18 de julio de 2022

Pie memoriae: VIRGEN DE LOS SIETE CUCHILLOS, testimonio de una devoción secular


 



EL MILAGRO DEL NEVERO DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
Antaño conocida popularmente como VIRGEN DE LOS SIETE CUCHILLOS

Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias

Iglesia de las Angustias

Valladolid

 

 



Transcripción de la leyenda que figura en la pintura

     Es algo frecuente que algunas ciudades españolas se identifiquen con alguna devoción mariana, como ocurre con la Virgen Blanca y Vitoria, la Virgen del Pilar y Zaragoza, la Virgen de los Desamparados y Valencia o la Macarena y Sevilla, por citar algunos ejemplos. Esto también ocurrió durante mucho tiempo en Valladolid, que tuvo en la Virgen de las Angustias un referente devocional equiparable o superior al de su patrona, la Virgen de San Lorenzo. 

Juan de Juni, Virgen de las Angustias, h. 1561, en su camarín

     La Virgen de las Angustias es una obra de Juan de Juni, genial maestro escultor procedente de Borgoña que, tras llegar a España y establecerse en León por un tiempo, hacia 1540 recaló en Valladolid para atender una serie de encargos, permaneciendo en esta ciudad hasta su muerte en 1577. Cuando ya tenía su taller asentado junto al Pisuerga, ingresó como hermano en la Cofradía Penitencial de la Quinta Angustia, fundada el Viernes Santo de 1561, que ese mismo año le encargó la imagen titular que debía presidir las procesiones en las que participaban todos los cofrades en Semana Santa. 

Juan de Juni sorprendió a todos entregando una magistral creación en madera policromada en la que no sólo demostraba su pericia en el oficio, sino que con su intensidad emocional se situaba a la cabeza de la escultura española del Renacimiento, marcando un hito artístico que después sería imitado por un buen número de escultores. Ajustándose a la iconografía de la Soledad de la Virgen, la escultura muestra una interpretación rigurosa de los versos que darían lugar a la modalidad de "Stabat Mater".

Juan de Juni representó el trágico momento en que María cae derrumbada por el dolor sobre una roca al pie de la cruz, en la más estricta soledad y con una disposición helicoidal del cuerpo para realzar su agitación interior en tan patético trance. Tiene una pierna extendida al frente y otra flexionada hacia atrás a la altura de la rodilla, un recurso manierista que produce un arqueamiento del torso hacía su izquierda y que el hombro izquierdo se coloque en posición avanzada. El esquema de las piernas tiene cierta correspondencia en los brazos, el izquierdo extendido hacia atrás, cubierto por el manto y con la mano apoyada en la roca, y el derecho con la mano hundida sobre el pecho con gesto de desconsuelo. El centro emocional, como es habitual en la obra de Juni, se encuentra en la impresionante cabeza, elevada y cubierta por una toca y el manto, con un expresivo rostro en el que la boca aparece entreabierta con gesto lastimoso y la mirada suplicante dirigida al cielo. 

Izda: Grabado de Alejandro Carnicero, 1719
Plancha en el Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Dcha: Fotografía de la Virgen de los Siete Cuchillos
Fotógrafo Francisco Sancho, 1865

     Venerada con fervor por todos los vallisoletanos, su protagonismo pasionista motivó que, mediante una bula expedida en 1614, se cambiara la titularidad de la Cofradía por la de Nuestra Señora de la Soledad y las Angustias. En ese momento ya estaban vigentes en el panorama artístico las nuevas tendencias barrocas, impregnadas de un fuerte sentimiento contrarreformista, en las que, para acentuar el realismo, se comenzaron a incorporar en las esculturas elementos postizos —ojos de vidrio, dientes de hueso, fluidos de resina, telas encoladas y textiles reales, etc.—, así como ricas piezas de orfebrería elaboradas en plata que pasarían a ser parte indispensable de algunas iconografías. 

Un ejemplo significativo fue el caso de la Virgen de las Angustias, a la que en 1623 le fueron incorporadas siete espadas de plata clavadas en el pecho y que colocadas de forma radial entre los dedos de la mano aludían a los siete dolores expresados en la profecía de Simeón. De esta manera su devoción se popularizó todavía más como Virgen de los Siete Cuchillos, cuya iconografía fue repetidamente imitada. Sirvan como ejemplos ilustrativos la Virgen de las Angustias realizada en Madrid en 1714 por Felipe del Corral para la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca o la Dolorosa que repitiendo miméticamente el modelo juniano hizo Tomás de Sierra hacia 1720 para la Cofradía de la Vera Cruz de Medina de Rioseco (en nuestros días Hermandad de la Dolorosa). 

