BELÉN
CONVENTUAL DE LAS CAPUCHINAS
Artistas y
artesanos anónimos del siglo XVIII
1710-1712
Madera
policromada, barro cocido, tela encolada, textiles, pasamanería y papel
Sala de
labor del monasterio de la Purísima Concepción (MM Clarisas Capuchinas), Palma
de Mallorca
Arte popular
barroco. Belén de estilo napolitano
EL MONASTERIO DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE PALMA DE MALLORCA
La promotora de esta fundación fue doña Teresa María
Ponce de León, dama de la nobleza castellana nacida en 1626 en Granada, donde
su padre, don Jerónimo Gómez de Sanabria, ocupaba un cargo de importancia.
Siendo muy joven, contrajo matrimonio con don José de Bayetola, oidor de la
Real Sala de Zaragoza, ciudad a la que fue a vivir. Tras enviudar a los pocos
años, se casó de nuevo con don José de Torres Pérez de Pomar y Mendoza,
designado en 1644 virrey de Mallorca. Al quedar viuda de nuevo en 1647, ingresó
como religiosa en el Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Zaragoza, de
capuchinas descalzas, donde adoptó el nombre de sor Clara María. Allí conoció a
doña Teresa María de Gurrea, que también había sido virreina de Mallorca por
estar casada con don Lope de Francia, que ocupó el cargo de virrey entre 1640 y
1644.
Durante su estancia en Mallorca, sor Clara María
entabló una gran amistad con Aina de Verí, dama de la nobleza mallorquina
casada con don Miguel Sureda, Procurador Real. Por la correspondencia mantenida
con esta dama se conoce que en 1658 deseaba realizar una fundación en la isla.
Casi al mismo tiempo, sor Clemencia Camporrells, abadesa del monasterio de
Santa Margarita la Real de Barcelona, tenía la misma intención, por lo que
decidieron aliarse para conseguir la deseada fundación de clarisas capuchinas en la isla.
Ambas religiosas, a través del canónigo Ramón Sureda
y del dominico Ramón Maimó, antiguos conocidos de la virreina, consiguieron que
los Jurados hicieran una petición formal al Rey. Al cabo de dos años, debido a
los buenos contactos de sor Clara María entre los personajes de la Corte,
consiguieron la licencia para fundar un convento de capuchinas en Mallorca, que
fue firmada por el Rey el 6 de junio de 1662. El 22 de octubre de aquel año las
dos religiosas llegaban desde Barcelona, con un grupo de monjas, a Palma de
Mallorca, donde don Antonio Dameto les donó una casa en la que redactaron las
constituciones del monasterio. El 16 de febrero de 1668 era nombrada abadesa
sor Clara María, cargo que ocuparía hasta finales de 1679. Al ser inadecuado el
edificio que ocupaban, realizaron varios traslados por la ciudad, hasta que don
Antoni Núniç de Santjoan les facilita unas casas grandes en la parroquia de San
Jaime, a las que, tras realizar reformas indispensables, se trasladaron el 29
de julio de 1668.
El conjunto conventual actual, que ocupa toda una
manzana del barrio de San Jaime, fue trazado por el ingeniero militar Martín
Gil de Gainza Echagüe, benefactor del monasterio. Dotado de dependencias
monacales como el refectorio, claustro, sala capitular y celdas, se iría
levantando entre 1668 y 1720, tras ir adquiriendo paulatinamente algunas casas
circundantes con la ayuda de numerosos benefactores. La iglesia, que fue
edificada entre 1687 y 1695, dispone de una sacristía grande y otra interior. Asimismo,
forma parte del recinto un huerto, la cantina del pozo y la lavandería. A lo
largo de su activa continuidad, el monasterio fue recibiendo un ingente
patrimonio formado por numerosas obras de arte de todo tipo, entre ellas el
belén monumental del siglo XVIII, que fue colocado en la sala de labor,
construida en 1710 junto al huerto interior, y el conocido como "Belén de los Fundadores",
conservado en una vitrina y compuesto por bellas figuras de mediados del siglo
XVII que las monjas capuchinas llevaron a la isla en 1662.
