Como no podía ser de otra manera, la historia del Teatro Zorrilla ha sido un buen drama. Una historia con un desenlace corregido para intentar buscar un final feliz que todavía está por ver. De momento, de lo que todos podemos alegrarnos es de que el histórico edificio no haya sido derribado, sino completamente restaurado. Esbozaremos parte de un libreto que, aunque dedicado al poeta José Zorrilla, de romántico no tiene nada.
EL EDIFICIO DECIMONÓNICO
Ocupando el espacio de las ruinas del Convento de San Francisco, en plena Plaza Mayor, el teatro fue construido en 1884 en tan sólo seis meses por el arquitecto Joaquín Ruiz Sierra, que trazó una discreta sala de espectáculos, con patio de butacas, palcos laterales, dos pisos de galerías apoyadas sobre columnas metálicas fundidas, con decoración modernista, y un limitado escenario, todo ello condicionado por el escaso espacio existente entre la emblemática plaza, donde se encuentra la entrada, y la calle Constitución, a la que se abre el escenario. Siguiendo una estética habitual en aquellos años y para satisfacer la demanda del momento, el teatro vino a complementar la oferta de los teatros Lope de Vega y Calderón, levantados por Jerónimo de la Gándara en 1861 y 1864 respectivamente.
El teatro se dedicó a la gloria local José Zorrilla, que el 31 de octubre de 1884 asistió personalmente, en compañía del poeta Emilio Ferrari, a la inauguración de la sala con la puesta en escena de su obra “Traidor, inconfeso y mártir”, representada por las compañías de Wenceslao Bueno y de Argüelles. Se inició así una andadura que perduró durante más de ochenta años.
EL EDIFICIO DECIMONÓNICO
Ocupando el espacio de las ruinas del Convento de San Francisco, en plena Plaza Mayor, el teatro fue construido en 1884 en tan sólo seis meses por el arquitecto Joaquín Ruiz Sierra, que trazó una discreta sala de espectáculos, con patio de butacas, palcos laterales, dos pisos de galerías apoyadas sobre columnas metálicas fundidas, con decoración modernista, y un limitado escenario, todo ello condicionado por el escaso espacio existente entre la emblemática plaza, donde se encuentra la entrada, y la calle Constitución, a la que se abre el escenario. Siguiendo una estética habitual en aquellos años y para satisfacer la demanda del momento, el teatro vino a complementar la oferta de los teatros Lope de Vega y Calderón, levantados por Jerónimo de la Gándara en 1861 y 1864 respectivamente.
El teatro se dedicó a la gloria local José Zorrilla, que el 31 de octubre de 1884 asistió personalmente, en compañía del poeta Emilio Ferrari, a la inauguración de la sala con la puesta en escena de su obra “Traidor, inconfeso y mártir”, representada por las compañías de Wenceslao Bueno y de Argüelles. Se inició así una andadura que perduró durante más de ochenta años.
A principios del siglo XX se comenzaron a presentar sesiones cinematográficas, siendo la primera sala de Valladolid en la que se inauguró el cine sonoro, hecho que ocurría el 16 de octubre de 1930 con las películas “Las castigadoras de Broadway” y “La mujer torero”.
En los años 60 y 70 simultaneó las sesiones cinematográficas de arte y ensayo, una arraigada afición derivada de la Semana Internacional de Cine, con representaciones de obras de teatro independiente vanguardista, desfilando por su escenario compañías míticas de todo el mundo y grupos españoles que han pasado a la historia por sus montajes reivindicativos: El TEI, Los Goliardos, La Cuadra, Tábano, Ditirambo, Bululú, Esperpento, La Caterva, Els Joglars, etc., junto a otros locales como el Corral de Comedias y Teloncillo. En ese periodo la sala conoció un público asiduo y entregado a un teatro muy creativo cargado de connotaciones políticas izquierdistas, cuyo repertorio constituyó una época dorada en la creación escénica y en la vida del Teatro Zorrilla.
El 4 de enero de 1994 el teatro fue cerrado bajo la amenaza de ruina, lo que dio la voz de alarma ante los evidentes movimientos especulativos. Ante su futuro incierto, en 1999 se sumaron a pedir su conservación y restauración distintos personajes de la cultura y el teatro, tanto a nivel local como nacional, iniciándose una campaña muy respaldada por distintos sectores ciudadanos, sobre todo después de la apatía mostrada por el arte escénico en aquel momento por el Ayuntamiento de Valladolid, que llegó a suprimir la Muestra Internacional de Teatro que anualmente se celebraba en la ciudad.
Transcurrieron varios años sin respuesta y con la amenaza continua de la piqueta. En este tiempo la Junta de Castilla y León se negó a asumir el proyecto y el Ayuntamiento de Valladolid, presidido por Javier León de la Riva, mostró continuamente una incomprensible insensibilidad a la recuperación del emblemático edificio, nunca dispuesto a colaborar en los trabajos de recuperación, sino todo lo contrario, aprobando un turbio cambio del Plan General de Ordenación Urbana para recalificarlo como local dedicado a la hostelería, alegando que se trataba de un local de propiedad privada.