Pintura mural de la Virgen de los Siete Cuchillos en una capilla
de la iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid

     Con la popular advocación de Virgen de los Siete Cuchillos su imagen fue divulgada en el grabado realizado por Alejandro Carnicero en el siglo XVIII, cuya plancha se conserva en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Y así permaneció hasta la segunda mitad del siglo XIX, como lo testimonia una fotografía realizada en 1865 por el fotógrafo Francisco Sancho.

De la expansión de su devoción se conservan múltiples manifestaciones artísticas. Sirva de ejemplo la pintura mural que decora una de las capillas de la iglesia de San Miguel y San Julián, hasta 1775 iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Valladolid, donde aparece sobre una peana, con los siete cuchillos y una corona tipo resplandor como muestra de la enorme veneración recibida a lo largo del tiempo.

Los grandes cuchillos fueron sustituidos por siete puñales de plata con los que desfiló desde 1920, año en que se recuperaron los desfiles procesionales por iniciativa de Remigio Gandásegui, Arzobispo de Valladolid, hasta ser eliminados —por ser agresivos con la talla— en 1971, cuando la imagen fue sometida a una restauración integral, siendo estos expuestos de continuo bajo la imagen en su camarín y en sus andas procesionales. 

Copias de la Virgen de los Siete Cuchillos
Izda: Tomás de Sierra, Dolorosa, h. 1720
Hermandad de la Dolorosa, Medina de Rioseco
Dcha: Felipe del Corral, Virgen de las Angustias, 1714
Cofradía de la Vera Cruz, Salamanca
UN EXVOTO COMO AGRADECIMIENTO A LA VIRGEN DE LOS CUCHILLOS 

Muy elocuente de los favores recibidos de la Virgen de los Siete Cuchillos por los devotos vallisoletanos, es una pintura que se conserva en la Sala Capitular de la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias, una obra que constituye un exvoto por un hecho que está narrado con detalle en la base del cuadro: “Don Juan de Cobarrubias, Don Miguel Fernández de Araujo, Don Manuel Joseph Caniero, Procuradores de esta Real Chancillería, Don Tomás Hejado agente de negocios y Contador de ella y Don Francisco García de Obragón, Abogado de dicha Real Chancillería, estando en un pozo de nieves sobre un tabladillo que tenía, faltaron las maderas y cayeron a lo profundo de más de 40 pies de alto y conociendo el riesgo de sus vidas invocaron el auxilio de Nuestra Señora de los Cuchillos y por su intercesión y especial milagro fue Dios servido saliesen con felicidad y recobraron perfecta salud; sucedió el día cinco de enero año 1726”.

La pintura, con unas dimensiones de 167 x 123 cm y realizada por un discreto pintor local dieciochesco, representa a los cinco beneficiados del prodigio en actitud de oración y de rodillas, dos colocados en la parte izquierda, seguramente el contador y el abogado, y los tres procuradores en la parte derecha. En el espacio librado entre los dos grupos se muestra un escueto paisaje en el que destaca un nevero que se podría identificar con el existente en las huertas de Linares, en terrenos del actual barrio de La Rondilla, lugar donde ocurrió el milagro como indica con su mano el primero de los procuradores. La parte superior de la pintura aparece ocupada por un celaje de nubes grisáceas entre las que se abre un resplandor celestial ocupado por la Virgen de los Cuchillos, protagonista del milagro, que repite el aspecto divulgado por los grabados del siglo XVIII. 

La imagen restaurada en 1971, con los cuchillos como testigos

     Esta pintura piadosa, al margen de sus limitados valores artísticos, supone una excelente fuente de información por un triple motivo: por constituir todo un documento sobre la enorme devoción a la Virgen de los Siete Cuchillos en la ciudad durante el siglo XVIII, por patentizar la vinculación de los funcionarios de la Real Chancillería a la Cofradía Penitencial de las Angustias, y por documentar la presencia de un pozo de nieve en Valladolid. 

Sobre la veneración de la Virgen de los Siete Cuchillos sólo podemos añadir que se mantiene casi inalterable en nuestros días como Virgen de las Angustias, constituyendo un momento álgido de su devoción su participación en la emotiva Procesión del Encuentro que se celebra en el espacio público vallisoletano cada Martes Santo. La gran veneración que suscita en la ciudad fue puesta de manifiesto durante su coronación canónica celebrada en octubre de 2009.

