LA PRIMAVERA
Sandro Botticelli (Florencia, 1445-1510)
1481-1482
Temple sobre tabla
Galería Uffizi, Florencia
Pintura del Renacimiento. Quattrocento italiano. Clasicismo
Al colocarse ante esta obra maestra de Botticelli, una pintura de formato considerable, 3,14 x 2,03 metros, parece aparentemente fácil intentar descifrar su significado por la precisión de su dibujo, por sus brillantes colores y por el verismo de las figuras que en ella aparecen. Allí se muestra un prado idílico, lleno de flores y rodeado de un bosque de árboles frutales, en el que deambulan seis bellas mujeres y dos hombres de tamaño natural, todos ellos muy jóvenes, acompañados de la figura infantil de Cupido sobrevolando la parte superior.
A simple vista puede parecer una trivial escena galante, amorosa y sensual, pues unas bailan y otras juegan con flores, pero una mirada detallada permite apreciar la precisión con que el pintor ha concebido la composición, la certeza de cada gesto y que cada elemento de la naturaleza no es algo caprichoso ni simplemente decorativo, por lo que es necesario descifrar su lenguaje críptico e intelectual para ser capaz de identificar a cada uno de los personajes y establecer el papel que interpretan en la representación, para lo que es imprescindible una cierta erudición o dominio de los textos y los mitos clásicos para llegar a captar que Botticelli plasma en la pintura un ejercicio de simbolismo basado en la filosofía neoplatónica, en el que antepone la belleza ideal a la real y el intelecto a los sentidos, siguiendo el sincretismo que caracteriza al arte renacentista.
La pintura está ligada a las celebraciones suntuosas de los Médici, familia para la que el pintor trabajó reiteradamente, y refleja el elevado interés literario del círculo de eruditos reunidos en torno a Lorenzo el Magnífico, que encontraron en las fiestas y ritos de la antigüedad, en la renovada imaginería toscana y en las novelas de caballerías una vía para desarrollar una filosofía neoplatónica que devino en una nueva concepción del mundo después conocida como cultura humanista.
La pintura fue realizada hacia 1481 por encargo de Lorenzo di Pierfrancesco de Médici, primo de Lorenzo el Magnífico, con motivo de su matrimonio con Semiramide Appiani, hija del propietario de unas minas de hierro en la isla de Elba, las únicas en su tiempo, que era aliado de la familia florentina, explotadora de dichas minas. Estaba destinada a decorar una antesala del palacio de Pierfrancesco en Florencia, según consta en un inventario de 1499 descubierto en 1975, aunque después se trasladó a la villa de Castello, donde la cita Vasari en 1551.
La narración está ambientada fuera del tiempo real, en una atmósfera de fábula mitológica que muestra el rito pagano de la Primavera, con lo que el pintor se aparta de sus tradicionales obras religiosas para inspirarse en el origen de la fiesta del Calendimaggio celebrada en Florencia, con origen en la antigua celebración primaveral de la Floralia. En su iconografía acusa la influencia de los escritos del humanista y poeta Angelo Poliziano, a su vez inspirado en la obra de Ovidio, donde la presencia de la mujer amada puede transformar cualquier lugar de la tierra en un paraíso, por lo que la pintura adquiere el valor de un poema lírico que invoca a Venus, diosa del amor y de la primavera, e incita al espectador a compartir el reino de la belleza y la abundancia.
ICONOGRAFÍA PAGANA
Venus humanitas
Aunque el tema argumental de la pintura es la metamorfosis de la ninfa Cloris hasta convertirse en Flora, la Hora de la primavera que los dioses envían al mundo a su debido tiempo, como figura central aparece una alegoría de la Venus humanitas, que simboliza a la Humanidad disfrutando del fenómeno que se produce con la llegada de la primavera, estación en que la naturaleza se renueva del mismo modo que se renovaba el pensamiento en la Florencia del momento.
Venus aparece vestida a la romana, con una túnica ceñida al pecho que revela su anatomía y un manto rojo símbolo de pasión. Levanta la mano con elegancia haciendo el tradicional saludo de bienvenida y mira fijamente al espectador haciéndole partícipe de las escenas que ocurren a su lado.
