7 de octubre de 2010

Historias de Valladolid: LOS LEONES DE LA UNIVERSIDAD, un privilegio universitario convertido en superstición estudiantil



     En el ambiente universitario de Valladolid circula una leyenda urbana que no tiene otro fundamento que el de encontrar un chivo expiatorio para justificar la falta de aprovechamiento en el estudio. En este caso los elementos considerados como fetiches de mal fario son los pilares rematados por figuras de leones que sujetan motivos heráldicos y que aparecen alineados ante la fachada de la histórica Universidad, hoy reducida a Facultad de Derecho, delimitando una especie de atrio de trazado rectangular (ilustración 1). Pues bien, aún en nuestros días corre de boca en boca, entre la chanza y el temor irracional, la amenaza de que aquellos estudiantes a los que la curiosidad les lleve a contar el número de leones allí colocados nunca terminarán sus estudios universitarios. Por este motivo, si se pregunta por la cantidad de animales a los estudiantes que transitan entre ellos a diario, es frecuente que eludan dar una respuesta o afirmen no estar interesados en saberlo, ¡por si acaso! Es más, cuando alguno suspende alguna asignatura, es fácil que algún compañero le pregunte con ironía si es que ha contado los leones.

     Hay que reconocer que en la actualidad estos pilares aparecen como elementos extraños, poco comunes, invadiendo el espacio urbano sin una justificación aparente (ilustración 2), pero la tienen, y como casi siempre su origen se encuentra en costumbres del pasado que en este caso se remontan nada menos que a la Edad Media. Lo primero que hemos de aclarar es que estos pilares tenían como función servir de soporte a cadenas de grandes eslabones que colgaban entre ellos delimitando más nítidamente el perímetro, desaparecidas en el atrio de la Universidad, y que eran las cadenas las que conferían la verdadera significación al espacio acotado ante una fachada, unas veces sujetas a los fustes mediante argollas insertadas en la piedra y otras por abrazaderas de hierro forjado en forma de aretes.

     En efecto, la presencia de estas cadenas proclamaba que el edificio gozaba de la exención de fuero, es decir, que quien se refugiaba en el recinto cercado por los eslabones quedaba exento de la legislación ordinaria y se sometía a su fuero jurisdiccional especial, un privilegio del que gozaban la Iglesia, la Universidad y el Rey, motivo por el que aparecen ante la fachada de catedrales e iglesias, universidades y colegios y palacios favorecidos por algún monarca, siendo las cadenas elementos que delimitaban el espacio físico sometido a dicha jurisdicción, civil o canónica, y la colocación de grandes pilares un recurso para colocar motivos heráldicos que proclamaban de forma bien visible que la institución o linaje gozaba de un fuero propio de concesión real.

     En este sentido, los espacios acotados por cadenas y pilares cumplen la misma misión que tuvieron en su día las grandes aldabas colocadas sobre puertas o fachadas de templos y palacios, igualmente un privilegio otorgado por el rey que hunde sus orígenes en el siglo XI. Pero si éstas anunciaban de forma ostentosa el gozar de un fuero especial en el interior del edificio, al que la población podía acogerse tan sólo con asirse a ellas, el recinto acotado por cadenas extendía su jurisdicción a un espacio urbano en ocasiones de considerable extensión, capaz de amparar a grandes colectivos. De igual modo este uso de cadenas como exhibición de asilo real o privilegio de inmunidad está relacionado con una costumbre, también extendida desde tiempos medievales, por la que en aquellos edificios, generalmente palacios, que eran cedidos por sus propietarios para que fuesen utilizados por un rey como residencia para pernoctar, en poblaciones donde el monarca no disponía de palacio propio, el edificio adquiría el derecho de colocar cadenas en su fachada que proclamaran este privilegio. Una costumbre practicada durante siglos y con ejemplos relativamente recientes, pues se pueden encontrar casos no muy lejanos de su aplicación, como en el Palacio de los San Clemente de Soria, cuyas cadenas colocadas bajo el balcón de la fachada recuerdan el alojamiento en sus dependencias, en septiembre de 1919, del rey Alfonso XIII, cuando acudió a la inauguración del Museo Numantino, momento en que el palacio pertenecía a Luis de Marichalar, vizconde de Eza y ministro del gabinete.

