7 de julio de 2017

Theatrum: DOLOROSA, un alarde de virtuoso tecnicismo barroco












DOLOROSA
Pedro de Mena y Medrano (Granada, 1628 - Málaga, 1688)
Hacia 1673
Madera policromada, tela encolada y postizos
Museo del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, Valladolid
Escultura barroca española. Escuela andaluza














En Valladolid se conservan tres Dolorosas salidas del taller malagueño del gran maestro Pedro de Mena. Una en el Museo Nacional de Escultura, procedente de una desconocida iglesia madrileña (obra incautada durante de Guerra Civil española); otra en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, procedente, junto a un Ecce Homo, de la iglesia de Santa María del Milagro de Valdestillas (Valladolid), y la tercera en el Museo del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, justamente en la que ahora fijamos nuestra atención, que es el ejemplar de mayor calidad de todas ellas.

Estas obras corresponden a la última etapa productiva del granadino Pedro de Mena (1670-1688), después de que este escultor, que en su primera etapa en Granada había sido ayudante de su padre Alonso de Mena y colaborador del polifacético Alonso Cano, regresara a la ciudad de Málaga en 1664, donde tenía su taller establecido desde que en 1658 llegara para trabajar en la sillería de la catedral, y tras haber permanecido durante 1662 y 1663 en la corte madrileña —reclamado por Juan José de Austria— y en Toledo, comenzando a partir de entonces en la ciudad malagueña, en la que permanecería el resto de su vida, una frenética actividad para atender la incesante demanda de sus obras.

Entre las obras más exitosas salidas de su obrador se encuentran las representaciones del Ecce Homo y la Dolorosa, en la mayoría de los casos formando pareja, que constituyen un prototipo de escultura devocional, de creación propia, concebido para oratorios y clausuras, con un tratamiento muy distinto a las esculturas destinadas a retablos y pasos procesionales, modalidades que el escultor nunca abordó.

En ellas demuestra su capacidad creativa y la gran habilidad técnica alcanzada en su madurez para concebir tipos, rostros y composiciones. No propenso a representar temas excesivamente dolorosos, la serie del Ecce Homo y la Dolorosa ofrece imágenes de dramatismo atemperado que buscan el aislamiento, como ocurre en la pintura de Zurbarán, con tipos ideales basados en la introspección y la sobria gesticulación, generalmente en formato reducido, que presentan una serie de recursos constantes, como cabezas ovaladas, ojos rasgados, boca reducida y un minucioso trabajo en los pliegues de la indumentaria, que aparece trabajada en finísimas láminas y mezclada con telas encoladas para establecer verosímiles texturas.

En el caso de la Dolorosa, Pedro de Mena establece una tipología en la que la Virgen, representada como una joven mujer de piel tersa, aparece cubierta por un manto azul bajo el que asoma un velo de tonos marfileños que permite contemplar frontalmente parte de la túnica, un cuello largo y un rostro ovalado, con los ojos entornados y la boca entreabierta, incluyendo parte de la melena, siempre dispuesta con raya al medio.

Se completa con la aplicación de postizos que acentúan su naturalismo y realzan sus valores dramáticos, como ojos de cristal, pestañas de pelo natural, lágrimas de resina o cristal discurriendo por las mejillas y dientes de hueso, incorporando en ocasiones cenefas de encaje adheridas al manto o cuello de la túnica. En todos los casos se mantiene la misma policromía, con sutiles enrojecimientos en los ojos a causa del llanto y una indumentaria que conserva la simbología tradicional compuesta por una túnica de tono carmesí, un velo blanco y un manto azul superpuesto que le cubre la cabeza, relacionándose con la iconografía de la Inmaculada Concepción.

Dentro de esta tipología, inconfundible del taller de Mena y después imitada por otros escultores granadinos, se aprecian dos modalidades formales. Una como busto prolongado que incorpora las manos —incluyendo los brazos—, tanto en actitud orante como declamatoria para aumentar su expresividad, modalidad que el escultor aplicó a sus mejores obras. Otra simplificada y limitada estrictamente al busto, serie de obras en las que se aprecia la intervención de su taller para atender la masiva demanda, llegando a recalar algunas de ellas incluso en México y Perú.