Cupido
El dios del amor aparece como figura infantil sobrevolando a Venus, su madre, rodeado de los frutos esféricos del naranjo que aluden a las palle, bolas en italiano, elementos que constituyen el emblema familiar de los Médici. Lleva los ojos vendados, pues el amor es ciego. En la pintura supone el inicio de la narración, ya que está representado en el momento de disparar una de su flechas con la punta ardiente, en este caso directamente orientada a la figura de Castitas, la mujer virgen, una de las tres Gracias que bailan sobre el prado y que quedará herida de amor, motivo por el que dirige su mirada hacia Mercurio.
Céfiro y Cloris
Ocupan el extremo derecho de la pintura y representan el momento en que Céfiro, el viento del oeste, tras recibir el flechazo de Cupido realiza el cortejo amoroso a la ninfa Cloris, a la que fecunda con un soplo para transformarle en Flora, la diosa romana de la primavera. Estos personajes recrean un mito que Ovidio narra en su obra Los Fastos, calendario poético que describía las festividades romanas, en el que la ninfa griega Cloris fue perseguida y violada por Céfiro, aunque después la desposó y la regaló un jardín convirtiéndole en diosa de la primavera, en reina de las flores.
La figura del viento es irreal, compuesta en tonos azulados, y aparece en el momento en que abraza a Cloris para realizar un soplo fecundador cuya fuerza abate uno de los árboles próximos. Cloris parece huir temerosa con una túnica de gasa transparente que permite adivinar su voluptuosa anatomía femenina. A consecuencia del abrazo muestra su fecundación expulsando por la boca una serie de flores, ajustándose su imagen al relato de Ovidio: "respira las rosas de la primavera".
Flora
Representada a modo de secuencia, Flora es la misma ninfa Cloris renacida metafóricamente como diosa de la primavera. Viste una túnica blanca adornada con flores y semillas que forman una corona en el cuello y aparece en actitud de esparcir por el mundo la nueva vida en forma de flores que lleva en el regazo como símbolo de la fertilidad del amor, pues hasta entonces, según indica Ovidio en Los Fastos, la tierra había sido de un sólo color. Incluso las flores forman una diadema y penden de su rubio cabello, con un rostro de belleza angelical que mira fijamente al espectador. Su presencia es festejada con la alegrías y el acompañamiento danzante de las tres Gracias.
Las tres Gracias
Este trío de bellas mujeres, las Cárites, fueron identificadas en la mitología latina como tres arquetipos diferentes de mujer: Castitas, Pulchritude y Voluptas, es decir, la vírgen, la esposa y la amante, tres aspectos distintos de una misma atribución convertidas en diosas del encanto, la gracia y la belleza. Aparecen sonrientes y juveniles, vestidas con ligeras túnicas transparentes y cogidas de las manos, tal y como las describió Séneca. Su imagen constituye una de las más bellas creaciones del Renacimiento italiano, donde la belleza idealizada alcanza el más alto grado de refinamiento.
Mercurio
Partícipe de la fiesta, en el extremo izquierdo aparece el dios Mercurio en actitud galante, ocupado en disipar las nubes con su caduceo para que no oscurezcan la fiesta. El dios olímpico, Hermes en la mitología griega, era invocado como dios de la elocuencia, protector del ingenio, de oradores, literatos y poetas, guardián de la paz, de las puertas y los sueños, fertilizador de la tierra, protector de los viajeros y del comercio y como mensajero de los dioses el encargado de transmitir las ideas a lo más alto. Aquí aparece como un apuesto joven, apenas cubierto con un manto de roja pasión, calzado con borceguíes y portando un casco y una gran espada, mientras el caduceo, dotado de poderes mágicos, tiene convertidos los antiguos lazos en serpientes, símbolo de prudencia.
