POLÍPTICO DE LA ADORACIÓN DEL CORDERO MÍSTICO
Jan Van Eyck (Maeseyck, h. 1390 – Brujas, 1441)
1422-1432
Óleo sobre tabla
Catedral de San Bavón, Gante (Bélgica)
Pintura Flamenca. Periodo Primitivo
Es la obra más compleja y monumental de toda la pintura flamenca del siglo XV y constituye un hito en la historia de la pintura universal. El políptico fue encargado por el matrimonio formado por Jodocus Vyd, hombre rico e influyente diplomático al servicio de Felipe el Bueno de Borgoña, y su esposa Isabel Borluut, para presidir su capilla familiar, ubicada en el deambulatorio de la iglesia de San Juan Bautista de Gante, que tiempo después se convertiría en la catedral de San Bavón. Con ello pretendía expiar las culpas de su padre a través de la dotación de la capilla y los cultos allí realizados. Fue Isabel Borluut quien encomendó el encargo a Hubert, hermano mayor de Jan Van Eyck, que desde 1424 trabajó en la pintura durante dos años hasta que le sorprendió la muerte en 1426, dejando la obra incompleta.
El trabajo fue retomado por Jan Van Eyck, que modificó la estructura original aunque respetando algunas partes ya pintadas, hoy muy difíciles de determinar. El resultado fue un complejo e impactante políptico que presenta como trasunto el tema medieval del Juicio Final, aunque a través de una visión muy amable en la que los doscientos cincuenta personajes representados participan de los efectos de la Redención, sin referencia alguna a los condenados. La pintura fue consagrada en 6 de mayo de 1432, festividad de San Juan Bautista, constituyendo en Gante, ciudad natal de Carlos V, todo un acontecimiento ciudadano.
ICONOGRAFÍA
El políptico, de grandes dimensiones, consta de una parte central integrada por cuatro paneles y dos puertas batientes que presentan cuatro paneles pintados en el interior y seis al exterior, reuniendo el conjunto hasta veinticuatro tablas pintadas, algunas de las cuales forman parte de escenas compartidas.
Cuando está cerrado aparecen pinturas a tres niveles (ver ilustración 2), con la parte inferior ocupada por nichos fingidos en los que se alojan los retratos realistas de los donantes, arrodillados ante los Santos Juanes, sus santos protectores, que pintados con la técnica de la grisalla simulan esculturas en piedra, todo un alarde de pintura ilusoria. Sobre ellos un conjunto de cuatro tablas conforman el tema de la Anunciación, episodio considerado como el principio de la Redención. Muestra el interior de una casa burguesa con ventanas geminadas a la calle y todo un alarde de recreación espacial, con enseres incluidos. Tanto el arcángel cono la Virgen son de tamaño monumental y llevan vestiduras blancas que resaltan por la luz que penetra por el lado derecho, efecto que unifica la escena. La Virgen responde al saludo con la frase “He aquí la esclava del Señor”, un letrero que aparece colocado al revés, legible por el ángel de coloristas alas, que porta un ramo de lirios y luce fulgurantes broches en el manto y la diadema.
Se remata con cuatro compartimentos, a modo de lunetos, que hacen referencia a personajes que profetizaron la gloria de la Virgen y la llegada del Mesías, en la puerta izquierda el profeta Zacarías y la sibila Eritrea y en la derecha el profeta Miqueas y la sibila Cumana, los cuatro portando cartelas que narran sus visiones proféticas.
Una vez abierto, ofrece pinturas a dos niveles, uno inferior, con la escena única de la Adoración del Cordero Místico que le da nombre al conjunto, formado por una tabla central y dos tableros laterales en cada puerta, y otro superior con la figura de Dios Padre flanqueada por las de la Virgen y San Juan Bautista, dos escenas de ángeles músicos y en los extremos dos paneles con nichos fingidos, que albergan a Adán y Eva, y se rematan con escenas bíblicas en grisalla. Toda la iconografía sigue una ordenación muy estudiada, haciendo referencia a los efectos de la Redención sobre la Humanidad por el sacrificio de Cristo, aquí representado como un Cordero cuya muerte redime el pecado original al que aluden Adán y Eva, lo que permite alcanzar, mediante la intercesión de la Virgen y San Juan Bautista, el goce de la vida eterna en el jardín celestial, siguiendo la Déesis derivada del arte bizantino, pues Hubert había previsto la imagen entronizada de Cristo en la tabla central, que finalmente Jan transformó en la de Dios Padre, de ahí que el Precursor le señale con el dedo.