Al primer grupo pertenecen, entre otros, los bellos ejemplares de Dolorosa que se conservan en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en el Santuario de la Santa María de la Victoria de Málaga, en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, en el Museo Carmelitano de Alba de Tormes, en el Metropolitan Museum de Nueva York, en la Capilla de los Caídos de la catedral de Málaga, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, en la iglesia de Budia (Guadalajara), en el Museo Diocesano de Zamora y en el Museo de Santa Ana de Valladolid.
A la segunda modalidad responden los bustos de la iglesia de las Descalzas de la Piedad de Cádiz, de la iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, del Museo Lázaro Galdiano de Madrid, del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, del Fitzwillian Museum de Cambridge, del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid y de la iglesia de la Profesa de México, entre otros.


LA DOLOROSA DEL MUSEO DE SANTA ANA DE VALLADOLID         

Responde al arquetipo hiperrrealista que caracteriza la producción de Pedro de Mena y que constituye un fenómeno dentro de la plástica barroca española por el alarde técnico desplegado en su composición. En la escultura, concebida para conmover siguiendo los ideales contrarreformistas, trasciende la propia religiosidad del autor, que en la imagen recrea como nadie la mística recogida del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz: «Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura, mira que la dolencia de Amor, que no se cura, sino con la presencia y la figura»1.

En su elaboración el escultor utiliza recursos sorprendentes, entre ellos la talla por piezas que finalmente ensambla con maestría incorporando telas enyesadas y postizos, logrando un perfecto acoplamiento de cada uno de los componentes. En este proceso destaca la talla de las mangas y del manto, donde la gubia el escultor se esmera en reducir la madera a finísimas láminas hasta lograr un espesor que se llega a confundir con la tela enyesada que como postizo aplica para la configuración del velo. Algo infrecuente es también que sea el propio escultor quien aplique la policromía a sus propias obras, en este caso con matices en las carnaciones propios de la pintura de caballete, que junto al realismo que proporcionan los postizos de los ojos, dientes, pestañas y lágrimas hacen que el realismo de la escultura sobrecoja al espectador para suscitar la reflexión, lo que hace que sean piezas muy apropiadas para ser contempladas de cerca en oratorios particulares y capillas o celdas conventuales.


La Dolorosa del Museo de Santa Ana de Valladolid presenta un gesto de desamparo muy comedido, con la Virgen ensimismada en su dolor. Mientras que el busto presenta una disposición frontal, con las manos cruzadas por delante del pecho, la cabeza, aunque erguida como en todos sus modelos, aparece girada hacia su derecha, manteniendo los característicos rasgos faciales —siempre idealizados y melancólicos— de toda la serie para definir la Compassio Mariae.

Esta imagen tallada virtuosamente en madera de pino, de elegante sobriedad, ha sido terminada de restaurar en 2017 en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León (Simancas), donde ha sido sometida a una limpieza integral en la que se ha eliminado la suciedad acumulada en el tiempo y las salpicaduras de cera que oscurecían su aspecto, pues la imagen ha sido utilizada en los ceremoniales de Semana Santa para acompañar la imagen del Cristo yacente del taller de Gregorio Fernández que se guarda en el mismo museo.

La imagen antes y después del proceso de restauración
Sin embargo, la intervención más significativa ha sido la reparación volumétrica de las roturas y burdos reencolados que presentaban los pliegues más sobresalientes, la eliminación del doble repinte del manto, que enmascaraba la intensa tonalidad azul original, y la reposición en el rostro de las pestañas de pelo natural, de las que quedaba algún resto testimonial, y de cinco de las seis lágrimas que discurren por las mejillas. Una vez recibida la reintegración cromática, también ha sido renovada la tosca peana anterior, que no era la original, que ha sido sustituida por otra de diseño troncopiramidal superpuesta a la existente. Actualmente la obra se expone en el interior de una vitrina en una sala del museo que ocupa antiguas dependencias de la comunidad de MM. Cistercienses.   

Informe y fotografías: J. M. Travieso.

Pedro de Mena. Dolorosa
Izda.: Museo Diocesano de Zamora
Dcha.: Metropolitan Museum de Nueva York (Foto The Met)

NOTAS

1 PAREJA LÓPEZ, Enrique. El Arte del Barroco. Historia del Arte en Andalucía. Editorial Gever, Sevilla, 1998, p. 229.










Taller de Pedro de Mena. Dolorosa
Izda.: Museo Nacional de Escultura, Valladolid (Foto MNE)
Dcha.: Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid










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