El último fin de semana de noviembre de 2011, la asociación cultural Domus Pucelae viajó por una de las rutas que, lejos de ser desconocida, la verdad es que por dejadez nunca habíamos visitado, si exceptuamos el monasterio de Guadalupe.
Salimos un viernes después de comer, y llegamos a Olivenza, lugar de alojamiento durante nuestra estancia en Extremadura. Después de cenar, el grupo salió a visitar la ciudad, que estaba preciosa, había poca gente por la calle a pesar de que la temperatura era muy agradable. Muy pocas personas llenaban un banco de esquina en la plaza de Olivenza. Recorrimos, quizás lo más interesante a nivel turístico de Olivenza, las murallas, los antiguos cuarteles portugueses, la iglesia de Santa Maria del Castillo y la Magdalena, etc. Después de un recorrido de casi una hora, regresamos al hotel alrededor de las doce y media de la noche.
Al día siguiente, nos esperaba en el hall del hotel María José, la guía que nos acompañaría durante todo el día por nuestra ruta. La primera parada fue en Fregenal de la Sierra. Durante el camino desde Olivenza, pudimos pasar por hermosas dehesas, donde se veían pastando ovejas, toros y cerdos. El campo estaba verde y radiante, y las encinas que llenan parte de estas tierras, transmiten al visitante sosiego y paz.
Por fin llegamos a Fregenal y mientras abrían la oficina de turismo, para poder visitar las iglesias de la localidad, nos tomamos unos churritos en una churrería muy cerca del centro. Cuando abrieron la citada oficina de turismo, una persona de la misma nos acompañó y visitamos primeramente la iglesia de Santa María, adosada a los muros de la fortaleza medieval. En su interior, altares barrocos y un órgano situado en la parte trasera del templo con muy buen aspecto.
Después el grupo, acompañado de la persona de la oficina de turismo, se encaminó hacia la antigua iglesia de los Jesuitas, que durante su estancia en Fregenal hicieron de esta localidad un centro de cultura de la baja Extremadura. El estado de la iglesia se me antoja, preocupante. Después de recorrer algunas calles el grupo llegó en las inmediaciones del convento de las agustinas de Nuestra Señora de la Paz. No pudimos acceder a su iglesia, por lo que continuamos nuestra andadura por Fregenal hacia la Iglesia de Santa Ana, pero en el camino pudimos observar imponentes casonas algunas de ellas con escudos nobiliarios y en una de ellas, el grupo accedió al patio neo-múdejar.
Ya en la iglesia de santa Ana, lo primero que llama la atención es su impresionante retablo, fechado en la segunda mitad del siglo XVI y atribuido a Roque de Balduque. En la misma iglesia, hay otra capilla, que es igualmente impresionante, la capilla del Sagrario, y finalmente la capilla funeraria dedicada a un prohombre de la tierra, Bravo Murillo, que aunque era político y murió en Madrid, sus restos descansan en esta capilla, que está cerrada al culto por desprendimientos.
Hemos dejado para otra ocasión la iglesia parroquial de Santa Catalina, y los claustros del antiguo convento de San Francisco. Pero Fregrenal es peculiar por aprovechar el patio de armas del antiguo castillo medieval, primero como plaza de toros y por otra parte como mercado, todo un ejemplo de reciclado.
Desde Fregenal, nos marchamos a Jerez de los Caballeros. El enclave es extraordinario, como dicen por estas tierras "si los del temple no eran tontos”, y claro que no lo eran. Buscaron un enclave, para construir su castillo en el siglo XIII, aunque el paso del tiempo ha destruido casi todo el recinto militar, del que sólo han quedado algunos lienzos y la famosa torre de Sangrienta, donde según la tradición fueron decapitados los últimos “soldados de Dios” que se resistían aceptar la orden papal de disolución de la Orden del Temple.