SÍMBOLOS DE VIEJOS PRIVILEGIOS EN VALLADOLID

     Una vez aclarado el significado de los pilares que conforman el atrio del edificio histórico de la Universidad, hemos de recordar que en la misma ciudad de Valladolid se pueden encontrar algunos casos visibles que proclaman un viejo privilegio y otros reducidos a mera referencia histórica. El caso más similar al del recinto universitario se encuentra ante la fachada de la iglesia de San Pablo (ilustración 4), con doce pilares rematados por leones que sujetan escudos sobre los que el Duque de Lerma hizo tallar el emblema de su linaje cuando emprendió la reforma de la fachada en 1601 y que anuncian el status especial del que gozó el monasterio dominico. Estos pilares conservaron hasta tiempo reciente las grandes cadenas, hoy reducidas a pequeños fragmentos, elementos testimoniales que inexplicablemente no han sido repuestos durante la restauración integral de la fachada que culminó en 2009.

     Otro caso se encontraba muy cerca, ante la fachada del Colegio de San Gregorio, edificio levantado a partir de 1488 como fundación de Fray Alonso de Burgos, confesor de Isabel la Católica y obispo de Palencia, diócesis a la que por entonces pertenecía Valladolid, cuyas aulas se destinaron al estudio de Teología como complemento a las enseñanzas impartidas en la Universidad. Los pilares y las cadenas, que abarcaban todo el largo del colegio, permanecieron ante la fachada casi hasta la mitad del siglo XVIII, según atestigua el plano de 1738 de Ventura Seco (ilustración 3) y un grabado de Jenaro Pérez Villaamil, siendo desmontados para facilitar el tránsito por la estrecha calle de grandes carretas que accedían a la carretera de Santander, recién trazada por entonces. El recuerdo de aquella instalación ha perdurado en la memoria al dar nombre a la vía a la que se abre la fachada del viejo colegio: "Calle Cadenas de San Gregorio".

     Igualmente dispuso de un recinto acotado por pilares con cadenas el Colegio de Santa Cruz (ilustración 5), otra institución universitaria de tiempos de los Reyes Católicos que fue fundada en 1482 por el cardenal Pedro González de Mendoza, influyente consejero real, considerado "el tercer rey de España", tras lograr en 1479 la bula expedida por el papa Sixto IV. Como Colegio Mayor gozaba de fuero propio otorgado por la monarquía y se convertiría durante los siglos XVI al XVIII en un centro de formación para estudiantes sin recursos que debían demostrar su capacitación para servir, como cualificados licenciados y doctores, en las tareas administrativas y tribunales de la Corona, la Iglesia o la Universidad. De aquellos elementos restan cerca de una docena de columnas dispersas por el entorno del Palacio de Santa Cruz, así como dos figuras de leones con el emblema de Castilla que adornan el jardín posterior de lo que es actualmente la sede del Rectorado de la Universidad.

     También perviven otros tres ejemplos de privilegios otorgados a comunidades religiosas. Por un lado, la iglesia de San Lorenzo conserva íntegro su atrio pétreo acotado, mientras que dos gruesas cadenas penden junto a la puerta de la actual iglesia de San Miguel y San Julián, conocida en términos populares como "la iglesia de las cadenas", que adquirió la actual titularidad en 1775, ya que anteriormente bajo la advocación de San Ignacio había sido la iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Valladolid hasta 1767, cuando la Pragmática Sanción de Carlos III expulsó a los jesuitas de España. Respecto a los casos citados anteriormente, este ostenta un espacio más reducido debido a la angostura de la calle, en cuyo entorno se habían levantado durante el siglo XVI numerosos palacios. Las cadenas se extienden colgantes desde argollas insertas en el muro a dos pilares colocados a ambos lados de la puerta y rematados en forma de bolas.

