16 de octubre de 2023

Visita virtual: RETABLO DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA, apoteosis de la retablística barroca


 




RETABLO DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA

Ensamblaje: Juan y Cristóbal Velázquez

Escultura: Gregorio Fernández

Policromía y dorado: Mateo Gallardo, Luis Fernández y Simón López

Pinturas: Francisco Rizi, Mateo Gallardo y Luis Fernández

1625-1634

Madera de pino policromada y óleo sobre lienzo

Catedral de Santa María de la Asunción, Plasencia (Cáceres)

Escultura y pintura barroca

 

 



GÉNESIS DEL PROYECTO

En las primeras décadas del siglo XVII la catedral de Plasencia se encontraba en pleno proceso de transformación, por el cual, sobre la construcción preexistente, se iba superponiendo un nuevo edificio de mayores dimensiones. Como era habitual, la nueva edificación se comenzó por la cabecera, donde se levantó un ábside de dimensiones colosales, tanto en altura como en anchura. El año 1623 el cabildo catedralicio, intentando disponer de algunas partes ya completamente acabadas de la nueva catedral, consideró que era el momento de encargar el preceptivo retablo que presidiera el presbiterio para poder reanudar los cultos con normalidad en las partes ya construidas. Para ello, en ese año se formó una comisión para encargar la traza del retablo, que fue convocada públicamente, siendo elegido uno de los proyectos presentados por el ensamblador salmantino Antonio González, que estableció una estructura de tres cuerpos con las columnas agrupadas por parejas. Sin embargo, en enero de 1624 se decidió abandonar aquel proyecto, solicitando que maestros de Madrid y Córdoba dictaminaran si procedía realizar un retablo de madera al modo tradicional o bastaría con colocar un gigantesco cuadro de la Asunción presidiendo el ábside, como ya se había aplicado en algunas iglesias madrileñas, algo dificultoso en Plasencia por la enorme anchura de la capilla mayor.

Primer cuerpo: San Juan Bautista y Santiago

     A esta convocatoria acudieron numerosos arquitectos-ensambladores, siendo decidido por el cabildo que lo oportuno era un retablo de varios cuerpos que se aproximara a las bóvedas de la capilla mayor. Recibidas varias ofertas de las trazas, se hizo acudir a Plasencia a Toribio González, maestro mayor de la catedral de Toledo, para que eligiera la traza más conveniente, que fue una de las presentadas por Alonso de Balbás, vecino de Ciudad Rodrigo, que se levantaría sobre un zócalo de mármol y jaspe, siendo el cabildo el que debería elegir los temas pictóricos representados y los maestros que los realizarían. Sobre la realización del programa escultórico, habría que decidir si el encargo se encomendaba a Juan Martínez Montañés, con taller en Sevilla, o a Gregorio Fernández, con taller en Valladolid, una duda originada por la situación geográfica de Plasencia, a mitad de camino entre Castilla y Andalucía. Sin que se conozcan las causas de la elección, el trabajo fue solicitado a Gregorio Fernández.

Cuando Alonso de Balbás, en colaboración con el ensamblador Andrés Crespo, vecino de Medina de Rioseco, ya acopiaban materiales para realizar la obra que habían contratado, los ensambladores vallisoletanos Juan y Cristóbal Velázquez hicieron una oferta económica al cabildo sensiblemente inferior, lo que produjo la anulación de la adjudicación anterior y su indemnización, al tiempo que se concertaba la obra con los maestros de la escuela vallisoletana, ejerciendo como fiadores su hermano Francisco Velázquez y Gregorio Fernández, colaboradores frecuentes en la elaboración de retablos.

Segundo cuerpo: San Fulgencio y Santa Florencia

     La comisión catedralicia contactó el 12 de abril de 1625 con Gregorio Fernández para fijar el precio del conjunto escultórico, para lo que el escultor se desplazó a Plasencia, siéndole remarcada la necesidad de que un grupo de la Asunción —bajo cuya advocación estaba la catedral— presidiera el segundo cuerpo, con los doce apóstoles y la Virgen en una gloria acompañada de ángeles y serafines, así como que las hornacinas fueran ocupadas por esculturas de bulto completo. Gregorio Fernández propuso la colocación en el ático de las figuras de cuatro arcángeles y que en el Calvario apareciese la figura de la Magdalena (como la incorporada en el retablo de los Santos Juanes de Nava del Rey, Valladolid). También propuso que en los netos de los pedestales del primer y segundo cuerpo sólo aparecieran relieves en la cara frontal, pues en los costados serían inapreciables, así como algunas modificaciones en la traza para adaptarla a sus creaciones, peticiones que fueron aceptadas y a las que tuvieron que adaptarse como ensambladores los hermanos Velázquez, que temporalmente establecieron su residencia en Plasencia. Todos los temas representados en el retablo quedaban a elección del cabildo.

