En Castilla y León hay dos excelentes ejemplos de fachada-pantalla monumental que presiden importantes edificios en su día destinados a la docencia, uno de estilo gótico isabelino y otro plateresco: el Colegio de San Gregorio de Valladolid y la Universidad de Salamanca. En ambos casos aparece una exuberante decoración con lenguaje críptico que muestra un manifiesto gusto por el horror vacui (horror al vacío) de reminiscencia mudéjar y en la que, junto a temas visiblemente propagandísticos de la monarquía, aparecen numerosas figuras y relieves que muestran símbolos moralizantes alusivos a las virtudes y vicios del estudiante.
LA RANA DE SALAMANCA
El programa iconográfico de la fachada de la Universidad de Salamanca, proyecto político iniciado por los Reyes Católicos, fue realizado en tiempos de su nieto Carlos V y desarrolla la idea de la monarquía como protectora de la Universidad, procurando ensalzar y elogiar a los monarcas. Junto a una abigarrada decoración de grutescos, signos por excelencia del Plateresco salmantino, sus elementos más destacados son motivos heráldicos que relacionan la institución real con la docente, apareciendo también relieves figurativos con retratos de parejas pertenecientes a Isabel y Fernando (Reyes Católicos), al emperador Carlos y la emperatriz Isabel de Portugal, a Faustina y Marco Aurelio y a Hércules y Venus, girando todo el repertorio simbólico en torno a la leyenda de Hércules, uno de tantos temas mitológicos clásicos recuperados en el siglo XVI, durante el Renacimiento, aludiendo a sus hazañas heroicas para mostrar las excelencias y virtudes de la monarquía hispánica.
Ya se ha convertido en una tradición, promovida especialmente por los guías turísticos, el localizar entre la maraña decorativa de la fachada salmantina, recubierta por entero con motivos en relieve realizados en la característica piedra caliza de tonos dorados de Villamayor, una rana como talismán de buena suerte. Efectivamente la rana, o mejor dicho, el sapo, allí aparece, encaramado sobre una de las calaveras que están labradas a la altura de la cornisa que recorre el primer cuerpo, concretamente en el contrafuerte derecho que enmarca la fachada. Su presencia sigue siendo un misterio y de ahí su encanto e intriga.
Distintas teorías han tratado de justificar su significado. Mientras que para unos es una simple marca de cantero, es decir, una forma de firmar mediante símbolos una pieza trabajada para después cobrarla (práctica habitual desde el siglo XII), para otros es un elemento simbólico más que dentro del repertorio de la fachada que hace alusión a la lujuria y la muerte, convirtiéndose, por su colocación sobre una calavera, en una llamada a la prevención de este pecado, en una palabra, en una exhortación a la castidad en el ambiente estudiantil. Sea como fuere, la agudeza visual que supone localizar la diminuta figura la ha convertido con el tiempo en un fetiche, de modo que los estudiantes interpretan la sagacidad de visualizarla como un buen augurio para aprobar los estudios, incluso para casarse o tener suerte en la vida, convirtiéndose por su popularidad en un icono de la ciudad universitaria por excelencia.
LA RANA DE SALAMANCA
El programa iconográfico de la fachada de la Universidad de Salamanca, proyecto político iniciado por los Reyes Católicos, fue realizado en tiempos de su nieto Carlos V y desarrolla la idea de la monarquía como protectora de la Universidad, procurando ensalzar y elogiar a los monarcas. Junto a una abigarrada decoración de grutescos, signos por excelencia del Plateresco salmantino, sus elementos más destacados son motivos heráldicos que relacionan la institución real con la docente, apareciendo también relieves figurativos con retratos de parejas pertenecientes a Isabel y Fernando (Reyes Católicos), al emperador Carlos y la emperatriz Isabel de Portugal, a Faustina y Marco Aurelio y a Hércules y Venus, girando todo el repertorio simbólico en torno a la leyenda de Hércules, uno de tantos temas mitológicos clásicos recuperados en el siglo XVI, durante el Renacimiento, aludiendo a sus hazañas heroicas para mostrar las excelencias y virtudes de la monarquía hispánica.