Habría que esperar al año 2001 para que el Grupo Parquesol se hiciese con el edificio y lo cediese después a cambio de unos terrenos (20 hactáreas) en Juan de Austria. Finalmente el teatro fue adquirido por la Diputación, encabezada por Ramiro Ruiz Medrano, que con valentía ha acometido su restauración y puesta en funcionamiento, contando con la ayuda económica de la Junta de Castilla y León. En esta loable recuperación, insistimos, el Ayuntamiento no ha colaborado en nada, su desinterés ha sido total, a pesar de que la Fundación Municipal de Cultura gestiona la Sala Ambigú, local insuficiente y cutre, un claro ejemplo de desidia cultural que no está acorde con su excelente programación.
El 4 de enero de 1994 el teatro fue cerrado bajo la amenaza de ruina, lo que dio la voz de alarma ante los evidentes movimientos especulativos. Ante su futuro incierto, en 1999 se sumaron a pedir su conservación y restauración distintos personajes de la cultura y el teatro, tanto a nivel local como nacional, iniciándose una campaña muy respaldada por distintos sectores ciudadanos, sobre todo después de la apatía mostrada por el arte escénico en aquel momento por el Ayuntamiento de Valladolid, que llegó a suprimir la Muestra Internacional de Teatro que anualmente se celebraba en la ciudad.
Transcurrieron varios años sin respuesta y con la amenaza continua de la piqueta. En este tiempo la Junta de Castilla y León se negó a asumir el proyecto y el Ayuntamiento de Valladolid, presidido por Javier León de la Riva, mostró continuamente una incomprensible insensibilidad a la recuperación del emblemático edificio, nunca dispuesto a colaborar en los trabajos de recuperación, sino todo lo contrario, aprobando un turbio cambio del Plan General de Ordenación Urbana para recalificarlo como local dedicado a la hostelería, alegando que se trataba de un local de propiedad privada.
Habría que esperar al año 2001 para que el Grupo Parquesol se hiciese con el edificio y lo cediese después a cambio de unos terrenos (20 hactáreas) en Juan de Austria. Finalmente el teatro fue adquirido por la Diputación, encabezada por Ramiro Ruiz Medrano, que con valentía ha acometido su restauración y puesta en funcionamiento, contando con la ayuda económica de la Junta de Castilla y León. En esta loable recuperación, insistimos, el Ayuntamiento no ha colaborado en nada, su desinterés ha sido total, a pesar de que la Fundación Municipal de Cultura gestiona la Sala Ambigú, local insuficiente y cutre, un claro ejemplo de desidia cultural que no está acorde con su excelente programación.
EL NUEVO TEATRO ZORRILLA
Después de contemplar los vallisoletanos con envidia como se movilizaban los barceloneses y sus instituciones y conseguían poner en funcionamiento el Teatro del Liceo después de su incendio el 31 de enero de 1994, y a pesar de haberse restaurado el Teatro Calderón de Valladolid, a todas luces insuficiente para la ciudad, hoy es una excelente noticia la reapertura de un flamante Teatro Zorrilla reformado.
Las obras, que comenzaron en 2005, se han alargado en el tiempo por distintos motivos, siempre bajo el control de Roberto Valle, arquitecto de la Diputación. Primero por las excavaciones arqueológicas que pusieron al descubierto 170 enterramientos del convento de San Francisco, después por la compleja cimentación del nuevo edificio y la precaria situación de los inmuebles adyacentes, trabajos que aumentaron el presupuesto y obligaron a la Diputación a aprobar nuevas partidas económicas en años sucesivos.
La sala escénica se ha conservado en su integridad, aunque ha cambiado en su decoración los tonos beiges por otros azulados y se han colocado en semicírculo las butacas. El resto es todo nuevo, con un escenario dotado de moderna tecnología y con su caja elevada considerablemente, algo visible en la calle Constitución, completándose con una plataforma, móvil en altura, que permite adaptarle a cada espectáculo. Debajo del escenario se han construido dos sótanos, uno para efectos durante las actuaciones y otro inferior reservado a camerinos. Debajo del patio de butacas se ha creado un espacio para almacenes y debajo del amplio y moderno vestíbulo una sala experimental para 75 espectadores. Se acompaña de una sala de conferencias, una sala de exposiciones, un centro de documentación y una cafetería con vistas a la Plaza Mayor.
Tras una fuerte y lógica polémica, en la que los grupos teatrales de Valladolid, reivindicaban el acceso a presentar sus espectáculos en el teatro, la concesión de la gestión de explotación y programación ha sido adjudicada al empresario vallisoletano Enrique Cornejo, residente en Madrid, que será el responsable de la programación. No obstante, para facilitar la actuación de los grupos de la provincia, la Diputación se ha reservado las instalaciones durante 100 días al año. La sala también participará en las actividades de la Seminci.
De una forma simbólica la Diputación, institución de carácter provincial, inaugura el 11 de septiembre el teatro para celebrar el Día de la Provincia, convirtiéndolo en un punto de encuentro de los pueblos en el corazón de la capital.
J. M. T.
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