojos de cristal que dirigen su mirada hacia abajo, párpados superiores
preparados para colocar pestañas postizas de pelo natural —desaparecidas—,
nariz alargada y boca entreabierta que permite adivinar los dientes, así como
lágrimas de cristal recorriendo sus mejillas, dos a cada lado, que
desgraciadamente no se han conservado.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
NOTAS
1 SÁNCHEZ-MESA MARTÍN, Domingo: El
arte del Barroco. Escultura, pintura y artes decorativas. Historia del Arte
en Andalucía, vol. VII. Ed. Gever, Sevilla, 1998, p. 233.
2 Ibíd., p. 235.
3 Ibíd., p. 236.
4 CRUZ CABRERA, José Policarpo: La
imagen religiosa como estrategia fundacional: la Virgen de los Dolores de José
de Mora (vulgo Soledad de Santa Ana) y el oratorio de San Felipe Neri de
Granada. Cuad. Art. Gr., 41, 2010, p. 133.
5 ROMERO TORRES, José Luis: La
condesa de Ureña y la iconografía de la Virgen de la Soledad de los frailes
mínimos. Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, nº 14, 2012, p.
57.
José de Mora. Virgen de los Dolores, 1680-1700 Victoria & Albert Museum, Londres |
6 MARCOS VILLÁN, Miguel Ángel: Virgen
de la Soledad. En Museo Nacional
Colegio de San Gregorio: colección/collection. Madrid, 2009, p. 232.
José de Mora. Virgen de la Soledad, 1675-1700 Museo de Bellas Artes, Granada |
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