En la composición, la figura del dios, que orienta la mente del hombre hacia lo divino y gobierna los vientos haciendo que se dispersen las semillas, recibe la mirada amorosa de Castitas, la Gracia que ocupa el lugar central, una mirada que hace presentir un idilio bucólico. Con este personaje se cierra en la parte izquierda el circuito narrativo que comenzara en la derecha y que en definitiva constituye una intrincada alegoría referida al amor.
El componente simbólico también abarca al paisaje circundante. Los naranjos están relacionados con la familia Médici, el mirto que aparece a espaldas de Venus es un arbusto a ella consagrado y los laureles están colocados como homenaje a Lorenzo di Pierfrancesco, del latín Laurentius.
Como conclusión, la interpretación de la escena se puede entender como el sentimiento del amor que llega a la tierra como pasión (Céfiro) y regresa al mundo de las ideas (el cielo cristiano) sublimado como contemplación (Mercurio), unas imágenes que suponen el triunfo del pensamiento humanista en la Florencia de los Médici.
Botticelli utiliza un dibujo impecable como base de la pintura, un rasgo común a toda la pintura florentina del Renacimiento frente a la primacía del color en Venecia, siendo apreciables los contornos dibujísticos de las figuras mantenidos en plena madurez del artista. La obra está dotada de inigualables valores plásticos y en ella reina la armonía, destacando el peculiar uso de la luz, apenas sin sombras, y la transparencia de los colores.
Los personajes se relacionan mediante un controlado y elegante movimiento, a veces próximo a la danza por la disposición de las manos, los cuerpos y los vaporosos velos que se arremolinan ciñendo los cuerpos jóvenes y primaverales, así como por el cruce de miradas que también se dirigen al espectador. La obra, técnicamente preciosista en todos sus detalles, armas, broches, etc., llega al paroxismo en la gran variedad de flores que salpican toda la pintura, ofrecidas como un complejo ejercicio de inventario botánico de la flora toscana: violetas, aciano, fresas silvestres, mirto, rosas, jacintos, iris, siemprevivas, clavellinas, anémonas, etc..
Por el carácter enigmático de la pintura no han faltado otras interpretaciones. Durante los siglos XVII y XVIII fue interpretada como "El jardín de las Hespérides" y la leyenda de la manzana de oro. El historiador Gombrich quiere encontrar una referencia al Juicio de Paris, la italianista Claudia Villa una representación de las bodas de Mercurio y la Filología y Enrico Guidoni una alegoría del triunfo de la ciudad de Florentia, aunque todas estas teorías tienen poca consistencia frente al verdadero significado filosófico y poético inspirado en los textos literarios reinterpretados en la Florencia renacentista.
Por último hemos de recordar que esta pintura hacía pareja con la no menos célebre del Nacimiento de Venus, que presenta como figura central uno de los desnudos más nobles de cuantos se han realizado en toda la historia del Arte.
Informe: J. M. Travieso.
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ME PARECEN FANTÁSTICOS TODOS LOS TRABAJOS QUE PRESENTAIS , INFORMACIÓN AMENA , ARTE Y BELLEZA A RAUDALES . ENHORABUENA .
ResponderEliminarRECOMIENDO VUESTOR ESPACIO A TODOS MIS AMIGOS Y CONOCIDOS .
ESPERO QUE MUCHOS PROFESORES UTILICEN VUESTRAS PÁGINAS PARA LA DOCENCIA .
Un cordial saludo a todos los que formais parte de este interesante invento .
José Ignacio Martínez Martín ( IGNACIOAL )
ADMINISTRADOR DE " LA HUIDA DEL MUNDANAL RUIDO Y EL UNIVERSO DE LA HISTORIA en gabitogrupos.com
Desde luego es todo fantástico ya que aparece toda la información suficiente para poder explicar a mis alumnos. Gracias por vuestro trabajo
ResponderEliminarSoberbio contenido. Me encanta Florencia. Permiso para transcribir el contenido del blog, dando crédito de la autoría a JM Travieso. Se cita el link original del blog. Queda preliminarmente así https://universalhistory.wordpress.com/2017/07/09/la-alegoria-de-la-primavera-sandro-botticelli/. Cordialmente,
ResponderEliminarGenial se agradece
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