Respecto a la cofradía que la asiste, ya aparece citada en una bula datada en 1536, durante el pontificado de Paulo III, siendo sus primeras reglas aprobadas en 1569 por el Abad de Valladolid como delegado del Obispo de Palencia, diócesis a la que por entonces pertenecía la ciudad. Denominada por entonces como Cofradía de la Quinta Angustia, conocería una gran pujanza por las vinculaciones personales con distintos funcionarios de la Real Chancillería de Valladolid, que tradicionalmente engrosaron la lista de cofrades, figurando entre las funciones de la Cofradía la asistencia jurídica a los cofrades presos. Asimismo, el hecho de que la Corporación y Cofradía del Patriarca San José, integrada por el potente gremio de entalladores, tuviera su sede en la iglesia penitencial, facilitó que los más destacados entalladores y escultores de la ciudad también fueran hermanos cofrades de las Angustias, entre ellos Juan de Juni, Francisco Rincón y Gregorio Fernández, por citar los más conocidos. 

Detalle de la pintura exvoto de 1726
En la parte inferior vista del nevero o pozo de nieve

    Un elemento sin duda interesante del exvoto es la constatación de la existencia de neveros en Valladolid, donde se tienen referencias de dos de ellos localizados en la llamada Cuesta del Tomillo y otro en La Rondilla. Otros eran explotados por los monasterios de San Francisco, San Pablo o Nuestra Señora de Prado, junto a otros pertenecientes a familias nobles, que eran utilizados para el propio consumo y para vender al público. En este sentido, el palacio de los marqueses de Valverde (junto al Palacio de Fabio Nelli), levantado a mediados del siglo XVI por Juan de Figueroa, oidor de la Real Chancillería, conoció su esplendor al figurar entre los negocios familiares el comercio de hielo, que era almacenado y transportado a Valladolid desde poblaciones de la montaña palentina. 

Este tipo de explotación, distribuida por toda España, también conoció su actividad en pueblos vallisoletanos, entre otros en La Seca, Alaejos, Íscar, Laguna de Duero, Rueda, Peñafiel, Pesquera de Duero y Olmedo (donde todavía una calle conserva el rótulo de pozo de nieve), aunque es en Nava del Rey donde pervive el único pozo de nieve íntegro construido en el siglo XVII, que consta de un amplio pozo de seis metros de profundidad revestido de ladrillo y restos de útiles para el tratamiento de la nieve, todo cobijado en una construcción de ladrillo soportada por grandes arcos en su interior y con un tejado a dos aguas en el exterior. El edificio, que en los últimos tiempos fue utilizado para almacenar distintos productos, fue restaurado por el Ayuntamiento de Nava del Rey en el año 2010, preservándolo como testigo de esta actividad tan poco conocida por su gran valor etnográfico. 

Nevero o pozo de nieve conservado en Nava del Rey (Valladolid)

     Los neveros o pozos de nieve disponían de un ancho y profundo pozo con las paredes recubiertas de mampostería caliza, piedra o ladrillo. Hasta él se trasladaba la nieve recogida en el campo en grandes cestas, transportadas personalmente o en carros, que en el pozo era apisonada de forma manual formando capas de unos 30 cm que eran separadas por otras de paja que actuaban como aislante. Ya convertida la nieve prensada en bloques de hielo, estos eran cortados y elevados mediante poleas para su distribución y comercialización. Aunque algunos neveros no estaban protegidos por una edificación, los pozos más utilitarios disponían de una construcción que los cubría y cuyo interior estaba dispuesto, como las bodegas, para su uso específico, unas veces con el exterior circular y rematado de forma abovedada y otras como una pequeña nave con tejado a dos o cuatro aguas. 

Desde el siglo XVI en España se popularizó el consumo de hielo procedente de los neveros, lo que motivó su construcción generalizada por todos los territorios donde en invierno se podía almacenar la nieve. Su actividad se convirtió en un servicio público que atendía tanto con fines hospitalarios o para la conservación de determinados alimentos, como con un sentido lúdico para la elaboración de la aloja, una bebida refrescante, a modo de un granizado actual, generalizada en el Siglo de Oro entre las clases acomodadas, que mezclaba el hielo con miel, polvos de jengibre, pimienta, longa, canela, clavo y nuez de especia. 


Nevero de Nava del Rey (Valladolid) restaurado en 2010
(Fotos tomadas del blog Vallisoletum y El Día de Valladolid)

Informe: J. M. Travieso.

Fotografías de la pintura y de la Virgen de las Angustias del autor.  












Estructura y procesos de un nevero









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1 comentario:

  1. Muy buenas. Tengo la impresión que junto a la fantástica historia de la Virgen de las Angustias hay unas líneas dedicadas a los neveros de Valladolid que seguramente provendrán de otro artículo. firmado: Crucito

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