Restos de la mezquita en la calle Claudio Moyano de Valladolid (Foto Diario de Valladolid) |
Hasta ahora se tenía constancia, por los vestigios
arqueológicos encontrados en distintas ocasiones, de la actividad alfarera en
Valladolid a lo largo de la Edad Media y Moderna. Una de las zonas más activas
se localizaba en el barrio de Santa María o antigua morería, siendo
especialmente significativa la proximidad de la calle Olleros (actual Duque de
la Victoria), donde trabajaban artesanos mudéjares.
Las menciones más antiguas sobre esta comunidad
morisca datan de 1148, cuando se cita a Zalema y su yerno Mafomat Dentudo,
estando constituido como grupo urbano a partir de 1177, cuando las comunidades
mora y judía tributaban al abad de Santa María. Por entonces vivían dispersos
por el barrio de San Martín, con la maqbara
o cementerio mudéjar localizado en el Prado de la Magdalena, acorde a sus
creencias y costumbres. Es en 1397 cuando se cita como alfarero moro al maestre
Haçan, que en 1412 vuelve a ser citado, junto a su hijo Mahomat, como
fabricante de cazuelas de barro. Ese mismo año de 1412, la reina regente Catalina de
Lancaster promulga un decreto que obliga a las comunidades mudéjares a vivir en
barrios separados, siendo arrendada a la comunidad vallisoletana en 1414 una
huerta del Cabildo, firmando el contrato el prior de éste y el alfaquí Hamed en
representación de la aljama mora. Así quedaba constituida la morería de
Valladolid en al barrio de Santa María, en la zona sur de la ciudad, delimitada
por las huertas del convento de San Francisco, la calle Olleros, la ronda sur
de la muralla y la calle del Campo (actual calle de Santiago), en cuyo interior
fue levantado el complejo religioso del Almají, donde en torno a un patio se
abría la sala de oración de la preceptiva mezquita, una casa de reunión, una
casa de bodas, una casa de atención a los pobres y la casa del Alfaquí.
Localización de la morería en el plano de Ventura Seco de 1738 |
No obstante, a pesar de tener que recluirse en un
barrio propio, la comunidad mudéjar siguió manteniendo una activa participación
en la vida pública y económica de la ciudad, motivo por el que obtuvieron el
privilegio, a diferencia de los judíos, de mantener su propio alcalde y su alfaquí (experto en leyes y encargado de
las tareas religiosas y docentes). Pasado el tiempo, en el siglo XVI los moros
vallisoletanos —entre 500 y 650 personas— aparecen plenamente integrados en el
colectivo urbano, aun manteniendo su idiosincrasia cultural.
Este clima de tolerancia en tierras castellanas finalizó
el 11 de febrero de 1502, cuando fue dictada una pragmática que daba a elegir a
los musulmanes del reino de Castilla entre el bautismo o el exilio, siéndoles
prohibido seis días después abandonar el reino, por lo que quedó anulada la
opción del exilio y establecida la conversión forzosa al cristianismo. Aunque
siguieron viviendo y trabajando en el mismo barrio, se decretó el derribo de su
almají y se les obligó a cristianizar
su nombre como parroquianos de la iglesia de Santiago, condiciones que
aceptaron, pero que provocaron reticencias entre la población vallisoletana por
no ser católicos practicantes muchos de ellos. En el verano de 1506 era
demolida la mezquita mudéjar donde habían realizado sus cultos.
Mujeres moriscas. Dibujo de Christoph Weiditz, 1529 Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg |
En el censo de 1538 se recogen los datos personales
de la comunidad morisca, permitiendo conocer su nombre, su oficio y sus
propiedades. Por este documento se sabe que la morería estaba integrada por
cerca de ciento cincuenta casas edificadas, que tenía una única entrada por la
calle del Mercado (calle del Verdugo en el plano de Ventura Seco de 1738) y que
estaba recorrida por las calles de la Carpintería, de la Carnicería (después
Arcallería) y de la Ronda, a las que cruzaban las callejas de Buenaño, Barriga,
Carrión, Almají y Corrillo. La morería contaba con los mesones del Arco, de la
Rua y del Tresillo, así como una carnicería junto a la demolida mezquita. Entre
los oficios desempeñados predominaban los carpinteros y alcalleres o alfareros, siendo muy activa la actividad de estos
últimos, prácticamente como un monopolio morisco, desde finales del siglo XV
hasta su expulsión definitiva de España en 1611.
De esta actividad alfarera de los alcalleres
moriscos quedan algunos vestigios de vajillas de mesa, platos y escudillas
esmaltadas en blanco elaboradas en el siglo XVI, así como piezas de azulejería,
primero de arista y más tarde piezas planas pintadas, saliendo de los alfares
de Juan Rodríguez, Juan Lorenzo, Francisco de Alba o la familia Alcalde los
azulejos que decoraron zócalos y pavimentos de palacios, iglesias, conventos de
Valladolid, extendiéndose la demanda por algunas poblaciones de la cuenca del
Duero.
Danza morisca. Dibujo de Christoph Weiditz, 1529 Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg |
Hace unos meses, en las obras de rehabilitación del
edificio situado en el número 5 de la calle Claudio Moyano, en el espacio de la
cimentación han aparecido los restos de la antigua mezquita mudéjar, algunos fragmentos
de la muralla medieval levantada entre los siglos XIII y XIV, restos de diversos hornos y fragmentos de piezas de alfarería de los talleres que estuvieron activos en el siglo XVI, cuya
memoria pervivió en las denominaciones de las calles Olleros y Alcalleres.
Entre los restos de la antigua mezquita, que fue
construida entre 1411 y 1415 y estuvo en activo hasta su derribo en 1506, se
han identificado la sala de oración —integra— y parte del patio del complejo
religioso, hallazgo que ha sido calificado por la arqueóloga Olatz Villanueva
(Universidad de Valladolid) como algo excepcional, ya que se trata de los
restos de la primera y única mezquita mudéjar, con características propias, descubierta
fuera de Al-Andalus en el norte de España.
El representante de la empresa constructora de las
nuevas viviendas ha manifestado que el hallazgo no alterará el proyecto
constructivo, así como su compromiso por respetar tan importante patrimonio
arqueológico. En estos momentos la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural,
tras la fase de documentación arqueológica, estudia la fórmula para que dichos
restos, además de ser conservados y puestos en valor, puedan ser visitados por
el público, una iniciativa que produce alegría entre los vallisoletanos por
suponer un cambio de sensibilidad respecto a nuestro patrimonio, tan ultrajado
en tiempos no muy lejanos.
Aguador morisco. Dibujo de Christoph Weiditz, 1529 Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg |
Apunte bibliográfico:
La mayor parte de esta información está tomada del trabajo Los alcalleres moriscos vecinos de
Valladolid, del que son autores Manuel Moratinos García y Olatz Villanueva
Zubizarreta.
Vídeo de Sebastián Rodríguez (YouTube)
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