LA ADORACIÓN DEL CORDERO MÍSTICO
Cinco tablas configuran esta escena que es la más original del conjunto. Representa, con todo lujo de detalles, un paisaje idílico en el que aparecen todos los santos adorando al Cordero, que ocupa el centro espacial, bajo el Espíritu Santo y en el mismo eje que la figura de Dios Padre, en clara alusión a la Trinidad como Fuente de la Vida, estanque de significación eucarística situado en la parte inferior, con un canalillo de desagüe que distribuye el agua por el mundo.
Los santos aparecen agrupados según su condición y proceden de los cuatro puntos cardinales. En el plano más alejado irrumpen dos grupos de mártires portando palmas, por la izquierda masculinos y por la derecha femeninos, siendo identificables entre las vírgenes, por sus atributos, santa Inés, santa Bárbara y santa Dorotea.
Más abajo, en primer plano y dispuestos en círculo, se hallan a la derecha los doce Apóstoles, a los que se une san Pablo, arrodillados y con mantos claros y uniformes. Detrás una muchedumbre de papas, obispos y confesores purpurados, entre los que se distingue a san Esteban, con las piedras de su martirio, y san Livino, patrón de Gante, con las tenazas con que le arrancaron la lengua. La escena continúa en las tablas colindantes para mostrar a los santos ermitaños y peregrinos. En la primera el paisaje se torna árido y escabroso, con san Antonio Abad portando un bastón en primer término y al fondo la Magdalena, portando el tarro de ungüentos, y santa María Egipciaca. En la tabla siguiente encabeza el cortejo la enorme figura de san Cristóbal, portando un cayado y cubierto por un manto rojo, siendo apreciable tras él la figura de Santiago peregrino.
El mismo esquema se repite en el lado opuesto, con un grupo encabezado por los profetas arrodillados, leyendo sus escritos visionarios, y los patriarcas bíblicos, como Noé, que porta la rama de olivo recibida como señal después del Diluvio. Entre ellos se incluyen algunos personajes muy valorados en la Edad Media, como el poeta Virgilio, representado como un anciano con un manto blanco y portando un ramo de laurel. Las tablas siguientes están reservadas a los caballeros soldados de Cristo, entre los que destaca san Jorge y, en la parte superior, san Luis, rey de Francia, y un cortejo ecuestre de los jueces justos. Estas dos tablas fueron robadas y recuperada sólo la de los caballeros, siendo recreada la perteneciente a los jueces basándose en fotografías.
Todos estos personajes se articulan en torno a un espacio central, más despejado, en cuyo centro aparece un altar sobre el que se yergue el Cordero para su sacrificio, con un reguero de sangre brotando de su costado que se recoge en un cáliz, lo que confiere a la pintura un evidente sentido eucarístico. En torno suyo se distribuyen catorce ángeles, cuatro al fondo con los atributos de la Pasión, cuatro reverenciales a cada lado y dos al frente agitando incensarios.
Para encuadrar esta enorme panorámica, el pintor elige un punto de vista alto para presentar un prado ideal, lleno de árboles, frutos y flores, mostrando con delicado detalle tanto especies nórdicas como mediterráneas. Unas suaves colinas ocultan distintas ciudades del orbe, entre las que se identifican construcciones de Utrecht y la catedral de san Bavón al fondo.
DIOS TODOPODEROSO, LA VIRGEN Y SAN JUAN BAUTISTA
Como el resto de las tablas, estas aparecen como un portento descriptivo, con múltiples objetos en los que Jan Van Eyck hace gala de su maestría para reflejar con increíble realismo distintas texturas en las carnaciones, tejidos, cristal, metales, joyas y libros.
Aunque Dios Padre aparece con aspecto de Juez Supremo, adopta una actitud de bendecir, revestido de pontifical con una rica tiara papal y portando un cetro de cristal con aplicaciones de oro en su mano izquierda. Su rotunda mirada al frente, el fondo tapizado de brocados, las arquivoltas sobre el trono, la abundancia de joyas y las inscripciones que le presentan como rey de reyes y señor de señores, le confieren un aspecto abrumador.
Más amable es la figura de la Virgen, con un giro de tres cuartos y ensimismada en la lectura de un libro. Luce una corona de pedrería en la que se alternan lirios y rosas, símbolos de la pureza y la hermosura, con infinidad de pequeños detalles secundarios que el pintor trabaja con detalle, como el rosario de cristal que cuelga del pecho, las gemas de las cenefas, el pergamino del libro, la fina melena rubia, el brocado del fondo y las inscripciones de alabanzas en las arquivoltas. Esta imagen de riqueza suprema causó conmoción, siendo solicitadas numerosas copias y su iconografía muy repetida por otros pintores flamencos.