EL BELÉN MONUMENTAL DE LAS CAPUCHINAS
Con este conjunto, la comunidad de religiosas clarisas
se mantuvo fiel a la devota tradición belenista implantada por San Francisco de
Asís. Desde sus orígenes este belén conventual permaneció montado durante todo
el año, de acuerdo a la piedad barroca, en una pequeña dependencia abierta a la
sala de labor —6 x 4 metros— por una gran arcada cerrada por dos grandes
puertas formadas por telas pintadas en 1712 con las escenas del Nacimiento y la Huida a Egipto, obras atribuidas al pintor Joan Muntaner y Cladera
(activo entre 1773 y 1789).
El belén, que sigue las pautas de los modelos
napolitanos, se alza sobre una plataforma de 86 cm. de altura y adopta una
forma curvada, a modo de cascarón, con 1,80 metros de profundidad en el centro
y 1 metro a los lados. Está enmarcado por dos finas columnas salomónicas de
madera que sujetan un triple arco, cuyas enjutas están decoradas con rameados
tallados.
Todo el conjunto escenográfico está realizado en
tela encolada y, siguiendo la tradición mallorquina implantada por el belén de
la iglesia del Cristo de la Sangre —el más antiguo de España—, adopta la forma
de una gruta, con distintas oquedades en las que se reproduce un agreste
paisaje que incluye fragmentos de estalactitas, trozos de coral y una
decoración vegetal de tipo artificial, con flores, hiedras, etc., incluyendo
pájaros y ángeles de papel para configurar un marco artificioso y abigarrado
por el que se distribuyen casas, molinos y un pozo, así como figuras de barro
cocido que representan oficios, hortelanos, cazadores y pescadores —las más
antiguas, realizadas a finales del siglo XVIII en el obrador de las Vírgenes
Rubias—, junto a otras de madera y tela encolada y los personajes sagrados como
maniquíes vestideros, todos estos de la primera década del siglo XVIII. Por todos estos elementos, el belén conventual se conforma
como un pequeño teatrillo repleto de piezas de carácter multidisciplinar que no
interrumpen su discurso temporal.
El montaje presenta una serie de peculiaridades
propias de los belenes mallorquines, como es la colocación de una gloria
pintada, organizada en sucesivos planos que forman una corona de nubes y
figuras de ángeles, reservando la parte central para una representación de la
Trinidad. Otra peculiaridad destacable es la distribución en el pavimento de trozos
de cáscaras de huevo y pequeñas conchas marinas para simular la nieve.
Un significado especial tiene la decoración añadida
de las tradicionales neulas
colgantes, elementos circulares comestibles que durante siglos fueron
elaborados con el mismo material de las hostias (pan ácimo, sin
levadura), que eran recortadas pacientemente por las monjas formando
sofisticadas escenas sagradas y formas geométricas, adquiriendo en tiempos de
adviento un sentido eucarístico que, evocando la caída del maná en forma de
nieve, celebraba la llegada de Cristo
como alimento espiritual. Con el tiempo las neulas
pasaron a ser recortadas en papel, conservándose algunas del siglo XIX y
principios del XX, siendo una tradición todavía en vigor en los conventos e
iglesias mallorquinas en tiempos de Navidad.
El Belén de las Capuchinas, que fue donado por el
médico que atendía a las religiosas, está formado por un centenar de piezas,
siendo iniciada la colección en 1710 y finalizada en 1712.
El Misterio
Está formado por las imágenes vestideras del Niño,
la Virgen y San José que siguen los modelos napolitanos, a las que acompañan la
mula, el buey y la figura del arcángel San Gabriel. Son maniquíes con la cabeza
y las manos talladas en madera policromada y el cuerpo cubierto con textiles
reales, pasamanería, encajes y bordados.
A partir del 1 de enero, la figura del Niño Jesús
cambia la cuna por un trono siguiendo una tradición común en la isla. El Divino
Infante sujeta en la mano una rica cruz de cristal de roca y sobre el pecho
luce valiosas joyas colgantes, siendo la mayoría de las joyas donaciones
efectuadas en febrero de 1937 en una subscripción patriótica durante la Guerra
Civil, piezas que contrastan con la estricta pobreza de la comunidad. También
se acompaña de bellas figuras de ángeles de barro cocido y policromado,
realizadas entre 1750 y 1815 en el Taller
del maestro de las Verges Rosses, del que se conserva en el monasterio una
buena colección de esculturas devocionales de pequeño formato.
