14 de julio de 2017

Theatrum: SEPULCRO DEL OBISPO DIEGO DE AVELLANEDA, expresión italianizante para la eternidad











SEPULCRO DEL OBISPO DIEGO DE AVELLANEDA
Felipe Bigarny (Langres, Francia, h. 1475 - Toledo, 1542)
1536-1546
Alabastro, jaspe y piedra caliza
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
Procedente del monasterio de San Juan Evangelista y Santa Catalina de Espeja de San Marcelino (Soria)
Escultura funeraria renacentista. Escuela burgalesa












Se ha generalizado la creencia de que Felipe Bigarny llegó a España en 1498 recorriendo la ruta jacobea y que a su paso por Burgos decidió establecerse en la ciudad debido a la enorme demanda de mano de obra para los diferentes trabajos de la catedral, según el plan trazado por Simón de Colonia, igualmente asentado en Burgos. Aunque joven, llegaba completamente formado como cantero, escultor y preparado para trabajos como arquitecto. El mismo año de su llegada ya participaba en la catedral labrando en piedra el relieve del Camino del Calvario, que aparece colocado en el trasaltar, una obra de gran formato donde el francés puso en práctica un lenguaje plástico muy diferente al estilo hispanoflamenco imperante en ese momento, ya que incluía novedades tomadas del arte italiano. Este trabajo le proporcionó un gran prestigio en el pujante ambiente escultórico de la ciudad burgalesa, donde fijaría definitivamente su residencia.
Al poco tiempo de su llegada a Burgos contraía matrimonio con María Saéz Pardo, mujer de alto linaje con la que tendría tres hijos y dos hijas, uno de ellos, Gregorio Pardo, continuador del oficio paterno. 
A partir de sus primeros trabajos en la catedral su actividad sería incesante, estando sus obras relacionadas con ilustres personajes de la época, como el cardenal Cisneros, los Condestables de Castilla, nobles, obispos, etc., desplegando su obra en importantes retablos, sillerías, sepulcros y fachadas utilizando diversos materiales, en ocasiones trabajando asociado a grandes maestros contemporáneos, llegando a convertirse en el escultor más influyente en el desarrollo de la plástica en el reino de Castilla, donde desde un eclecticismo inicial evolucionó decididamente hacia tendencias italianizantes plenamente renacentistas, siempre con un gran sentido de la proporción, la serenidad y una corrección técnica impecable.

Una magnífica obra de su última etapa, cuyo contrato fue firmado en 1536, cuando ya superaba los 65 años, fue la pareja formada por el sepulcro de don Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, y el sepulcro de don Diego de Avellaneda y doña Isabel de Proaño, sus padres, ambos destinados a la capilla mayor del monasterio jerónimo de San Juan Bautista y Santa Catalina de Espeja de San Marcelino, perteneciente al partido judicial de Burgo de Osma (Soria).

EL PERSONAJE: EL OBISPO DON DIEGO DE AVELLANEDA

Nació Diego de Avellaneda en Aranda de Duero, a mediados del siglo XV, en el seno de una familia originaria del señorío de Avellaneda de Cameros. Tras estudiar Teología y Derecho Canónico, reinando Fernando el Católico, en 1509 fue designado como Provisor de la diócesis de Osma, pasando después a ser nombrado Presidente del Consejo de Navarra. En mayo de 1524 era el emperador Carlos quien le designaba Virrey de Navarra —cargo ejercido hasta 1527— y en 1525 era nombrado obispo de Tuy (Pontevedra), aunque mantuvo su residencia en Navarra, ejerciendo su cargo episcopal mediante el provisor don Alonso de Peñaranda. Al abandonar su cargo como Virrey de Navarra se desplazó a su sede episcopal de Tuy, donde permaneció poco tiempo, pues a los dos años se trasladó a Granada tras haber sido nombrado Presidente de la Real Chancillería. En la ciudad andaluza moría en 1537.

Entre las obras importantes llevadas a cabo por este arandino, tan influyente en el campo eclesiástico y jurídico, se encuentra el establecer un registro de bautizados en las parroquias que se adelantó a las disposiciones del Concilio de Trento, y el haber sido impulsor de cátedras de latinidad, canto llano, contrapuntos y de órgano. En 1525 adquiría el patronato del monasterio jerónimo de Espeja de San Marcelino (Soria), convertido en ruinas durante la Guerra Civil. Impulsado por don Diego de Avellaneda, en este monasterio existió un importante scriptorium que abasteció de cantorales durante los siglos XVI y XVII a muchos cenobios de la provincia (cerca de 60 ejemplares de gran calidad se conservan en la catedral de Burgo de Osma). Asimismo, la capilla mayor fue reedificada por tan gran mecenas, según consta en la inscripción que la recorre, disponiendo ser enterrado junto a sus padres en ella.

Para estos enterramientos fue requerido el prestigioso Felipe Bigarny, que diseñó los sepulcros con relieves en piedra caliza, paramentos de jaspe y relieves y esculturas en alabastro. El resultado es una de las más bellas composiciones del arte funerario renacentista español.

EL SEPULCRO DEL OBISPO DON DIEGO DE AVELLANEDA              

Ajustado a la tipología de sepulcro adosado al muro, Felipe Bigarny juega con la bicromía de los materiales, como ya lo hiciera en Burgos. Estructuralmente está concebido como un gran arco triunfal apoyado sobre un alto basamento y con un remate superior planteado de modo análogo al que utilizara en el Retablo de la Descensión (1524-1527) de la catedral de Toledo. De este modo, con una concepción simbólica plenamente renacentista, articula el sepulcro a tres alturas, una inferior referida a las miserias mundanas, otra intermedia dedicada a ensalzar la figura del obispo, y otra superior donde se glorifica a la Virgen y se resalta su papel como intercesora, utilizando en todos ellos motivos de inspiración clasicista de procedencia italiana.

A su vez, el zócalo está estructurado en tres niveles horizontales y formando tres calles, la central retranqueada. El nivel inferior está decorado con paneles decorados con grutescos en relieve en los que aparecen figuras fantásticas afrontadas, dentro de la más pura línea italianizante. En el nivel medio el volumen se torna en altorrelieve, con dos medallones a los lados que contienen bustos de niños y otro central que sujetado por dos putti encierra en su interior una calavera como alegoría de la muerte. El nivel superior se limita a un friso cajeado de jaspe que recorre el frente.

El cuerpo central adopta la forma estricta de un arco triunfal, con un profundo nicho rematado con un arco escarzano y el fondo de jaspe, elegantes balaustres labrados en alabastro y apoyados sobre pedestales decorados con hornacinas rematadas con veneras en las que aparecen en relieve las alegorías de la Fe y la Esperanza, colocándose entre ellas la urna funeraria con un fondo de jaspe sobre el que resalta el escudo episcopal en forma de tondo decorado con cintas y frutas, con referencia a su linaje familiar incorporando el motivo heráldico de los Avellaneda: lobos sujetando un cordero en su boca. Se completa con pebeteros situados en los flancos y un remate con un friso central en el que aparecen ángeles tenantes sujetando una cartela en la que antaño debía figurar una inscripción de la que se tiene constancia: "Aquí está sepultado el ilustre R. S. Don Diego de Avellaneda, obispo de Tuy y Presidente de Granada. Falleció el año de 1537".   

El nicho central adquiere el carácter de un tribuna en la que aparece el obispo titular. Los muros laterales están decorados con elegantes grutescos a candelieri en relieve y el intradós del arco con casetones en los que figuran rosetas, cabezas de querubines, bustos de niños y jóvenes y calaveras, motivos finamente labrados. 
En el interior del nicho y en bulto redondo está representado el obispo don Diego de Avellaneda, que aparece en actitud orante, revestido de pontifical y colocado ante un reclinatorio junto al que un acólito sujeta el báculo de bronce. Como intercesores y custodiando al obispo, a su lado se hallan San Juan Evangelista y Santa Catalina de Alejandría, titulares del monasterio, fácilmente identificables por los atributos que portan. Todas estas figuras de alabastro, de gran clasicismo, destacan sobre el tono rojizo del jaspe del fondo adquiriendo singulares valores escenográficos.

El remate superior, separado por una pronunciada cornisa, presenta un repertorio más etéreo, con figuras de niños formando parejas, dos de ellos sujetando antorchas y colocados junto a pebeteros que simbolizan la llama de la memoria eterna, y dos querubines en los extremos sujetando los escudos del linaje familiar. En el centro destaca un delicado tondo que, recorrido por una guirnalda de frutas y cintas, al modo de los Della Robbia, contiene en su interior una bella figura de la Virgen con el Niño que por su monumentalidad, formas suaves y redondeadas, idealización de los rasgos, serenidad de los gestos y el equilibrio compositivo para adaptarse a la forma circular, define un estilo que se relaciona con lo mejor del arte renacentista italiano. Sobre el tondo reposa un gran frutero de diseño clasicista.    

Este esquema compositivo, incluyendo algunos de los elementos decorativos, como el medallón superior con la Virgen con el Niño, se repetían en el fragmentado y disperso sepulcro de los padres del obispo, donde una inscripción proclamaba: "Aquí yace el noble caballero Diego de Avellaneda y su mujer Isabel de Proaño".

En su elaboración Felipe Bigarny, que en el contrato firmado en 1536 se comprometía a su ejecución en un plazo de dos años, debido a su avanzada edad tuvo que contar con la colaboración de su hijo Gregorio Pardo, aunque dada la complejidad del proyecto el trabajo se dilató más de lo previsto y se produjo el incumplimiento de los plazos. Para paliar este problema Felipe Bigarny tuvo que contratar, en 1539, los servicios de Enrique de Maestrique, que se encargó de la imaginería decorativa. Cuando Felipe Bigarny falleció en 1542 la obra estaba aún sin terminar, siendo el escultor Juan de Gómez, tras la muerte de Enrique de Maestrique, quien definitivamente concluyó el trabajo.

En otro orden de cosas, conviene recordar que el monasterio de Espeja fue abandonado en 1834 a consecuencia de la Desamortización, comenzando con ello la desaparición de una importante serie de obras artísticas, entre ellas los dos sepulcros encomendados a Felipe Bigarny, de composición muy parecida. En 1932 el Estado acordaba la compra del conjunto funerario para destinarlo al nuevo Museo Nacional de Escultura de Valladolid, siendo desmontado el sepulcro del obispo y enviado a su nuevo destino a pesar de las peticiones de ser trasladado al claustro de San Pedro o a la iglesia de San Juan de Duero de Soria, a las que en 1933 siguió la propuesta de ser enviado a la iglesia de Santa María de Aranda de Duero, dada su condición de ilustre arandino. Paralelamente, el sepulcro de sus padres fue vendido de forma fragmentaria a coleccionistas particulares, aunque la mayor parte, junto al retablo mayor de la iglesia, fue trasladada a Alcalá de Henares, donde fue víctima de la destrucción durante la Guerra Civil.


En Valladolid el sepulcro del obispo de Tuy se colocó cerrando la puerta que comunicaba la iglesia conventual dominica de San Pablo con la capilla del también dominico Colegio de San Gregorio, en cuyo centro se hallaba el sepulcro del fundador, fray Alonso de Burgos, que fue destruido durante las guerras napoleónicas, compensando con ello el componente funerario de tan elegante capilla, hoy convertida en un atractivo espacio expositivo del Museo Nacional de Escultura.

Con el afán de reunir la mayor parte posible de piezas pertenecientes al sepulcro de don Diego de Avellaneda y doña Isabel de Proaño, padres del obispo, paulatinamente se han ido realizando adquisiciones en el mercado del arte, destinadas al Museo Nacional de Escultura, de distintos fragmentos que ayudan a recomponer parte del conjunto, del que existe una fotografía realizada entre 1911 y 1917 en la que se aprecia la similar disposición arquitectónica y decorativa.

En la actualidad, de aquel sepulcro parejo se ha recuperado el sugestivo tondo alabastrino de la Virgen con el Niño del remate, que enmarcado por una guirnalda con motivos vegetales repite el motivo del sepulcro del obispo. Asimismo, se ha recuperado la figura de un Ángel tenante que sostiene el escudo de los Avellaneda y que iba colocado sobre el lado izquierdo de la cornisa del ático, así como uno de los elegantes balaustres y la figura de un Soldado que enarbolando un estandarte, en el que de nuevo aparece el emblema familiar, custodiaba el sepulcro en el flanco derecho, todo ello labrado en alabastro con una gran finura.

Estos sepulcros son buena muestra del nivel alcanzado por la escultura burgalesa de este periodo, con un trabajo escultórico italianizante que cuida hasta el más mínimo detalle, destacando la exquisitez decorativa, el estudio de las proporciones —lejanas de la estilización gótica— y el tratamiento clásico de los paños, que ofrece contrastes sutiles entre la técnica de "paños mojados" de inspiración griega (apreciable en las figuras infantiles) y la ampulosidad de los ropajes que caracteriza la obra de Felipe Bigarny (patentes en las figuras de la Virgen y en las figuras de bulto).     


Informe y fotografías: J. M. Travieso.



























































































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