26 de marzo de 2020

Visita virtual: VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO, la sutileza del renacimiento hispano













VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO
Bartolomé Ordóñez (Burgos, hacia 1490 - Carrara, 1520)
Hacia 1520
Mármol blanco de Carrara, parcialmente policromado
Museo Catedralicio, Zamora
Escultura renacentista española













Bartolomé Ordóñez fue uno de los mejores escultores del renacimiento español, situándose a la cabeza, junto a Diego de Siloé, de la escuela burgalesa que desarrolló su actividad en las primeras décadas del siglo XVI, compartiendo ambos escultores un viaje a Italia para completar su formación.

Nacido en Burgos entre los años 1485 y 1490, era hijo del escudero hidalgo Diego Ordóñez y de Elvira López de Porres. Debió comenzar su aprendizaje en alguno de los múltiples talleres asentados en la ciudad (Felipe Vigarny, Andrés de Nájera, ...) para suministrar obras a la catedral y los numerosos centros religiosos en construcción, aunque también podría haber realizado una posible formación junto a Domenico Fancelli, escultor florentino establecido en España para atender encargos de los monarcas y altos eclesiásticos, pues al cabo del tiempo sería el continuador de algunas de sus obras, dejadas inacabadas a la muerte del italiano. De su vida en Castilla se conocen pocas noticias, apareciendo su rastro en 1515, cuando, aproximadamente con veinte años, inicia su actividad en el taller que instalara en Barcelona, ciudad a la que quedaría vinculado durante toda su vida.

En la Ciudad Condal recibe el encargo de trazar el coro y el muro del trascoro de la catedral, obra de gran envergadura en la que cuenta con la colaboración de Vitorio Cogono, procedente de Florencia, Simón de Bellana, llegado de Mantua, el francés Dominico y el alemán Juan Petit Monet, apuntándose la posible participación de su paisano Diego de Siloé. Sin embargo, cuando en 1515 participa de este proyecto emprende un viaje a Italia, junto a Diego de Siloé, para conocer de cerca las técnicas y modelos de los maestros italianos.
Tras pasar por el obrador de Domenico Fancelli en Génova, de estudiar en Florencia junto a Andrea Sansovino y de ponerse en contacto con la obra de Donatello y del joven Miguel Ángel, se traslada a Nápoles junto a Diego de Siloé, donde en 1516 comienzan a trabajar asociados para Galeazzo Caracciolo, señor de Vico, que había estado al servicio de Ferrante II, rey de Nápoles. Para este realizan un retablo destinado a la capilla familiar en la iglesia de San Giovanni a Carbonara. De dicho retablo Bartolomé Ordóñez se encarga del relieve central dedicado a la Epifanía, donde pone en práctica el schiacciato tomado de Donatello.
Este encargo le mantiene ocupado hasta 1518, año en que también elabora en mármol el formidable sepulcro de Andrea Bonifacio Cicaro, que sería colocado en la iglesia napolitana de Santi Severino e Sossio. Durante su estancia en Nápoles, tiene un hijo natural al que llamó Diego en recuerdo de su padre.

En 1518 es reclamada su presencia en Barcelona con motivo de las obras de embellecimiento de la catedral, donde en marzo de 1519 estaba prevista la celebración del Capítulo del Toisón de Oro, que sería presidido por el emperador Carlos. Con el Cabildo de la catedral catalana el 7 de mayo de 1517 había contratado la sillería del coro, para la que en 1518 inicia la talla algunos elementos de los sitiales, destacando los trabajos en los testeros de la sillería, para los que realiza vigorosos relieves que evidencian la influencia de Miguel Ángel, con escenas del Antiguo Testamento colocadas en paralelo a otras referidas al Nuevo. En ellas, Bartolomé Ordóñez aporta una novedosa iconografía siguiendo la técnica y las formas derivadas de la escultura italiana, lo que le convierte en uno de los introductores del arte renacentista en el territorio hispano.

Donde va a realizar una obra sorprendente será en el muro del trascoro de la catedral de Barcelona, que labrado en mármol de Carrara se articula con cuatro altorrelieves y cuatro hornacinas sobre un basamento y separados por columnas dórico-romanas con decoración en el tercio inferior, todo él dedicado a Santa Eulalia, por entonces patrona de la ciudad. Dos de los grandes altorrelieves, que representan a Santa Eulalia declarando ante el tribunal y el Martirio en la hoguera son obra personal de Bartolomé Ordóñez —con evidentes influencias miguelangelescas—, así como las figuras exentas de Santa Eulalia y San Severo que aparecen en las hornacinas, junto a tres de los paños decorados con grutescos del zócalo. En el resto del trascoro, que fue rematado en 1519, intervinieron sus colaboradores italianos Vitorio Cagono y Simón de Bellana.
El 22 de febrero de 1519 contrae matrimonio en la Ciudal Condal con la barcelonesa Catalina Calaf i Serra, hija de un comerciante de coral, de la que nacería su hijo Jorge Benito.    

