RETABLO MAYOR DE LA CARTUJA DE
MIRAFLORES
Gil de Siloé (Amberes, 1440 –
Burgos, 1501) y Diego de la Cruz (policromía)
1496-1499
Madera de nogal policromada
Iglesia conventual de la Cartuja de Miraflores,
Burgos
Escultura gótica, estilo hispanoflamenco
El retablo mayor de la Cartuja de Miraflores constituye una obra maestra
de la escultura gótica hispanoflamenca, sin parangón en el resto de España. Una
verdadera joya en la que su autor, el maestro flamenco Gíl de Siloé, traza una
original estructura y un repertorio decorativo que constituye una verdadera
teofanía basada en las devociones de la comunidad de cartujos. El retablo,
junto a su novedosa y espectacular estructura en forma de enorme tapiz,
presenta múltiples singularidades iconográficas, entre ellas la monumental
corona angélica que realza la figura del crucificado con significación
eucarística, la atípica representación personificada del Espíritu Santo o la
colocación sobre el sagrario de un torno giratorio que alberga seis paneles con
relieves que permiten adaptar el ritual a las diferentes festividades
litúrgicas.
Cuando Gil de Siloé comienza la obra en 1496 había culminado tres años
antes los fastuosos sepulcros en alabastro de los reyes Juan II de Castilla y
León e Isabel de Portugal, así como el de su hijo el infante don Alfonso, el
primero colocado en el centro del presbiterio, ante el retablo, y el segundo adosado
al muro del Evangelio, muy próximo al anterior. La ingente maquinaria quedaba
rematada en 1499, después de que el pintor Diego de la Cruz aplicara una
exquisita policromía en la que utilizó la delicada técnica del “brocado
aplicado”, originaria de los Países Bajos a principios del siglo XV, con la
que consigue sorprendentes texturas en las indumentarias, a las que incorpora
efectos de pastillaje para recrear pasamanería, adornos y joyas.
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Juan II con Santiago e Isabel de Portugal con Sta. Isabel |
De colosales dimensiones, desconocidas en su tiempo en el resto de
Europa, el retablo se organiza en base a esquemas geométricos muy precisos, con
dos espacios rectangulares superpuestos que podríamos denominar cuerpos,
según la terminología habitual, con un ático formado por seis pináculos
—cuatro de los cuales albergan esculturas— y cresterías caladas con tallos
entrelazados, motivos vegetales y un caprichoso bestiario, motivos que se
repiten en el guardapolvo que recorre los costados. El conjunto, compuesto por una
cuidada mazonería, múltiples relieves y exquisitas esculturas de bulto de
diferentes tamaños, en las que el gran maestre muestra su plenitud artística,
tuvo un coste de 1.015.613 maravedises, cifra que superó lo percibido por los sepulcros
de alabastro de los Reyes y del Infante juntos. Aunque no esté documentado
quién realizó el encargo y quien financió la obra, parece evidente que fuera la
reina Isabel la Católica, que hasta su muerte —según consta en su testamento— se
ocupó de cumplir la voluntad de su padre Juan II, fundador de la Cartuja en
1442.
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Escudo de Castilla y León de Juan II |
Para ejecutar una obra tan compleja, el maestre Gil de Siloé tuvo que
contar con la colaboración de un nutrido taller, lo que explica la desigual
ejecución de figuras y decoración que se aprecia en las partes más alejadas del
espectador.
El espacio
inferior
En el cuerpo inferior se reserva el espacio central para la colocación
del sagrario —remodelado posteriormente, lo que obligó a elevar el
torno-expositor que aparece encima—, a los lados del cual se organizan cuatro
espacios separados por las grandes y exquisitas figuras en bulto redondo de San
Juan Bautista, que sujeta sobre las Escrituras un pequeño cordero que
prefigura el sacrificio de Cristo, y santa María Magdalena sujetando con
delicadeza el tarro de ungüentos, ambos colocados a los lados del sagrario para
representar a los patronos de la vida solitaria de los cartujos. Al mismo nivel,
en los laterales, aparecen Santa Catalina de Alejandría, de gran
devoción durante la Edad Media como defensora de la fe, con los tradicionales
atributos de la espada, la rueda dentada, con corona y el emperador Majencio
vencido a sus pies, y Santiago Apóstol, patrón de España y guía de los
reyes, leyendo un libro y con el gorro y la escarcela de peregrino adornados
por la concha de vieira, cuya presencia se relaciona con la inserción de Burgos
en el Camino de Santiago.
