24 de noviembre de 2017

Theatrum: LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO, la perseverante huella berruguetesca










LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO
Isidro Villoldo (Toledo? - Sevilla, hacia 1575)
Hacia 1547
Madera policromada
Museo Diocesano y Catedralicio, Valladolid
Escultura renacentista española. Escuela castellana











Isidro Villoldo. Detalle del retablo de San Juan Bautista, hacia 1538
Iglesia de San Juan, San Juan de la Encinilla (Ávila)
ISIDRO VILLOLDO: UN ESCULTOR CASI DESCONOCIDO

Se conocen muy pocos datos de la biografía de este escultor. Nacido posiblemente en Toledo, realizó su formación en el taller de Alonso Berruguete, cuya influencia se patentiza en toda su obra en el gusto por dotar a las figuras de un canon alargado, un dinámico movimiento y la aplicación de recursos italianizantes. Comenzó su andadura como escultor hacia 1526 y estuvo casado con Francisca Blázquez, con la que tuvo dos hijos: Pablo e Isidro1.

En 1538 acude a Ávila para trabajar con el ensamblador Cornelis de Holanda en la realización de la sillería del coro de la catedral, que venía a sustituir a otra anterior del siglo XIV, un proyecto que imitaba la que coordinara entre 1525 y 1529 Andrés de Najera en el monasterio de San Benito el Real de Valladolid, en cuya elaboración colaboraron Guillén de Holanda, Juan de Valmaseda, Felipe Bigarny, Diego de Siloé y otros. En la sillería abulense Isidro Villoldo se ocuparía de tallar los tableros de los respaldos de los estalos superiores con un apostolado y una decoración de grutescos con genios y figuras monstruosas que acusan la influencia de los gustos decorativos de Vasco de la Zarza.

Isidro Villoldo. Milagro de San Cosme y San Damián, hacia 1547
Museo Nacional de Escultura, Valladolid
De nuevo colabora junto a Cornelis de Holanda en el retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de San Juan de la Encinilla (Ávila), para el que este ensamblador realizó la fastuosa estructura, ocupándose Isidro Villoldo, según Jesús Parrado del Olmo, de toda la escultura de los cuatro cuerpos y el ático del retablo plateresco, que se combina con cuatro calles laterales con escenas pintadas.

Entre 1539 y 1542 Isidro Villoldo permanece en Toledo trabajando nuevamente en la realización de una sillería de coro catedralicia, en este caso como colaborador de Alonso Berruguete, que junto al borgoñón Felipe Bigarny había sido contratado para llevar a cabo un magno proyecto, alentado por el cardenal Tavera, que incluía relieves en madera y alabastro en la sillería alta como complemento a la sillería baja ya existente, elaborada en el siglo XV por Rodrigo Alemán. Para esta tarea Berruguete requirió la ayuda de Francisco Giralte, Inocencio Berro, Pedro de Frías e Isidro Villoldo, al que se atribuyen los treinta y cuatro plafones de nogal bajo el guardapolvo.    
Igualmente en Toledo, labraba en piedra las dos parejas de ninfas sosteniendo el blasón heráldico del cardenal Tavera que aparecen sobre los extremos de la cornisa de la portada el Palacio Episcopal.

Atribuido a Isidro Villoldo. Cristo yacente, hacia 1550
Convento de Santa Isabel de Hungría, Valladolid
En 1547 daba las trazas para el retablo de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de El Barraco (Ávila), contratado por varios entalladores, realizando algunos de los relieves que lo integran.
Por esos años Isidro Villoldo también realizó relieves y esculturas para distintas iglesias y conventos de la provincia de Valladolid, como para la capilla funeraria del doctor Francisco Arias en el convento de San Francisco de Valladolid, del cual en el proceso desamortizador únicamente fue rescatado el expresivo relieve del Milagro de San Cosme y San Damián que actualmente se conserva en el Museo Nacional de Escultura, elaborado hacia 1547. Otra obra suya es el relieve del Llanto sobre Cristo muerto recogido en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, realizado por esos mismos años, siéndole atribuido también en Valladolid un Cristo yacente que se conserva dentro de un gran escaparate colocado en la capilla de San Francisco del convento de Santa Isabel, perteneciente a la comunidad de clarisas franciscanas.
A mediados del siglo XVI participaba en el Retablo mayor de la colegiata de San Antolín de Medina del Campo, una obra patrocinada por disposición testamentaria dada en 1539 por doña Catalina de Sedeño, años después concertada con el ensamblador Joaquín de Troya, que delegó la hechura de la mitad del retablo a Cornelis de Holanda y Juan Rodríguez, con Luis Vélez como autor de la policromía. No obstante, la elaboración se dilató en el tiempo, llegando a participar en el conjunto Isidro Villoldo y Pedro de Salamanca, seguidores de Alonso Berruguete,  junto a Juan Picardo, de influencia juniana, y el romanista Leonardo Carrión, activo en la villa medinense.  