Durante esta etapa barcelonesa también realiza un grupo del Santo Entierro, en el que colaboró el escultor alemán Juan Petit Monet, destinado al Hospital de Santa Cruz, obra que no se ha conservado. Igualmente, se le atribuye el sepulcro de Bernat de Vilamarí, almirante y lugarteniente de Fernando el Católico, muerto en Nápoles en 1516. Encargado por su viuda, que recibió los restos del almirante en 1519, estuvo destinado a la capilla de Todos los Santos de la vieja iglesia del monasterio de Montserrat, conservándose actualmente, de forma fragmentaria, en el pórtico del monasterio.

Ese mismo año de 1519 muere el escultor Domenico Fancelli dejando inacabado el magno proyecto funerario de la Capilla Real de Granada, para la que en 1517 había rematado el sepulcro de los Reyes Católicos. Para dar continuidad a esta obra y representando los deseos del emperador Carlos de honrar en ese espacio no sólo a sus abuelos, sino también a sus padres, ese mismo año don Antonio de Fonseca, Contador Mayor de Castilla, solicita a Bartolomé Ordóñez la realización del sepulcro de la reina Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, obra que debía seguir la traza dada por Fancelli. Aceptando tan importante reto, Bartolomé Ordóñez viaja de nuevo a Italia en 1519 y se establece en Carrara para dirigir personalmente la elección de los mármoles.
Este sepulcro sigue de cerca la tipología y el estilo de Fancelli, siendo realizado en muy poco tiempo. Está compuesto por un túmulo con paredes verticales y esfinges en los ángulos, con cuatro frentes que presentan medallones en el centro, con escenas de la vida de Cristo, y santos en hornacinas a los lados. En los ángulos de la plataforma se colocan las figuras sedentes de los Padres de la Iglesia y varios santos de actitud muy dinámica, con ángeles recostados que sujetan tarjetas con inscripciones. 
En el centro y sobre una cama alta aparecen las figuras yacentes de los monarcas, en actitud orante y con las cabezas inclinadas hacia los lados. En conjunto, Bartolomé Ordóñez consigue una obra más dinámica y monumental que la de Fancelli, cargada de ímpetu miguelangelesco y siguiendo las innovaciones del renacimiento italiano del siglo XVI.

Durante un desplazamiento que realiza a Barcelona ese año de 1519, se le pide que se ocupe del sepulcro del Cardenal Cisneros, igualmente esbozado por Domenico Fancelli. El sepulcro fue labrado por Ordóñez en Italia en mármol de Carrara, rematado por su discípulo Pietro de Carona y trasladado en 1521 a su emplazamiento de la capilla de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá de Henares.
El sepulcro del cardenal, que refleja en mármol la fuerza y el poder de uno de los hombres más importantes en la España de la época, también sigue el modelo de túmulo exento, con las paredes verticales decoradas con medallones y nichos con esculturas y dragones en los ángulos. 
Encima se coloca un basamento con las superficies en talud sobre el que se apoyan putti que sujetan guirnaldas y tarjetas, ocupando los ángulos las figuras de los cuatro Padres de la Iglesia. Sobre el conjunto se halla la imagen yacente del cardenal revestido de pontifical, con la cabeza apoyada sobre dos cojines, las manos levantadas en actitud orante y el rostro tratado como auténtico retrato, alejado de la idealización propia del Cinquecento. Estas obras Bartolomé Ordóñez alcanza la cumbre del arte funerario en el renacimiento español.

Don Antonio de Fonseca, que le había elegido para culminar el proyecto granadino, le hace un nuevo encargo que también había dejado inacabado a su muerte el florentino Domenico Fancelli. Se trata de los sepulcros de la familia Fonseca, destinados a la iglesia de Santa María la Mayor de Coca (Segovia) en la que ejercían su patronazgo.
Son cuatro sepulcros realizados en mármol de Carrara, dos de los cuales serían colocados en los extremos del crucero y otros dos a los lados del altar mayor. Los que se hallan colocados en el crucero son obra personal de Fancelli y Ordóñez. 
Los túmulos están dispuestos  bajo arcosolios con forma de arcos de triunfo que presentan bellas labores arquitectónicas, evidenciando el estilo diferenciado de los dos autores, con la peculiaridad de que los sepulcros y los arcos correspondientes a cada escultor están cambiados, sin que se conozca que extrañas circunstancias motivaron esta alteración. En los que están colocados junto al altar mayor intervinieron discípulos y otros artistas italianos, como Jerónimo Santacroce, Raffaello da Montelupo y Giacomo de Brixia, ofreciendo una calidad evidentemente inferior a la de ambos maestros.
En relación con este proyecto funerario de los Fonseca, realiza en mármol una Virgen con el Niño y San Juanito que quedó en su taller de Carrara y que finalmente fue destinada al monasterio zamorano de San Jerónimo, hoy conservada en el Museo Catedralicio de Zamora, una elegante escultura que pone de manifiesto la madurez artística del escultor.