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Santa Catalina de Alejandría y San Juan Bautista |
Entre estas monumentales esculturas,
los cuatro espacios se organizan con relieves colocados a dos niveles. En los
dos laterales, siguiendo el esquema de figuras donantes que son habituales en los
bancos de muchos retablos, aparecen bajo doseletes calados los relieves de Juan
II con el apóstol Santiago, su santo patrón, e Isabel de Portugal con
Santa Isabel, reina que murió en 1496, cuando Gil de Siloé comenzaba el
retablo. Ambas figuras se hallan colocadas de perfil, en actitud orante con las
manos juntas a la altura del pecho y arrodilladas en reclinatorios cubiertos
por ricos paños y sobre los que reposan libros de oraciones abiertos. Los padres
de la reina Isabel la Católica aparecen idealizados y coronados, luciendo ricos
mantos y protegidos a sus espaldas por los santos de su devoción, el rey por
Santiago, con los mismos atributos de la talla anteriormente citada, en este
caso con su mano derecha sobre la espalda del monarca, y la reina por Santa
Isabel, con la cabeza cubierta por una toca y amparando a su lado a su hijo
Juan el Bautista, que siguiendo un convencionalismo medieval se muestra a menor
escala.
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Santa María Magdalena y Santiago Apóstol |
Sobre los doseletes de estas figuras orantes, arrancan grandes troncos
cuyas ramas se bifurcan, sugiriendo la genealogía regia, con las mismas pautas
que las representaciones del Árbol de Jesé que el propio Gil de Siloé
realizó en otros retablos. Sobre cada relieve se colocan monumentales motivos
heráldicos bajo corona real y referidos a cada linaje. Sobre el rey Juan II aparece
el escudo de armas de Castilla y León, sujetado por dos leones
rampantes, y sobre la reina Isabel el de Castilla y León y Portugal,
sujetado por dos ángeles tenantes, todo ello expresado con una talla de técnica
muy depurada.
En los espacios más próximos al sagrario se colocan a dos niveles
escenas de la vida de Cristo. En la parte izquierda aparece bajo doseletes
calados el altorrelieve de la Última Cena, con Cristo y los doce
apóstoles dispuestos en torno a una mesa circular —con una perspectiva muy
forzada— sobre la que reposan una gran variedad de utensilios y alimentos que
realzan el sentido narrativo, incluyendo en la parte inferior la figura de
María Magdalena ungiendo con perfume los pies de Cristo, un episodio que en
realidad corresponde al pasaje de la cena en casa de Simón. El momento
representado se centra en la traición de Judas, que colocado en primer plano y
sujetando la bolsa de monedas de su recompensa, recibe el pan mojado de Jesús.
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Detalle de Santa Catalina de Alejandría y María Magdalena |
Por encima se coloca un gran medallón en el que se representa la Anunciación,
donde aparece la Virgen ante un reclinatorio sorprendida por la figura del arcángel
San Gabriel, que con el caduceo de los mensajeros en la mano, con ricas
vestiduras y acompañado de otros dos ángeles, le indica el mensaje divino representado
en la parte superior, donde aparece Dios Padre, un haz de rayos con la figura
de un niño y el Espíritu Santo en forma de paloma sobre la cabeza de María. A
sus pies un búcaro con lirios es símbolo de pureza.
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Detalle de San Juan Bautista y Santiago |
En la parte derecha se repite el mismo esquema. Abajo con la representación
del Prendimiento, con Judas besando a Cristo mientras es detenido por un
grupo de soldados, mientras Malco, criado del Sumo Sacerdote, permanece en el
suelo herido por la espada que porta San Pedro.
En la parte superior, en forma de medallón, se representa la Epifanía,
con la figura sedente de María sujetando al Niño en sus rodillas, ocupándose el
infante en abrir el presente que le entrega el rey Melchor postrado de
rodillas, mientras al fondo Gaspar, acompañado de Baltasar, señala con su mano la
estrella que les ha guiado al lugar. Igualmente, en un segundo plano, aparece
San José sujetando un cayado. Tanto este medallón como el de la Anunciación, se
remata con figuras de ángeles en los cuatro ángulos.
