3 de enero de 2022

Visita virtual: VENUS DE MILO, icono universal de la suprema belleza







VENUS DE MILO

Anónimo ¿Alejandro de Antioquía?

Entre 150 y 125 a. C. (3er cuarto siglo II a.C.)

Mármol de Paros

Museo del Louvre, París

Escultura griega. Periodo helenístico

 

 







La Venus de Milo en el Museo del Louvre de París

Esta majestuosa escultura de la diosa Afrodita semidesnuda, una de las mejores manifestaciones de la estatuaria griega, se ha convertido en un icono del ideal de belleza clásica y engrosa el conjunto de las mejores obras producidas por el arte universal a través de los tiempos.

Alcanzó su celebridad desde el mismo momento de su descubrimiento por un campesino, en abril de 1820, en las inmediaciones del gimnasio de la antigua ciudad de Milos (Grecia), en una de las islas Cicladas del mar Egeo, de donde tomó su nombre. 

Está realizada en mármol de Paros, mide 2,04 metros de altura —ligeramente superior al natural— y se desconoce su autoría, aunque por su fecha de ejecución, estimada entre los años 150 y 125 a.C., algunos historiadores han propuesto a Alejandro de Alejandría como posible autor, sugiriendo otros que este se habría inspirado en la Afrodita de Capua que realizara Lisipo en el siglo IV a.C. (Copia romana en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles). 

Vista frontal y trasera de la Venus de Milo

     La escultura constituye una oda a la diosa de la belleza, un factor de suma importancia en la cultura griega, donde el interés por el físico humano alcanzó límites obsesivos, representando la Venus de Milo el ideal femenino de belleza divina: pura, clara y sencilla, sin la corrupción y las vanidades de la humanidad. Su elaboración corresponde al periodo helenístico, cuando los grandes escultores consiguen la perfección formal y técnica, con obras dotadas de vida propia y concebidas para ser contempladas desde diferentes puntos de vista. 

El cuerpo se mueve en el espacio, de pies a cabeza, con un suave y elegante movimiento en serpentinata —curva praxiteliana— lleno de naturalismo, definiendo la clásica posición de contrapposto, es decir, con el peso del cuerpo descansando sobre una pierna, en este caso la derecha, lo que permite flexionar y adelantar hacia el frente la izquierda, al tiempo que el torso, a partir de la cintura, adquiere una suave inclinación. En este movimiento, que trata de evitar la frontalidad, es decisiva la colocación de su brazo izquierdo elevado hacia un lado, girando levemente la cabeza en la misma dirección, mientras el derecho se orienta al frente.

La cabeza, que responde a los más puros cánones de belleza clásica en su perfil, muestra un rostro ensimismado y con la mirada perdida, lo que determina un gesto de pasividad, indolencia y distanciamiento que aumenta su solemnidad, contrastando la tersura facial con los detallados mechones del cabello, una larga melena con raya al medio que aparece recogida por detrás en forma de moño atado con cintas, un trabajo realizado con la delicada técnica del trépano. 


      Refuerza su carácter realista un acabado pulimentado que proporciona a la parte carnal una sensación táctil y sensorial muy acentuada, mientras que de cintura para abajo el himatión, manto amplio, envolvente y sin ataduras utilizado en la Antigua Grecia, se desliza formando un drapeado lleno de curvas diagonales, por delante y por detrás, que contribuyen a la sensación de movimiento de la figura a pesar de permanecer en reposo, al tiempo que proporcionan un fuerte claroscuro que contrasta con la tersura de la piel. Esta diosa Afrodita, conocida como Venus en la cultura romana, se muestra relajada, con una anatomía armónica y sensual que realza los rasgos de su belleza formal, mostrando al descubierto los pechos que recuerdan su culto relacionado con la fertilidad y el amor. 

