24 de enero de 2022

Visita virtual: LA RENDICIÓN DE GRANADA, una deslumbrante puesta en escena


 


LA RENDICIÓN DE GRANADA

Francisco Pradilla y Ortiz (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 - Madrid, 1921)

1882

Óleo sobre lienzo / 330 x 550 cm.

Sala de Conferencias, Palacio del Senado, Madrid

Pintura realista española del siglo XIX, género de pintura de historia

 

 


Sala de Conferencias, Palacio del Senado, Madrid
La Rendición de Granada al fondo, a la izquierda

Unas semanas después de que el pintor aragonés Francisco Pradilla recibiera la medalla de honor de la Exposición Nacional de 1878 por su magnífico lienzo titulado Doña Juana la Loca (ver ilustración más abajo), pintura realizada en Roma durante su estancia como pensionado de la Academia de España, donde había obtenido un notable éxito en su presentación pública en mayo de 1877, el marqués de Barzanallana, Presidente del Senado, envió una carta al pintor el 17 de agosto de 1878 solicitándole una pintura de gran formato que representase La rendición de Granada o “la entrega de llaves por Boabdil a los Reyes Católicos, como representación de la unidad española; punto de partida para los grandes hechos realizados por nuestros abuelos bajo aquellos gloriosos soberanos”. La pintura estaba destinada a la Sala de Conferencias del Palacio del Senado, que por entonces estaba siendo ornamentada con esculturas y pinturas protagonizadas por grandes personajes de la historia española, conformando un conjunto iconográfico cuyo objetivo era la exaltación de la gloria nacional. 


Francisco Pradilla. La rendición de Granada, 1882
Palacio del Senado, Madrid

Pradilla aceptó el encargo y se desplazó a Granada, donde comenzó la pintura tras conseguir datos precisos sobre el paisaje y la arquitectura de la ciudad, captando al tiempo el ambiente atmosférico que exigía la escena, un aspecto esencial para el realismo pictórico que practicaba el pintor, que concluyó la pintura en Roma y la envió a Madrid acompañada de una carta de entrega —fechada el 13 de junio de 1882— en la que explicaba a Barzanallana, el comitente, que "yo no estoy contento sino de la tonalidad del aire libre como conjunto, de haber conseguido detalle dentro de éste, y de la disposición general como perspectiva exacta y como ceremonia", así como que el sentido realista de la pintura no debía excluir "la poesía y la grandeza con que se nos presenta envuelta la Historia". De modo que el carácter inevitablemente imaginario de la escena representada, para Pradilla fue fruto de un concepto y no de una visión. 

La pintura, sin duda la más preciada de la colección artística que guarda el Palacio del Senado y, seguramente la más espectacular y asombrosa de cuantas realizaran los pintores españoles dedicados al género de pintura de historia, presenta una compleja iconografía sustentada en su fastuosidad escenográfica y en su minuciosidad descriptiva, consiguiendo Francisco Pradilla, con la trascendencia de sus valores plásticos, una pintura que se sitúa entre las obras capitales de la pintura española de todos los tiempos. 

DESCRIPCIÓN ICONOGRÁFICA

En la carta de entrega, Pradilla hizo una pormenorizada descripción de la pintura que resulta imprescindible para comprender su contenido. Según figura en dicho documento, el pintor se refiere al modo compositivo afirmando que el ejército cristiano se despliega formando un segmento de semicírculo paralelo al camino que conduce a las murallas de Granada. En medio del semicírculo están situados los caballeros que rodean y protegen a las damas de la Reina. Las figuras ecuestres de los reyes Isabel y Fernando, junto a sus dos hijos mayores, están situados delante ocupando el centro del radio, con los pajes y maceros a los lados. En el lado opuesto, Boabdil el Chico cruza el camino a caballo hasta encontrarse con los Reyes, a los que se dispone a entregar las llaves de la ciudad. Junto a él llegan a pie, según las capitulaciones, los caballeros de su casa. Esta disposición permite, sin amaneramiento ni esfuerzo, que las figuras de los tres Reyes sean las más visibles para el espectador, quedando definidas por los matices de color: blanco y azulado para la reina Isabel, rojo en el rey Fernando y negro en el Rey Chico. 

Detalle de la reina Isabel la Católica

El conjunto de figuras sigue un orden muy calculado en la composición. En primer plano un rey de armas o macero, de tamaño natural, que revestido con un sayal y una dalmática bordada con los escudos de los reinos de España y sujetando una maza ceremonial observa con atención la llegada de Boabdil. Junto a él, un paje colocado en escorzo sujeta las bridas del caballo en el que cabalga la Reina, blanco y de raza árabe, que al aparecer piafando origina la posición erguida de Isabel, que viste saya y brial de brocado en tonos verdosos forrados de armiño, un manto real de brocado azul rematado con orlas de escudos y perlas, con una esclavina de armiño, y la cabeza ceñida por la tradicional toca y la corona de plata dorada que se conserva en la Capilla Real de Granada. 

Junto a ella, en un plano más alejado, se encuentra su hija mayor Isabel sobre una mula baya, que como reciente viuda del rey de Portugal viste de negro. A su lado aparece su hermano, el príncipe Don Juan, sobre un caballo blanco y coronado con una diadema. Estos dos hijos de los Reyes Católicos ocupan el espacio entre ellos, pues a continuación aparece el rey Fernando que, ajustado a las leyes de la perspectiva, aparece montado sobre un potro andaluz castaño con la cabeza cubierta por una testera metálica y el cuerpo con una gualdrapa ricamente ornamentada con brocados. El monarca está recubierto por un rico manto veneciano de terciopelo púrpura, lleva una espada de gran tamaño a la cintura y sujeta un cetro, situándose junto a él su paje, que contempla a Boabdil lleno de admiración. Por detrás de esta figura se atisba la dalmática del segundo rey de armas, con los escudos de Castilla y León. 