La Huída a Egipto y pastores
Integran el belén un conjunto de figuras que
representan distintos oficios y actividades campesinas mallorquinas. Unas
figuras están elaboradas exclusivamente en terracota policromada y otras
recubiertas con telas encoladas y textiles reales, ofreciendo un alto valor
etnográfico en la recreación de la indumentaria tradicional mallorquina. Entre
las figuras distribuidas por el paisaje se incluye la escena de la Huída a Egipto, con los personajes
vestidos con telas reales, como ocurre con tantas otras del conjunto.
La Cabalgata de los Reyes Magos
Este conjunto formado por las figuras de los Reyes,
pajes y caballos fue donado al monasterio en 1756 por el Padre Sebastián
Llinàs, después de fallecer su hermano, el doctor Francisco Llinàs, que lo
había encargado para su belén particular. Por este motivo el cortejo no está
incluido en el espacio del belén monumental, sino que aparece expuesto como un
grupo anexo. Se trata de figuras de tipo popular elaboradas en madera en un
taller mallorquín del siglo XVIII, con los cuerpos recubiertos de telas
encoladas y un acabado polícromo de gran colorido, acorde con los gustos
dieciochescos. El rey Melchor aparece arrodillado en actitud de adoración,
mientras Gaspar y Baltasar permanecen de pie con la ofrenda en la mano. Se
acompañan de pajes de menor formato, los dos primeros con vistosos caballos y
Baltasar con un camello.
El Belén de
las Capuchinas ha sido declarado en
2003 Bien de Interés Cultural por el Consell Insular de Mallorca. Junto a él,
en el monasterio se guardan otros ocho belenes, que reúnen más de quinientas
figuras, que fueron dados a conocer en 1996, tras permanecer ocultos en la
clausura.
PRÁCTICAS RELIGIOSAS EN TORNO AL BELÉN CONVENTUAL DE LAS CAPUCHINAS
El Belén de las Capuchinas también ha conocido las
prácticas piadosas de los belenes conventuales como actividades preparatorias a
la llegada de la Navidad. El primer domingo de adviento la comunidad se reunía
y de rodillas rezaban un avemaría, repartiéndose a continuación entre las
religiosas las suertes, una cédulas
con prácticas de carácter ascético para prepararse personalmente para el
renacimiento espiritual de Cristo en la Navidad. Al recibirlas, arrodilladas
besaban el papel, la mano de la abadesa y la tierra, rezando en comunidad para
conseguir sus propósitos. También celebraban la novena del Belén, que incluía el rezo del rosario, exposición del
Santísimo, cantos de antífonas y de letanías de la Virgen.
El día de Navidad un hermano limosnero recogía al
Niño del belén y le llevaba a venerar por el obispo, el predicador de la novena
y los principales benefactores. Pasados los primeros días de Navidad, el Niño
era puesto en una canastilla y llevado a la casa de las familias adscritas al
convento, que le custodiaban todo el día y le devolvían por la noche. Esta
costumbre todavía persiste desde la fiesta de Navidad a la Purificación.
Una ceremonia curiosa tenía lugar en la segunda
fiesta de la Navidad, consistente en la Vestidura
del Niño, tarea reservada exclusivamente a la abadesa. La comunidad era
convocada en la sala del belén, donde de rodillas rezaban un avemaría. La madre
abadesa arrodillada, ayudada por la cuidadora del belén, comenzaba a vestir al
Niño con las diferentes piezas guardadas en canastillas apropiadas. La
religiosa más antigua era la encargada de calentar simbólicamente las distintas
prendas. A continuación la abadesa se sentaba en una banqueta junto al umbral
del belén y la cuidadora del belén le colocaba un delantal de seda sobre las
rodillas y a continuación la figura del Niño, mientras el resto de la comunidad
se sentaba en el suelo sobre esteras. Mientras el Niño era vestido, se entonaba
el motete A vestir al Niño y se
quemaba incienso sobre las brasas del calentador de las ropas. Acabado el
ritual, la abadesa se ponía de pie y con el Niño bendecía a la comunidad. A
cada hora, las monjas se sentaban y cantaban villancicos, la mayoría con letras
compuestas en castellano.
Informe y fotografías: J. M. Travieso.
Neulas mallorquinas |
Fachada de la iglesia del monasterio de la Purísima Concepción MM. Clarisas Capuchinas, Palma de Mallorca |
* * * * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario