23 de diciembre de 2011

Historias de Valladolid: CERVANTES EN VALLADOLID, las musas en el Rastro de los Carneros




     Corrían los primeros días de septiembre de 1604 cuando hizo su presencia en Valladolid un escritor preocupado por publicar una obra en la que tenía puestas todas sus ilusiones. Era Miguel de Cervantes, estaba a punto de cumplir 57 años y llegaba acompañado de su familia para establecerse en la ciudad que acogía la Corte de Felipe III con el deseo de tramitar el privilegio de impresión de una novela que había titulado "El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha", cuyos derechos había vendido al alcalaíno Francisco de Robles, librero del rey establecido en la calle de la Librería de Valladolid desde 1601, al que había entregado el manuscrito de la obra, durante un viaje que éste hiciera a Madrid, para conseguir los permisos oportunos de impresión por parte del Consejo de Castilla.


     El ambiente de la ciudad poco tenía que ver al que conociera cincuenta y tres años antes, cuando con tan sólo 4 años llegara acompañado de sus padres, Rodrigo Cervantes y Leonor de Cortina, que hicieron mudanza y procedentes de Alcalá se establecieron en Valladolid con sus cuatro hijos, Andrés, Andrea, Luisa y Miguel (aún tendrían tres más), ocupando una casa de la Acera del Sancti Spiritus (actual Paseo de Zorrilla), situada frente al convento del Carmen Calzado, donde residieron hasta su traslado a Córdoba.

     Ahora todo era muy diferente, tanto la ciudad a la que llegaba como su propia persona. Valladolid era una ciudad que se reinventaba tras el asentamiento de la Corte en 1601 en una maniobra urdida por el Duque de Lerma y aceptada por Felipe III. No sólo se había incrementado la actividad constructiva y artística, sino que el hecho de convertirse en centro de poder político y económico también había producido un fuerte aumento demográfico, arrastrando a la ciudad castellana a comerciantes, artistas y escritores, de modo que Cervantes no sólo iba a tener la oportunidad de convivir junto a los escritores vallisoletanos Tomás Gracián Dantisco, secretario de lenguas de Felipe III, el doctor y jurista Cristóbal Suárez de Figueroa y el teólogo y ascético Luis de la Puente, sino también, entre otros, con el cordobés Luis de Góngora, interesado en conseguir una capellanía de honor del rey, gracias a su amistad con el Duque de Lerma, el madrileño Francisco de Quevedo, que después de matricularse en la Universidad aquí iniciaría sus trabajos poéticos y su prosa satírica, y el malagueño Pedro de Espinosa, ocupado en la recopilación poética que llegaría a publicar en Valladolid en 1605 con el título de Flores de poetas ilustres.

     Cervantes, desde su nacimiento en Alcalá de Henares en 1547 y el periodo de su infancia en Valladolid, había recorrido un intenso y dilatado periplo vital. Primero había recibido su formación en los jesuitas en Córdoba, Cabra y Sevilla sucesivamente. Después tuvo en Madrid por maestro al clérigo humanista Juan López de Hoyos, que supo vislumbrar su talento cuando en 1568, siendo un joven de 21 años, compuso cuatro poemas con ocasión de las exequias, en el convento de las Descalzas Reales de Madrid, de la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.

     Su implicación en un incidente, posiblemente la participación en un duelo en el que resultó herido el maestro de obras Antonio de Sigura, le había hecho tomar la decisión de trasladarse a Roma para eludir la justicia. Allí entró al servicio de Giulio Acquaviva, cardenal en 1570, al que siguió por distintas ciudades italianas. Después se enrolaría como soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, dependiente del tercio de Miguel de Moncada, embarcando en la galera Marquesa y participando, el 7 de octubre de 1571, en la célebre batalla de Lepanto que contra los turcos otomanos dirigiera don Juan de Austria. En ella recibió varios disparos de arcabuz que le dejaron herido e inutilizada la mano izquierda.

     Seis meses más tarde, ya recuperado, bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León participaría en las expediciones navales contra Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez, permaneciendo después en Nápoles hasta 1575. Pero ese año, cuando regresaba a España junto a su hermano Rodrigo en la galera Sol, ésta fue apresada por una flotilla turca y su tripulación conducida a la prisión de Argel. De aquel cautiverio, que duró cinco años, siendo inútiles hasta cuatro intentos de fuga, fue liberado el 19 de septiembre de 1580 por el trinitario fray Juan Gil, que pagó por su rescate 500 ducados de oro reunidos con mucha dificultad.

     Después de llegar al puerto de Denia y de una breve estancia en Valencia, en diciembre de aquel año regresó junto a su familia en Madrid. No habían transcurrido seis meses cuando, con la intención de rehacer su vida y resarcir las deudas familiares originadas por su rescate, se trasladó a la corte de Felipe II en Lisboa, donde se le encomendó una misión secreta en Orán, tras la que regresó a Madrid, iniciando en 1582 una intensa actividad literaria.

     En 1584 nació Isabel de Saavedra, una hija ilegítima, aunque reconocida, fruto de sus relaciones amorosas con Ana Villafranca de Rojas, esposa del tabernero Alonso Rodríguez. El 12 de diciembre de ese mismo año contrajo matrimonio en la población toledana de Esquivias, a los 37 años, con la joven Catalina de Salazar Vozmediano y Palacios, que no tenía cumplidos los veinte años, un matrimonio fracasado que motivó el que en 1587 se desplazara sólo a Sevilla para trabajar como comisario de provisiones de trigo, cebada y aceite de la que sería conocida como la Armada Invencible, un cargo que estuvo desarrollando durante trece años, dando lugar su misión recaudatoria de tercias y alcabalas en Granada a ciertas acusaciones por delitos contra la hacienda real, por los que fue encarcelado en 1592 en Castro del Río (Córdoba) y en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla.

     En 1600 regresaba a Madrid, donde ultimó su novela más importante, aquella cuya edición le llevó a trasladarse a Valladolid en 1604, residiendo en la ciudad en que se asentaba la Corte hasta que Felipe III decidió regresar a Madrid el 4 de marzo de 1606.

     Durante aquellos diecinueve meses de renovada estancia junto al Pisuerga conoció momentos muy agradables y otros que no lo fueron tanto. Por un lado logró que se imprimiera en la imprenta de Juan de la Cuesta de Madrid, a finales de 1604, la primera parte o edición príncipe de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha" y que saliera a la venta en enero de 1605, aunque con tantas erratas que obligó a una reedición en la misma imprenta y en el mismo año. Por otro lado, vivió un desagradable episodio cuando fue detenido por el alcalde Villarroel como testigo sospechoso de la muerte de don Gaspar de Ezpeleta, un caballero de la Orden de Santiago que en la noche del 27 de junio de 1605 fue atacado por un embozado y socorrido en sus gritos por algunos vecinos, entre ellos Miguel de Cervantes. Esclarecido el caso, el escritor recobró la libertad y continuó haciendo vida normal con su familia en la casa que ocupaba situada en el Rastro nuevo de los Carneros, una vivienda localizada extramuros de la ciudad y próxima al cauce del ramal sur del río Esgueva, en cuyas estancias el escritor había redactado seguramente el prólogo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, así como varias de sus Novelas Ejemplares, como La Gitanilla, El Casamiento engañoso, El Coloquio de los Perros y El Licenciado Vidriera, en cuyos textos dejaría constancia de hechos históricos acontecidos en Valladolid, así como múltiples referencias a enclaves de la ciudad y a las localidades próximas de Tordesillas, Alaejos, Valdestillas y Medina del Campo.

     Sería precisamente un extracto del proceso del caso Ezpeleta, publicado por Juan Antonio Pellicer en una edición de El Quijote de 1797 y recogida en 1819 por el cervantista Martín Fernández Navarrete, la causa para indagar cuál fue realmente la casa en que vivió Cervantes en Valladolid, que fue identificada en 1862 por el profesor don José Santa María de Hita y aceptada oficialmente el 23 de junio de 1866 como el nº 14 de la calle del Rastro.

     Una visita a la casa actual, donde se recrea el ambiente doméstico de principios del siglo XVII, puede dar lugar a una visión deformada de la realidad, ya que el actual edificio tiene anexadas tres viviendas que por entonces pertenecían a otros vecinos. Se trataba de una vivienda de escasas dimensiones, dispuesta a dos alturas, en cuyos aposentos se alojaban con estrechez el escritor, dos de sus hermanas, su esposa, su hija, su sobrina y una sirvienta, las conocidas popularmente como "las cervantas". Era un tipo de casa calentada con braseros, en la que se cocinaba sobre brasas depositadas en anafres y se comía en la mesa del dormitorio, siendo habituales la utilización de estrados, sillones "fraileros" y candiles de aceite para iluminar.

     Tras el intento de fundar en la casa un Ateneo cervantino en 1872, por iniciativa de don Mariano Pérez Mínguez, cuya vida no sobrepasó los seis meses, muebles y una colección de objetos fueron incorporados el 23 de abril de 1875 por este farmacéutico y los propietarios de la casa con motivo de la celebración del 275 aniversario de la publicación del Quijote, en un intento de recreación histórica del recinto para ser mostrado al público. Ese mismo año se fundó la Sociedad Casa de Cervantes, cuya Junta ambientó la casa con armas, muebles y libros antiguos y ediciones del Quijote, creando asimismo un gabinete de lectura cuyas sesiones literarias subsistieron de 1876 a 1881, pasando a ser ocupada de nuevo por inquilinos cuando desapareció la Sociedad en 1887.

     Desde entonces la Casa de Cervantes acusó un preocupante deterioro que fue denunciado en 1912 ante el rey Alfonso XIII por el marqués vallisoletano don Benigno Vega Inclán y Flaquer, por entonces Comisario Regio de Turismo (también fue el promotor de la restauración de la casa de El Greco en Toledo y fundador del Museo Romántico de Madrid). Para evitar la ruina, el monarca ordenó la creación de una Institución Cervantina, que el marqués propuso asociar a la Hispanic Society of America, fundada en Nueva York por el magnate norteamericano Archer Milton Huntington, que acogió con entusiasmo el proyecto. Como consecuencia, en 1912 Alfonso XIII adquirió la Casa de Cervantes y Mr. Huntington las dos colindantes, números 12 y 16 de la calle Rastro, iniciándose las obras para su definitiva recuperación, a lo que se sumó el Ayuntamiento cediendo el espacio ante la fachada, que fue reconvertido en jardín para evitar posibles construcciones, con una fuente de mármol del siglo XVI en el centro.

     Tras la donación real de la Casa de Cervantes al Estado, aceptada por el Ministerio de Instrucción Pública, con el compromiso de su mantenimiento, el interior fue acondicionado para albergar dos bibliotecas, una reservada a ediciones escogidas de Cervantes y otra como Biblioteca Popular Cervantina, que se inauguró el 23 de abril de 1916 con 4.ooo ejemplares, parte de ellos como depósito de la Biblioteca Nacional y otros donados por el marqués de Vega Inclán. Éste crearía en 1928 la Fundación Vega Inclán, que enriqueció el recinto con bargueños, pinturas y objetos de época, e instaló en el jardín el remate de la fachada del derribado Hospital de la Resurrección, recibido en depósito, ante el que Cervantes situara la acción de "El Coloquio de los Perros".

     El 21 de mayo de 1918 Mr. Huntington donó al Estado español las casas colindantes de los números 12 y 16, mientras el marqués de Vega Inclán se hizo con el número 10 con el fin de evitar su derribo, como había ocurrido con el número 18, que legaría al Estado a su muerte ocurrida en 1942.

     Finalmente, en 1948, el marqués de Lozoya, por entonces Director General de Bellas Artes, decidió que estas casas acogieran la sede de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, inaugurándose como Casa-Museo el 23 de abril de aquel año.

     El recuerdo de la presencia de Cervantes en Valladolid fue perpetuado en 1962 por el Ayuntamiento nombrándole "Vecino de Honor", estableciendo la corporación la costumbre de rendir tributo al escritor en la casa que habitara cada 23 de abril. Una casa que afortunadamente no conoció el triste destino de la casa madrileña en que vivió Cervantes desde que llegara de Valladolid, donde en 1615 publicó la segunda parte del Quijote y donde murió en 1616, que fue derribada en 1833, o en la que naciera en Alcalá de Henares, también víctima de la piqueta en 1956.

     El Ministerio de Cultura, del que depende la casa-museo, renovó las instalaciones en 2005, con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la publicación del Quijote, encontrando el visitante en la vivienda actual, junto a la biblioteca que dio origen a la institución, un zaguán con pozo, una escalera, un distribuidor desde el que se accede a una sala de costura con estrado y a un aposento-escritorio, así como dos alcobas, comedor, cocina castellana y otras pequeñas dependencias, todas ellas con mobiliario, utensilios de época y una interesante colección de obras artísticas, junto a un recoleto patio en que se hallan cuatro relieves con episodios del Quijote, fundidos en hierro en 1877 por Pablo Santos de Berasategui, y una portada labrada en piedra procedente de la iglesia del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de la Armedilla (ruinas próximas a Cogeces del Monte, Valladolid), todo ello recreando una casa acomodada muy distante de la austeridad que dispuso en realidad, en la que consta que en la planta baja funcionaba una taberna.

UNA ESTATUA DE CERVANTES EN SUELO VALLISOLETANO Y LÁPIDAS CONMEMORATIVAS

     Paralelamente al tributo rendido por Valladolid al escritor a través de la conservación de la casa que habitó, por iniciativa del cervantista Mariano Pérez Mínguez se inició en 1876 una suscripción pública para erigir un monumento al escritor, que fue encargado al escultor Nicolás Fernández de la Oliva, que diseñó una escultura sobre un alto pedestal decorado con relieves representando episodios cervantinos, obra de Pablo Santos de Berasategui, y cuatro bustos de mármol reaprovechados. El monumento se inauguró el 29 de septiembre 1877 en el Campillo del Rastro, justamente delante de la Casa de Cervantes.

     Cuando en 1889 se urbanizó la calle Miguel Íscar y se interrumpió el paso del Esgueva por el centro de la ciudad, el monumento fue trasladado y colocado delante de la fachada de la Universidad. Allí se levantó un sencillo pedestal, sin los relieves, que fueron preservados en la Casa de Cervantes.

     La presencia del escritor en Valladolid también es recordada en distintas lápidas diseminadas por la ciudad, comenzando por la que aparece colocada en la fachada de su casa, en la que bajo su representación en busto aparece la rotunda frase "Aquí vivió Cervantes". Otras recuerdan las referencias literarias a la ciudad, como la que evoca en la Casa Mantilla (Plaza de Zorrilla) la localización de "El Casamiento engañoso" y "El Coloquio de los Perros", las colocadas en la torre de la iglesia de San Lorenzo, referidas a "La Gitanilla" y "El Casamiento engañoso", y la incorporada al pretil del Puente Mayor con un fragmento de "La Galatea".

Informe y fotografías: J. M. Travieso.
(Registro Propiedad Intelectual - Código 1112220791022)



Ilustraciones: 1 Entrada a la Casa de Cervantes. 2 Vista general de la Casa de Cervantes. 3 Placa de la fachada que recuerda a Cervantes. 4 Sala de costura. 5 Escritorio. 6 Cocina. 7 Balcón del escritorio. 8 Detalle de la cocina. 9 Jardín ante la fachada. 10 Autógrafo de Cervantes. 11 Monumento a Cervantes en Plaza de la Universidad. 12 Lápidas conmemorativas diseminadas por enclaves de Valladolid.






(Vídeo Enclave-Revista Cultural de Castilla y León)

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