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Relieve de la Última Cena y detalle de Santa Catalina |
El original
expositor
Sirviendo de nexo entre los dos grandes espacios rectangulares, sobre el
tabernáculo se coloca un original expositor, que adopta la forma de un
marco reforzado en los costados por dos pilares con pequeñas figuras de santos,
en cuyo interior un tambor giratorio acciona la rotación de seis paneles en
relieve que permiten adaptar el retablo a los ciclos litúrgicos anuales. En estos
se representan la Natividad del Señor, que incluye el Anuncio a los
Pastores; el Bautismo de Cristo, con Cristo inmerso en el Jordán
ocupando el eje central y los lados San Juan Bautista derramando el agua y un
ángel sujetando la túnica de Jesús, mientras en el ángulo superior izquierdo de
la figura de Dios Padre, con corona imperial y sujetando el orbe, emana un rayo
con la figura del Espíritu Santo; en la Resurrección un ángel levanta la
tapa del sepulcro del que emerge Cristo triunfante, que aparece acompañado por dos
soldados adormilados, mientras al fondo acuden las santas mujeres que
encontrarán el sepulcro vacío; original es la Ascensión, donde, en presencia
de la Virgen y los apóstoles, Cristo se ha elevado a los cielos, permaneciendo
sus huellas visibles en el monte; la escena del Pentecostés está
presidida por la figura central de la Virgen, que siguiendo la tradición
flamenca, lee un Libro de Horas. En la parte superior el Espíritu Santo envía rayos
de fuego sobre los doce apóstoles, distribuidos a los lados en grupos de seis;
el sexto relieve representa la Asunción de la Virgen, que aparece con
las manos en actitud orante, pisando la luna y entre un gran resplandor, siendo
conducida y coronada por tres parejas de ángeles.
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Medallones de la Anunciación y la Epifanía |
El espacio superior
En el segundo cuerpo Gil de Siloé muestra un diseño impactante por su
originalidad, prevaleciendo el deseo de exaltación eucarística a través de la
abundancia de círculos, especialmente por la gran corona formada por figuras de
ángeles que forman tres ruedas en torno a la cruz en que aparece Cristo
crucificado a escala monumental, componiendo un símbolo máximo de Redención que
tiene su precedente en relieves y miniaturas medievales europeas. Reforzando
esta idea, el escultor incluye sobre la cruz la figura de un gran pelícano
que pica su pecho para alimentar con su sangre a sus crías, ave que simboliza el
sacrificio de Cristo, según es citado por San Agustín en sus Enarraciones
sobre los Salmos, dando lugar a una iconografía que se incorpora al
Crucificado en tiempos del gótico.
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La Asunción en el torno-expositor |
La rueda angélica tiene sus propios matices. Los ángeles situados
en la parte exterior, aludiendo a los tronos, visten túnica o alba y unen sus
manos en oración. En la parte central, simbolizando la jerarquía de querubines,
visten túnica dorada y cruzan sus manos sobre el pecho. Los ángeles de la rueda
interior, considerados como serafines, muestran una estola cruzada sobre el
alba al modo que los diáconos y presbíteros usaban en la liturgia de la misa,
al tiempo que abren sus manos como ademán propio del oficio eucarístico.
En la composición destaca por su monumentalidad, carácter emotivo y recursos
casi expresionistas, la figura de Cristo crucificado, donde el estilo de
Gil de Siloé, que adolece de cierta falta de expresión y rigidez formal, consigue
un distanciamiento solemne y emotivo a través de sus valores dramáticos. Aunque
el torso aparece tallado de forma elemental, el escultor cuida la ejecución de
la cabeza, con una contenida expresión doliente en el rostro, larga melena que
cae en forma de afilados filamentos sobre el pecho y una corona de espinas
postiza elaborada con sogas y clavos insertados, así como el trazado de brazos
y piernas, con un tratamiento sumamente estilizado que caracteriza la obra de
este maestro. Las múltiples laceraciones y llagas aplicadas por Diego de la
Cruz en la policromía acentúan el dramatismo y la expresividad de la talla. Como
elemento narrativo, sobre la cruz aparece la cartela del “Inri” escrita
en tres idiomas y de lectura invertida, siguiendo el modelo hebreo. Asimismo,
en la base de la cruz se coloca un globo terráqueo que proclama el carácter
universal de la Redención.
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Expositor: Anunciación, Bautismo de Cristo, Resurrección, Ascensión, Pentecostés y Asunción de la Virgen |
En la parte inferior, a los lados de la cruz y fuera del plano de la
rueda angélica se sitúan las figuras de la Virgen, en su faceta de
Dolorosa, y San Juan, que conforman un Calvario que acentúa el sentido
redentor del conjunto. Si se realiza un análisis exhaustivo, en estas dos
figuras se aprecia la intervención del taller, lo que merma la calidad expresiva
de las mismas. Mientras que María vuelve su rostro compungido para no ver a su
Hijo, San Juan eleva su mirada a Cristo con gesto de dolor y desamparo.
