1 de febrero de 2020

Visita virtual: PINTURAS MURALES DE LA IGLESIA DE LA ASUNCIÓN DE ALAITZA (Álava)










PINTURAS MURALES DE ALAITZA
Anónimo
Tercio central del siglo XIV
Pinturas murales monocromáticas
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Alaitza (Álava)
Pintura protogótica










En la población alavesa de Alaitza, situada a unos 20 kilómetros de Vitoria, se levanta la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción románica de finales del siglo XIII, de discretas dimensiones, que aparece situada en las proximidades de lo que fue la calzada romana que en su tiempo unía Burdeos con Astorga, integrándose también en lo que fuera el Camino de Santiago Vasco del Interior. Se trata de un templo de planta rectangular que dispone de dos naves separadas por arcos de medio punto, la central cubierta con bóveda de cañón apuntada y reforzada por arcos fajones, y la lateral cubierta con media bóveda de cañón, asimismo reforzada con arcos fajones. Junto a esta nave, abierto hacia el sur, se levanta un atrio al que se accede por un arco apuntado formado por dos sencillas arquivoltas, que a su vez da acceso a la puerta de la iglesia, que repite el mismo esquema, aunque en origen estaría formado por cinco arquivoltas de las que sólo permanecen dos completas, conservándose en las pilastras restos de pinturas rojizas, destacando sobre una de las columnas la Cruz de Santiago.
Domina la construcción una maciza espadaña que con función de campanario fue incorporada varios siglos después.

Pero el verdadero interés de esta iglesia se encuentra en el interior de la cabecera, que presenta un ábside semicircular precedido de un tramo recto de planta cuadrada y bóveda apuntada. Este espacio es el que aparece recubierto por una serie de pinturas murales que dentro del repertorio religioso de la época constituye un caso atípico, insólito, extraño y enigmático, cuyo verdadero significado aún está por resolver.

Estas peculiares pinturas, que habrían sido realizadas ya en el siglo XIV, son monocromáticas y están realizadas con una técnica muy elemental en color rojo oscuro sobre un fondo marfileño, caracterizándose por la absoluta ingenuidad de sus trazos. Sin embargo, el deseo de interpretar el significado de las escenas las convierten en objeto de estudio por diferentes expertos en arte medieval, que periódicamente presentan sus hipótesis al respecto intentando desentrañar sus secretos, compartiendo todos ellos el considerarlas especialmente extrañas e incluso irreverentes, absolutamente ajenas al contexto formal y a la iconografía sacra convencional desplegada en ese periodo, siendo completamente diferentes a las que presenta la iglesia de San Martín de Tours de la próxima población de Gazeo, realizadas pocos años antes, igualmente en el siglo XIV.

LAS PINTURAS DE ALAITZA   

Cuando en 1982 se realizaban obras en el templo, al retirar el retablo mayor barroco, Juan José Lecuona, párroco de la comarca, descubrió con sorpresa las pinturas, que estaban enmascaradas bajo una capa de cal, repitiéndose el mismo tipo de hallazgo que ocurrió en Gazeo en 1967, aunque en este caso con un repertorio inclasificable.

Las figuras humanas y animales, los edificios y las múltiples bandas decorativas aparecen sumamente esquemáticas, trazadas con gran ingenuidad en color rojo oscuro sobre un aparejo blanquecino, superponiéndose los distintos temas sin un orden aparente, lo que complica aún más su interpretación. José Javier López de Ocáriz, especialista en el Románico del País Vasco, en activo en la Universidad de La Rioja, considera el conjunto como un cómic libertario aplicado a una iglesia románica, manifestando no encontrar referencias nacionales ni internacionales para poder explicar tan singular repertorio, aún menos dentro de una iglesia.

A primera vista, las escenas son caóticas, siendo necesario observarlas con calma para ir descubriendo un orden establecido, siendo más comprensibles las que aparecen en los laterales del ábside, dispuestas en bandas horizontales y con desfiles de personajes y animales, aunque en ningún caso dejan de ser enigmáticas.

El esquematismo de las figuras, con los ojos almendrados y resaltados, hace que parezca que llevan antifaces. En los soldados es apreciable un tipo de armamento a base de espadas, hachas, mazas, lanzas, escudos, ballestas, estandartes, bolas, cascos y escudos, con figuras más propias de las representaciones prerrománicas que del siglo XIV.

Cascarón del ábside  
El cascarón del ábside está organizado en bandas superpuestas entre las que destaca por su altura la que aparece a la altura de la cornisa, con un fondo plano que se diferencia de las otras, que simulan sillares pintados.
En este espacio, habitualmente ocupado por una representación de Cristo Pantocrátor, aparece en el centro una escena de guerra: un castillo que está siendo atacado y defendido por varios caballeros y guerreros, escena que constituye una buena muestra de armamento medieval. Los defensores encaramados en lo alto de la torre tañen trompas y portan ballestas, mientras que los parapetados en las almenas lanzan piedras y el contenido de unos calderos. Por ambos lados del castillo llegan jinetes con estandartes y escudos en posición de perfil, junto a soldados armados desperdigados que conforman una escena de guerra que tiene cierta afinidad con las que aparecen en el Tapiz de Bayeux (Musée de la Tapisserie de Bayeux, Bayeux, Normandía), realizado entre 1077 y 1082. Algunos historiadores relacionan esta escena con la toma de Jerusalén, relacionando la realización de las pinturas con las Órdenes Militares.
Más arriba del castillo, a la izquierda, se representa un entierro, posiblemente como resultado de la guerra. Dos personajes, seguidos por un séquito, transportan al difunto por un camino que conduce a una iglesia, donde el campanero hace sonar las campanas. Con gusto narrativo, sobre el tejado de la iglesia aparece un gallo, tal vez una veleta. Más incomprensible es la próxima presencia de un centauro armado con arco y flecha, tal vez un símbolo de la fuerza del caballero armado en la época.
A la derecha del castillo aparece otra edificación que igualmente recuerda las construcciones de algunas pinturas altomedievales. En su interior están aposentadas dos mujeres, cerca de las cuales se disponen otras que portan ramas y copas, cuyo significado es difícil de interpretar. Posiblemente responden a escenas de la vida cotidiana de aquellos tiempos, aunque hay quien interpreta que portan lámparas y que pueden estar relacionadas con la parábola de las Vírgenes Prudentes (Mt 25, 1-13).
En la parte superior se desarrolla una escena campestre, tal vez una escena de caza, en la que se distinguen varios ciervos, algunas aves y un árbol en cuyas ramas se posan algunos pájaros, elementos que algunos relacionan con el Libro del Bestiario Medieval.