La escultura sería realizada en Valladolid en madera de pino, siendo ratificado el contrato con Gregorio Fernández el 7 de mayo de 1625, que debía realizar una obra “bien movida y con mucho arte” en un plazo de tres años y medio, recibiendo por el conjunto escultórico 7.000 ducados, casi el doble del coste del ensamblaje. El 28 de junio de ese año firmaban como fiadores Benito Chamoso, mercader de hierro, y su hijo el escribano Bartolomé Chamoso, el tratante en cebada Juan Pérez y el ensamblador Juan Velázquez, que realizaba con su hermano el retablo de Plasencia, siendo responsable de todos los fiadores el pintor vallisoletano Diego Valentín Díaz.

Francisco Rizi. Anunciación, 1654

     En el proceso de elaboración surgió un problema. Por aquellos años Gregorio Fernández comenzó a tener fuertes achaques de salud, con lo que los trabajos comenzaron a demorarse suscitando la preocupación del cabildo placentino, que temía la muerte del escultor y que el proyecto quedase sin terminar. Ante esta situación, el cabildo envío a Valladolid como emisario al licenciado Juan Martínez Cabeza Leal, “deán que fue de Plasencia”, para solicitar al escultor que diese preferencia al grupo de la Asunción, advocación del templo. Le siguió el viaje a Valladolid de Andrés de Cañas y Frías, canónigo magistral de Plasencia, para comprobar el estado de las obras, apareciendo en un documento de 1630 todo lo que ya estaba esculpido. Como dato anecdótico, sabemos que para estimular al escultor, en ese momento ayudado por sus colaboradores, el cabildo puso en práctica los obsequios, en ocasiones consistentes en el envío de jamones y chorizos a Valladolid.

El retablo, para cuya realización contó con la importante ayuda económica de los prelados Pedro González de Acevedo y Diego de Arce Reinoso, quedaba asentado el 11 de marzo de 1632 a falta de la policromía y los cuatro lienzos de pintura. Por una noticia publicada por José Benavides, deán de la catedral, sabemos que la policromía fue realizada por los pintores Luis Fernández, Mateo Gallardo y el dorador Simón López. Para la pintura se recurrió a la escuela madrileña, firmándose el 27 de marzo de 1653 en Madrid el contrato con el pintor Francisco Rizi para realizar los cuadros de la Anunciación y la Adoración de los pastores, firmados y fechados en 1654 y 1655, mientras a Mateo Gallardo le era adjudicado el de la Adoración de los Reyes y a Luis Fernández el de la Circuncisión. 


EL MONUMENTAL RETABLO 

El retablo, que con planta quebrada se adapta a la forma poligonal del presbiterio, con 16,10 m. de anchura, tiene como base un sólido zócalo de mármol, presentando dos cuerpos y un monumental ático, con una estructura vertical de tres calles, la central de mayor anchura, y cuatro entrecalles en las que se colocan parejas de columnas que flanquean nichos semicilíndricos y con cascarón que albergan esculturas de bulto completo sobre elegantes peanas. En la calle central se superponen una custodia de tamaño monumental —afortunadamente conservada— en el primer cuerpo, que adopta la forma de templete de planta central y coronado por una cúpula, el grupo de la Asunción en el segundo cuerpo, compuesto por un ingente número de figuras, y un colosal Calvario insertado en una arquitectura con forma de templete rematado por un frontón triangular, con la peculiaridad de que las esculturas aumentan de tamaño a medida que ascienden en altura, siguiendo las leyes de la óptica. Las modificaciones que impuso Gregorio Fernández hacen que el retablo tenga un esquema netamente vallisoletano, con preponderancia de las líneas rectas y un nítido diseño estructural.

Ático: San José y Santa Teresa

     Son remarcables algunos elementos compositivos, como el empleo de columnas estriadas corintias en las entrecalles de los tres niveles, con guirnaldas de frutos entre ellas en la parte superior; el arranque de cada cuerpo sobre un alto entablamento, decorado con relieves en los dos cuerpos y pinturas decorativas en el ático (entre las que aparece el escudo del obispo Diego de Arce Reinoso, que financió la pintura del retablo), donde en la parte central es interrumpido por un tímpano cortado de inspiración manierista, así como un remate superior en cada altura en forma de friso corrido y decorado con zarcillos en relieve a la altura de las cornisas; o la estructura arquitectónica del ático, donde se mantiene el esquema de las entrecalles flanqueando la colosal hornacina central que contiene el Calvario, que rematada con un arco de medio punto establece con los arquitrabes de la entrecalles un elegante tramo palladiano que se corona con un doble frontón, uno de formas curvas interrumpidas sobre las entrecalles y otro triangular sobre la hornacina, sobre el que se colocan figuras de virtudes que se repiten sobre las volutas que enlazan la arquitectura del ático con las calles laterales.

La armonía entre la arquitectura, la escultura y la pintura del retablo es realmente sorprendente, constituyendo toda la iconografía incorporada, supeditada a los ideales contrarreformistas imperantes en el momento, todo un alarde historicista de la Iglesia como institución. Los trabajos de elaboración, que duraron casi diez años, supusieron un coste total de 30.000 ducados, una cifra disparatada para aquella época. Sin embargo, el resultado de tanto trabajo convierte al retablo no sólo en el más monumental de los que realizara Gregorio Fernández, sino también en uno de los más importantes de la historia del retablo en el arte español. 

Banco: La Flagelación / Netos Izda: San Lucas. Dcha: San Ambrosio
LA ICONOGRAFÍA DEL RETABLO 

Banco

El entablamento sobre el que se sustenta el primer cuerpo, al coincidir en altura con el altar, adopta la función de un banco tradicional. Todos los frentes aparecen decorados con relieves, incluidos los netos, combinándose los seis correspondientes a las calles y entrecalles, que representan pasajes de la Pasión, con las figuras de los netos: los cuatro Padres de la Iglesia latina, colocados en los extremos, y los cuatro Evangelistas colocados en la parte central, todos con sus correspondientes atributos para simbolizar el sustento doctrinal de la Iglesia.

Primer cuerpo: San Pedro y San Pablo

     Las escenas de la Pasión representan, de izquierda a derecha, a Jesús ante Caifás, con el sumo sacerdote sedente y un grupo de soldados, uno de los cuales golpea a Cristo tras manifestar que es el Mesías. Sigue la Oración del huerto, que se distribuye en dos espacios, uno con Cristo y el ángel y otro con los tres apóstoles dormidos envueltos en pesados mantos. El siguiente es el Lavatorio de los pies, con Cristo lavando los pies a Pedro y el resto de apóstoles con una gran variedad de posturas.

Se continúa en la parte derecha con la escena del Prendimiento estructurada en dos planos, con el beso de Judas al frente y Pedro amenazando con la espada a Malco, junto a un grupo de soldados armados al fondo, presentando el relieve recuerdos junianos. El siguiente relieve, en formato más apaisado, representa la Flagelación, con la figura de Cristo atado a la columna en el centro, en la que el escultor aplica el arquetipo por él creado, con sayones a los lados en plena acción de golpearle que proporcionan dinamismo a la escena. Termina la serie con los Ultrajes después de la coronación de espinas, con Cristo sedente mientras es golpeado e increpado por sayones desaliñados. 

Primer cuerpo

Segundo cuerpo: Asunción de la Virgen

     En las entrecalles aparecen cuatro magníficas esculturas de Gregorio Fernández, de elaboración muy esmerada por situarse próximas al espectador. En el centro se sitúan las figuras de San Pedro y San Pablo como pilares de la Iglesia. San Pedro aparece vigoroso, sosteniendo un libro apoyado a la cintura y las llaves como atributo tradicional, con un destacable trabajo de la cabeza. San Pablo aparece con el cuerpo arqueado sujetando una enorme espada, con un manto de quiebros duros y una poblada y larga barba con ecos del Moisés de Miguel Ángel. En la parte izquierda de encuentra San Juan Bautista, que responde a la tipología creada por el escultor en su primera época, revestido de una túnica de piel de camello que deja su pecho al descubierto y sujetando el cordero que prefigura el sacrificio de Cristo, con una expresiva cabeza con cabellos ensortijados y el rostro enjuto como huella de sus penitencias. Se corresponde en el lado opuesto con la figura de Santiago, que simula caminar con el torso inclinado y el sombrero de peregrino a la espalda, mientras se apoya en el bordón. Presenta una magnífica cabeza, con cabellos serpenteantes, y una indumentaria de túnica y manto de pliegues ondulados poco quebrados, alcanzando un gran valor expresivo pleno de dinamismo. 

Segundo cuerpo: Asunción. A los lados San Joaquín y Santa Ana
Entablamento del segundo cuerpo

El segundo cuerpo está dedicado a la Virgen, complementándose con seis relieves del entablamento con escenas por ella protagonizadas. De izquierda a derecha aparece en primer lugar la Huida a Egipto, con la Virgen a lomos de un asno que ocupa todo el espacio y San José caminando a pie, acompañándose en un extremo de la tradicional palmera, que aparece con las ramas agitadas por el viento. Sigue la escena del Nacimiento de la Virgen, que en formato apaisado se divide en dos ámbitos, uno con Santa Ana convaleciente en la cama y asistida por damas ayudantes al parto y otro con un grupo de mujeres que visten a la recién nacida en presencia de San Joaquín y un sacerdote. Sigue el relieve de la Inmaculada, que reproduce el modelo fernandino, aunque con el manto agitado por el viento y en compañía de pequeñas cabezas de querubines asomando entre nubes. En la parte derecha sigue la escena de la Circuncisión o Presentación de Jesús en el templo, con el sacerdote sosteniendo al Niño y la Virgen arrodillada, junto a San José, en un extremo. Continúa con la Presentación de la Virgen en el templo o Purificación de María, que presenta una perspectiva forzada para permitir ser contemplada desde abajo, con la Virgen niña recibida por el sacerdote a un lado y al otro, separados por una columna, Santa Ana y San Joaquín contemplando la escena. Finaliza con los Desposorios de la Virgen, que aparece en primer plano dándose la mano con San José, en presencia del sacerdote.  

Gregorio Fernández. Asunción, 1610-1614
Catedral de Miranda do Douro, Portugal

     En los frentes de los netos se coloca un santoral de ocho figuras de las cuales algunas centrales son difíciles de identificar por la falta de atributos que lo evidencien. De izquierda a derecha aparecen Santo Tomás de Aquino con un elegante manto, San Francisco de Asís, un apóstol, un santo rey (San Luis o San Fernando), otros dos apóstoles, Santo Domingo con el perro al lado y San Buenaventura. 

Segundo cuerpo

El centro está ocupado por el espectacular grupo de la Asunción, que desborda el marco espacial, al modo barroco, asumiendo la misión de un cuadro único, como en principio se había propuesto para ocupar la cabecera. Gregorio Fernández ya había realizado con anterioridad la iconografía propuesta por el cabildo placentino en el retablo de la catedral de Miranda do Douro en Portugal, cuyos resabios manieristas modifica para dotar a la escena de un barroquismo pleno, superando las figuras el ámbito de la gran hornacina en que se ubica de una efectista forma teatral.

Segundo cuerpo: Detalle de los apóstoles de la Asunción

    En la parte inferior aparece la cama sepulcral rodeada por los apóstoles en altorrelieve y actitudes agitadas, unos con la mirada dirigida a lo alto y otros hacia abajo, con dos de ellos arrodillados junto al sepulcro vacío en primer término tallados en bulto completo, al igual que las figuras de San Pedro y Santiago, que colocados a los lados rebasan el marco espacial proyectando la escena hacia el exterior, dotándola de un dinamismo sorprendente.

Idéntico barroquismo ofrece el grupo de la Virgen entre nubes en la parte superior, que, aunque sigue el arquetipo de Inmaculada creado por el escultor, representada en plena juventud, con larga melena, las manos en actitud orante a la altura del pecho, vestida con una túnica decorada con “primaveras” y un manto azul, símbolo de eternidad, en esta composición abandona la verticalidad y la actitud ensimismada habitual para girar suavemente la cabeza, desplazar las manos hacia la izquierda y dotar al manto de una agitación producida por una brisa mística, formando pliegues excesivamente quebrados como nunca anteriormente los había realizado el escultor, lo que evidencia una evolución estilística. El manto se decora con una ancha cenefa con tachones que simulan piedras preciosas, con aplicaciones de encajes postizos recorriendo los bordes.

Segundo cuerpo: Detalle de la Asunción

    Acompaña a la Virgen una nutrida cohorte de ángeles, unos desnudos, gráciles y en bulto completo, y otros como cabezas de querubines aladas asomando entre nubes, incorporando, fuera del marco, dos ángeles turiferarios que dotan de solemnidad a la escena, que se corona con un frontón curvo partido, sobre el que se apoyan dos bellos ángeles desnudos, con un panel en el centro en el que aparece pintado un jarrón de azucenas como símbolo de la pureza de María.