     Asimismo, aparecen dos cadenas colgantes a los lados de la austera portada de la iglesia del monasterio cisterciense de las Huelgas Reales (ilustración 6), fundado en 1282 por la reina María de Molina, aunque la actual iglesia fue levantada a partir de 1579 por Juan de Nates, Juan Ribero de Rada y Mateo de Elorriaga, en cuya puerta quedó testimonio de la fundación asentada sobre el antiguo palacio de la que fuera por tres veces reina de Castilla y de la visita del rey Felipe III el día de los Santos de 1612.

LOS LEONES DE LA UNIVERSIDAD

     En el caso de los pilares con leones de la fachada de la Universidad se ha especulado sobre la elección de este animal por su significado. Unos suponen que son un símbolo de realeza, de igual forma que aparecen en el frontón que remata la fachada de San Pablo, con leones rampantes que sujetan el escudo nacional. Otros lo interpretan como un símbolo de vigilancia de valores e incluso como un signo de fortaleza relacionado con San Marcos, como una fiera poderosa que intimida al mal, debido a las vinculaciones eclesiásticas de las universidades y al uso por el rector de un fuero especial que le permitía juzgar a los estudiantes. Pero lo cierto es que con el tiempo esta simbología que antaño era comprendida por todos no ha trascendido a nuestros días, aunque en época no muy lejana algunos profesores y estudiantes invocasen el amparo del fuero universitario para evitar la entrada de la policía en los movimientos antifranquistas.

     El mensaje de los leones de la Plaza de la Universidad es evidente, en ellos se alternan los escudos de la propia Universidad, un roble bien asentado sobre la tierra y con frutos entre sus ramas (ilustración 8), con otros contracuartelados con los emblemas de los reinos de Castilla y León sujetos por leones emparejados en los ángulos (ilustración 7), demostración de la protección de la corona a la institución, que también gozaría del favor pontificio. Pero conviene recordar que la serie de leones no fue colocada en la plaza actual desde la fundación de la Universidad en el siglo XIII, sino que fueron trasladados desde la primitiva fachada de la calle Librería a su actual emplazamiento cuando se levantó la nueva fachada barroca a principios del XVIII.

     Hasta entonces, la fachada de la institución, convertida en Universidad según privilegio otorgado en 1346 por el papa Clemente VI a petición del rey Alfonso XI, ostentaba los leones que bien pudieron labrarse a finales del siglo XV o cuando a principios del XVI fue declarada, junto a las de Salamanca y Alcalá, una de las tres Universidades Mayores del Reino, siendo redactados sus primeros estatutos en latín en 1517, con un auge de la Facultad de Medicina, una de las más prestigiosas de Europa, y de la Facultad de Leyes, reforzada por la presencia de la Chancillería en la ciudad. Entre 1509 y 1517 también se levantó la capilla gótica de la Universidad, dedicada a San Juan Bautista e igualmente con acceso por la calle Librería, a la altura donde termina el actual edificio, que en su parte opuesta contaba con las Escuelas Menores. Fruto de la aplicación interna de la jurisdicción universitaria, el edificio disponía incluso de una "cárcel escolástica" en una zona próxima a la actual fachada.

     Fue en 1724 cuando la Universidad logró ver hecha realidad la vieja aspiración de abrirse a la Plaza de Santa María, actual Plaza de la Universidad. En la ampliación se levantó un edificio organizado en torno a un patio central, cuyo elemento más significativo fue la fachada, a mitad de camino entre la estética religiosa, con la portada en forma de retablo poblado de imágenes, y una funcionalidad civil, dotada de largas balconadas corridas para acoger a las dignidades claustrales durante las solemnidades religiosas junto a la catedral y los festejos en la plaza. Fue entonces cuando se colocaron ante ella los pilares con leones y cadenas que definían el espacio amparado por la jurisdicción universitaria.