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Aspecto del cuerpo superior |
Dentro de la rueda angélica y formando una composición triangular con el
vértice invertido, se inscribe una representación simbólica de la Trinidad
compuesta por las figuras entronizadas de Dios Padre y del Espíritu Santo, que
sujetan de forma reverencial la cruz de Cristo. El Padre, identificado por
llevar la triple corona, aparece como un anciano —larga melena y largas barbas—
en majestad, revestido de rica túnica y manto a modo de emperador, con
profusión de oro y siguiendo una tipología realizada con frecuencia en el siglo
XV. Atípica por infrecuente es la representación del Espíritu Santo
personificado en un joven imberbe coronado al modo imperial, con larga melena y
revestido de ropas sacerdotales, con la estola cruzada al pecho como signo de
celebración eucarística.
En los ángulos que establecen los brazos de la cruz, se colocan en
círculos tangentes y bajo doseletes calados cuatro medallones con escenas de la
Pasión que vienen a complementar el tema central de la Crucifixión. En la parte
superior aparecen la Oración del Huerto y la Flagelación, mientras
en la parte inferior lo hacen el Camino del Calvario y la Piedad.
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Cristo crucificado |
Los cuatro relieves acusan la intervención del taller, con una especial
preocupación por el sentido narrativo que trazara el gran maestre, aunque alejados
de la calidad que este infunde a sus tallas, especialmente apreciable en el
relieve de la Flagelación. No obstante, no faltan detalles de calidad en
cabezas y figuras, siendo la escena de la Piedad en la que se alcanzan mayores
valores expresivos.
Fuera de la corona angélica, en los vértices del rectángulo que conforma
el segundo cuerpo, se hallan otros cuatro grandes medallones con las figuras de
los Cuatro Evangelistas. Su iconografía sigue los modelos aparecidos en
los manuscritos y en algunas representaciones realizadas desde el siglo XIII,
esto es, como escribas sentados en pupitres y afanados en su trabajo, todos
ellos acompañados por el correspondiente atributo del tetramorfos, con
profusión de elementos narrativos, inclusión de largas filacterías, variedad en
los tipos e indumentarias e incluso dotados de ciertos detalles irónicos. Todos
ellos presentan una alta calidad de talla que induce a que sean consideradas obras
autógrafas de Gil de Siloé.
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Detalle de Cristo crucificado |
Su orden de presentación no es casual. En la parte más elevada, a la
izquierda, se encuentra San Juan Evangelista, del que eran especialmente
devotos Juan II y su hija Isabel la Católica. Como nota original, junto al libro
abierto sobre el pupitre aparece un relieve con una representación de la Virgen
con el Niño, que al estar rodeada por un resplandor se podría interpretar como una
alusión a la visión de la mujer apocalíptica narrada por San Juan en Patmos. El
relieve está recorrido por una larga filactería que serpentea entre las figuras
del evangelista y del águila que le simboliza, al que con cierta ironía le
ofrece sujetar con el pico el tintero mientras escribe.
En la parte derecha se encuentra San Mateo, caracterizado como un
escribano del siglo XV y acompañado por el atributo del ángel, que le sujeta el
tintero mientras hace un alto en la escritura para observar la carga de tinta
en el cálamo. Sobre el pupitre y el sillón del escritorio discurre una
filactería con un texto tomado del propio evangelista: “Cum natus esset
Jessus”.
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La Virgen y San Juan a los pies de la cruz |
Completan el cuarteto en la parte baja los medallones de San Marcos
en la izquierda y San Lucas en la derecha, que con la compañía de un
león y un toro respectivamente repiten los mismos esquemas. La presencia destacada
de los evangelistas deriva de la importancia de sus textos, ya que los libros
revelados constituyen los pilares del cristianismo.
Junto a los Cuatro Evangelistas y ocupando un espacio triangular junto a
la corona angélica, aparecen los Cuatro Padres de la Iglesia, que portan
los atributos usuales. En la parte superior se hallan a un lado San Gregorio,
revestido de pontifical, con tierra papal, y al otro San Ambrosio, con ropas
episcopales y mitra, ambos sujetando un báculo y las maquetas de edificios que
simbolizan la Iglesia e identificados en la filacterías que bordean sus cuerpos.