Otro tanto ocurre en la figura de San Juan Bautista, con barbas y cabellera abundante, una sorprendente túnica de piel, cuya textura contrasta con el paño del manto, y un códice en el que son visibles páginas, textos e iluminaciones miniadas. La inscripción que le presenta reza: “He aquí Juan el Bautista, más grande que el hombre, parejo a los ángeles, resumen de la ley, simiente del Evangelio, voz de los apóstoles, silencio de los profetas, lámpara del mundo, testigo del Señor”.
ÁNGELES MÚSICOS
Convirtiendo la escena en una celebración festiva, aparecen dos paneles con figuras de ángeles, unos músicos y otros cantores, que no hacen sino formar una capilla musical dedicada a la interpretación de la música polifónica en boga en el momento en que se pinta. En estas tablas el pintor riza el rizo del hiperrealismo, pues es tal la veracidad del momento captado, que algunos estudiosos de la música han podido establecer el momento musical exacto que están interpretando a partir de la colocación de los dedos en los instrumentos y la posición de los labios. Estos grupos angélicos fueron muy frecuentes en la pintura flamenca.
ADÁN Y EVA
Las dos figuras, que hacen una alusión al Pecado Original (Eva porta la manzana), aparecen como pudorosos desnudos, con una anatomía realista en la que se resalta su carácter escultórico, con fuertes contrastes lumínicos que les dota de volumen, lo mismo que ocurre en las figuras de los donantes. Sus cuerpos responden a los ideales de belleza en su época y son un portento de morbidez plástica, especialmente en el tratamiento de los rostros, con minuciosos matices de la piel y los cabellos y una expresión grave de culpabilidad.
El Políptico de la Adoración del Cordero Místico supone una ruptura definitiva con el estilo gótico internacional y la implantación de un arte nuevo (ars nova), caracterizado por el gusto por captar los detalles de la naturaleza, un naturalismo costumbrista y minucioso y el uso de un colorido deslumbrante, con imágenes de impresionante realismo, llenas de vida, que no hacen concesiones de ningún tipo, en este caso incluso teniendo en cuenta la entrada real de la luz en la capilla en que iba a colocarse.
La obra permaneció presidiendo el altar de la capilla desde su consagración el 6 de mayo de 1432 hasta el 14 de agosto de 1566, momento en que fue retirada por temor a su destrucción por los iconoclastas. Regresó de nuevo a su emplazamiento hacia 1587, donde permaneció hasta que en el siglo XX fueron robadas dos de sus tablas. En 1934 se recuperó una de ellas al ser devuelta por los ladrones para justificar su posesión y exigir el pago de un rescate al gobierno belga. Como no se cedió al chantaje, la tabla de la llegada a caballo de los Jueces Justos desapareció para siempre, realizándose una copia en la que el pintor tuvo la osadía de colocar en uno de los Jueces el rostro de Leopoldo II, por entonces reinante. El retablo fue restituido a su emplazamiento en 1945.
No hace muchos años que esta obra maestra de todos los tiempos fue recolocada en una vitrina dentro de una cámara acorazada situada a los pies de la catedral, con excelentes condiciones de seguridad, luz y humedad, ocupando un facsímil fotográfico el retablo de la capilla original.
El Políptico del Cordero Místico es en la actualidad el mayor reclamo turístico de la sugestiva ciudad de Gante, que en reconocimiento levanta un monumento al célebre pintor y su hermano Hubert junto al ábside de la catedral de San Bavón.
Informe y tratamiento de las fotografías: J. M. Travieso.
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Como siempre un trabajo excepcional. Y con esa calidad en las imagenes. Muchas gracias José Miguel. Gracias por tu generosidad y ánimo sigue así. Luisjo
ResponderEliminarAcabo de descubrir el blog, esta genial.... felicitaciones por ello.estaría interesada en saber vuestra programación cultural. gracias, un saludo. Ana
ResponderEliminarMe ha ido genial para el examen. Un abrazo de un estudiante de historia del arte.
ResponderEliminarHay un pequeño error en la ubicación de la estatua de Jan Van Eyck. Ya que la de la foto no está en Gante, sino en Brujas, la ciudad donde murió.
ResponderEliminarLamento contradecir a Antonio, pero SI que está en Gante. Justo en el ábside de San Bavón, la Catedral que contiene el Políptico.
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