Ya se ha convertido en una tradición, promovida especialmente por los guías turísticos, el localizar entre la maraña decorativa de la fachada salmantina, recubierta por entero con motivos en relieve realizados en la característica piedra caliza de tonos dorados de Villamayor, una rana como talismán de buena suerte. Efectivamente la rana, o mejor dicho, el sapo, allí aparece, encaramado sobre una de las calaveras que están labradas a la altura de la cornisa que recorre el primer cuerpo, concretamente en el contrafuerte derecho que enmarca la fachada. Su presencia sigue siendo un misterio y de ahí su encanto e intriga.
Distintas teorías han tratado de justificar su significado. Mientras que para unos es una simple marca de cantero, es decir, una forma de firmar mediante símbolos una pieza trabajada para después cobrarla (práctica habitual desde el siglo XII), para otros es un elemento simbólico más que dentro del repertorio de la fachada que hace alusión a la lujuria y la muerte, convirtiéndose, por su colocación sobre una calavera, en una llamada a la prevención de este pecado, en una palabra, en una exhortación a la castidad en el ambiente estudiantil. Sea como fuere, la agudeza visual que supone localizar la diminuta figura la ha convertido con el tiempo en un fetiche, de modo que los estudiantes interpretan la sagacidad de visualizarla como un buen augurio para aprobar los estudios, incluso para casarse o tener suerte en la vida, convirtiéndose por su popularidad en un icono de la ciudad universitaria por excelencia.
EL CARACOL DE VALLADOLID
Y como Valladolid no podía ser menos, también quiso tener su propio talismán, no en la Universidad, sino en un centro de estudios de Teología: el prestigioso Colegio de San Gregorio. Hubo quien eligió y difundió la búsqueda de un caracol como símbolo vallisoletano para probar la agudeza visual y ser recompensado por ello con los mismos efectos mágicos que en Salamanca. El grado de dificultad en ambos casos es idéntico, ya que son tantas las imágenes simbólicas superpuestas a los elementos decorativos que es realmente complicado concentrarse en cualquiera de ellas.
En el caso de Valladolid el significado es más explícito, ya que el animal aparece castigado por dos figuras de niños colocados a los lados, uno que se dispone a atizarle con un garrote y otro que intenta atravesarle con una lanza. De modo que el caracol adquiere en este colegio el simbolismo de la lucha contra la pereza, identificando la lentitud del caracol con la vagancia que debe ser combatida por los estudiantes.
La escena en que aparece el caracol forma parte de una ménsula o peana que sustenta la figura de un soldado revestido de armadura, que porta lanza y escudo, colocado en el pináculo izquierdo que delimita la fachada, en el arranque del cuerpo superior y a la altura del remate del arco conopial de la portada. El soldado y la ménsula se orientan hacia el interior de la portada y junto a ellos aparecen dos grandes ángeles tenantes con el escudo de la Flor de Lis, emblema del influyente Fray Alonso de Burgos, obispo de Palencia (diócesis a la que pertenecía Valladolid por entonces), confesor de la reina Isabel y promotor del majestuoso edificio.
LA FACHADA DEL COLEGIO DE SAN GREGORIO
La fachada del Colegio de San Gregorio fue finalizada hacia 1499, siendo el último de los elementos incorporados al edificio, pues cuando se levanta ya existía la capilla y el Colegio organizado en torno al elegante patio, anteriores a 1492. Al contrario que en la fachada salmantina, que incluye elementos tomados de la antigüedad clásica, en la fachada vallisoletana todos los elementos utilizados son anticlásicos por excelencia, recurriendo, como en el manuelino portugués, al empleo de motivos vegetales en sus más variadas facetas: haces de troncos nudosos, trenzados a modo de cestería, hojarascas caladas con frutos, etc., para componer paramentos, pilastras, doseletes y entablamentos.