El arranque de la bóveda del presbiterio aparece decorado con una banda decorada con ramajes estilizados en color rojo, bajo la cual el ábside aparece recorrido por una inscripción en caracteres góticos en negro y en minúscula, cuya transcripción fue desvelada por Salvador A. Mollá i Alcañiz en 2007 en su trabajo Aportaciones a la interpretación de la inscripción del ábside de la iglesia románica de Alaiza, haciendo coincidir el texto descifrado con la antífona del oficio del Corpus: "Fructum salutiferum gustandum dedit Dominus mortis suae tempore (Fruto salutífero dio a probar el Señor al tiempo de su muerte)". Esto supone una inscripción de tipo eucarístico, lo que abre nuevas vías a la interpretación del conjunto, con el que aparentemente no tiene relación.

Parte derecha de la bóveda del presbiterio 
La bóveda del presbiterio está organizada en forma de hiladas pintadas en las que se alternan unas que simulan sillares con otras decoradas con ramajes y formas romboidales, entre los que se incorporan diversos animales aislados. A los lados, junto al arranque de la bóveda, se encuentran tres hileras con motivos figurados.
En la parte derecha aparece en la inferior un grupo de cuadrúpedos, en la del centro un grupo de peregrinos en plena marcha y portando cruces, seguramente alusivos al Camino de Santiago, y en la superior un soldado tocando una trompa junto a otros soldados desdibujados.      

Parte izquierda de la bóveda del presbiterio 
Mayor complejidad iconográfica presentan las tres hileras de la parte izquierda, donde en el registro inferior aparecen en pleno lance dos parejas de caballeros enfrentados, armados con lanzas, escudos y cascos, junto a los que aparece una mujer mostrando sus genitales.
En el registro intermedio aparece una iglesia en la que un personaje toca las campanas. A ella se dirige una procesión de cinco mujeres portando copas o lámparas, lo que completaría la idea de la representación de la parábola de las Vírgenes Prudentes.
Por último, en el registro superior las imágenes son más procaces, pues se interpretan, de izquierda a derecha, una mujer dando a luz, un personaje cuidando tres caballos y una sorprendente escena lasciva con una mujer con un perro y otra que parece ser violada por un soldado, mientras otro parece querer evitarlo.

Interpretaciones del significado del conjunto
Debido al inaudito componente bélico y sexual, así como la presencia de personajes paganos que mezclan la muerte y la devoción, una teoría acerca del significado es la que quiere ver escenas del Apocalipsis, aunque no haya elementos necesarios para afirmarlo.
Otro tanto ocurre con quienes quieren establecer una relación de las escenas con la Orden del Temple y las rutas de peregrinación de la Llanada alavesa, donde los Templarios vigilaban los caminos para proteger a los peregrinos, pues ambos —soldados y peregrinos— aparecen representados en las pinturas. Sin embargo, cuando se hicieron las pinturas dicha Orden ya había sido disuelta.

Más verosímiles parecen las teorías que relacionan la temática de las pinturas con las circunstancias históricas que se vivieron en la Llanada alavesa en el tramo central del siglo XIV, cuando se vivían los prolegómenos de la Guerra de los Cien años, iniciada en 1332. Por entonces, en el territorio hispano se vivió la guerra civil de Castilla, en la que Pedro I fue despojado del trono y asesinado por su hermano bastardo Enrique de Trastámara. 
En esta contienda los ingleses apoyaron a Pedro I, legítimo rey castellano, que también tuvo como aliado al rey Carlos II de Navarra, que a cambio consiguió la devolución de los territorios navarros arrebatados en 1200 por el rey castellano Alfonso VIII. De otra parte, los franceses se alinearon con Enrique de Trastámara.
En este enfrentamiento, el príncipe Eduardo de Gales, heredero de la corona inglesa por ser primogénito de Eduardo III de Inglaterra, se unió a la expedición de soldados castellanos fieles a Pedro I, navarros, gascones e ingleses, que al mando del mercenario bretón Bertrand Duguesclin se desplegó por la Llanada alavesa y avanzó hacia el sur venciendo a franceses y castellanos rebeldes en las proximidades de Nájera el 3 de abril de 1367.
En virtud de estos acontecimientos, es posible que las pinturas de Alaitza, por su temática y estilo artístico rudimentario, fueran realizadas por algún miembro de las tropas inglesas acantonadas por entonces en esta zona alavesa, un anónimo autor que habría plasmado pasajes de la guerra y la paz en su tiempo. Otros autores, considerando la inscripción que acompaña a las pinturas, plantean la hipótesis de que se trate de un exvoto como agradecimiento por haber salvado la vida en aquellas batallas.
A pesar de todo, la interpretación del significado de las pinturas de Alaitza sigue siendo un enigma sin resolver.



Informe y fotografías: J. M. Travieso.























































































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