Isidro Villoldo. Izda: Altar de San Segundo, 1547 / Dcha: Retablo de la
capilla de San Bernabé, 1549-1553, ambos en la catedral de Ávila
De nuevo para la catedral abulense, en 1547 realizaba en alabastro el Retablo de San Segundo, proyectado por Vasco de la Zarza, que murió antes de iniciarlo. Esta meritoria obra aparece colocada junto a un pilar del crucero, formando pareja con otro dedicado a Santa Catalina situado en el lado opuesto. Consta de un frontal de altar con el escudo del Cabildo, un banco recorrido por relieves de la vida del santo y hornacinas con figuras de santos y virtudes, con la imagen titular del que fuera primer obispo de Ávila, en actitud de bendecir, entre dos columnas que flanquean el nicho central. El conjunto se completa con una profusa decoración italianizante en frisos, ménsulas, basas, fustes, pilastras y remates superiores, trabajo en el que contó con la colaboración de Juan Frías.

Entre 1549 y 1553 trabajaba nuevamente con Juan Frías como colaborador en la sacristía de la catedral de Ávila, que sirvió de Sala Capitular y fue convertida en capilla de San Bernabé. Para este espacio realizó en alabastro de Cogolludo un bello retablo2 plateresco, enmarcado entre dos columnas corintias de orden colosal y profusamente decoradas con motivos a candelieri, que consta de un frontal, banco, un cuerpo único y ático, dividido verticalmente en tres calles.
Isidro Villoldo. San Juan Bautista, hacia 1553
Museo Instituto Gómez Moreno, Granada 
En el frontal, obra de Vasco de la Zarza, aparece el escudo del Cabildo sostenido por ángeles;  en el centro del banco el relieve de San Bartolomé, flanqueado por los de San Pedro y San Andrés, los tres separados por pilastras con hornacinas aveneradas que acogen las alegorías de la Fe, la Esperanza, la Caridad y la Justicia.
El espacio central del cuerpo está ocupado por nicho con arco escarzano que alberga el grupo de la Flagelación, trabajado en bulto redondo y compuesto por las figuras de Cristo atado a la columna y dos sayones flagelantes, mientras en las calles laterales aparecen dos relieves con escenas que representan a Pilatos lavándose las manos y Rabinos pidiendo la muerte de Jesús, sobre los que se colocan dos medallones con bustos masculinos y femeninos.
En el centro del ático aparece la figura del Ecce Homo entre dos ángeles que descorren cortinas y en los extremos figuras de putti sujetando pebeteros. Siguiendo la estela dejada en Ávila por Vasco de la Zarza, se completa con una profusión decorativa a base de grutescos y motivos lombardos en frisos, pilastras, fustes de columnas y remates, con abundantes, en las basas de las columnas o sujetando cartelas y pebeteros.

Para el mismo espacio, Isidro de Villoldo elaborada en madera hacia 1555, junto a los escultores Juan Frías y Pedro de Salamanca, cuatro grupos escultóricos pasionales que con los temas del Camino del Calvario, la Crucifixión, el Descendimiento y la Resurrección fueron colocados en las ventanas cegadas de los testeros de los cuatro muros, recubiertos de blanco para ajustar su aspecto a la estética del retablo en alabastro, complementando a las escenas de la Flagelación y Ecce Homo que aparecen en aquél.

Isidro Villoldo. Calvario, hacia 1560
Cartuja de Santa María de las Cuevas, Sevilla
En 1553 el escenario de trabajo de Isidro Villoldo cambió por completo, pues tuvo que desplazarse a Sevilla para trabajar en el retablo mayor de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, monasterio que le cedió una vivienda en el barrio de Triana. Allí su actividad fue fructífera, divulgando en tierras sureñas la novedosa plástica castellana, contribuyendo con ello a la creación de la escuela renacentista andaluza. De aquella estancia, se conserva la magnífica escultura en madera policromada de San Juan Bautista, recientemente restaurada, que se conserva en el museo del Instituto Gómez Moreno de Granada.

Isidro Villoldo murió de forma repentina hacia 1575, cuando todavía no había culminado el retablo de la cartuja de Santa María de las Cuevas, donde aún se conserva el grupo del Calvario. El trabajo fue continuado por el salmantino Juan Bautista Vázquez el Viejo, que apoderado de Francisca Blázquez, viuda de Isidro Villoldo, se desplazó a la ciudad para trabajar acompañado por sus colaboradores, entre los que encontraban su hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo y Jerónimo Hernández.

El legado de Isidro Villoldo se caracteriza por su forma elegante de componer, por su estilizadas figuras siguiendo la senda de Berruguete y por las superficies suaves tratadas a la manera italiana, con un notable sentido escenográfico preocupado por sugerir profundidad y con figuras dotadas de un gran dinamismo, expresividad y espiritualidad. Demostró su dominio para trabajar el mármol, el alabastro y la madera, generalmente policromada con estofados de gran riqueza.

EL RELIEVE DEL LLANTO SOBRE CRISTO MUERTO 

Preservado en el Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, este altorrelieve sin duda formó parte de un retablo realizado por Isidro Villoldo hacia 1547. En él se muestra deudor de la estética de los modelos difundidos por su maestro Alonso Berruguete, ajustándose a una iconografía muy extendida durante el siglo XVI de la que en Valladolid se conservan notables ejemplos, como el grupo realizado por el Maestro de San Pablo de la Moraleja hacia 1500 (Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid), el realizado por Alejo de Vahía hacia 1510 (Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid) o el realizado por Esteban Jordán hacia 1570 (Museo Nacional de Escultura), tallas que durante el siglo XVI encuentran su contrapunto en obras pintadas con el mismo tema.

En el relieve se acumulan los ocho personajes preceptivos que son habituales en la narración, todos ellos a gran escala respecto a las dimensiones del tablero y con una acertada claridad compositiva en la que predominan los escorzos. El protagonismo de la escena lo adquiere la figura de Cristo, recién descendido de la cruz visible al fondo, cuya estilizada anatomía es colocada sobre un sudario que sujeta Nicodemo formando una diagonal, mientras José de Arimatea le despoja de la corona de espinas y la Virgen le estrecha en su regazo con gesto compungido.

En un segundo plano se sitúa a la izquierda el apóstol San Juan, con gesto doliente, ensimismado y con las manos unidas a la altura del pecho en actitud de plegaria. En el lado contrario se acumulan a espaldas de la Virgen las Santas Mujeres: María Cleofás, María Salomé y María Magdalena, identificada por portar el tarro de perfumes semiabierto.

En el ángulo superior derecho el escultor incluye en relieve la escena consecutiva del Santo Entierro en la que se duplican los personajes, con Nicodemo colocando el sudario y José de Arimatea colocando la losa del sepulcro. El resto del espacio se reserva para un paisaje pintado en tonos azulados con una vista de la ciudad de Jerusalén, en cuyos accesos se aprecian personajes a pie y a caballo.

Los personajes presentan una volumetría escalonada para insinuar profundidad, la mayor parte de ellos con el cuerpo en disposición de tres cuartos y formando dos grupos tipológicos, uno determinado por los atuendos judaizantes de José de Arimatea y Nicodemo, y otro por la repetida indumentaria de las mujeres a base de una toca blanca y un amplio manto con pliegues de gran suavidad. Entre ellas destaca la joven figura de la Magdalena, la única con largos cabellos al aire, luciendo una diadema y ataviada con un lujoso vestido cerrado con un broche. Como es habitual, el escultor se esmera en representar con detalle los objetos anecdóticos, de la misma manera que en el relieve del Milagro de San Cosme y San Damián, en este caso en la corona de espinas trenzada, en el tarro de perfumes de la Magdalena o en los adornos en forma de diminutas perlas añadidas a la diadema, el broche y los puños de algunas indumentarias.

El grupo presenta un rico acabado, muy habitual en los retablos platerescos, con una policromía rigurosamente aplicada de forma selectiva, al modo de Berruguete. En las carnaciones contrastan los tonos curtidos predominantes en los rostros con la palidez de la Virgen y el cuerpo macilento de Cristo, acentuando el carácter sufriente de las figuras con los ojos enrojecidos y regueros de lágrimas discurriendo por sus mejillas.

Efectista es el conjunto de estofados que cubren por completo las vestiduras y que al dejar aflorar el oro subyacente dotan a la escena de extraordinaria luminosidad. Unos representan motivos geométricos y otros florales, destacando las orlas que recorren los gorros y mantos a base de motivos vegetales seriados, siendo especialmente cuidada la figura de la Virgen, en cuyo manto, dentro de formas romboidales, se representan ramos de azucenas de evidente significación simbólica, con una rica orla en el borde a base de dragones enfrentados —alegoría apocalíptica— dispuestos como grutescos.

Con todos estos recursos compositivos Isidro Villoldo consigue un efecto escenográfico realmente efectista, pero sobre todo se muestra como un fiel seguidor de Alonso Berruguete, de quien él mismo se declaraba alumno en su declaración en el célebre pleito3 disputado por Juan de Juni y Francisco Giralte con motivo de la realización del retablo de la iglesia de Santa María de la Antigua de Valladolid.         


Informe y fotografías: J. M. Travieso.






NOTAS

1 GÓMEZ MORENO, María Elena: Isidro de Villoldo, escultor. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (BSAA), Tomo 8, Valladolid, 1941-1942, pp. 139-150.

2 Cartillas excursionistas "Tormo" III: Ávila. Hauser y Menet, Madrid, 1917, p. 17.

3 ARIAS DE COSSÍO, Ana María: El arte del Renacimiento español. Ed. Encuentro, Madrid, 2009, p. 243.









































































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