La escultura fue realizada en varios bloques marmóreos cuyas uniones no eran visibles, componiéndose los restos conservados de dos elementos unidos en las caderas. Se han perdido los brazos, siendo visible a la altura del hombro izquierdo el hueco para su inserción, mientras en el brazo derecho, conservado hasta la altura del bíceps, se observan unos taladros para la colocación de un brazalete de bronce que servía de unión. Del mismo modo en la cabeza, en la sutil diadema sobre la frente, aparecen restos de agujeros que soportaron una tiara de bronce. Otras partes deterioradas son la falta del pie izquierdo, algunos levantamientos en la dermis de la espalda y en la punta de la nariz —que fue rehecha con yeso— y la peana, que fue recortada en la antigüedad. 

     La Venus de Milo es un caso paradigmático de como una obra maestra sigue siendo expresiva y cautivadora a pesar de tener partes mutiladas. Se podría decir que esta figura no necesita los brazos para ejercer una enorme seducción, pues su ausencia implica al espectador en su recomposición mental a través de tan armónica anatomía y el trabajo de la cabeza, que define el ideal de belleza helenístico. No obstante, desde su hallazgo en Milos se han elaborado diferentes hipótesis sobre la disposición de los brazos, entre ellas la que propone que con la mano derecha haría el gesto de sujetar el deslizamiento del himatión y que en la mano izquierda sujetaría la manzana de oro que recibiera durante el mítico Juicio de Paris y que la convertiría en la diosa de la belleza, cuya elección desencadenó la célebre guerra de Troya. Otra teoría es que la escultura representara a la diosa Anfítrite sujetando un tridente, deidad con muchos seguidores en la isla de Milos.  

Peripecias de la Venus de Milo 

La escultura, que fue encontrada semienterrada y en dos trozos por el campesino Yórgos Kendrotás en 1820, fue vendida a un clérigo de Milos. En ese momento los territorios griegos permanecían bajo el dominio otomano, por lo que el clérigo, para eludir al gobierno turco, ofreció la escultura a Jules Dumont D’Urville, oficial naval francés, explorador y recolector botánico, que reconoció el valor de la estatua y facilitó su compra por Charles François de Riffardeau, marqués de Rivière y embajador de Francia en Constantinopla. Este la compró y la envío con destino a Francia el 1 de marzo de 1821, veinticinco días antes de que Grecia declarara su independencia del Imperio Otomano, hecho ocurrido el 25 de marzo de ese año. Tras acometer una somera reparación, ese año el marqués de Rivière realizó la donación de la estatua al rey Luis XVIII, tras lo cual pasó, como propiedad del estado francés, al Museo del Louvre, donde fue recogida en el Departamento de Antigüedades griegas, etruscas y romanas.

     El homenaje que algunos artistas le rindieron, como lo hicieran el pintor Delacroix o el escultor Rodin, así como tiempo después el pintor Dalí, contribuyeron significativamente a que se expandiera su fama por todo el mundo. 

Convertida en una obra clave en la Historia del Arte, la Venus de Milo ha sufrido distintos avatares, como su traslado fuera de París en 1870 ante el asedio de las tropas prusianas, hecho que se repitió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue trasladada al castillo de Valençay para preservarla de su posible destrucción. Durante un viaje a Japón en 1964, la estatua sufrió algunos desperfectos por no haber sido desmontada, lo que exigió la intervención urgente de algunos marmolistas del Louvre. 

Detalle del rostro de la Venus de Milo

     Entre noviembre de 2009 y abril de 2010 la Venus de Milo fue objeto de una minuciosa restauración en la que se eliminaron los añadidos de yeso y se limpiaron las superficies, tras lo cual en julio de 2010 pasó a ocupar su nueva ubicación en el Museo del Louvre.

 

Informe: J. M. Travieso.
Fotografías: Museo del Louvre. 









Detalle del perfil de la Venus de Milo



























Afrodita de Capua, copia romana de la obra de Lisipo
Museo Arqueológico Nacional de Nápoles












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