Del mismo modo, aparecen en la parte inferior San Jerónimo, vestido de
cardenal, escribiendo la Biblia Vulgata, con una iglesia al fondo y acompañado
del tradicional león al que, según la leyenda, tras liberarle de una espina en
la pata le acompañó en el desierto. En el lado opuesto de halla San Agustín,
revestido de obispo, con mitra, sujetando un báculo y ofreciendo la maqueta de
un templo con un pequeño campanario.
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Detalle de la Virgen y de la corona angélica |
Con igual simbolismo que este grupo de teólogos, considerados los pilares
de la Iglesia, entre los medallones de los Evangelistas y a cada lado de la
corona angélica se sitúan las grandes figuras exentas de San Pedro y San
Pablo, que leyendo libros portan los habituales atributos de las llaves y
la espada.
En los extremos del gran espacio rectangular, a modo de pequeñas calles
situadas junto al guardapolvos, se colocan dos pilares rematados con pináculos
que albergan peanas y doseletes bajo los que se colocan ocho esculturas de
santos y santas, entre las que se encuentran dos papas no identificados, los
diáconos protomártires San Lorenzo y San Esteban, así como las
figuras femeninas de Santa Lucía y Santa Bárbara, cuya delicada tipología
recuerda al conjunto de santas que Gil de Siloé hiciera para el retablo de
Santa Ana de la Capilla del Condestable de la catedral burgalesa.
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Representación de la Trinidad |
El mismo tipo de pináculos, con peanas y doseletes, se repite en el
ático, que sustentado sobre una cornisa calada a modo de filigrana y decorada
con figuras de animales fantásticos y niños entrelazados con tallos y cardinas,
presenta cuatro hornacinas con santos. En las dos centrales se encuentran los santos
dominicos Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden, nacido en 1170 en
la población burgalesa de Caleruega, al que acompaña el atributo de un perro a
sus pies; a su lado está San Pedro Mártir, el inquisidor asesinado por
los herejes cátaros, que muestra su herida en la cabeza. La presencia de estos
santos dominicos se atribuye a la estrecha colaboración de Fray Tomás de Torquemada
y Fray Diego de Deza con la reina Isabel la Católica, promotora del retablo. Los
santos colocados en los laterales representan profetas, uno de ellos portando
una filactería que le identifica como Isaías.
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Trinidad: Detalles de Dios Padre y del Espíritu Santo |
Rellena las superficies del guardapolvo una exuberante decoración
vegetal, en oro sobre fondo azul, que con forma de filigrana monumental repite
los mismos motivos que presentan las cresterías del ático, con gruesos tallos
de los que surgen grandes hojas y frutos con forma de mazorcas, así como
estrellas de seis puntas que se repiten por todo el fondo del retablo. Figuras
de leones tumbados separan la parte superior del guardapolvo y la inferior,
donde los motivos decorativos son más austeros, con arquerías góticas entre las
que se intercalan estrellas.
El retablo de la iglesia conventual de la Cartuja de Miraflores es, por
todo lo expuesto, una obra maestra en su diseño y proporcionada estructuración,
concebida por su artífice, Gil de Siloé, para producir un fuerte impacto visual
capaz de exaltar la significación eucarística acorde con las preferencias de
los cartujos. En su composición presenta figuras y escenas de extremada
perfección que se sitúan entre lo más destacado del gótico hispano, contribuyendo
la colaboración del pintor Diego de la Cruz en la policromía a conseguir un
aspecto deslumbrante que todavía sigue impresionando a cuantos lo contemplan.
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Medallones de la Flagelación y la Piedad o Quinta Angustia |
El conjunto fue restaurado entre los años 2006 y 2007 por la Dirección
General de Patrimonio y Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León, siendo
consolidados los desajustes producidos en su estructura por el paso del tiempo,
así como atajados los problemas producidos por los xilófagos y la humedad,
junto a la limpieza de una capa de polvo secular.
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Izda: San Juan Evangelista y San Gregorio / Dcha: San Mateo y San Ambrosio |
Informe: J. M.
Travieso.
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Izda: San Marcos y San Jerónimo / Dcha: San Lucas y San Agustín |
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Detalles de San Juan Evangelista y San Lucas |
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Pelícano como símbolo de Cristo y detalle de las cresterías del ático |
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El retablo visto desde abajo |
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Exterior de la Cartuja de Miraflores, Burgos |
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