A los lados, en las entrecalles más próximas a la Asunción, se colocan las figuras paternas de la Virgen, San Joaquín, presentado como un venerable patriarca de largas barbas, y Santa Ana como una mujer madura, ambos apoyados en sendos cayados para sugerir su edad avanzada. En los nichos de las entrecalles de los extremos se encuentran San Fulgencio y Santa Florencia, santos hermanos que eran patronos del obispado de Plasencia, cuya presencia sería solicitada por el cabildo catedralicio. San Fulgencio, benedictino y escritor, está representado en su condición de obispo, con mitra, capa pluvial y báculo episcopal, y Santa Florencia (o Santa Florentina) con hábito monacal sosteniendo un báculo y un libro como fundadora, cuyo rostro sigue el prototipo aplicado por Gregorio Fernández en otras santas, como Santa Teresa, Santa Isabel de Hungría, Santa Clara, etc.         



Vista general del ático
Ático

Dentro de la hornacina central, cuyo marco está decorado con piedras y gallones, se encuentra el monumental Calvario, compuesto por un magnífico Crucifijo, la Virgen y San Juan a los lados y María Magdalena en el centro arrodillada a los pies de la cruz. Cristo sigue los habituales estilemas del escultor, en este caso con un paño de pliegues muy quebrados y volados y una corona postiza de espinos naturales. La Virgen y San Juan siguen los modelos creados por el escultor desde su primera época, mientras la Magdalena, introducida como elemento de compasión, gesticula con sus manos y levanta la mirada a lo alto. En el tímpano del frontón aparece la figura de Dios Padre en forma de busto, colocado entre nubes y sujetando el globo terráqueo como símbolo de universalidad.

En las hornacinas de las entrecalles aparecen San José, que identificado por la vara florida es una figura imprescindible en un retablo dedicado a la Virgen, y Santa Teresa precisamente como propagadora del culto a San José, titular de sus fundaciones, que sigue el arquetipo creado por el escultor con motivo de su canonización en 1622.

Ático: Calvario. A los lados San José y Santa Teresa y las
virtudes de la Fe y la Esperanza

     Sobre los extremos del frontón se colocan formas piramidales decorativas y las figuras de tres virtudes sedentes en bulto completo, con la Justicia en el centro, portando una espada y una balanza, la Fortaleza a su izquierda, con casco y sujetando una gruesa columna, y la Templanza a su derecha portando un recipiente. A los lados de las virtudes aparecen dos escudos de armas del obispo Pedro González de Acevedo, con cuyo legado se financió buena parte del retablo. Sobre las volutas que enlazan las calles laterales con el templete se apoyan otras dos bellas figuras de virtudes, en la izquierda la Fe, sujetando una cruz y un cáliz, y en la derecha la Esperanza sujetando un ancla.

En los extremos, en la coronación de los netos de las entrecalles laterales, aparecen cuatro arcángeles, una iconografía ya utilizada en distintas ocasiones por Gregorio Fernández. Representan, de izquierda a derecha, a San Miguel portando sus armas como vencedor de los ángeles rebeldes; San Gabriel con la vara de lirios y su mano derecha dirigida al cielo, recordando su función en la Anunciación; San Rafael vestido de peregrino y sujetando el bordón y un pez en alusión al pasaje bíblico de Tobías; San Uriel como representante del espíritu de la vida. 

Ático: Calvario
LA POLICROMÍA  

  La policromía del retablo de la catedral de Plasencia es deslumbrante. Fue aplicada por los pintores Luis Fernández y Mateo Gallardo, mientras los trabajos de dorado corrieron a cargo de Simón López, todos ellos destacados maestros de la escuela barroca madrileña. El hecho de que se aplicara a mediados del siglo XVII, cuando ya había triunfado el barroquismo en la escuela de Madrid, tiene su reflejo en estas esculturas, que presentan esgrafiados que dejan aflorar el oro proporcionando a las figuras una simbólica luminosidad, con telas que imitan bordados en oro, empleo de anchas cenefas en los paños con remates a punta de pincel y grandes motivos decorativos para ser apreciados desde cierta distancia, dada la envergadura del retablo, así como carnaciones trabajadas como pintura de caballete.

  

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

 





Ático: Detalle de Cristo en el Calvario











Retablo de la catedral de Plasencia
Foto Wikipedia









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