El programa iconográfico de la fachada se distribuye en dos niveles, uno inferior que delimita la portada, que ensalza la figura del fundador, y otro superior, organizado en tres calles, que exalta la monarquía de los Reyes Católicos a partir de un enorme motivo heráldico central. A los lados se refuerza con dos pináculos, divididos en tres alturas, que delimitan la fachada y refuerzan su sentido ascensional.
En la parte inferior destacan dos series de salvajes, armados y con el cuerpo recubierto de vello, dispuestos en las jambas de la misma manera que los apostolados de las catedrales góticas. Se vienen interpretando como una representación de la bondad del hombre es su estado primitivo. Otra gran escena aparece sobre el tímpano de la puerta, en este caso representando la propia fundación del Colegio, con fray Alonso de Burgos arrodillado ofreciendo la institución a San Gregorio, titular del colegio, que aparece acompañado a un lado por Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden a la que pertenecía el mecenas, y al otro por San Pablo, titular del convento en el que profesó el donante y de la iglesia anexa al nuevo Colegio. El emblema del fundador, la flor de lis, se repite por la fachada en forma de tapiz o sujeto por ángeles tenantes, en un claro deseo de perpetuarse en el tiempo.
Si en la parte baja se glorifica al promotor, en la parte alta se hace lo propio con la monarquía. El cuerpo superior está presidido en la calle central por una representación alegórica en tono festivo convertida en una exaltación de la conquista de Granada por los Reyes Católicos. De una fuente (fuente de la sabiduría), en la que juega un nutrido grupo de figuras infantiles, surge el tronco de un granado (árbol de la vida) que en sus ramificaciones permite contemplar sus frutos abiertos y en el centro de su ramaje el ya citado emblema de los Reyes Católicos, que aparece coronado por el águila de San Juan, sujeto por dos leones rampantes y acompañado del yugo y las flechas. En el escudo aparece por vez primera el símbolo del reino de Granada, recién incorporado al reino de España, lo que testimonia la euforia política después de 1492. Custodian los símbolos monárquicos figuras de maceros y soldados, iconografía frecuente en el gótico isabelino, y salvajes armados, personajes posiblemente inspirados en los habitantes de las nuevas tierras recién descubiertas.
Junto a estos temas principales, de fácil comprensión, se hallan dispersas por distintos elementos de la fachada un sin fin de escenas protagonizadas principalmente por niños y animales. Todas ellas ilustran sobre las virtudes y los vicios a superar en el estudio, mostrando con un lenguaje críptico y desenfadado la importancia de la búsqueda de la verdad, la vigilancia ante el error, el rechazo a la herejía, el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, la fortaleza para vencer la tentación, etc. Entre estas escenas se encuentra el caracol protagonista de nuestra historia.
No existe certeza sobre el autor o autores de esta espectacular manifestación plástica, posiblemente autorretratados a los lados del dintel de la puerta, aunque, basándose en aspectos estilísticos, se atribuye la obra al entorno burgalés del maestro Gil de Siloé, cuya presencia en Valladolid es bien segura, ya que fue el autor del retablo encargado por fray Alonso de Burgos para la capilla, obra desaparecida durante la francesada.
Si todavía no lo has hecho y quieres poner a prueba tu sagacidad, acércate al Colegio de San Gregorio y busca con paciencia el caracol, allí estará aunque no sea un día soleado.
Ilustraciones: 1 Detalle de la rana de la Universidad de Salamanca. 2 Detalle del caracol en San Gregorio de Valladolid. 3 Fachada del Colegio de San Gregorio de Valladolid. 4 Detalle de hombres salvajes en las jambas. 5 Detalle de soldados, con el caracol en la ménsula, y escudo de Fray Alonso de Burgos.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual - Código: 1104108944897
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