Detalle del rey Fernando el Católico

Dentro del grupo de acompañamiento, por detrás del rey aparecen de forma escalonada el marqués de Cádiz, revestido con armadura y sujetando los pendones de Castilla y soldados con el de los Reyes Católicos. A la izquierda del Don Fernando, el inquisidor Torquemada, el confesor de la reina y un fraile dominico. En la parte derecha, por detrás del macero, se encuentra el conde de Tendilla, con armadura y montando un potro de raza española. A su lado el gran Maestre de Santiago sobre un potro negro. Más al fondo, Gonzalo de Córdoba conversa con una de las damas de la reina, que forman un grupo con lujosos vestidos y colores claros. A su lado asoma el duque de Medina Sidonia y más atrás otros caballeros y soldados que portan lanzas. 

En la parte izquierda de la escena se encuentra Boabdil, al trote sobre un caballo negro árabe de pura sangre discretamente enjaezado y representado en escorzo. El Rey Chico, que hace el ademán de entregar las llaves de Granada a modo de saludo, viste una saya de terciopelo negro, un manto blanco, la cabeza cubierta por un yelmo metálico y una gran espada cruzada en la cintura. Le antecede un paje de raza negra que sujeta la brida del caballo y que hace una inclinación reverencial confundido entre la grandeza de los reyes cristianos. Por detrás del monarca nazarí llega a pie un buen número de cortesanos árabes, que con sus gestos expresan diferentes sentimientos ante el doloroso trance de la derrota y, a lo lejos, una comitiva de moros. 

Detalle del rey nazarí Boabdil, con Granada al fondo

Al fondo del camino, algo difuminados, aparece un grupo de trompeteros, timbaleros y soldados cristianos que anteceden a la hilada de chopos que indican el curso del río Genil y a las murallas de Granada, por detrás de las cuales se divisa el barrio de la Antequeruela y, en posición más alta, parte de los Adarbes, las torres Bermejas y de la Vela pertenecientes al complejo de la Alhambra. 


UNA INSUPERABLE HABILIDAD TÉCNICA     

Para la realización de esta pintura histórica, Francisco Pradilla, con el fin de proporcionar verisimilitud arqueológica, se documentó a conciencia y de forma metódica tanto de los textos históricos que relatan el acontecimiento como de algunos de los objetos que aparecen en la escena, como es el caso de la corona y el cetro de la reina Isabel que se conservan en la Capilla Real de Granada, o la espada de Boabdil que se guarda en el Museo del Ejército de Madrid. El pintor hace un alarde de habilidad técnica para reproducir, con la máxima fidelidad, las texturas y cualidades de las cosas, con una calidad sensorial que afecta a las indumentarias, las armas, los animales, las arquitecturas y la naturaleza, cuya precisión se superpone al afán decorativista y a la artificiosidad de la escena, donde pequeños defectos resultan insignificantes, como la representación de los rostros de la familia real, todos de perfil y con un extraño rictus en sus labios, como inspirados en trabajos numismáticos. 

Detalle del paje de la reina Isabel

Destacan los detalles de los elementos colocados en primer término con una ejecución vigorosa y segura que potencia el realismo, como el barro del camino y las hendiduras producidas por el paso de carruajes, las matas de hierba, los textiles con brocados, la variedad de tipos de caballos, las armaduras con brillos metálicos, las armas y objetos ceremoniales, a lo que se suman los elementos orográficos y atmosféricos, así como jugosos recursos, como el colocar un gran ciprés —característico del paisaje— por detrás de la reina para destacar sobre la masa sombría la claridad de su rica indumentaria, o las sombras que al fondo cubren parte de la Alhambra producidas por un celaje cuajado de nubes. Con un dibujo definido y riguroso, y con un lenguaje plástico muy personal —conocido en su época como “estilo Pradilla”—, la pintura responde al realismo internacional vigente en el género histórico de toda Europa en el último cuarto de siglo, estilo que siguieron incondicionalmente la mayoría de los pintores de historia en activo por esos años. 

Esta pintura tuvo una gran difusión desde el momento en que fue terminada. Primero fue presentada en Roma, donde fue realizada, obteniendo una exitosa crítica de la sociedad romana; después ya en el Salón de Conferencias del Senado de Madrid, donde fue contemplada por el rey Alfonso XIII, que como reconocimiento concedió a Pradilla la condecoración de la gran cruz de Isabel la Católica. 

Detalle del rey de armas o macero del primer plano

Asimismo, el Senado, ante la petición del pintor de aumentar la cantidad estipulada por su trabajo, votó a favor de abonarle el doble de lo convenido. Las crónicas periodísticas citan la afluencia de público que acudió a contemplar los prodigiosos detalles, siendo objeto la pintura de varias réplicas realizadas por otros pintores. Un año después de su colocación en Madrid, en 1883 fue exhibida en Múnich, hecho que provocó un polémico debate en el Senado sobre la conveniencia del préstamo, ofreciéndose el propio pintor a remediar los daños que pudiera sufrir. En 1889 era presentada en la Exposición Universal de París, en un momento en que se producía el descrédito del género de historia, lo que afectó a su consideración artística. 

 

Informe y fotografías: J. M. Travieso.



Firma de Francisco Pradilla, lugares y fecha de ejecución










Francisco Pradilla. Doña Juana la Loca, 1877
Museo del Prado (Foto Museo del Prado)










Autorretrato de Francisco Pradilla, 1917
Museo del Prado (Foto Museo del Prado)












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