     ¡Las vueltas que da el mundo! Estos elementos pétreos que en otro tiempo anunciaban un privilegio del status estudiantil, han pasando a convertirse en una amenaza para los estudiantes más desinformados. No, no contéis los leones, pero no por temor, sino porque aquí os desvelamos cuantos son: veinte (sobre 18 columnas, con dos leones en las esquineras). Mucho más provechoso será deslizar la mirada por la fachada y captar el mensaje que en ella dejó Fray Pedro de la Visitación, autor de su diseño en 1714, con figuras alegóricas alusivas a las disciplinas impartidas y una serie de escudos que fueron esculpidos por los hermanos toresanos Diego y Narciso Tomé junto a su padre Antonio.

LA FACHADA DE LA UNIVERSIDAD

     Preside el repertorio iconográfico de alegorías, en el centro de la espadaña del remate superior (ilustración 9), el grupo de la "Victoria de la Sabiduría sobre la Ignorancia". Algo más abajo una cartela muestra el lema universitario: "Sapientia aedificavit sibi domum". En la parte central y a la altura de la balaustrada del remate, están representadas de izquierda a derecha la "Astronomía", la "Medicina", la "Filosofía" y la "Historia". A su misma altura, sobre la balaustrada y en el mismo orden, destacados reyes protectores: Alfonso VIII, Enrique III, Juan I y Felipe II. Algo más abajo un gran altorrelieve con el Árbol de la Ciencia que es el escudo de la Universidad, acompañado de la tiara y las llaves pontificias entre la algarabía de cuatro figuras infantiles. En el segundo cuerpo destaca en la hornacina central la "Teología", flanqueada por dos escudos reales y por otras dos hornacinas con la "Ciencia Canónica" (Derecho Canónico) a la izquierda y la "Ciencia Legalis" (Derecho Civil) a la derecha, ambas en el interior de elegantes columnas pareadas de orden colosal (ilustración 10). En el cuerpo inferior, a los lados de la entrada y con idéntica disposición se colocan la "Retórica" y la "Geometría". El conjunto supone una de las obras más bellas del barroco tardío en España.


     Cuando se produjo en 1841 el hundimiento de "la buena moza", la torre de la catedral dotada de reloj, la Universidad decidió poner en funcionamiento uno nuevo en una torre interna, con dos esferas visibles desde el exterior e interior del recinto. Corría el año 1895 cuando las primitivas dependencias comenzaron a acusar señales de ruina, lo que obligó a unas reparaciones no muy afortunadas que culminaron con la demolición del edificio en 1909 y su sustitución por otro nuevo trazado por el arquitecto Teodosio Torres. El exterior de la calle Librería adquirió un nuevo aspecto, a su vez modificado en 1965, incorporando en la esquina, a la izquierda de la fachada barroca, un pabellón dotado de nuevo reloj y una gran campana, mientras en el extremo opuesto de la calle Librería se construyó una elevada torre que albergaba el Observatorio Metereológico. Las nuevas y modernas dependencias fueron inauguradas por Alfonso XIII en 1915.



     Las modificaciones continuaron en el interior, pues tras un incendio producido en 1939, el arquitecto Constantino Candeira reconstruyó la monumental escalera imperial (ilustración 11) a la que se accede desde la fachada barroca y colocó a lo largo de los dos pisos del edificio un zócalo de azulejos de Talavera que definen la estética interior, creando un espacio ecléctico que hace olvidar las figuras goticistas de los leones del atrio y los tabúes que posiblemente inventara algún pícaro, una condición que siempre rondó por el espacio universitario.

Informe: J. M. Travieso.
Registro Propiedad Intelectual -Código: 1104108944156


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4 comentarios:

  1. otro mito universitario relacionado con el artículo es que nunca verás pasar a ningún estudiante universitario por debajo de las escaleras principales ya que se dice que trae mala suerte, asi que si se tiene que pasar de un lado a otro verás como los estudiantes harán el rodeo necesario

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  3. Quiero aclarar una cosa: los trozos de cadena que quedan en las columnas de San Pablo no son originales ni mucho menos, se pusieron en los años sesenta o setenta del siglo veinte y fueron usados principalmente para que los niños se columpiaran en ellos y ciertamente duraron poco tiempo en buen estado.

    Arcadio

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  4. Volvería de buena gana a repetir aquellos años

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