La febril actividad desarrollada en Carrara durante casi un año le produce graves problemas de salud, encontrando la muerte al día siguiente de haber otorgado testamento el 5 de diciembre de 1520 (en el que se declara burgalés e hidalgo), cuando tan sólo contaba treinta y cinco años. En ese momento su hermana Marina seguía residiendo en Burgos y para ella dispone en su testamento algunas mandas, entre otras el ser enterrado en Barcelona junto a su esposa, siendo encomendada a Mosén Serra la custodia de sus hijos Jorge Benito, su heredero, y Diego, hijo natural que no alcanzaba los veinte años.
Con la muerte prematura de este gran talento, se truncó una de las trayectorias más importantes de la escultura renacentista española, que dejó en territorio español un extraordinario legado artístico que supone la vanguardia artística de su época, realizado en un periodo no superior a cinco años.

EL GRUPO MARMÓREO DE LA VIRGEN CON EL NIÑO Y SAN JUANITO

La Virgen con el Niño y San Juan, procedente del monasterio de San Jerónimo de Zamora, hoy en la catedral, fue atribuida por Manuel Gómez Moreno al escultor burgalés Bartolomé Ordóñez, llegándola a identificar con una Virgen con el Niño que es citada en el inventario realizado en Carrara el 10 de diciembre de 1520, tras la muerte del escultor, y que estaba destinada a componer el sepulcro de don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos (fallecido en 1524), uno de los cuatro monumentos funerarios encargados por la familia Fonseca y destinados a la iglesia de Santa María la Mayor de Coca (Segovia).

El grupo, realizado en mármol de Carrara, presenta ciertas peculiaridades iconográficas ideadas por el creativo Bartolomé Ordóñez. La Virgen, de pie, sostiene al Niño en su brazo izquierdo. La figura infantil aparece desnuda, con gesto melancólico, la mirada dirigida a lo alto y portando en sus manos una rama de cerezas. Junto al costado derecho de la Virgen, se coloca la figura de San Juanito en actitud de caminar, portando en sus manos un pequeño pájaro, sujeto por el Niño Jesús con un cordel rojo —parcialmente mutilado—, y vestido con una minúscula túnica elaborada con pieles. En la base, a los pies de la Virgen, aparece la cabeza de un querubín alado con gesto sonriente que certifica la divinidad de los personajes representados.
Bartolomé Ordóñez. San Mateo, 1515-1516, Iglesia de San Pietro Martire, Nápoles
El modelo femenino de la Virgen, joven, de piel tersa y rostro ovalado, fue repetido por el escultor en el medallón de la Natividad que forma parte del sepulcro de la reina Juana de Castilla y Felipe el Hermoso en la Capilla Real de Granada. Por otra parte, la incorporación al grupo de la figura San Juan Bautista niño claramente responde a ser el patrón del prelado titular del sepulcro al que estaba destinada, aunque por motivos desconocidos acabara siendo recogida en el monasterio jerónimo zamorano.

En su conjunto, la escultura representa la maternidad de María, pero con un carácter intimista y lúdico que viene determinado por la actividad de las figuras infantiles, especialmente por el semblante pesaroso del Niño Jesús, porque su primo, el pequeño Juan, ha tomado el pajarito y lo oculta a su mirada. A la desnudez de los infantes se contrapone la airosa indumentaria de la Virgen, compuesta por una túnica ceñida que forma pliegues verticales, un manto que se desliza desde los hombros y se cruza al frente siguiendo líneas diagonales y una toca que le cubre parcialmente la cabeza y se sujeta mediante un nudo colocado sobre el hombro izquierdo. A pesar de estar concebida para su visión frontal, la posición escorzada de los niños hace necesario su visión desde distintos ángulos para apreciar la totalidad de sus matices narrativos. 

Bartolomé Ordóñez. Izda: Detalle del sepulcro de Andrea Bonifacio, Santi
Severino e Sossio, Nápoles. /  Dcha: Sátiro y putto. Detalle del sepulcro de
la reina Juana I de Castilla  y Felipe el Hermoso, Capilla Real, Granada.
La escultura está labrada íntegramente en bulto redondo y debidamente pulimentada, a excepción de la parte posterior, lo que indica que fue concebida para ser colocada adosada junto a un muro. Elaborada con una técnica impecable, que demuestra la destreza en el oficio del escultor, las figuras se mueven con una gran naturalidad y elegancia a través de un estilo plenamente italianizante, recordando en este sentido los plegados de las obras de Jacopo della Quercia y acusando la influencia del conjunto de madonnas del Cinquecento, tanto en los cuerpos infantiles como en la dulzura del rostro de María.
En su acabado, aún presenta restos de una selectiva policromía que resalta tanto algunas partes corporales —ojos, labios y cabellos— como los frutos y la ornamentación de la toca de la Virgen y los bordes del manto.


Informe y fotografías de la obra: J. M. Travieso.





Bartolomé Ordóñez. Santa Eulalia ante el tribunal, 1518-1519
Trascoro de la catedral de Barcelona 



















Bartolomé Ordóñez. Izda: Sepulcro de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, 1519, Capilla Real, Granada.
Dcha: Detalle del medallón del Nacimiento de este sepulcro.















Bartolomé Ordóñez. Sepulcro del Cardenal Cisneros, 1519
Capilla universitaria, Alcalá de Henares.













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