Fuimos bajando hacia el interior del pueblo, pero antes de hacerlo, el grupo observó que desde lo alto de castillo se divisaba, no sólo las tres torres barrocas de las iglesias de la localidad, así como la campiña extremeña, verde y soleada, haciendo muy agradable la visita a este pueblo.
La falta de medios, “por la crisis”, han restringido las visitas a las iglesias de la localidad, pues si abren una cierran otra. Así que no hubo elección, pues a la hora que llegamos a Jerez sólo estaba abierta la iglesia de san Miguel. Está ubicada en la plaza, donde hay unos bares, cuyo nombre no quiero mencionar por el tema de la propaganda, que tienen un jamón que ni tiene colesterol, ni otras mandangas de la Dunkan.
En el interior de la iglesia llama la atención la sillería de nogal, barroca, que perteneció a la orden de los caballeros de Santiago, bastante bien conservada. Son interesantes los altares barrocos, los púlpitos de hierro forjado y el órgano.
Siguiendo nuestro itinerario, llegamos a la puerta de la iglesia de San Bartolomé, que estaba cerrada, pero admiramos la fachada de la iglesia barroca, con una hermosa azulejería que representa escenas de santos franciscanos. Tiene Jerez otras dos parroquias, la de Santa María y Santa Catalina, que evidentemente no vimos “por la crisis”. Pero Jerez es mucho Jerez, con sus esbeltas torres de la iglesias de san Bartolomé, Santa Catalina y San Miguel, su jamón y sus calles blancas y limpias que hacen de esta ciudad un referente del turismo en Extremadura.
Después de comer, salimos hacia Zafra, que es otra localidad que no debe de perderse cuando se viaja hacia Sevilla. Su palacio ducal, hoy convertido en parador nacional, su convento de franciscanas, cuyos dulces, hacen que se olvide la glucosa en sangre, el museo que acaban de instalar en su dependencias también merece la pena, como la iglesia con algunas tumbas de los Figueroas. Las plazas Chica y Grande, palacios de la nobleza rural, el ayuntamiento, la colegiata de la Candelaria, donde se exponen bellos retablos entre los que destaca el retablo mayor, con obras de Francisco de Zurbarán. Hay un retablo dedicado a la Virgen de Valvanera cuyo altar fue sufragado por personas que llegaron de la actual comunidad de la Rioja, y se asentaron en Zafra como prósperos comerciantes. Muy próximo a la colegiata se encuentra otro palacio de la nobleza de Zafra, el Palacio del Corte de la Corte, que en la actualidad es un hotel donde las habitaciones toman nombres relacionados con la tauromaquia. Hacia las 8 de la tarde, el grupo regresaba a Olivenza para cenar y descansar de un viaje fructífero y sorprendente.
Antes de salir hacia Guadalupe, nuestro último destino de este viaje, por tierras extremeñas, el grupo recorrió Olivenza. Ese día había amanecido con una densa niebla y el frío se metía por los huesos. La iglesia no la abrían hasta las 10, así como el museo, por lo que tuvimos que optar entre ver Olivenza o visitar Guadalupe. Al final, nos decidimos por Guadalupe, donde pudimos recorrer el monasterio, al que se han realizado importantes modificaciones museísticas. Pero claro, la perla del monasterio, es la sacristía que no exclaustraron con la desamortización, lo que permite contemplar “in situ” la serie de cuadros de Zurbarán, que por sí solos merecen muchas más visitas.
Anteriormente a la comida en la hospedería del monasterio, el grupo recorrió la Puebla, las instalaciones del Parador Nacional y la zona donde el cenobio jerónimo tenía importantes servicios para la comunidad, como hospital, albergues, etc. Seguramente en marzo volveremos a recorrer otras rutas por Extremadura y, esta vez, visitaremos Olivenza.
Informe y fotografías: Raudo.
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Fantástico vuestro blog. Vuestro libro sobre las villas del Duero un lujo.
ResponderEliminarSaludos del Cronista Oficial de Garrovillas de Alconétar.